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del arzobispado; y <estos libros (dice su cronis ta), los repartió en los conventos de monjas de la archidiócesis, para que se leyesen en el coro y en el refectorio, y ellas atendiesen á su obligacion y desterrasen la ociosidad. >

No en vano le llamó despues el sábio provincial de Castilla, R. P. M. Fr. Diego de Niseno, aplicándole palabras de Sidonio Apolinar:

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Fundaciones de Cisneros en Toledo.-El cuerpo de San Ildefonso.-Nueva guerra en Italia.-La Liga Santa.Batalla de Ravena. -Huida de los franceses.--Conquista de Navarra por el duque de Alba.

I.

Algo hemos de decir tambien acerca de las grandiosas obras que llevó á cabo el arzobispo Jimenez de Cisneros en el templo metropolitano de Toledo, en aquella soberbia basílica que debió su fundacion al rey Don Fernando III el Santo y al ilustre prelado y cronista don Rodrigo Jimenez de Rada, el de las Navas de

Tolosa, y cuya primera piedra fué puesta so lemnemente en 14 de Agosto de 1227, cerca de seis años más tarde que la de la catedral de Búrgos (1).

Restableció Cisneros en la Iglesia primada, inspirado en la vehemencia de su patriotismo, el rito y culto mozárabe, haciendo construir la capilla de igual título en la antigua sala capitular, en cuyo medio punto se ve una pintura de grandes dimensiones que representa la toma de Orán por el ilustre Prelado, obra del renombrado artista Juan de Borgoña; construyó la magnífica Sala Capitular nueva, segun el proyecto de los eminentes arquitectos Enrique Egas y Pedro de Gumiel, en la cual están combinados de tal manera el arte, la riqueza, la elegancia y el buen gusto, que el observador, al contemplarla, siente que su ánimo se sobrecoje y su corazon se conmueve en presencia de obra tan maravillosa; encargó la sillería del coro bajo al famoso entallador maese Rodrigo, quien dejó esculpidas en los respaldos de las sillas las hazañas de los guerreros de la Reconquista, y sin

(1) El mismo rey D. Fernando III, y su esposa Doña Beatriz, juntamente con el famoso obispo don Mauricio, pusieron la primera piedra de la catedral de Búrgos, en el dia 20 de Julio de 1221.

gularmente de los héroes de Granada; hizo la actual grandiosa capilla mayor, cuyo retablo de alerce, primorosamente labrado, es, por decirlo así, el summum de la riqueza y el buen gusto en el arte ojival, y en cuyo muro de la izquierda está el sepulcro del gran cardenal de España Don Pedro Gonzalez de Mendoza, el protector y antecesor de Cisneros; mandó labrar (y omitimos otras magníficas obras suyas, en gracia de la brevedad) la riquísima, artística, incomparable Custodia de plata, encargando tan difícil trabajo al renombrado platero Juan de Arfe (1), y donando á la iglesia otra Custo. dia más pequeña (la que se coloca en el interior de aquélla), de oro purísimo, el primero que tra jo de América el inmortal Cristóbal Colon, y la cual, habiendo pertenecido al oratorio de Isabel la Católica, fué adquirida por Cisneros «en precio muy alto» para darla aquel destino, perpetuando de est modo en la iglesia toledana el recuerdo de la excelsa reina.

Toledo debe tambien á Cisneros el convento

(1) Joan de Arphe: así firmaba este platero. Obra suya era tambien la suntuosa Custodia de la catedral de Búrgos, que pesaba 570 marcos de plata. Fué robada por las tropas de Napoleon Bonaparte, en 1808, así como casi todas las alhajas del templo.

de San Juan de la Penitencia, uno de los que más riquezas artísticas atesoran, y tal vez el primero, bajo este concepto, de todos los que existen en la imperial ciudad, exceptuando el de San Juan de los Reyes: fué construido de 1502 á 1514, y en su capilla mayor se levanta. el magnífico sepulcro del obispo de Avila don Francisco Ruiz, confesor y amigo inseparable del Prelado toledano, y el cual falleció en 1528.

Algo más quiso hacer Jimenez de Cisneros en favor de su iglesia primada: la ciudad de Zamora poseia el cuerpo del arzobispo de Toledo San Ildefonso (y aún lo posee), desde el año 714, época infausta de la irrupcion agarena; y Cisneros, discurriendo medios de recuperar las sagradas reliquias para su iglesia, cuando asistió á las Córtes de Toro, en 1505, solicitó de los regidores zamoranos permiso para verlas y venerarlas, mientras su confidente Don Francisco Ruiz, el que luégo fué obispo de Avila, y dos familiares suyos, llegaron á Zamora con propósito de anunciar á aquéllos los verdade. ros deseos del Prelado: «pero á las primeras insinuaciones (dice un historiador de Zamora) se alarmaron los ánimos, y no sólo rechazaron los regidores la idea de entregar un átomo del cuerpo santo, sino que en Ayuntamiento acordaron unánimes que, arrostrando todas las consecuen

cias, ni con amenaza de muerte mostrarian el cuerpo santo del cadernal› (1).

Cisneros tuvo que desistir de sus propósitos.

II.

Dueño ya el Rey Católico, desde 1508, de la hermosa region partenopea, merced á las admirables campañas del Gran Capitan (á quien tan mal pagaba los brillantísimos triunfos de Cerignola y Garellano), no pasó mucho tiempo sin que nuevas complicaciones políticas surgiesen, por la desordenada ambicion del monarca francés Luis XII.

Ningun historiador se ha fijado en la notable coincidencia que nosotros vamos á apuntar ligeramente.

Firmóse el Tratado de Cambray, tan injusto é insostenible como el de Blois, á 10 de Diciembre de 1508, pocos meses despues de las vistas celebradas en Saona entre el Rey Católico y el rey de Francia, en las que este soberano distinguió con extraordinarias y caballerescas atenciones y mercedes al vencedor en Garella

(1) Fernandez Duro, Memorias históricas de la ciu dad de Zamora, tomo II, pág. 167. Véase De Rebus gestis, fólio 54.

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