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de Fermoselle, que era de la mesa episcopal, y se enseñoreó del obispado (").

Muy propio el genio de este turbulento prelado para figurar en los movimientos y revueltas populares, y mas aficionado al manejo de la espada que al rezo divino, mezclóse de lleno en la sublevacion de Zamora. Obligado por el conde de Alba á salir de la ciudad, y no pudiendo tolerar el papel de fugitivo, revolvió luego sobre la poblacion con trescientos hombres, fuerza al parecer insignificante para tomar una plaza fuerte y bien amurallada, de cuyo alarde se mofaba por lo tanto el victorioso conde. Pero el obispo contaba con numerosos amigos y parciales dentro y fuera de la ciudad, y alentados los zamoranos con la noticia que les llegó del levantamiento de Segovia, salieron en gran número á recibirle, franqueáronle las puertas de la plaza, y entrando en ella el belicoso prelado, apenas tuvieron tiempo para escapar por el lado opuesto el de Alha de Liste y sus adictos. Con esto quedaron el obispo y los sublevados dueños de la poblacion (2). La ciudad de Toro siguió inmediatamente el ejemplo de Zamora.

Propagábase rápidamente como voraz incendio el fuego de la insurreccion. Madrid, Guadalajara, Al

(4) En el cap. XXVI. del libro anterior de nuestra historia le vimos ir, enviado por el monarca, á negociar con el rey de Navarra don Juan de Albret para que no siguiese el partido del rey de Francia.

(2) Sandoval, Hist. del Emperador lib. V. y VI.-Maldonado, Movimiento de España, lib. V.Cartas de Fr. Antonio de Guevara.-Cabezudo, Antigüedades de Simancas, MS.

calá, Soria, Avila y Cuenca se asociaron al movi¬ miento, en unas partes trionfando el pueblo sin resistencia, en otras, como en Madrid, teniendo que luchar y que sostener formal cerco para apoderarse del alcázar: en unos puntos transigiendo los nobles con los populares, como en Avila; en otros, como en Guadalajara, poniéndose al frente del movimiento un caudillo de alta gerarquía tal como el conde de Saldaña: alli fueron arrasadas las casas de los dos procuradores á córtes, y sembrados de sal sus solares. como de traidores á la patria. El alzamiento de Cuenca se señaló por un suceso horrible: el señor de Torralba, don Luis Carrillo de Albornoz, que intentó contenerle, fué objeto de pesadas burlas por parte de algunos populares: su esposa doña Inés de Barrien-tos disimuló y meditó una venganza abominable: fingiéndose muy amiga de los promovedores de la revuelta, los convidó una noche á cenar á su casa, los agasajó espléndidamente, los embriagó, les dió camas para dormir, y cuando los habia tomado el letargo del primer sueño los envió al eterno descanso haciéndoles coser á puñaladas. Al dia siguiente amanecieron aquellos desgraciados colgados de los balcones, pero el pueblo enfurecido á la vista del horrendo espectáculo cometió á su vez cuantos atentados sugieren la ira y el encono á una plebe irritada (1).

(1) Rico, Hist. de la ciudad de val, lib. VI. Cuenc1, pág. 94 y sig.-Sando

Estrañabase ya la quietud de Burgos, pero poco tuvieron que esperar los impacientes. La prision de dos artesanos hecha por el corregidor á consecuencia de unas palabras dichas con cierta altivez, sublevó al pueblo contra aquella autoridad, allanáronle su casa, le quemaron las joyas, intentaron extraerle del convento de San Pablo en que se habia refugiado, y tuvo que dejar la vara de la justicia, que hicieron tomar á un hermano del obispo Acuña. Ensañáronse alli los tumultuados, como era de esperar, contra los votantes del impuesto, y mas especialmente contra el procurador Ruiz de la Mota, el hermano del obispo de Badajoz, señalados y decididos parciales ambos del gobierno y de la córte, asi como contra otros anteriores diputados de quienes se decia que habian mirado mas por sus propios intereses que por los del reino. Vengábanse los revoltosos en demolerles las casas, quemando antes las alhajas y muebles, en lo cual mostraban mas ira y encono que deseo de pillage y de enriquecerse con lo ageno, cosa estraña en tales desbordamientos, y mas mezclándose en ellos tanta gente plebeya y pobre.

Congregóse al amanecer del siguiente dia á voz de pregon una inmensa muchedumbre, hombres de todas las clases de la sociedad, inclusos eclesiásticos y caballeros, armados todos de lo que cada cual pudo haber á las manos, y en tropel acometieron el alcázar con tal furia, que á pesar de haberles hecho

traicion los dos caudillos que habian elegido, se apoderaron por asalto de la fortaleza. Discurrieron despues frenéticamente por las calles, desahogaron su furor reduciendo en pocas horas á escombros unas magníficas casas que habia levantado y tenia adornadas con ostentoso lujo un francés llamado Jofre, de quien era fama que habia medrado grandemente en poco tiempo con el favor de la córte, diciendo que insultaba á los pobres tanta riqueza amontonada á costa de la sangre y de los tributos del pueblo. Escondido primeramente Jofre, y protegido despues por algunos nobles y por el embajador de Francia, hubiera podido fugarse sin daño de su persona si al hacerlo no hubiera cometido la imprudencia de decir con arrogante tono á dos menestrales que encontró at paso: «Decid á los marranos burgaleses que yo reedificaré mi casa poniendo sus huesos por cimientos y dos cabezas por cada piedra que de ella han arrancado (). Pusieron aquellos hombres en conocimiento del pueblo la altiva amenaza que habian oido, irritáronse mas los burgaleses, salieron en per

(4) Marrano era en aquel tiempo una palabra injuriosa muy comúnmente usada por el vulgo, con que se designaba á los malos cristianos y á los descendientes de judíos. Era corruptela de la voz marhanata. Maldonado, Movimiento de España, lib. II.

El presbítero Maldonado es el que cuenta con mas minuciosidad el alzamiento de Burgos y los diferentes giros que se le fué dan

do. Su obra titulada El Movimiento de España, una de las mas útiles para estudiar el espíritu y carácter de esta revolucion de Castilla, fué escrita en latin, y ha sido traducida al castellano y publicada por el entendido bibliotecario del Escorial don José de Quevedo, enriquecida con interesantes notas sacadas de los preciosos manuscritos de la biblioteca de aquel monasterio.

secucion del francés, alcanzaronle en la aldea de Atapuerca, y sin que le valiera ni el embajador de la legacion, ni la mediacion de un sacerdote con la custodia en la mano, ni la intervencion del corregidor Osorio, sino para que no le asesinaran en el acto, lleváronle á la cárcel de Burgos; pero á poco tiempo asaltaron la prision, le echaron una soga al cuello, y le arrastraron hasta la plaza, donde le colgaron de los pies, haciendo, para mayor escarnio de la justi cia, que el corregidor firmara la sentencia de muerte sentado en la escalera misma del cadalso. Por fortuna

los escesos de la plebe cesaron nombramiento que despues se

en gran parte con el hizo para corregidor de Burgos en el condestable don Iñigo de Velasco, con cuya influencia tomó tan distinto rumbo el movimiento, que los hombres mas populares como el doctor Zumel, se fueron apartando del pueblo, y poniéndose del lado de los nobles.

Las causas que habian motivado tales levantamientos en estas y otras ciudades de Castilla las hemos indicado ya; las tiranías y las rapacidades de los ministros flamencos; la venta de los oficios públicos

y

la provisio n de los mas altos empleos y dignidades en estrangeros; la pronta ausencia de un rey á quien todavía no habian tenido ni tiempo ni motivos para amar, y el temor de que tras él emigrasen á estrañas tierras los pocos caudales que ya dejaban en España; la desusada reunion de córtes en Galicia; el exorbi

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