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ción, del modo más terminante, que desaprueban altamente unos sucesos que podrán mirarse como precursores de males incalculables, si no se atajan en su origen, y creyendo por una parte que la inobediencia de los jefes politicos y comandantes generales de Cádiz y Sevilla debe ser hija principalmente del error, y por otra que la lealtad, la ilustración y patriotismo que tanto distinguen á aquellas ciudades no pueden hacer dudoso por un momento el triunfo del orden y de las leyes, han resuelto, como medida preliminar, hacer la solemne declaración de que unos y otros han debido y deben obedecer y cumplir fielmente las providencias de V. M. que no han llevado á efecto; bien seguras las Cortes de que esta resolución será bastante para que aquellas autoridades, con todos los que á su ejemplo se hayan extraviado, vuelvan á entrar en la senda de sus del cres, sin poner á la representación nacional en el amargo conflicto de tener que adoptar otras medidas. »

A pesar de la oposición de algunos diputados, entre ellos Quiroga y Flores Estrada, que, fundados en la impopularidad de los ministros, de quienes casi afirmaron que gobernaban inconstitucionalmente, sostuvieron que la desobediencia de las autoridades andaluzas no había sido al Gobierno como tal entidad, sino á las personas de los consejeros responsables, la primera parte del dictamen fué aprobada por 130 votos contra 48, y una comisión llevó al Rey la contestación propuesta. El Rey contestó: « La satisfacción con que recibo el mensaje de las Cortes, templa en parte el dolor que no puede menos de causarme el motivo que la produce. »

Y añadió, hipócritamente: « Una desobediencia manifiesta á mi voluntad, ejercida dentro de los limites constitucionales, es un mal que debe sofocarse desde el principio, ó la Constitución peligra. »

El 12 de Diciembre se abrió en las Cortes el pliego cerrado que contenía la segunda parte del dictamen. Merece el documento ser conocido. Decía:

<< La comisión encargada de examinar el mensaje de S. M., leido en la sesión de 26 de Noviembre, después de haber manifestado en la primera parte del informe su dictamen acerca de los desagradables sucesos de Cádiz que lo motivaron, y consiguiente á lo que tenía ofrecido, pasa en esta segunda à indicar las causas de los males que en aquél se anuncian, males que por desgracia se dejan ya sentir demasiado, y á proponer los remedios que à su juicio podrían aplicarse,. para que sofocando aquéllos al nacer, se conserven tan ilesas las prerrogativas constitucionales del Trono, como las libertades públicas, y se consolide de un modo estable nuestra Constitución, ídolo de todos los verdaderos españoles, y la sola que podía llevarlos à la prosperidad á que por tantos títulos se han hecho acreedores.

» La Comisión entiende que si bien pueden provenir en gran parte los desórdenes que se experimentan de la conducta de los gobernados, también puede tener algún lugar en ellos la de los agentes principales del Gobierno, esto es, la de los ministros de S. M.; y entrará, aunque con dolor en esta desagradable ave

riguación, por exigirlo así el mismo expediente de Cádiz y Sevilla; los acontecimientos públicos que tienen en espectación á los verdaderos amantes de la Patria, y la confianza que el Rey dispensa á las Cortes en su citado mensaje.

» Examinando este punto en su origen, encuentra la comisión que las circunstancias en que los más de los actuales ministros entraron al desempeño de sus importantes funciones, no fueron las más á propósito para poder adquirirse la confianza pública. Planes subversivos, de que públicamente se instruyó á las Cortes en sesión de 20 de Marzo, conspiraciones de varias clases contra el sistema constitucional, y partidas de facciosos, que casi simultáneamente aparecieron en varios puntos de la Monarquía, hacían harto dificiles los primeros ensayos del Ministerio, y los patriotas que contemplaban en todos estos movimientos amenazada la existencia del sistema constitucional, llenos de la agitación que es natural en semejantes coyunturas, no apartaban su vista perspicaz de las operaciones del Ministerio, esperando que, pues tenia reunidos bastantes datos que manifestaban la calidad y extensión de la conjuración, no podría menos de encontrar su foco y las manos que la dirigian; la espectativa pública fué frustrada por entonces; perdióse el hilo de la trama, y esto pudo contribuir á que aumentándose las inquietudes no lograse el Ministerio toda aquella confianza pública que en sus primeros pasos le era tan necesaria, y de que se enajenó después con la separación de algunos de los jueces interinos de Madrid que entendían en las causas de conspiración, á pesar de que la voz pública aseguraba haberlos consultado en primer lugar el Consejo de Estado para la propiedad de sus plazas. Este pequeño accidente, que en otro caso apenas llamaría la atención, es tal vez uno de los motivos que tan poderosamente ha influido en el triste estado en que yace la recta administración de justicia; porque los jueces deben caer naturalmente en el desaliento cuando ven que la carrera no se abre al que persigue con la vara de la ley al delincuente, sino al que adula y se prosterna ante el poder.

» El espíritu público, agitado de recelos y temores, se manifestó bien à las claras en el clamor general de todas las provincias, pidiendo Cortes extraordinarias. La necesidad que tuvieron entonces los representantes de la Nación de interponer su petición al Rey para satisfacer los votos de los buenos y las necesidades de la Patria, debió dar fundamento à las sospechas de que el Ministerio, ó no conocía en toda la extensión los males que nos amenazaban, ó que sus insinuaciones para con el Monarca no tenían todo el carácter de imparcialidad, ni todo el valor que es indispensable tengan en los Gobiernos constituídos.

» Después de estos sucesos, la Nación reposaba tranquila en el dulce seno de la paz y de las esperanzas, cuando el genio de la discordia, aprisionado por la vigilancia de los españoles, redobló en Agosto último todos sus esfuerzos, y agitó desapiadado las pasiones, y sembró las desconfianzas, y señalaba con su dedo el triste cuadro de la guerra civil, amargos frutos de los esfuerzos con que los enemigos, tanto domésticos como extranjeros, procuraban lanzarnos en los horrores de la más funesta anarquia.

» Aterrados éstos en sus primeros ensayos por el pronunciamiento simultáneo y enérgico de todas las clases del Estado contra los facciosos de Merino y de Salvatierra, por el duro escarmiento que tuvieron, y por la vigorosa ley de 25 de Abril, llegaron á convencerse de que no podían combatir abiertamente con los amigos de la Constitución, y prepararon otra clase de ataque, que, aunque obscuro, era por lo mismo tanto más peligroso. Exaltar las pasiones, dividir los ánimos, sembrar en todos la desconfianza, conducirnos así á la anarquía y á la guerra civil, y provocar, si fuese posible, una extranjera, era indudablemente el medio más eficaz para conseguir sus depravados intentos. Algunos extranjeros vinieron también en su socorro, y esparcieron en Madrid y en otros pueblos planes subversivos de la Constitución y orden público, que no debieron ocultarse al Ministerio.

>> Este conjunto de fatales circunstancias debió servirle de norte para remediar el mal en su origen, y evitar de este modo otros mayores que habían necesariamente de sucederles. Debió el Ministerio calmar las pasiones, unir los áni

mos, y granjearse la opinión pública

por una marcha franca y libre de toda sospecha; mas por desgracia no sucedió así.

» La Comisión no cree necesario recordar á las Cortes la influencia que en el extravío de las opiniones pudieran tener por entonces los dos nombramientos para el ministerio de la Guerra, que tanto agitaron los ánimos, y que dieron nuevo pábulo á los antiguos temores y á la general desconfianza. Pero cuánto no se aumentaron aquéllas, y hasta qué punto tan poco meditado no llegó esta desconfianza ominosa, cuando, ignorando los motivos en que pudo fundarse el Ministerio, se enteró el público de la circular que por la Gobernación de la Península se remitió á los jefes políticos con ocasión de las próximas elecciones para diputados á Cortes! Esta medida, inspirada acaso por un celo poco reflexivo, irritó y dividió los ánimos, y provocó pasiones violentas, y encendió el resentimiento en un gran número de personas que, con fundamento ó sin él, creían poder presentar títulos respetables á la gratitud nacional.

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Ejército español. Príncipe (Linea). 1821.

» La Comisión, nó por eso hace la apología de los principios exagerados, ni

niega la existencia de quien los profese. Cualquier extremo es un vicio; y tan ridiculo sería suponer, en una Nación de 12.000,000 de habitantes, que nadie llevaba á un extremo su pasión por la libertad, como pretender que no haya quien ame al despotismo. Es preciso que haya fanáticos por uno y otro extremo; que haya quejas, resentidos, ignorantes, ilusos. Empero la ciencia del Gobierno en estas circunstancias exigía que no presentase nunca un punto de reunión á todas estas clases, y los sucesos que han dado motivo al presente informe dan algún derecho á la Comisión para creer que en esta ocasión no tuvo el Ministerio toda la previsión conveniente.

> Coincidieron por desgracia con estas ocurrencias las de la provincia de Aragón. La ley fundamental concede al Rey la provisión y remoción de los empleos civiles y militares; pero el Ministerio debe usar de esa facultad, como de todas las demás que ejerce en nombre del Monarca, con el tino y discreción que caracterizan los actos de un buen Gobierno. La coincidencia de la remoción de aquel comandante general con el arresto de los emisarios franceses en Aragón y en Valencia, y con la causa de Villamor y otros incidentes, hicieron sospechar á todos que tenían el mismo origen. El silencio tan incomprensible del Gobierno en esta ocasión hizo temer á unos el verse calumniados en la opinión pública, como creía haberlo sido una de las personas más dignas de la gratitud nacional; hizo sospechar á otros que el ataque no era á las personas, sino á las cosas; y convenció á todos de que el Ministerio con su obstinado silencio había cometido una falta de gravisima trascendencia.

> Tal era el estado de la opinión, cuando la sesión del 12 de Octubre aumentó el descrédito de los ministros. El Gobierno necesitaba que se le autorizase para mantener sobre las armas algunos cuerpos de milicias que debían reforzar los cordones de sanidad. La naturaleza de esta petición no admitía seguramente la negativa de las Cortes, que hubieran cargado en tal caso con la responsabilidad de la propagación del contagio que afligia á la industriosa Cataluña y á otros puntos del mediodía de la Península. Algunos diputados quisieron enterarse, con esta ocasión, de los medios empleados por el Gobierno para llevar á debido efecto el decreto del reemplazo, y de los recursos con que podría contar para atender á estos nuevos gastos; los ministros, sin embargo, se desentendieron de todo; eludieron las cuestiones, y aseguraron que había medios para acudir á estos gastos extraordinarios, cuando los ordinarios estaban notoriamente desatendidos.

Al llegar aquí, no puede la comisión dejar de ofrecer á la meditación de las Cortes dos observaciones, por la íntima conexión que tienen con el objeto principal de este informe.

> 1.a Las Cortes decretaron, en la legislatura pasada, medios abundantísimos para cubrir los presupuestos, y sin haber hecho el uso que se debía de estos medios, por impericia, ó por lo que se quiera, la penuria del Erario ha llegado al extremo escandaloso de desatenderse las obligaciones más sagradas, y hasta la

» 2.a Las Cortes decretaron también un sistema de impuestos y de administración que no se ha llevado á efecto, ofreciendo el fenómeno singular de que la resistencia ha nacido más bien de parte de los empleados que de los contribuyentes.

» La serie de sucesos que ha enumerado brevemente la comisión, y otros, acaso, que ignora, han enervado casi del todo la fuerza moral del Ministerio. Cualquiera que sea el origen, el resultado es indudable.

>> Se han visto empleados civiles, cuerpos militares, autoridades locales pidiendo la deposición del Ministerio. Varían en el modo, pero la alarma ha sido general: de las exposiciones poco respetuosas, se ha pasado á las amenazas, y de éstas, á una inesperada desobediencia que la comisión quisiera poder borrar con su silencio, de la historia de unos pueblos que tanto han hecho por la Patria, y á cuyo heroismo debemos, en gran parte, la gloria inmarcesible y la dulce libertad por que suspirábamos. Pero el resultado, Señor, es que nos vemos con autoridades que desobedecen al Gobierno, y que el Ministerio no ha hallado otro recurso, si ha de salvarse la nave del Estado, que ofrecer á las Cortes, en los sucesos de Cádiz y Sevilla, un nuevo testimonio de los obstáculos que encuentran sus medidas en la opinión extraviada de muchos de los gobernados.

Ejército español. Infanteria de linea. Tambor.

Gastador. 1821.

» La comisión, sin embargo, distingue los tiempos, distingue las personas, distingue los negocios. Ni todos los ministros han tenido igual parte en estos sucesos, ni todos cuentan igual fecha en sus destinos; pero las Cortes, por otra parte, no deben permitir se confunda maliciosamente, ó por extravío, la autoridad constitucional del Rey, que es una, indivisible é independiente, con las de las personas que extienden las órdenes en su nombre. Creer que las providencias que emanan del Trono cambian bajo ningún aspecto de naturaleza por los nombres de los que las firman, sería trastornar todas las ideas del sistema representativo.

» La conducta misteriosa del Ministerio, el estado de la hacienda pública, la

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