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CAPITULO XII.

Ultimos años del Rey Católico.-Muerte del Gran Capitan. -Enfermedad de Don Fernando: su testamento y su - Jimenez de Cisneros regente-gobernador del

muerte.

Reino.

I.

En los postreros años de su vida, el Rey Católico manifestó singular afecto á la ciudad de Búrgos; se puede decir que esta insigne Caput Castellæ fué la córte de España desde que el anciano monarca regresó de Nápoles.

Ya por el amor y la fidelidad que los burgaleses habian manifestado constantemente á sus soberanos, los Reyes Católicos, desde los primeros dias del reinado de los gloriosos monarcas (1); ya porque en aquella ciudad residia Doña Juana de Aragon, hija natural del Rey Católico, y esposa del Condestable de Castilla Don Bernardino Fernandez de Velasco, primer Duque de Frias, es lo cierto que Don Fernando moró en Búrgos largas temporadas en sus últimos años.

(1) Véase Isabel la Católica; cap. IV, págs. 74 á 79.

En Búrgos se hallaba, en Noviembre de 1511, cuando llegó ante las Córtes del Reino, que celebraban sus sesiones en la iglesia catedral, el nuncio del Papa Julio II (Della Rovere: 15021513), para presentar el Breve pontificio en que anunciaba la convocatoria del Concilio Lateranense V.

En Búrgos tambien estaba, en 1512, concertando el matrimonio de su nieta Doña Juliana Hernandez de Velasco y de Aragon, entónces de muy corta edad, con el hermano y sucesor del Condestable de Castilla, Don Pedro, tio paterno de la noble niña.

En Búrgos recibió á Mohammed el Lubdi, embajador del rey moro de Tremecen, en Africa, quien le presentó carta de vasallaje y grandes regalos: entre éstos figuraban un leon pequeño y manso; veintidos caballos ricamente enjaezados, con gualdrapas de damasco rojo y botones de oro; una doncella de sangre real, hermosísima; una gallina india, que cantaba maravillosamente; un juego de ajedrez, de oro macizo; un bolsillo de seda con 60.000 doblas de oro, y 130 cristianos cautivos, cuya libertad le ofrecia (1).

(1) Rosell, Crónicas; tom. III, pág. 749.-Buitrago, Historia de Burgos; cap. XXII, pág. 283.

En Búrgos otorgó su primer testamento, á 2 de Mayo del mismo año 1512, y en Aranda de Duero, villa cercana á Búrgos, otorgó el segundo, á 26 de Abril de 1519.

En Búrgos recibió á los diputados aragoneses, que le ofrecieron los subsidios pedidos anteriormente, con la especial condicion de que aboliera el derecho de los vasallos de apelar al rey; y Don Fernando rechazó la oferta con noble entereza, «porque no queria comprar los subsidios á costa de la libertad de sus súbditos.>

En Búrgos, para concluir, se celebraron las Córtes de 1515, en las que el monarca dejó de llamarse Depositario de Navarra, para incorporar á Castilla, no á Aragon, el antiguo reino de García Ramirez y Cárlos III el Noble.

II. ·

Hemos llegado á los últimos dias del reinado de Don Fernando, al año 1515, que tan fatal habia de ser para la existencia de los dos hombres más esclarecidos, cada uno por motivos diferentes, de la patria española: el mismo rey, y el insigne Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitan.

Una vez, despues de la batalla de Rávena, cuando se divulgó la infausta noticia de haber perecido en el campo del combate los más va

lientes capitanes de los tercios españoles en Ita. lia, Pedro de Paz, Diego de Quiñones, Juan de Acuña, Jerónimo de Loriz, Zamudio y otros muchos, y de haber quedado prisioneros de los franceses el conde Pedro Navarro, el general Fabricio de Colonna, el ilustre marqués de Pescara, el cardenal de Médicis; una vez entónces, decimos, cruzó por la mente de Don Fernando el Católico la patriótica idea de juntar nuevo ejército y poner á su cabeza al inmortal vencedor en Cerignola.....

Mas esta idea se perdió súbitamente en la suspicacia y la envidia que dominaban al viejo monarca: al ver éste que, apénas anunciado el proyecto, millares de combatientes acudian de todas partes de la Península á ponerse á las órdenes de Gonzalo de Córdoba, «porque no hay caballero (dice un testigo presencial, Pedro. Mártir) que no crea una afrenta el quedarse en su casa, y es maravilloso el prestigio que ha adquirido sobre todas las clases tan noble caudillo;» al considerar que tan grande popularidad, abultándose las sospechas en su imaginacion, podria acarrearle en Nápoles <mayor peligro por parte de un súbdito que por la de cualquier otro enemigo declarado;» al saber, por último, que las tropas francesas, vencedoras en Rávena, se retiraban de Italia cual si hu

bieran sido vencidas, el receloso monarca ordenó á Gonzalo que licenciara las tropas reunidas á sus órdenes en Córdoba, porque habia resuelto suspender la expedicion hasta Abril del año siguiente.....

Al fin, la poderosa nave que, segun el dicho del anciano Conde de Ureña, se habia presentado en Búrgos ufana y gallarda, habia encallado en Loja.

Dícese que el Gran Capitan, despechado con esta doble conducta del rey Don Fernando, resolvió dirigirse á Flandes, acompañado de algunos deudos y amigos (entre ellos el citado Conde de Ureña, el Marqués de Priego y el Conde de Cabra), bien para presentarse al hijo de Doña Juana y Don Felipe el Hermoso, el futuro emperador Cárlos V, é invitarle á venir á Castilla, bien para dirigirse desde allí á Italia, y tomar el mando del ejército del Papa Julio II; y cuando supo tales propósitos el rey Don Fernando, comunicó despachos reservados á los puertos andaluces, ordenando que fuese detenido, si embarcarse intentaba, el Gran Capitan...

Este, empero, tenía contadas, en el libro del porvenir, las horas de su vida: adoleció de fiebres intermitentes en Setiembre de 1515, y quizás abandonó algun tanto la curacion, confiando en su privilegiada naturaleza; á mediados de

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