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tilla la popularidad y el respeto, y fué causa, en gran parte, de los breves pero terribles dias de perturbacion y revueltas que inmediatamente sobrevinieron.

Primero se efectuó la Concordia de Salaman ca, en 24 de Noviembre de dicho año, aquella Concordia, en la cual el Rey Católico se humilló hasta el punto de pactar con Don Juan Manuel de Belmonte, su antiguo embajador en la córte de Maximiliano de Austria, y entónces apoderado general del archiduque Felipe, que gobernarian los, tres, el padre y los dos hijos, encabezándose los instrumentos públicos segun esta fórmula: Los Reyes y la Reina.....

Despues, reunida numerosa flota en un puerto de Zelandia, embarcáronse los dos esposos, á 8 de Enero de 1506, con rumbo á las costas de España; y mientras el rey Don Fernando celebraba su matrimonio con Germana de Fox, el dia 22 de Marzo, en la villa de Dueñas, en aquella villa que le dió hospitalidad y buen acogimiento cuando llegó de Aragon en secreto viaje á efectuar sus bodas con la princesa Isabel de Castilla, treinta y siete años ántes, el archiduque su yerno, cuya flota habia sido arrojada á las costas de Inglaterra por furiosa borrasca, negociaba, sin contar con él para nada, además de un Tratado de comercio con

Flandes, el matrimonio de su hermana la princesa Margarita, la gentil demoiselle, la viuda del malogrado príncipe de Astúrias Don Juan, con el rey viudo Enrique VII, y el de su hijo primogénito Don Carlos, el futuro emperador Cárlos V, con una hija del mismo soberano inglés, la princesa María;-si bien ninguno de los dos conciertos matrimoniales llegó á efectuarse.

El dia 28 de Abril llegaron á la Coruñía, por fin, los archiduques y reyes Doña Juana y Don Felipe, quien habia anunciado, no obstante, á su suegro (el cual se hallaba en Búrgos), que desembarcaria en Laredo, y que manifestó desde luego no venir dispuesto á cumplir la Con cordia de Salamanca, sino, todo lo contrario, á ser verdadero rey de Castilla; despues de muchas dilaciones, de grandes intrigas y rivalidades, de ignominiosas tentativas de soborno por unos y por otros (que de tal manera estaba ya, como en los malhadados tiempos de Enrique IV, la codiciosa y versátil nobleza del reino), concertóse una entrevista de suegro y yerno, por mediacion del astuto Don Juan Manuel, en la alquería del Remesal, cerca de la Puebla de Sanabria, y de la aldea denominada Asturianos: de ésta salió el rey Don Fernando, acompañado del arzobispo Jimenez de Cisne

ros, el duque de Alba, y el conde Cifuentes (que eran casi los únicos magnates que permane cian fieles á su causa y persona), y seguido de una escolta de 200 ginetes, de caballeros y criados de su casa; de aquélla salió el archiduque al frente de numerosos próceres, y precedido de dos cuerpos de tropas flamencas y castellanas, formadas con aparato de guerra, que en junto ascendian á 8.000 jinetes y peones (1).

Era el dia 20 de Junio. Saludáronse friamente suegro y yerno, apeáronse de sus cabalgaduras, y se dirigieron á una ermita cercana para celebrar la proyectada conferencia.

Cuéntase por verídicos analistas de aquella época, que el arzobispo Jimenez de Cisneros tuvo entonces un arranque de autoridad y de génio que dominó al descarado favorito del archiduque: como viese que Don Juan Manuel se disponia á entrar en la ermita, siguiendo al príncipe flamenco, el ilustre prelado le detuvo ante la puerta con decision y aire de enojo, y exclamó secamente: No debemos escuchar nosotros la conversacion particular de nuestros se

(1) El archiduque tuvo la crueldad de no llevar consigo á su esposa Doña Juana, dejándola encerrada en la Puebla de Sanabria, y el rey Don Fernando no pudo abrazar á su hija,

ñores; mas hubo de manifestar desagrado, y tal vez contestó con arrogancia el insolente favorito, y entonces Jimenez de Cisneros <empujándole hácia fuera,» segun dice un cronista, ó <cogiéndole recio por el brazo, y echándole más léjos, segun refiere otro, cerró la puerta de la ermita, se puso de espaldas ante ella, y dijo enérgicamente: ¡Yo seré el portero! (1).

¡Magnifico arranque de genio que debió demostrar á los nobles revoltosos y á los advenedizos flamencos, que aún habia en Castilla quien estaba dotado de vigoroso temple de

(1) Tambien Don Fernando tuvo frases oportu nísimas, segun refieren los cronistas contemperáneos. Al duque de Nájera, que se presentó armado de punta en blanco, al frente de jinetes y peones, le dijo: Veo, duque, que no echas en olvido los deberes de un buen militar; á Garcilaso de la Vega, que llevaba cota de malla bajo el vestido de córte, le dijo: ¡Mucho has engordado, Garcilaso, desde que no nos vemos!-Este Garcilaso, como saben los lectores de nuestro libro Isabel la Católica, fué uno de los capitanes de Granada, y luego estuvo de embajador en la córte de Roma. Él fué quien, en presencia de muchos cardenales y magnates, apostrofó duramente al Papa Alejandro VI, en defensa de los Reyes Católicos, y le dijo que «valiera más que mejorase sus costumbres, para ejemplo de la cristiandad

alma para gobernar el reino, si las circunstancias lo exigiesen, y refrenar la ambicion desatentada de los magnates.

III.

La entrevista fué, como era de esperar, perfectamente estéril en resultados provechosos para el sosiego público y la inteligencia de los dos interlocutores: el archiduque Felipe rechazó la Concordia de Salamanca, y manifestó su deseo absoluto de gobernar solo, en nombre de su esposa; Don Fernando, que se retiró disgustado y triste por no haber podido abrazar á su hija, tuvo que pasar tambien por la humillacion de recibir, pocas horas despues, un Mensaje de su yerno, diciéndole que se retirase con su gente del pueblo de Asturianos, porque él intentaba dirigirse con los suyos á la cercana villa de Benavente, una de las que, por órden de su señor, el conde de Benavente (nieto de aquel otro conde que con tanta bizarría defendió la causa de los dos régios esposos, en la guerra de sucesion), habia cerrado sus puertas al que fué soberano de Castilla (1).

(1) Este conde de Benavente, Don Alonso de Pimentel, el quinto de su titulo. fué acabado modelo

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