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Asensio Nevot, llamada por esto La guerrilla del Fraile; en la Mancha sostenían la agitación y el entusiasmo Martínez de San Martin y don Francisco Abad, Chaleco, cuyo segundo, don Juan Baca, corríase á veces hasta Sierra Morena; y en Cuenca llegó á entrar el Empecinado.

Lacy, Sarsfield y el Barón de Eroles combatian casi á diario en Cataluña. El primero sorprendió en Vilaseca un batallón francés, copándole juntamente con su coronel Dubarry. Sarsfield hizo con fortuna una incursión en Francia, de la que trajo rebaños y dinero, y el Barón de Eroles en Roda, distrito de Benabarre, derrotó el 5 de Marzo al general Burke, haciéndole retirarse á Barbastro con pérdida de 1,000 hombres y tres piezas de artilleria. La acción de estos tres caudillos era secundada vigorosamente por las guerrillas de Manso, Milans, Fábregas, Rovira y otros que recorrían los pueblos de la costa.

En el Mediodía peleaba el general don Francisco Ballesteros con varia fortuna, contenido por la superioridad de las fuerzas de que disponía el mariscal Soult. El 14 de Abril, sostuvo un recio combate en Osuna, al que siguió otro frente á Álora, y más adelante fué rechazado en la línea del Guadalete cuando se propuso interceptar las comunicaciones entre las tropas de Sevilla y las que sitiaban á Cádiz.

Estos reveses no influyeron en la marcha de la guerra, cada año más apurada y comprometida para el Emperador, que tenía distraídos en España 250,000 hombres sin haber logrado pacificar por completo ni una sola de sus provincias.

II

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El Rey José, generalisimo. - Desobediencia de sus lugartenientes. - Wellington en Salamanca. - La batalla de Arapiles. Los franceses en retirada. - Marchas y contramarchas de José. Evacuación de Madrid. — Entrada de Wellington en la Corte. - Dirigese José à Valencia. Wellington avanza hasta Burgos. Retirase á Salamanca y de alli retrocede à Portugal. - Su presencia en Cádiz. - La campaña de Andalucia. - Jose regresa á Madrid. — La escuadra anglo-siciliana en Alicante. Sucesos de Aragón y Cataluña.

La necesidad en que se hallaba Napoleón de emprender la campaña de Rusia, le hizo variar de conducta con su hermano José, al que tenía reducido à un papel secundario en todo cuanto se refería á las operaciones militares. La variación consistió en confiarle el mando superior de los ejércitos franceses diseminados en la Península, ordenando á los generales que obedeciesen al Rey su hermano. Este, que ignoraba el número y la organización de las tropas que se ponian bajo su mando, encargó al mariscal Jourdán la redacción de una Memoria al efecto, consignando en ella los medios de afianzarle en el Trono por la fuerza de las armas. Jourdán se dirigió á los generales pidiéndoles datos y comunicándoles instrucciones para que cooperasen á un fin común; pero aquéllos, acostumbrados á

obrar por su cuenta, cuando no se negaban á obedecer, proponían planes contrarios á los acordados por el mariscal (1).

Pronto se vieron los resultados de aquel desconcierto y de aquella desobediencia de los generales franceses. Wellington salió el 13 de Junio de Fuenteguinaldo, y con el ejército aliado, dividido en tres columnas, agregados á él don Julián Sánchez y don Carlos de España, se acercó á Salamanca, que evacuó Marmont, dejando fortificados tres conventos para vigilar el paso del Tormes. Cayeron en poder de Wellington, á quien los habitantes de Salamanca hicieron un recibimiento entusiástico.

Intentó Marmont atraer á los aliados hacia el Tormes; pero no pudiendo lograrlo atravesó el Duero y pasó á Tordesillas, seguido de los ingleses, que no quisieron pasar el río, situándose en Rueda. Marmont, antes de dar tiempo á que se juntase á los aliados el 6.o ejército de Galicia, repasó el Duero, vadeó el Guareña y situóse en una extensa llanura, inmediata al Tormes, entre Alba y Salamanca, mientras los ingleses pasaron también aquel río, apoyando su derecha en el pueblecito de Arapiles.

El 22 de Julio, halláronse frente à frente los dos ejércitos contrarios. La posición de los franceses era ventajosa, por ocupar uno de los cerros que dominaban el campo de operaciones; pero la impetuosidad de Wellington y la de sus aliados no les dejó aprovecharse de ella. Acometidos los franceses simultáneamente por el centro y los flancos, opusieron una resistencia desesperada, pronunciándose más tarde en derrota, á la que contribuyó la caballería inglesa. Marmont y Bonnet, que se batieron bizarramente, quedaron heridos y huyeron al fin por los encinares del Tormes.

La batalla de Arapiles fué sangrienta; 5,000 bajas tuvieron los aliados, no bajando de esta cifra las sufridas por los franceses, que dejaron, además, en nuestro poder 7,000 prisioneros- en su mayor parte hechos por la caballería - y 14 cañones. Wellington obtuvo por tan señalado triunfo el Toisón de oro, que le concedieron las Cortes de Cádiz.

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El Rey José había dejado la capital de España con objeto de acudir en ayuda

(1) En una carta de Jourdan al ministro de la Guerra le decía lo siguiente: El Duque de Ragusa anuncia de una manera positiva que lord Wellington va á tomar la ofensiva sobre él; sin › embargo, el Duque de Dalmacia, que en este caso debia enviar al Conde de Erlon en socorro del , ejercito de Portugal, no ha hecho nada. El Duque de la Albufera, que debía dirigir una división

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› sobre Madrid, se niega á ello, y el Conde Cafarelli pretende que no puede enviar hoy socorro al

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guno sin exponer las provincias del Norte à un peligro inminente. Sí, pues, Wellington marcha

› con todas sus fuerzas reunidas, el ejército de Portugal tendrá que combatir solo. Es posible que el enemigo sea batido; pero si sucediese lo contrario podria haber resultados muy fatales, y todo por no ser ejecutadas las órdenes del Rey. De haber sido cumplidas, el Rey, reuniendo su guardia à las tropas del Mediodía y de Aragón, que se habrían aproximado al Tajo, hubiera ido sobre > el flanco del ejército inglés con un cuerpo de 25,000 hombres, lo que ciertamente nos aseguraria › un éxito brillante... Estoy tan firmemente convenido del peligro que corren nuestros soldados , si quedan sin punto de apoyo en el centro, que he creido hacer presente á V. E. mi opinión.

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› Podrá no ser fundada; pero al menos se inspira en mi celo por el servicio de S. M. y por la gloria de sus ejércitos.

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de Marmont; mas, sabiendo poco después el desastre de Arapiles, volvióse á Madrid, mientras Wellington entraba en Valladolid el 30 de Julio y proseguía á Cuéllar. No había descansado todavía José, cuando supo que el general británico franqueaba la sierra que separa las dos Castillas; entonces se retiró de Madrid hacia Aranjuez, en tanto que Wellington, acompañado de el Empecinado y Palasea, entraba, el 12 de Agosto, en la capital de España, donde recibió multitud de agasajos de los madrileños, que le aposentaron en el Palacio Real. Al día siguiente se publicó la Constitución de la Monarquía hecha en Cádiz, presidiendo el acto don Miguel de Álava y don Carlos de España, este último recientemente nombrado gobernador de Madrid.

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De Aranjuez pasó José I á Albacete y después á Valencia, en cuya ciudad entró el 31 de Agosto.

El general Clausel, jefe de las tropas francesas de Portugal, cayó sobre Valladolid, destacando al general Foy para que recogiese las guarniciones de Toro, Zamora y Astorga, lo cual obligó á Wellington á salir de Madrid y emprender la persecución de Clausel, quien, al verse sin fuerzas para resistirle, se retiró á Burgos y después à Briviesca y Pancorbo. Wellington, cuyo ejército se había aumentado en su marcha con las tropas que mandaba Castaños, se empeñó, perdiendo un tiempo precioso, en hacerse dueño del castillo de Burgos. Retiróse luego alegando carecer de artillería de sitio. Cuando sucedía esto, las Cortes españolas, en decreto de 22 de Septiembre, le confirieron el mando en jefe de todos los ejércitos aliados.

Al retirarse Wellington de Burgos, fué perseguido por el general Souham, sucesor de Clausel, teniendo que refugiarse en las posiciones que había ocupado antes de la batalla de Arapiles. Souham, unido á Cafarelli, disponía de 40,000 hombres, y llamaba en su ayuda á Soult y á José, para copar á los aliados. El efectivo de las tropas francesas llegó á ascender á 80,000 combatientes, de ellos diez

mil jinetes, con 120 cañones. Wellington, que no podía combatirles, abandonó sus estancias de Salamanca y, por Ciudad-Rodrigo, se internó en Portugal. De allí pasó á Cádiz-cuyo sitio levantara Soult, como consecuencia de la batalla de Arapiles para dar personalmente las gracias á los diputados por las mercedes recibidas y para estrechar sus relaciones con el Gobierno español. Las Cortes le distinguieron sobremanera, concediéndole asiento en los bancos de los representantes de la Nación, y el presidente, al darle la bienvenida, pronunció, entre otras, las siguientes palabras: «Los ejércitos españoles y aliados, conducidos por We»llington, no sólo arrojarán á las huestes francesas más allá del Pirineo, sino que, si menester fuese, colocarán sobre las márgenes del Sena sus triunfantes pabe⚫llones».

La campaña de Andalucía que hizo Ballesteros, secundado por Villemur y Echavarri, persiguiendo á Soult cuando éste se dirigía con el Conde de Erlon á Murcia y Valencia, fué tan lucida como fructuosa. Quedaron en nuestro poder Málaga, Granada, Córdoba y Sevilla.

Habiéndose abandonado el proyecto de Jourdan, consistente en perseguir á Wellington hasta Portugal, José regresó á Madrid, donde hizo su entrada de nuevo el 3 de Diciembre, en medio de la indiferencia de sus habitantes.

Tres meses antes había arribado al puerto de Alicante una escuadra anglosiciliana con 6,000 hombres de desembarco, á los que se agregaron 4,500 que mandaba Wittingham en las Baleares y que aquélla recogió en Mahón. Unidas estas tropas con las nuestras, avanzaron tierra adentro, obligando á Suchet á retroceder hacia Játiva.

Por último, Sarsfield en Aragón, tomando á Barbastro, y Lacy en Cataluña, encerrando á las guarniciones francesas en los fuertes y ciudades, de donde no se atrevían á salir, contribuyeron al buen resultado que tuvo para nosotros hasta su final la campaña de 1812.

La suerte se había declarado contra Napoleón, y puede decirse en que nuestra Patria encontró el principio de su ruina. Así lo reco

Fusilero.

Cazador. 1812. Ejército español. Infanteria ligera.

noció en las Memorias de Santa Elena, al escribir las siguientes frases: «Esta

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desgraciada guerra de España me perdió; dividió mis fuerzas, abrió una

inmensa ala á los soldados ingleses y atacó mi moralidad en Europa. Dirigi

» muy mal aquel asunto. La inmoralidad debió mostrarse patente, la injusticia » demasiado cínica... El plan más seguro y más digno hubiera sido una media»ción á la manera de la que interpuse en Suiza. Yo debi haberme arreglado con » Fernando. »

III

1813.

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- Evacuación de Madrid por los franceses. - Wellington en campaña. - Retirase José á Valladolid y luego á Burgos. - Persiguenle los aliados. - Batalla de Vitoria. - Los franceses en huida. — José y Jourdan pasan la frontera. — Enojo de Napoleón. — Soult, lugarteniente del Emperador en España. Conclusión del reinado de José I.

Transcurrieron los primeros meses del año 1813 sin que se registrase ningún hecho decisivo. Perdimos á Castrourdiales y se compensó la pérdida con haber rendido Mina la guarnición de Tafalla.

La marcha de José á Valladolid, abandonando el 17 de Marzo la capital de España, donde no se encontraba seguro, indicaba la gravedad de los acontecimientos. Dejó instrucciones á la guarnición para que evacuase la capital cuando lo creyera oportuno, y así lo hizo el general Hugo, el 27 de Mayo, quedando desde entonces Madrid definitivamente libre de franceses. La víspera había salido ya un numeroso convoy de coches, carros y acémilas, en que iban los comprometidos con el Rey intruso, llevándose los mejores cuadros del Museo de pinturas é infinidad de alhajas y ornamentos sacados de las iglesias, como igualmente documentos históricos de que había sido despojado el archivo de Simancas.

Observaba Wellington desde Portugal los movimientos del enemigo y, juzgando que era llegada la ocasión de ejecutar sus planes, salió de Freineda el 22 de Mayo acompañado de dos divisiones inglesas, otra portuguesa y ochocientos caballos, tomando otra vez el rumbo á Salamanca. En Tamames se le incorporaren don Carlos de España y don Julián Sánchez, y en Alba de Tormes el cuerpo mandado por Hill y la división de don Pablo Morillo. Cumpliendo órdenes suyas, el ejército español de Galicia y la 5.a división de Asturias, que mandaba Porlier, aproximáronse á Benavente.

Cuando José tuvo noticia del avance hecho por el generalísimo de la Regencia, distribuyó sus tropas del modo siguiente: todo el ejército del Mediodía apoyando su izquierda en Tordesillas y su derecha en Torrelobatón; el general Reille, con la caballería y la división D'Armagnac, en Medina de Rioseco; la división Mancune, en Palencia; el Conde de Erlon, en Valladolid, con la división Cassagne; y el cuartel general del Rey, en Cigales. Viendo que no había podido evitar la concentración de los aliados del lado acá del Esla y creyendo imprudente aventurar alli la batalla, ordenó la retirada á Burgos. No bien había llegado á esta

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