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y en seguida clavó su daga en el pecho del desgraciado magnate cordobés, quien exhaló allí mismo su postrimer suspiro.

La persecucion á los fugitivos, la matanza de aquellos aterrados adalides, que habian soñado con regresar á Ronda cargados de laureles y de botin riquísimo, duró toda la noche, hasta que al despuntar los primeros rayos del alba, los fieros montañeses de Sierra Bermeja <desaparecieron (dice un historiador) cual aves carnívoras nocturnas, ocultándose en las cuevas de las montañas (1).»

El conde de Cifuentes, asistente de Sevilla, que mandaba la fuerza de esta ciudad y no habia tomado parte en la lucha, amparó como

(1) El cadáver de Don Alonso de Aguilar, respetado por los mismos fieros vencedores, fué remitido por ellos mismos, posteriormente, al Rey Católico, que se hallaba en Córdoba, y sepultado con solemne pompa en magnífico mausoleo, en la iglesia de San Hipólito, de la misma ciudad.-El cadáver de Don Francisco Ramirez de Madrid tambien fué devuelto por los moros, y está sepultado, juntamente con el de su esposa, la ilustre dama doña Beatriz Galindo, la Latina, en el presbiterio de la iglesia del convento de monjas de la Concepcion Gerónima, de esta capital, el cual convento debió su fundacion á los dos esposos,

pudo á los fugitivos, y el conde de Ureña, mal herido en una pierna, logró encontrar un práctico que le condujo, cual á náufrago extraviado, y por veredas secretas, léjos del teatro sangriento de los sucesos; y esto dió lugar á que dijera el capitan Gonzalo Fernandez de Oviedo, contemporáneo, que él y sus soldados <volvieron las riendas a sus caballos, y se retiraron á más que galope por la multitud de los infieles,» y á que el rumor público, siempre severo, pero casi siempre exacto en sus apreciaciones, culpase al Conde de haber huido ante el peligro, abandonando á los que estaba obligado á defender, como todo buen caballero español, hasta con su propia sangre (1).

Un rujido de dolor y de venganza produjo en toda España, singularmente en la córte de

(1) Otro romance popular, tambien contemporáneo, apostrofaba así al conde de Ureña:

«Decid, conde de Ureña,

Don Alonso ¿dónde queda?

Y el cronista del segundo levantamiento de los moriscos alpujarreños, Hurtado de Mendoza, intenta sincerar de tales acusaciones embozadas á aquel magnate, diciendo que aunque «dió ocasion á los cantares y libertad española,» salió de allí «como buen caballero."

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los Reyes Católicos, el sangriento desenlace de la expedicion organizada en Ronda para reducir á la obediencia y castigar á los moros de Sierra Bermeja; y no es posible siquiera sospechar lo que habria ocurrido entónces, si el rey Don Fernando hubiese llevado á cabo la expedicion que habia proyectado: por fortuna, los mismos insurrectos se dieron á partido, en cuanto supieron que el monarca, á principios de Abril de dicho año de 1501, ó sea pocos dias despues de la matanza, estaba en Ronda al frente de buen golpe de peones y caballos, dispuesto á vengar fieramente la desastrosa jornada del 18 de Marzo.

Mas aquéllos, abandonados tambien por el Feherí de Ben-Estepar, su caudillo, que huyó inmediatamente para librarse de la pena á que hubiera sido condenado, rindiéronse en absoluto á merced del Rey: ó bautizarse en breve plazo, ó salir de los reinos de Castilla y Aragon, para la costa africana, en bagajes y galeras de la casa real, mediante el pago de un crecido tributo, fué la resolucion terminante que dictó el soberano, para poner término á las sublevaciones de aquella gente desasosegada y ofendida;» y esta determinacion se hizo extensiva á todos los moros, que vivian pacíficamente en otras ciudades de Castilla, como Búrgos,

donde tenian gran valimiento, y eran muy esti mados por su inteligencia y laboriosidad (1).

Segun se ve, á la postre, vencida la triple insurrecion del Albaicin, las Alpujarras y Sierra Bermeja, los Reyes Católicos adoptaron íntegramente la opinion de Jimenez de Cisneros: <los moros no serán españoles mientras no se conviertan al cristianismo, y es preciso ó bautizarles ó desterrarles. »

III.

Sesenta y ocho años despues de estos sucesos, en 1570, un viznieto del ilustre Don Alonso de Aguilar, el duque de Arcos de la Frontera, Don Luis Ponce de Leon, y Don Alonso de Guzman, duque de Medina-Sidonia, recibieron poder del rey Don Felipe II «para que en su nombre concertasen y recogiesen á los moris cos» (que otra vez se habian sublevado en las fragosidades de la Alpujarra), «y les volviesen las mujeres, hijos y muebles, y los enviasen por

(1) Véanse las Pragmáticas de 27 de Agosto de 1501 y de 12 de Febrero de 1502, en Pragmáticas del reino, etc.

EL CARDENAL JIMENEZ DE CISNEROS.

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delante, tierra adentro, pues no habian sido partícipes en la rebelion» (1).

Hallábase en Ronda el bravo duque de Arcos, <hombre que en la empresa de Durlan (dice su contemporáneo, pariente y amigo Hurtado de Mendoza) habia seguido sin sueldo las banderas del rey Don Felipe; » y entre tanto que su gente se juntaba, «le vino voluntad de ver y reconocer el fuerte de Calahuí, en Sierra Bermeja, que los moros llaman Gebal-Hamar, á donde en tiempos pasados se perdieron Don Alonso de Aguilar y el conde de Ureña. ›

Copiemos ahora literalmente el más hermoso pasaje de la obra de Hurtado de Mendoza, llamado con justicia (y este pasaje lo demuestra) el Salustio Español:

<Salió de Casares (el duque de Arcos) descubriendo y asegurando los pasos de la montaña, prevision necesaria por la poca seguridad en acontecimiento de guerra, y poca certeza de la fortuna. Comenzaron á subir la sierra, donde se decia que los cuerpos habian quedado sin sepultura: triste y aborrecible vista y memoria: habia entre los que miraban, nietos y descen

(1) Mendoza, Guerra de Granada, lib. IV, pági

na 171.

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