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Los hechos confirmaron su vaticinio: á los seis años de la regencia del cardenal, cuando el Emperador se hallaba empeñado en las nuevas guerras de Italia, conocióse en la Española una insurreccion de negros, que no tuvo consecuencias desastrosas por haber sido descubierto el complot algunos dias ántes de la revuelta que aquéllos habian proyectado.

Esto afirman casi todos los historiadores de Cisneros, y se olvidan de consignar que el discretísimo Regente de España aconsejaba al Rey, aleccionado ya por la experiencia, por la repeticion de lamentables sucesos.

Lo mismo en la Española, que en Cuba y Puerto-Rico, habian ocurrido sangrientas rebeliones de indios, por el mal trato que se daba á estos desdichados, y ellos enseñaron á los esclavos africanos: en 14 de Febrero de 1514 se sublevaron los de Puerto-Rico, con imponente fuerza, á causa (dijo en aquella ocasion el tesorero Andrés de Haro, en carta al Rey Católico) <de los sufrimientos que les hacen sufrir sus amos é dueños dellos;» en 14 de Marzo del año siguiente, el licenciado Sancho Velazquez, gobernador de la isla (el mismo que falleció miserablemente cinco años despues en la cárcel de la ciudad, preso por el Santo Oficio), desoyendo las súplicas de personas de virtud y de

ciencia, llevó á cabo un repartimiento de los sublevados y vencidos, en el cual solamente á su secretario, Lope de Conchillos, le correspondieron 200 indios, y entre ellos el famoso cacique Francisco Jamaica de Aracibo.

Y á tal punto llegaron los abusos en pocos años, que no sólo fomentaban las repetidas sublevaciones de los caciques Humacao y Dagao, que tanta sangre costaron al país, sino que fueron causa primordial de la completa y rapidísima extincion de la primitiva raza de indios, segun se deduce de la carta que el licenciado La Gama, gobernador de la isla, dirigió al Consejo del emperador Cárlos V, en 12 Diciembre de 1520, dándole cuenta de que «los indios pertenecientes á S. M. son ya bien poca cosa.»

Y no solamente Jimenez de Cisneros dió sus consejos y su voto enteramente contrarios á la introduccion de esclavos africanos en las Antillas, sino que, para contrarestar el efecto que podrian producir en el ánimo del monarca, á la sazon en Flandes, las palabras de la camarilla ambiciosa que le rodeaba, y adelantándose á la Real determinacion, expidió una cédula en 23 de Julio de 1517, ofreciendo, á expensas de la nacion, pago de pasaje y mantenimiento á todos los labradores españoles que quisieran pasar á las islas Española y de Puerto-Rico.

De poco sirvieron tales disposiciones: los ne gros eran introducidos á millares, y el Rey cobraba dos ducados por cada licencia de esclavo que se llevaba á las islas; y pocos años despues, en 5 de Junio de 1528, los oficiales reales de Puerto-Rico pedian licencia al emperador Cárlos V para introducir negros esclavos, sin pago de derechos.....

¡Ah! tambien los oficiales reales decian al emperador, veinte años más tarde, en humilde representacion de 8 de Junio de 1540, «que la isla, para su conservacion y bienestar, necesitaba mucho del favor de S. M.....» (1)

Los meses postreros de su gobierno, tan fecundo en medidas beneficiosas para la patria, fueron de lucha incesante contra los codiciosos flamencos que rodeaban y dominaban al rey Don Carlos, y que habian de traer sobre España el triste y horrible período de la guerra de las Comunidades de Castilla: veia el Cardenal, que todas sus economías, todas sus disposiciones salvadoras, todas sus medidas prudentes, dignas y patrióticas, quedaban reducidas á la nulidad por la codicia insaciable de la camarilla del monarca, que adjudicaba los empleos

(1) Véase el curioso librito Efemér's artilionas.

públicos al mejor postor, y se llenaba de mercedes, de ganancias exorbitantes á costa de la sufrida patria española; y deseando ardiente. mente que cesara aquella situacion espantosa, la cual podia producir grandes tormentas, como las produjo, pedia, con los miembros de su Consejo, al monarca, que cuanto ántes viniese á España para tomar posesion de sus reinos y señoríos.

Y aunque por de pronto el rey Carlos des. echó imprudentemente la súplica del prelado y los consejeros, enviando á España, como agregados á la regencia, al flamenco LaChau y al holandés Amerstoff, hombres hábiles y astutos que tenian toda la confianza del jefe de la camarilla Real, el señor de Chievres (y á los cuales no cedió un punto en su autoridad y derechos el íntegro, enérgico y dignísimo gobernador español), por fin, el jóven rey se resolvió á venir á la Península, y desembarcó en Villaviciosa, antigua villa de Astúrias, el dia 19 de Setiembre de 1517.

CAPÍTULO XIV.

Llegada de Don Carlos á Villaviciosa.-Viaje de Jimenez de Cisneros á Roa.-Carta indigna del monarca.-Enfermedad de Cisneros y su muerte.-Semblanza de Cisneros.Comparacion del Cárdenal Gonzalez de Mendoza con Cis.

neros.

I.

Tenía el cardenal Cisneros la edad de ochenta y dos años, y su robusta naturaleza, sostenida en pleno vigor por costumbres sencillas y morigeradas, y por la frugalidad más austera en medio de los esplendores de la córte y de la Sede primada de España, fué minada, y su salud decayó visiblemente, por los sinsabores que le produjeron aquellos dos años no cumplidos de luchas y contrariedades en la regencia de Castilla.

Manteníase vivo y enérgico su espíritu, y cuando recibió la noticia del desembarco de Don Carlos, despues de escribir á este príncipe una respetuosa carta de bienvenida, y de muchos y saludables consejos (que el rey no acep. tó por entónces), salió de Madrid con direccion á Castilla la Vieja, suponiendo que, como parece habia sido convenido de antemano, el

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