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muerto el pretendiente Gaston de Fox en la batalla de Rávena, los reyes Catalina y Juan de Albret se apresuraron á celebrar un Tratado con el de Francia, por virtud del cual ambos Estados pactaban alianza ofensiva y defensiva contra el Rey Católico, de quien sospechaban que, como marido de la reina Doña Germana, hermana del difunto duque de Nemours, habia de reclamar y hacer valer sus derechos á la corona de Navarra.

Cayó el Tratado, ántes de firmarle Luis XII, en manos del Rey Católico (1), y este sagaz monarca, preparado tiempo hacía para lanzar sus

(1) Se cuenta este hecho, en una Epístola de Pedro Mártir, de la siguiente manera, que es por demás curiosa: un secretario particular del rey Juan de Albret, encargado de llevar el pacto á la firma de Luis XII, fué asesinado por su querida, hallándose en el lecho, la noche anterior al dia de su viaje á Francia, y entónces, un clérigo, llamado Juan de Errasti (cuya residencia en aquella casa, y en tal sazon, no aparece muy justificada), se apoderó de los papeles del secretario asesinado, entre los cuales estaba el Tratado, y se fué en busca del rey Don Fernando, «á quien hizo entrega del importante documento en cuestion, con esperanza de premio.»

Por rara que sea esta relacion, los historiadores no han dudado de su certeza, la cual se acredita (dice

tropas á las ásperas montañas del país navarro, ordenó á su leal amigo y servidor, el anciano duque de Alba Don Fadrique de Toledo, (cuyo hijo primogénito, Don García, murió desgraciadamente, como dicho queda, en la jornada fatal de la isla de los Gelves, y cuyo nieto habia de ser el Gran Duque de Alba, Don Fernando Alvarez de Toledo), que cruzase las fronteras de Navarra y se apoderase de la capital del reino.

El dia 21 de Julio del mismo año 1512, que fué tan desdichado para Francia y para Navarra, salió de Vitoria el duque de Alba, á la cabeza de 6.000 peones, 2.500 jinetes y unas veinte piezas de artillería; apoderóse de todos los pueblos que encontraba á su paso, sin resistencia; cercó la ciudad de Pamplona el 23; huyó el esposo de Catalina, el indiferente Juan de Albret, sin intentar siquiera apercibirse á la defensa; rindióse el 24 la capital de Navarra á los tercios de Don Fadrique de Toledo, y en ménos de quince dias, prometiendo respetar los fueros, usos y costumbres, en nombre del rey, aquel afortunado caudillo sometió todo el reino á las armas de Castilla y de Aragon.

Prescott) por la conformidad de las condiciones propuestas con los artículos del Tratado que se firmó,» en Blois, por los plenipotenciarios de los dos r eyes.

Así, aquel antiguo país, tal vez el primero que inició la lucha por la independencia y la libertad en la península ibérica, despues de la invasion de los sarracenos, entró á formar parte de la unidad política de la patria; y si algunas dificultades hubo todavía, más por la perfidia de los aliados de España, los ingleses, que se retira. ron á sus puertos sin intentar la conquista de la Guiena francesa, dejando abandonados á los españoles, en las asperezas de los Pirineos, á la briosa acometida de un fuerte ejército francés, que guiaban el rey destronado Juan de Albret, el futuro rey de Francia Francisco Iy el célebre Cárlos de Borbon, conde de Montpensier, ántes de concluirse el mismo año 1512, se habian retirado los invasores, despues de sufrir espantosa matanza en los mismos desfiladeros donde, siglos atrás, habian sido destrozadas por los vascos las tropas de Carlo-Magno.

El rey Don Fernando, que nombró primer virey de Navarra al ilustre Don Diego Fernandez de Córdoba, alcaide de los Donceles (1), quedó en plena y pacífica posesion del nuevo reino; el 22 de Marzo de 1513 recibió juramento de fide

(1) El Don le fué concedido por cédula Real, en recompensa de haber hecho prisionero á Boabdill Chico en la batalla de Lucena,

lidad á los diputados navarros, en las Córtes de Pamplona, y en 15 de Junio de 1515, en las Córtes celebradas en Búrgos, leyó un documento que fué vivamente aplaudido por los Procuradores del reino, en virtud del cual incorporaba los Estados de Navarra á la corona de Castilla.

IV.

La patria española debe eterno agradecimiento al Rey Católico, aunque sólo sea por este hecho.

Navarra era un Estado sometido á la influencia directa de la nación francesa, su vecina, desde el matrimonio de la reina Juana I con el príncipe Felipe el Hermoso, despues rey de Francia; y más, aún, desde que Catalina de Fox, hija de Magdalena, hermana de Luis XI, y reina de Navarra por muerte prematura de su hermano Febo, habia dado su mano al caballero francés Juan de Albret, en 1484.

En tal situacion, era el pequeño reino de Navarra como preciosa joya que codiciaban con igual anhelo el monarca francés y el monarca español, para ornar con ella su corona; y difícilmente habria podido conservar incólume por mucho tiempo su querida independencia, entre dos naciones poderosas y rivales.

Aun suponiendo que la Historia no reconociese en el Rey Católico ningun derecho, sólo el de la fuerza, para ordenar al anciano Duque de Alba que, al embate de las tropas castellanas, derribase el vacilante trono de Catalina de Fox y Juan de Albret, ¿qué español se atreveria á recriminar al Rey Católico por haber sido en aquella ocasion, como en otras, político más sagaz que su eterno enemigo el rey de Francia?

Y en nuestros dias, tal recriminacion, si alguien la hiciese, sería perfectamente ridícula: hoy, cuando se dice que las exigencias de la unificacion nacional han hecho necesaria y legítima la anexion, por ejemplo, de los Estados Pontificios y de las Dos Sicilias al Piamonte, para constituir el reino de Italia, ¿se puede inculpar á Don Fernando el Católico por haber estorbado entónces que la frontera francesa, en vez de quedarse en el Bidasoa, se hubiera extendido hasta el Ebro y el Arga?

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