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corona de tantos reinos á un jóven príncipe nacido en estraña tierra, y que nunca ha pisado el suelo español. Asi, como dijimos en nuestro Discurso preliminar, «cuando la trabajosa restauracion de ocho siglos se ha consumado, cuando España ha recobrado su ansiada independencia, cuando el fraccionamiento ha desaparecido ante la obra de la unidad, cuando una administracion sábia, prudente y económica ha curado los dolores y dilapidaciones de calamitosos tiempos, cuando ha estendido su poderío del otro lado de ambos mares, posee imperios por provincias en ambos hemisferios, entonces la herencia á costa de años y de heroismo ganada y acumulada por los Alfonsos, los Ramiros, los Garcías, los Fernandos, los Berengueres y los Jaimes, todos españoles desde Pelayo de Asturias hasta Fernando de Aragon, pasa íntegra á manos de Cárlos de Austria.»>

Por primera vez viene un estrangero á reinar en España, y la que era madre y señora de imperios sin límites, va á ser por muchos años como una provincia de otro imperio. España regenerada va á entrar en una nueva era sociál, y comienza la edad moderna.

PARTE TERCERA.

EDAD MODERNA.

DOMINACION DE LA CASA DE AUSTRIA.

LIBRO I.

REINADO DE CARLOS I. DE ESPAÑA.

CAPITULO 1.

DIFICULTADES PARA LA JURA.

De 1517 á 1519.

Entrada de Cárlos en Valladolid.-Córtes.-Firme y digna actitud de los procuradores.-Condiciones que le ponen para la jura.-Cláusulas del juramento.-Peticiones notables de las Córtes.-Grave descontento de los castellanos con el nuevo rey, y sus causas.-El infante don Fernando es enviado á Flandes.-Pasa Cárlos á Aragon.-Dificultades para su reconocimiento.-Es jurado en Córtes.Paz con Francia.-Triunfo de españoles en los Gelbes.-El rey en Cataluña.-Resistencia de los catalanes á reconocerle en vida de su madre. Es al fin jurado como en Castilla y Aragon.

Dejamos en el último capítulo del anterior libro al jóven príncipe-rey Cárlos de Gante, recien venido á España, en el convento del Abrojo esperando que

TOMO XI.

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se concluyeran los preparativos para su entrada pública en Valladolid. Hízola el 18 de noviembre (1517) con gran pompa, saliendo á recibirle su hermano el infante don Fernando, el condestable, el duque de Alba, el marqués de Villena, el conde de Benavente y otros muchos nobles castellanos. Aposentóse el rey en las casas de don Bernardino Pimentel, y agasajáronle con justas y torneos, en que tomó parte el mismo rey, jóven entonces de diez y ocho años no cumplidos, y en que jugaron las lanzas tan de veras que algunos caballeros quedaron heridos y quebrantados, y otros tuvieron sus vidas en gran peligro.

Aunque Cárlos habia sido proclamado y se titulaba rey, faltábale el reconocimiento formal y solempe de las Córtes, y el juramento mútuo que se acostumbraba á hacer en ellas en el principio de cada reinado. Bien hubieran querido los flamencos esquivar esta formalidad para ellos embarazosa é impertinente; mas como viesen á los castellanos resueltos á no renunciar á esta antigua y veneranda costumbre, espidióse en diciembre la convocacion para enero del año próximo (1518). Lo que principalmente habia que deliberar era, si se habia de reconocer y alzar á Cárlos por rey viviendo su madre doña Juana, reina legítima y propietaria, que era caso nuevo y desusado çn Castilla, y si se le habia de prestar juramento antes que él jurase guardar los capítulos de las anteriores Córtes.

Congregados pues los procuradores de las ciudades en el convento de San Pablo de Valladolid (enero, 1518), desde la primera sesion preparatoria se mostraron altamente ofendidos, los castellanos al ver que asistian como presidentes á nombre del rey, en union con el obispo de Badajoz, don Pedro Ruiz de la Mota, y con el letrado don García de Padilla, dos consejeros flamencos, uno de ellos Sauvage, á quien Cárlos habia nombrado gran canciller de Castilla despues de la muerte de Cisneros. Hízose intérprete del general disgusto el diputado por Burgos doctor Juan Zumel, hombre enérgico, vigoroso y firme, el cual protestó resueltamente á nombre de todos contra la asistencia de estrangeros á las Córtes, diciendo que los naturales del reino lo recibian como agravio y afrenta, y de ello pidió testimonio. No intimidaron al digno diputado las comunicaciones que al dia siguiente le hizo el gran canciller flamenco; y como le reconviniese por andar induciendo á los procuradores á que no jurasen á su Alteza hasta que él primeramente jurase guardar las libertades, privilegios, usos y buenas costumbres del reino, Zumel respondió con entereza que todo era verdad. Amenazóle entonces el canciller con que le haria prender como á deservidor del rey y como á reo incurso en pena de muerte y de confiscacion de bienes, á lo cual el representante de Burgos replicó sin alterarse, que nada temia si se le hiciese justicia, y que tuviese por cierto que no solo no

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