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salió electo por unanimidad (9 de enero de 1522) en tan delicadas circunstancias un estrangero, ausente, y desconocido de los mismos electores. Pero fuese casualidad, ó mañosa combinacion de alguno, se vió elevado á la silla de San Pedro el antiguo preceptor de Cárlos V., su regente en España y hechufa suya, con lo cual creció grandemente el influjo, la importancia y el poder del emperador en Europa.

Pero esto mismo excitó mas los celos y la envidia de su rival Francisco I., que determinado á hacer un esfuerzo para arrancar á Cárlos sus últimas conquistas de Lombardía reclutó otra vez diez mil suizos, y facilitó algun socorro de dinero á Lautrec, que con estos elementos hubiera podido poner en apuro á los conquistadores y defensores de Milan, si otra vez no hubieran sido funestós á los franceses los auxiliares de Suiza. Debíanseles ya á estos algunas pagas; una escolta que iba de Francia con dinero fué detenida por el vigilante Moron; con esta noticia se agruparon los suizos en derredor de Lautrec, pidiendo tumultuariamente y á gritos ó las pagas ó el combate. En vano les espuso la imposibilidad de lo primero por falta de numerario, y la temeridad y peligro de lo segundo, atendidas las posiciones que Colona ocupaba en la Bicoca. Los suizos se obstinaron en dar la batalla para ver de salir de aquella situacion, y fué menester llevarlos á la pelea, al dia siguiente (mayo, 1522). Ellos combatieron con desesperado arrojo, pero habiendo

perdido sus mas bravos oficiales y sus mejores soldados, tuvieron que retirarse del campo de batalla, y de alli los que quedaron se volvieron á los cantones de la Helvecia. Lautrec, abandonado de nuevo, tuvo por prudente regresar á Francia, dejando guarnecidos algunos puntos, que todos se fueron rindiendo, á escepcion de la ciudadela de Cremona.

Alentado Colona con el éxito de las dos campañas de Milan, procedió á arrojar á los franceses de Génova, donde todavía dominaban, y era siempre un punto de apoyo para la reconquista del Milanesado. Los partidos interiores de aquella importante ciudad le facilitaron su reduccion casi sin resistencia, y la Francia se encontró otra vez desposeida de todas sus conquistas y arrojada de Italia.

La feliz situacion de los negocios en Italia y en España permitió al emperador pensar en su regreso á este último reino, y cumplir asi la palabra que al partir habia empeñado de volver antes de los tres años. Pero antes quiso visitar otra vez á su aliado el rey de Inglaterra, ya con el fin de estrechar los lazos de amistad que con él le unian y empeñarle en la guerra con Francia, ya con el de desenojar al cardenal Wolsey, á quien suponia resentido por el desaire. del cónclave en la eleccion de papa. Uno y otro objeto logró Cárlos cumplidamente en su viage á Inglaterra. Las muestras de consideracion y deferencia, juntamente con el aumento de pension que de Cárlo s

la

recibió el cardenal, las nuevas promesas que aquel le hizo de apoyar sus pretensiones en otra vacante, y esperanza de que ésta no tardaria mucho en ocurrir, atendidos los muchos años y no pocos achaques del nuevo pontífice, todo contribuyó á templar el enojo del altivo Wolsey, que continuó mostrándose tan propicio como antes al emperador. Enrique VIII., halagado con esta segunda visita de Cárlos, se ligó con él mas estrechamente, le prometió la mano de su hija María, y adoptó todos sus proyectos de guerra contra la Francia. El pueblo inglés, lisonjeado en su orgullo nacional con la eleccion que hizo el emperador del conde de Surrey para su primer almirante, se prestó con ardor á pelear contra los franceses.

Compréndese bien el mal humor con que recibiria Francisco I. la declaracion de guerra de parte del inglés, despues de sus recientes derrotas en Italia. Sin embargo, se preparó á recibir al nuevo enemigo; y como las guerras y los placeres le hubiesen agotado el tesoro, apeló á recursos estraordinarios, creó y vendió empleos, cnagenó el patrimonio real, y convirtió en moneda la balaustrada de plata maciza con que Luis XI. habia cercado el sepulcro de San Mar tin. Con estos arbitrios levantó un buen ejército y fortificó sus ciudades fronterizas. Dueños los ingleses del puerto de Calais, metióse en él el rey Enrique con un ejército de diez y seis mil hombres, y penetró en Picardía uniéndose á las tropas flamencas; todo esto

despues de haber enviado una flota á cargo de Surrey á devastar las costas de Normandía y de Bretaña. Pero Surrey no pudo tomar ninguna plaza importante, y la táctica prudente y mesurada del duque de Vendôme, general del ejército francés en Picardía, detuvo los progresos de los ingleses, que despues de algunas desgraciadas escaramuzas, cansados, faltos de víveres y con sus filas diezmadas, tuvieron que volverse á su reino, sin que Francisco viera pasar á poder del enemigo una sola ciudad del suyo, ni una comarca de su territorio (4).

El emperador, apenas logró la satisfaccion de ver el principio de las hostilidades entre Inglaterra y Francia, se despidió de Enrique y se dió á la vela para España, donde llegó el 17 de junio (1522), haHlando su reino hereditario en la situacion que le hemos visto en los capítulos anteriores á consecuencia de las alteraciones que durante su ausencia habian ocurrido, y que él habia dejado como incoadas. Tal y tan prósperamente habian marchado sus negocios en Europa durante los dos largos años de su ausencia de Castilla.

(4) Guicciard. Istor. lib. XIV. Hist. del Emperador, lib. X. -Mem. de Du Bellay.-Sandoval,

CAPITULO X.

GUERRAS DE ITALIA.

PAVIA.

De 1522 1525.

El papa Adriano VI.-Su carácter.-Tentativas inútiles en favor de la paz.-Nueva confederacion contra el francés.-Defeccion del duque de Borbon.-Sus causas y sus consecuencias.-Invaden los franceses el Milanesado.-El almirante Bonnivet.-Muerte del papa Adriano VI. y eleccion de Clemente VII.-Invasion de ingleses y españo les en Francia.-Cómo se salvó este reino.-Recobran los españoles á Fuenterrabía. Los franceses espulsados otra vez de Milan.Muerte del caballero Bayard.-Sitio de Marsella por los imperiales, y su resultado. Repentina entrada de Francisco I. en Milan.—Grande ejército francés en Italia.-Retíranse los imperiales á Lodi.—Sitio de Pavía.-Antonio de Leiva.-Apurada situacion de los imperiales en Pavía y en Lodi.-Recursos de Antonio de Leiva y del marqués de Pescara.-Célebre sorpresa de Melzo: notable estratagema: los encamisados.-Continúa el sitio de Pavía.-Solapada conducta del papa.-Imprudencia y presuncion de Francisco I.—Su reto al marqués de Pescara, y contestacion de éste.-Admirable rasgo de desprendimiento de los españoles.-Famosa batalla de Pavia.-Incidentes notables.-Célebre derrota de los franceses.-Prision de Francisco I.-Cartas del rey prisionero á su madre y al emperador.-Carta de Cárlos V. á la madre de Francisco 1.

Coincidió la vuelta del emperador á España con la marcha del nuevo pontífice Adriano á Roma, deci dido despues de alguna vacilacion á aceptar una dig.

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