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nuevo conde de Oliveto, Pedro Navarro), y despues de las alegres conferencias de Saona, donde le recibió con magnificencia régia el monarca francés Luis XII (1), llegó, por fin, á Valencia el dia 20 de Julio; prosiguió su viaje á Castillacon lentitud calculada; entró en Búrgosel 21 de Agosto, con toda la ostentacion y

(1) No desagradarán al lector algunos datos biográficos de este monarca francés, que fué tan desgraciado en las guerras de Italia. Al morir Cárlos VIII, era duque de Orleans, cuñado de este soberano y primer príncipe de la sangre; habíase rebelado contra la regencia del reino, durante la minoría de aquél, y derrotado en la batalla de Saint-Aubin, y hecho prisionero, fué conducido á Bourges y encerrado por espacio de tres años en el castillo de la ciudad; acompañó á Italia, en su funesta expedicion, á Cárlos VII, y no le abandonó hasta su regreso á Amboise; estuvo casado con Juana de Framier, hija de Luis XI, de la cual se divorció con Bula del Papa Alejandro VI, para pasar á segundas nupcias con Ana de Bretaña, la viuda del rey, y de quien estaba enamorado hacía muchos años; despues de la muerte de ésta, casó con la princesa María, hermana de Enrique VIII de Inglaterra, y murió pocas semanas más tarde, en 1.o de Enero de 1515, á la edad de cincuenta y cuatro años. Su hija Claudia, primera prometida del emperador Cárlos V, fué esposa del rival de éste, Francisco I, el le Pavía.

pompa de un soberano; acercóse luégo hasta la villa de Tórtoles, donde se hallaba la reina Do. ña Juana, su hija, en compañía y bajo la egida protectora, que bien la necesitaba, del leal ar zobispo toledano Fr. Francisco Jimenez de Cis

neros.

<Interesante y tierna fué la entrevista de padre é hija (dice un historiador moderno, con su jecion á los cronistas de la época) despues de tan larga separacion. El rey se afectó al ver el desmejorado rostro, el mirar inquieto y el desaliñado traje de su hija; mas si esto le enterne. ció como padre, despues de hablar con ella se le notó satisfecho como rey, puesto que dejaba en sus manos la gobernacion del Estado, y le facultaba para obrar como si fuese el verdadero soberano de Castilla» (1).

III.

Comenzó la segunda regencia del rey Don Fernando, bajo los mejores auspicios: todos los magnates que le habian vuelto la espalda desde

(1) Lafuente, Historia, etc.; tom. II, cap. XXIII, pág. 396.

el desembarque del archiduque en la Coruña, rindiéronle en seguida pleito homenaje, sin esceptuar á los más revoltosos. Solamente los tres más comprometidos en los sucesos del anterior efímero reinado, mantenian enhiesta bandera de rebelion: Don Juan Manuel, fuerte en su alcázar de Búrgos; el duque de Nájera, en sus vastos Estados y fortalezas, y el marqués de Priego, en la zona andaluza.

Pero el rey procedió con energía contra estos revoltosos: el primero, sin aguardar al cerco que le habian anunciado, de las tropas del conde Pedro Navarro, huyó en breve del antiguo baluarte de Fernan-Gonzalez, y fué á refugiarse en la córte de Maximiliano, padre del archiduque difunto; el segundo, cuando los soldados del mismo conde Pedro Navarro se dirigian á sitiarlo en la fortaleza donde habia enarbolado la enseña de rebelion, accedió á los ruegos de sus íntimos amigos, aunque era de carácter independiente y altivo, y se sometió absoluta mente á la clemencia del Rey Católico, el cual, despues de poseer los Estados del magnate durante algun tiempo, tuvo la generosidad de entregárselos al hijo y heredero del duque, áun ántes del fallecimiento de este revoltoso prócer, quien juró al ofendido soberano que nunca, en lo sucesivo, habria de cometer falta alguna conEL CARDENAL JIMENEZ DE CISNEROS. 9

tra la obediencia y el respeto debidos á su natural y legítimo Señor (1).

Más costó la sumision del jóven marqués de Priego, que se resistia en su fortaleza de Montilla, y que tuvo la osadía de apalear y encerrar en los calabozos de la fortaleza á un emisario del monarca, á Hernan Gomez de Herrera, alcalde de casa y córte de la ciudad de Burgos.

Era el marqués de Priego, Don Pedro de Aguilar y de Córdoba, hijo primogénito de aquel heróico y desventurado Don Alonso que tantos láuros conquistó en la guerra de Granada, y que pereció gloriosamente en la matanza de Sierra Bermeja, en combate con el Ferí de BenEstepar; y era precisamente el mismo hijo que, peleando al lado de su padre en trance tan supremo, y teniendo el muslo derecho atravesado por una saeta, fué retirado de la lucha, aunque muy á pesar suyo, por el valeroso conde de Cifuentes, «para que no murieran en un solo dia las esperanzas de la ilustre casa de Aguilar.>

(1) Este duque de Nájera era hijo de Don Pedro de Manrique, uno de los héroes de Granada, y hermano del célebre Jorge Manrique, el autor de las dulcísimas Coplas que, segun frase de Lope de Vega, son dignas de la lira del Petrarca, y debian escribirse en letras de oro.

Habíase puesto, en Córdoba, á la cabeza de los alborotadores que pedian la muerte del feroz inquisidor Diego Rodriguez Lucero (á quien Pedro Mártir llamaba sarcásticamente, pero con exactitud gráfica, tenebrero), de ominosa memoria, verdadero émulo de Torquema. da, injusto, envidioso, cruel, miserable, que lle vó sus demasías al punto de acusar y perseguir ante el Tribunal del Santo Oficio al ilustre pre. lado de Granada Fr. Hernando de Talavera, el que habia sido virtuosísimo confesor de la Reina Católica.

Y despues de los alborotos de Córdoba, que no terminaron sino con la suspension de todos los inquisidores, incluso el arzobispo Deza y los miembros del Consejo de la Suprema, el inquieto marqués de Priego, siguiendo el funes. to ejemplo de Don Juan Manuel y el duque de Nájera, y ayudado por el conde de Cabra y otros caballeros ilustres de la comarca cordobesa (que tenian quejas, no sin fundamento, del riguroso desden con que les trataba el Rey Ca. tólico, en comparacion del agasajo y la defe rencia que le merecian otros ingratos castellanos), no sólo se hizo fuerte en su castillo de Montilla, uno de los más insignes y suntuosos de España, sino que sublevó contra el Rey la ciudad de Córdoba, donde el simpático y

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