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Granada, y el ilustrado arzobispo Fr. Hernando de Talavera, el que habia sido confesor y consejero íntimo de la augusta Señora hasta la rendicion de la plaza.

Aquél, con su exquisita prudencia, su genial dulzura, su firmeza de carácter en ciertas ocasiones, y su imparcialidad honradísima, conseguia mantener el órden público y asegurar la general confianza en una poblacion donde moraban más de 60.000 mahometanos, y mahometanos vencidos por las armas, y gran núme ro de soldados, vecinos y mercaderes cristianos, ainen de los muchos renegados de unos y otros, que allí, como en terreno neutral, se refugiaron.

Éste, el arzobispo Talavera, hombre piadoso, ilustrado, tolerante y lleno de bondad y con

Francisca de Pacheco y Portocarrero, hija legítima del famoso Don Juan Pacheco, marqués de Villena, que tanta celebridad, y tan triste, alcanzó durante el infeliz reinado de Don Enrique IV el Impotente.—Fué padre del ilustre historiador y diplomático Don Diego Hurtado de Mendoza, el cual nació en Granada, en 1503.-Era cuñado del marqués-duque de Cádiz, y conde de Arcos de la Frontera, Don Rodrigo Ponce de Leon, el héroe de la guerra de Granada, quien estuvo casado con doña Beatriz de Pacheco, otra hija del mismo Don Juan Pacheco, marqués de Villena,

miseracion para los desdichados moros, predicaba á éstos en su propio idioma con verdadera uncion evangélica, socorríales en sus necesidades, era su amigo, su protector cariñoso «y hacía lo que predicaba (dice un concienzudo historiador contemporáneo, testigo presencial), é ansí fué mucho provechoso é muy útil en aquella ciudad para la conversion de los moros» (1).

En tal sazon llegó Cisneros á Granada, <henchido de celo por la salvacion de las almas;» y lamentándose de que tan poco se adelantase en la conversion de los moros, se decidió á intentarla con la energía y perseverancia de su indomable carácter (2).

(1) Gonzalo de Oviedo, Quincuagenas, etc.; Quin. CI., diál. XXVIII.

(2) El ilustre autor de La Guerra de Granada, Don Diego Hurtado de Mendoza, (hijo del conde de Tendilla), escribe que los Reyes, queriendo que en todo el reino fuesen cristianos, enviaron á fray Fran. cisco Ximenez, que fué arzobispo de Toledo y cardenal, para que los persuadiese." (Libro I, pág. 6.)— Esta absoluta afirmacion de un autor veracísimo, y casi contemporáneo, destruye la acusacion que algunos escritores dirigen á Cisneros, fundándose en que este prelado toledano usurpó las atribuciones del de la archidiócesis granadina, Fr. Hernando de Talavera.

El éxito, al parecer, correspondió desde ei principio á sus vehementes deseos: convocó á los principales alfaquíes (1) ó doctores, y á los xeques de los mahometanos á conferencias. públicas, y á la vez que les predicaba las excelencias de la religion católica, y les demostraba la falsedad de los dogmas del islamismo, hacíales generosas dádivas y regalos de preciosas telas de seda (objetos que estimaban mucho los moros), y les exhortaba á abjurar de sus creencias (2).

Lo probable, lo que parece evidente, es que los Reyes y los dos prelados, así como todos los caudillos y capitanes castellanos que tomaron parte en la guerra de Granada, deseasen vivamente la conversion de los vencidos, y de comun acuerdo trabajasen para conseguirla.

(1) Faquies 6 Alfaquies, son los sacerdotes de la religion mahometana. «Xeques llaman ellos (dijo un historiador de aquellos dias) al más honrado de una generacion; quiere decir, el más anciano: á éstos dan el Gobierno, con autoridad de vida y muerte."

(2) El autor de Guerra de Granada, no disimula, ciertamente, la poca simpatía que le inspiraba Cineros. Hablando del conde de Tendilla, su padre, escribe: «......hombre de prudencia en negocios graves, de ánimo firme, asegurado con luenga experiencia de reencuentros y batallas, lugares defendidos contra

No debia ser muy fuerte la fé de los mahometanos, cuando todos aquellos doctores y xeques, y en seguida sus numerosos discípulos y correligionarios, pidieron el bautismo; llegando el caso (atestiguado por historiadores de la época) de que en un solo dia se presentaron á Cisneros, solicitando el agua regeneradora, más de cuatro mil neófitos, que fueron bautizados con hisopo, ó sea por aspersion (1).

Y aquellos más endurecidos creyentes que se resistian á imitar el ejemplo de sus correligionarios y clamaban contra la debilidad de los alfaquíes y los ancianos, y soliviantaban los ánimos de las gentes del pueblo, suponiendo que se infringia el principal artículo de la capitulacion, el que consignaba la tolerancia religiosa, eran

moros en la misma guerra etc."-Hablando del ar zobispo Talavera, dice: ....«religioso de la Orden de San Hieronimo, cuya vida y santidad España ce. lebra, y de los que viven, algunos hay testigos de su milagros, etc."——) -Pero hablando de Cisneros, le deno mina, casi siempre, con la mayor llaneza, Fray Fran cisco Ximenez, y le califica de hombre de su condicior armigera, y áun desasosegado.-Lib. II, pág. 89.

(1) Un distinguido pintor inglés se ha inspirad en este hecho, para legar á la historia de las Bella Artes una página bril antísima: su cuadro La Conver sion de los moros granad'inos.

presos y encerrados en un calabozo, como el zegri Azaator, y condenados á duras privaciones y penosos castigos, hasta que se rendian al general impulso, y demandaban tambien el bautismo.

Cisneros, en la alegría que le produjo su triunfo, y para quitar ocasiones de reincidencia á los nuevos cristianos, hizo reunir en la plaza dle Bib-Rambla todos los libros y manuscritos arábigos que pudieron encontrar investigadores diligentes, y amontonándolos en inmensa pira, es entregó á las llamas....

IV.

No están acordes los historiadores coetáneos en el número de libros condenados al fuego: el mejor biógrafo de Cisneros, Gomez de Castro, dice que fueron 5.000, mientras que el autor anónimo de la Suma de la vida de Cisneros, supone que pasaron de un millon. ¡Muchos eran éstos!

Conviene decir que Prescott, historiador protestante, si bien condena enérgicamente aquel tremendo auto de fé, afirma que «casi todos los libros quemados eran copias de Al-Coram, ó manuscritos que, bajo uno ú otro aspecto, se enlazaban con la teología mahometana,» y aña

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