Imagens das páginas
PDF
ePub
[graphic][merged small][merged small]

quería ver la desatentada conducta de su Gobierno, retrogradó muchos siglos en el camino de la civilización; retrocedió á los más bárbaros tiempos de la Edad Media... Pero ¿qué mucho se portase así el bando absolutista en su parte popular y plebeya, si el Gobierno le trazaba la senda de aquellas tropelías con sus actos de venganza, de intolerancia y de sistemática persecución? »

Fué tan grande el número de arrestos hechos á título de perseguir el liberalismo, que se formaron comisiones militares ejecutivas para juzgar sumarísimamente á los detenidos, sin las trabas exigidas por el procedimiento en lo criminal á los tribunales ordinarios. Refiérese, con arreglo á las sentencias que las Gacetas de entonces publicaban, que en el espacio de diez y ocho días ahorcóse á ciento doce personas y, entre ellas, varios niños de quince y diez y siete años. Un industrial, por el hecho de tener colgado en las paredes de su cuarto el retrato de Rie

[graphic]

go, fué condenado á diez años de presidio, llevándolo antes pendiente del cuello hasta verlo quemar por la mano del verdugo; á su mujer, como cómplice en el mismo delito, la impusieron diez años de galera, y á su hijo, dos años de presidio. Con el nombre de «Junta secreta de Estado» creóse una comisión de furibundos realistas, presidida por un ex Inquisidor, y cuyo secretario era uno de los canónigos del cabildo de Granada. Entre las diferentes y vejatorias medidas que adoptó esta Junta, figuró la de abrir un padrón, en toda España, de los individuos que por cualquier concepto hubieran servido ó mostrado su adhesión al sistema constitucional, y de los que fueran ó hubiesen sido masones ó compradores de bienes nacionales. El objeto de estas pesquisas era el de perseguir á

cuantos merecieran ser comprendidos en el padrón mencionado, y cuando alguno de ellos pretendía su exclusión, habían de responder como fiadores de su conducta los curas ó frailes de la localidad respectiva.

Alentaba á las turbas la sociedad secreta El Angel exterminador, compuesta de eclesiásticos y generales y oficiales del ejército de la Fe, dirigida por el obispo de Osma y ramificada en todas las provincias. Las alentaban también los conventos, convertidos en cuarteles del absolutismo, y hasta la misma Gaceta oficial, que cuando se refería á los constitucionales llamábales «pillos», «asesinos» y « ladrones». El Restaurador, diario redactado por un fraile, aludia de este modo á los perseguidos políticos que buscaban un refugio en el puerto gaditano, al amparo de las tropas francesas, para emigrar de nuestro país: «Desde que el Rey ha salido de Cádiz, han entrado ya en aquella plaza cuatrocientos ochenta bribones y bribonas de la negrería (1). Antes había cerca de 1,000; no se puede andar por aquella ciudad, porque no se ve más que esa canalla».

Los gobiernos de Francia y Rusia quisieron detener la ola de barbarie que amenazaba cubrir la península española y practicaron varias gestiones para conseguir su propósito. Especialmente, el ministro francés Chateaubriand, arrepentido quizás de su obra, era el que más empeño mostraba en convencer á Fernando de lo errado del camino que emprendía. Son dignos de conocerse estos encargos hechos por él al embajador de Francia en Madrid:

<< Procurad que se revoque todo lo absurdo é implacable de esos malhadados decretos; que cesen esas proscripciones por clases que castigan á toda la población; que se escoja un ministerio prudente, y que el haber servido al Rey, de orden suya, no se tenga por una mancha y un crimen imperdonable. Predicad la moderación y no temáis que el carácter español abuse de esta palabra; procurad que hagan en Madrid algo que se parezca á los actos de un pueblo civilizado.

» Concibo que en el absurdo despotismo de España y la completa anarquía de su administración, organizar un Consejo de ministros es de hecho dar un paso adelante; en cualquiera otra no seria nada. Pero ese Consejo de ministros está compuesto de los mismos hombres que hemos visto afanados en publicar, como su amo, decretos sobre decretos, restableciendo los diezmos, proscribiendo en masa á los milicianos y titubeando en perdonar á Morillo. Mucho me alegraré de que caminen bien y de que el Rey, que todo lo resuelve, lo haga de una manera razonable, pero lo dudo. »

Apremiado Fernando por las instancias de los embajadores extranjeros, accedió á nombrar nuevos ministros, y con fecha 2 de Diciembre confirió la secretaría de Estado al Marqués de Casa - Irujo; la de Gracia y Justicia á don Narciso de Heredia, Conde de Ofalia; la de Guerra al general don José de la Cruz, y la de Hacienda á don Luis López Ballesteros. Don Luis Maria Salazar continuó desempeñando la secretaría de Marina. Al relevar de la de Estado al eclesiástico don Victor Sáez agracióle con la mitra de Tortosa.

(1) Los absolutistas llamaban negros à los liberales.

Restablecióse el Consejo de Estado, que se formó con personas significadas en la teocracia, entonces triunfante, como don Francisco Eguía, el Duque de San Carlos, don Antonio Gómez Calderón, don José García de la Torre y don Juan Bautista de Erro; y cuantos habían prestado servicios al restablecimiento del régimen absoluto recibieron gracias y mercedes sin cuento.

La constitución del nuevo Ministerio, por lo que podía significar un cambio en la política de represión y venganza, vino á dividir al partido realista. Quedaron, de una parte, los que deseaban un Gobierno templado y conciliador; y de la otra, los apostólicos intransigentes, partidarios de una guerra de exterminio á los liberales; la última fracción reconoció por jefe al Infante Don Carlos, y las habitaciones que éste ocupaba en Palacio comenzaron á ser el foco de toda clase de intrigas reaccionarias.

Los voluntarios realistas, convertidos á su vez en institución, llegaron á considerarse los principales apoyos del régimen restaurado y, abusando de su poder, cometian innumerables atropellos en sus localidades respectivas, sin que los ministros tuviesen autoridad ni fuerza para castigarlos.

Quiso Fernando que constase en América su expresa voluntad de borrar lo sucedido en política durante los tres años últimos, y el 1.o de Enero de 1824 expidió un decreto declarando abolida para siempre la Constitución española en las provincias ultramarinas y volviendo alli también las cosas al estado que tenían el 7 de Marzo de 1820.

Reorganizóse en la Península la policía, dándosela tales atribuciones, que la seguridad y la vida de cualquier persona estaba á merced de la más injustificada delación, y se simplificó el procedimiento en las causas por delitos políticos, para que el castigo pudiese ser inmediato al arresto.

Las únicas iniciativas merecedoras de elogio fueron las del ministro de Hacienda, López Ballesteros, antiguo director de Rentas, que se dedicó con celo tan laudable como inteligente á desempeñar las tareas de su departamento. Comenzó separando los cargos de recaudador y administrador de las rentas públicas; hizo la conveniente distribución de los centros administrativos, y creó dos intendencias generales, una para el ejército y otra para la marina. Nombró una Junta de fomento de todos los ramos de la riqueza nacional, así en las primeras materias como en la fabricación, industria, navegación y comercio; dictó reglas para la liquidación y abono de suministros hechos por los pueblos á las tropas constitucionales, y para el gobierno de la hacienda militar; y dispuso el orden y arreglo de las contribuciones. Creó, por último, una caja de amortización de la Deuda pública y la Junta de aranceles para los de las aduanas de España é Indias, con sus correspondientes reglamentos y ordenanzas.

Murió en los primeros días de Enero el ministro de Estado, Marqués de CasaIrujo, que fué substituído por el de Gracia y Justicia, Conde de Ofalia, reemplazando al último el tristemente célebre don Francisco Tadeo Calomarde. Su silueta la traza un ilustre escritor en estos términos:

« AnteriorContinuar »