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Al reanudar sus sesiones, en Cádiz, las Cortes, el día 18 de Junio, conforme estaba acordado, recibieron la triste noticia del suicidio del general Sánchez Sal. vador, ministro de la Guerra, atribuyéndose tan desgraciado suceso á la marcha de los asuntos públicos. Ocupáronse en éstos los legisladores con una admirable serenidad, prosiguiendo sus tareas hasta el 5 de Agosto, cerrando ese día las sesiones, con arreglo á la Constitución. Asistió el Rey con su familia à la clausura del Congreso, leyendo aquél el discurso reglamentario-alusivo por cierto á las circunstancias-favorable à la continuación de la lucha contra los que venían á suprimir la libertad, y ni oficial ni particularmente se mostró contrario al espiritu que dominaba en la Asamblea.

Apretaban en tanto los franceses el cerco de Cádiz, y cuando comprendieron que contaban con elementos suficientes para vencer su resistencia, dirigió el Duque de Angulema á Fernando esta carta:

«

Querido hermano y primo: La España está ya libre del yugo revolucionario; algunas ciudades fortificadas son las únicas que sirven de refugio á los hombres comprometidos. El Rey, mi tio y señor, habia creido (y los acontecimientos no han cambiado en nada su opinión), que, restituido V. M. á su libertad y usando de clemencia, sería conveniente conceder una amnistia, como se necesita después de tantas discusiones, y dar á sus pueblos, por medio de la convocación de las antiguas Cortes del Reino, garantías de orden, justicia y buena administración. Cuanto la Francia pueda hacer, así como sus aliados y la Europa entera, se hará, no temo asegurarlo, para consolidar este acto de vuestra sabiduría.

> He creído de mi deber dar á conocer á V. M., y á todos aquellos que pueden precaver aún los males que les amenazan, las disposiciones del Rey, mi tio y señor. Si en el término de cinco días no he recibido ninguna respuesta satisfactoria, y si V. M. permanece todavia privado de su libertad, recurriré á la fuerza para dársela, y los que escuchan sus pasiones con preferencia al interés de su país serán solos responsables de la sangre que se vierta.

«

Soy, con el más profundo respeto, mi querido hermano y primo, de V. M. el más afecto hermano, primo y servidor. LUIS ANTONIO. Cuartel general del Puerto de Santa Maria, 17 de Agosto de 1823. »

Contestóle Fernando extensamente, de acuerdo con sus ministros, extrañando conocer las intenciones del Rey de Francia, después de seis meses de haberse realizado la invasión. Negó hallarse privado de libertad, afirmando que el único modo de devolvérsela sería dejar poseer la suya al pueblo español; calificó de monstruoso el propósito de restablecer las antiguas Cortes del Reino, al cabo de tres siglos de olvido, é invocando la mediación de Inglaterra, que tenia solicitada, concluía haciendo responsables de la sangre que se vertiese á los que abusaran de la fuerza bajo infundados pretextos.

Por desgracia, para la causa constitucional, las gestiones hechas cerca del embajador inglés no surtieron efecto, pues habiéndose limitado á transmitirlas al Duque de Angulema, éste manifestó que no trataría más que con el Rey, cuando se hallase libre.

Los sucesos ocurridos por entonces en Portugal acabaron de quitar toda esperanza á los partidarios del régimen de 1820. Una sublevación militar, dirigida por el Infante Don Miguel, derrocó en el vecino reino la Constitución y el sistema representativo, entronizando el despotismo nuevamente.

De este modo, como hace observar el historiador señor Lafuente, quedaron entonces los liberales españoles solos y aislados, contra toda la Europa absolutista.

IV

Reanúdase la

Desgraciada expedición de Riego. Su prisión. Ataque y toma del Trocadero. correspondencia entre el Duque de Angulema y el Rey. - Cortes extraordinarias para acordar acerca de las proposiciones de paz. — Sublévase el batallón de San Marcial en Cádiz. Autorizan las Cortes à Fernando para que se traslade al campamento de Angulema. - Decreto del 30 de Septiembre. Fernando y el generalísimo francés. Monstruoso decreto de 1.o de Octubre. Los regentes de Sevilla condenados á muerte. Nuevos decretos de proscripción.

— Angulema disgustado. — Proceso y suplicio de Riego. - Retractación arrancada á su debilidad en la capilla. El Rey en Madrid. Fin de la guerra.

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Habíase conferido al general Riego el cargo de segundo jefe del ejército que mandaba Ballesteros, y aquél, en unión de varios oficiales, salió de Cádiz con objeto de procurar reducir á la obediencia dichas tropas, separándolas del tratado de capitulación obtenido por el general francés Conde de Molitor. Llegó á Málaga, púsose al frente de la división Zayas, á quien hizo arrestar, y siguiendo la costa de Levante, por Nerja, encaminóse á Priego, residencia de Ballesteros y su cuartel general. Hubo un choque entre las dos fuerzas, negándose Ballesteros y las suyas á faltar al tratado de capitulación, y Riego vióse precisado á renunciar á su propósito, tomando el camino de Jaén en demanda de la plaza de Cartagena que sostenía aún el general Torrijos. Fué alcanzado en Jaén por una fuerte columna francesa que le puso en derrota, haciéndole algunos centenares de prisioneros, y en otros dos encuentros posteriores que tuvo con el enemigo en Mancha Real y Jóclar, desorganizáronse los suyos, que apelaron á la huida, y quedó solo con tres oficiales. Un cortijo del término de Vilches fué su refugio, pero habiendo sido descubierto, prendióle el comandante de los realistas del vecino pueblo de Arquillos y le condujo à la Carolina con sus acompañantes. Reclamáronle las autoridades francesas, que le llevaron á Andújar, donde los realistas quisieron despedazar al que juzgaban ser uno de los principales causantes del cautiverio de Fernando, y desde allí se le trasladó á Madrid por orden del Gobierno de la Regencia.

Al terminar el plazo de cinco días, dado por el Duque de Angulema, sin que recibiese la contestación satisfactoria que esperaba, continuó las hostilidades contra Cádiz. Creyó necesario ocupar el fuerte del Trocadero, que impedía á los buques franceses estrechar el sitio y tomar parte en sus operaciones entre Cádiz y la isla

de León. Esta posición importante, artillada con cincuenta cañones, hallábase, además, resguardada por un canal que delante de Puerto Real forma una pequeña isla. La guarnición se componía de 1,700 hombres, casi todos ellos milicianos provinciales, mandados por el coronel Grases, diputado á Cortes y oficial distinguido. El 30 de Agosto, al despuntar el día, dió el generalísimo francés la señal de ataque. Las sombras de la noche hicieron suspender el fuego, que prosiguió con más violencia á las tres de la mañana siguiente; pocas horas después entraban los sitiadores en el fuerte, haciendo prisioneros á su jefe y á la guarnición, que tuvo 150 muertos y 300 heridos, pues la resistencia fué verdaderamente heroica. Desalentó este suceso al Gobierno de Fernando, y aconsejó á éste que escribiera nuevamente al Duque de Angulema, como lo hizo, siendo portador el general Álava de la siguiente carta:

« Mi querido hermano y primo: Las declaraciones que hice á V. A. R., en mi carta fecha 21 de Agosto, no han producido el efecto que debía esperar, porque se ha derramado de ambas partes sangre inocente que se podía haber ahorrado. Mis sentimientos como Rey, y los deberes que me animan como padre de mis súbditos, me obligan á insistir de nuevo à fin de terminar los desastres de la guerra actual, y convencido enteramente de que deberán animar á V. A. R. los mismos deseos, os propongo una suspensión de hostilidades, sin perjuicio del bloqueo, durante la cual se podrá tratar de una paz honrosa para ambas naciones. > El teniente general, don Miguel Ricardo de Álava, conductor de la presente, está autorizado por mi para conferenciar sobre este asunto, si lo juzgáis conveniente, con la persona que V. A. R. guste designar. De este modo se podrán obtener las explicaciones recíprocas tan necesarias para entenderse y facilitar las medidas ulteriores, y si V. A. R. tiene à bien admitir mi proposición, como lo espero, el mencionado general está autorizado para concluir y firmar un armisticio ó, si necesario fuese, yo le daré mis plenos poderes en debida forma.

» Dios conceda á V. A. R., mi querido hermano y primo, los muchos años que le deseo. Soy de V. A. R. su apasionado hermano y primo. - FERNANDO.

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El Duque de Angulema contestó en esta forma: «Mi señor hermano y primo: He recibido esta noche la carta de V. M. del 4, 'de que estaba encargado el teniente general don Miguel de Álava, y tengo el honor de contestaros, por el general Duque de Guiche, mi ayudante de campo.

>Yo no puedo tratar de nada sino con V. M. solo y libre. Cuando se logre este fin, empeñaré á V. M. con instancia para que conceda una amnistía general y dé su entera libertad ó, al menos, prometa las instituciones que juzgue en su sabiduría convenir á las costumbres y al carácter de sus pueblos, para asegurar su felicidad y sosiego, sirviendo al mismo tiempo de garantía para lo futuro. Yo me consideraré dichoso si dentro de algunos días puedo poner à L. P. de V. M. el homenaje del profundo respeto con que soy, mi señor hermano y primo, de V. M. su más apasionado hermano y primo y servidor. - LUIS ANTONIO.

» En mi cuartel general del Puerto de Santa Maria, 5 de Septiembre de 1823.»

Escribióle segunda vez el Rey preguntándole qué debería hacer para que le considerase en libertad, y como Angulema contestara que el único medio era ir al campamento francés, le dirigió Fernando una nueva carta que decía así:

<< Mi querido hermano y primo: He recibido la carta de V. A. R. de fecha de ayer, y por su contenido veo con el mayor dolor que V. A. R. cierra á la paz todas las puertas. Un rey no puede ser libre alejándose de sus súbditos y entregándose á la discreción de tropas extranjeras que han invadido su reino; una plaza española, cuando no sostiene traidores, no se rinde, á menos que el honor y las leyes de la guerra no justifiquen su entrega. Sin embargo, yo deseo dar á V. A. R. y al mundo, la prueba de que he hecho todo lo que he podido para evitar la efusión de sangre, y ya que rehusa V. A. R. el tratar con cualquiera que sea, excepto conmigo solo y libre, estoy pronto á tratar solo con vos y en plena libertad, bien sea en un sitio á igual distancia de los dos ejércitos y con toda seguridad conveniente y recíproca, ó bien á bordo de cualquier embarcación neutral, bajo la fe de su pabellón. El teniente general don Miguel Ricardo de Álava va autorizado por mi para poner esta carta en manos de V. A. R., y espero recibir una respuesta más satisfactoria.

» Dios, etc. FERNANDO.- Cádiz, 7 de Septiembre de 1823. »

A esta carta no quiso ya contestar Angulema, negándose á recibir al que se la llevaba.

Habíase convocado anteriormente Cortes extraordinarias para resolver acerca de situación tan anómala y difícil, y sólo pudieron reunirse ciento diez y seis diputados que, bajo la presidencia del señor Gómez Becerra, comenzaron por oir la lectura de un mensaje del Rey donde reclamaba el auxilio del Congreso, protestando contra la conducta del enemigo. Acordóse continuar la defensa, así como un proyecto de premios á las tropas y milicias; pero todo era ya inútil. El 20 de Septiembre se apoderaron los franceses del castillo de Santi-Petri, y dueños del mar, lanzaron el 23 sobre Cádiz multitud de bombas que produjeron en la población algunos destrozos.

Una comunicación del mayor general del ejército francés, enviada al gobernador militar de la plaza, haciendo responsables de la vida del Rey y de las personas de su familia, á los diputados, ministros, generales y empleados del Rey, originó otra de don Cayetano Valdés, en la que éste rechazó dignamente, á nombre de la lealtad española, la infundada é injuriosa sospecha de que la vida del Monarca peligrase por atentado alguno de sus súbditos.

El suceso que aceleró el esperado y natural término de tan críticas circunstancias fué el de sublevarse el batallón de San Marcial, proclamando la Monarquía absoluta. Aunque á los insurrectos se les venció, siendo fusilados varios de ellos, quebrantóse la disciplina en el resto del ejército sitiado, y los generales puestos á su frente declararon que en tales condiciones no cabía defensa posible. Entonces acudió el Gobierno á las Cortes pidiendo autorización á fin de tratar con el enemigo, y por mayoría de votos le fué concedida al Monarca para tras

ladarse al cuartel general francés, en vista de la imposibilidad de continuar la resistencia por más tiempo.

Fernando envió un gentilhombre de su cámara al Puerto de Santa María, anunciando al Duque de Angulema que se ponía en camino inmediatamente; pero el pueblo de Cádiz se amotinó, exigiendo que antes de su partida garantizase la conservación de la libertad y la seguridad de sus defensores. Accedió á ello el Rey y, por su encargo, redactó el correspondiente decreto don José María Calatrava, ministro de Gracia y Justicia. Todavía pareciéndole poco expresivo el documento, corrigió algunas de sus frases aquel Monarca falso que, haciendo gala de aborrecer el despotismo, añadió: Así no debe quedar duda de mis intenciones.

El decreto decía lo que sigue:

<< Siendo el primer cuidado de un Rey el procurar la felicidad de su súbditos, incompatible con la incertidumbre sobre la suerte futura de la Nación y de sus súbditos, me apresuro á calmar los recelos é inquietud que pudiera producir el temor de que vuelva el despotismo, ó de que domine el encono de un partido.

» Unido con la Nación he corrido con ella hasta el último trance de la guerra; pero la imperiosa ley de la necesidad obliga á ponerla un término. En el apuro de estas circunstancias, sólo mi poderosa voz puede ahuyentar del Reino las venganzas y las persecuciones; sólo un gobierno sabio y justo puede servir todas las voluntades, y sólo mi presencia en el campo enemigo puede disipar los horrores que amenazan á esta isla gaditana, á sus leales y beneméritos habitantes y á tantos insignes españoles refugiados en ella.

» Decidido, pues, á hacer cesar los desastres de la guerra, he resuelto salir de aquí el día de mañana; pero antes de verificarlo quiero publicar los sentimientos de mi corazón haciendo las manifestaciones siguientes:

» 1. Declaro de mi libre y espontánea voluntad, y prometo bajo la fe y seguridad de mi real palabra, que si la necesidad exigiere la alteración de las actuales instituciones políticas de la Monarquía, adoptaré un Gobierno que haga la felicidad completa de la Nación, afianzando la seguridad personal, la propiedad y la libertad civil de los españoles.

» 2.a De la misma manera prometo libre y espontáneamente, y he resuelto llevar y hacer llevar á efecto un olvido general completo y absoluto de todo lo pasado, sin excepción alguna, para que de este modo se restablezcan entre todos los españoles la tranquilidad, la confianza y la unión tan necesarias para el bien común, y que tanto anhela mi paternal corazón.

a

» 3. En la misma forma prometo que cualesquiera que sean las variaciones que se hagan, serán siempre reconocidas, como reconozco, las deudas y obligaciones contraídas por la Nación y por mi Gobierno, bajo el actual sistema.

» 4.a También prometo y aseguro que todos los generales, jefes, oficiales, sargentos y cabos del Ejército y Armada que hasta ahora se han mantenido en el actual sistema de Gobierno en cualquier punto de la Península, conservarán

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