Imagens das páginas
PDF
ePub

Nombróse en el mes de Septiembre una Junta consultiva de gobierno, auxiliar del Consejo de Ministros, para dar nuevo rumbo à la marcha de los negocios. Entraba en las atribuciones de la Junta examinar el estado de todos los ramos de la administración y los recursos que ofrecieran, comparados con los que existían antes; calcular y graduar la suma anual que se necesitaría para sostener las cargas y obligaciones públicas; formar un balance aproximado entre los gastos y los ingresos; dar dictamen sobre el aumento, disminución ó reforma de los tributos, sobre negociaciones de empréstitos y contratas y lo demás que el Rey ó el Consejo de ministros la consultare. Perdió importancia la creación de esta Junta, cuyos trabajos habrían sido útiles al País, con la caída de Zea Bermúdez, acusado de tolerante por los apostólicos, que lograron hacer nombrar en su reemplazo al Duque del Infantado, acentuándose así más el matiz reaccionario de la situación.

Distinguíase el ministro de Hacienda, don Luis López Ballesteros, por su laboriosidad y conocimientos administrativos, siendo obra suya los decretos reorganizando los servicios é introduciendo orden en los gastos, base de los planes financieros publicados por muchos de sus sucesores. Fué la única figura simpática é inteligente en aquel cuadro de nulidades, contribuyendo también á ello la circunstancia de ser su fructuosa labor completamente ajena à la política.

Como en los tiempos que referimos todo era inestable, á los tres meses de nombrarse la Junta consultiva de gobierno se suprimió, creándose en su lugar un nuevo Consejo de Estado, del cual formaban parte, como individuos natos, los ministros, reservándose el Rey la presidencia. Los consejeros nombrados fueron el cardenal arzobispo de Toledo el obispo de León; el padre Fray Cirilo Alameda, vicario general de la orden de San Francisco; el general Castaños; el Marqués de Villaverde; el de la Reunión; el Conde de Venadito; don José García de la Torre; don Francisco Ibáñez de Leiva; don Juan Bautista Erro; don José Aznares; don Pio Elizalde y don Joaquín Peralta. La mayoría de éstos eran apostólicos intransigentes y algunos fueron más tarde consejeros y ministros del Infante Don Carlos, cuando encendió la guerra civil, á la muerte de Fernando VII.

Otra desgraciada tentativa revolucionaria de los liberales emigrados tuvo lugar á mediados de Febrero de 1826. Creyendo los hermanos Bazán, uno de ellos coronel del ejército, que su presencia y la de los setenta individuos que les acompañaban sería suficiente para mover el espíritu público, y confiando en las promesas de los que habrían de secundar el movimiento, desembarcaron en la costa de Alicante y se dirigieron al pueblo de Guardamar. Perseguidos activamente, fueron hechos prisioneros y fusilados en unión de veintiocho de los que les seguían. Como en su persecución tomaran parte los voluntarios realistas de aquella comarca, para estimular á los de todas las provincias en sucesivas y análogas empresas, concedióse á éstos cuerpos el privilegio de eximirles de cartas de seguridad y el de no morir en la horca ninguno de los que en ellos servían, caso de merecerlo, sino arcabuceado, con lo cual en este extremo se les equiparaba á los nobles.

III

Hallábase la enseñanza pública confiada al elemento clerical. Los frailes y los jesuítas dirigían las universidades, los seminarios y los colegios, y los libros de texto eran escogidos entre los que más propagaban la teocracia y el poder absoluto de los reyes. Por mandato de los obispos habíanse prohibido cuantos libros tratasen de filosofía ó de critica histórica, figurando entre ellos el Informe sobre la ley agraria, de Jovellanos; la Historia crítica de España, de Masdeu; la Teoría de las Cortes y el Ensayo de la Legislación, de Marina, y otras obras tan extrañas como éstas á la religión, á la moral y á la política. Obligábase á los estudiantes á practicar frecuente y públicamente las ceremonias religiosas, cifrando en ello los clericales su empeño, con prescindimiento de cuanto representase iluminar las inteligencias de la juventud.

Tan visible era la decadencia de España por aquella política, por aquel sistema de gobierno y por las rudas persecuciones y la proscripción de los liberales, que el literato don Javier de Burgos envió desde París una Representación al Rey acerca de los males de la Nación y los medios para conjurarlos. Proponia que se diese una amnistia ilimitada; poner en venta 300.000,000 de bienes del clero, con arreglo á una autorización acordada antes por el Sumo Pontifice, y separar de las atribuciones del Consejo de Castilla la administración superior del Estado, confiándola á un ministerio especial, denominado de lo Interior. La Memoria de Burgos contenía una especie de programa de gobierno, pero cayó en el vacío, como era de esperar.

Al fallecimiento del Rey de Portugal, Juan VII, ocurrido el mes de Marzo, tocaba sucederle en el Trono á su hijo primogénito, Don Pedro, á la sazón Emperador del Brasil. Por repugnancia á regir dos Estados independientes ó por otras consideraciones políticas, renunció á sus derechos á la Corona lusitana en favor de su hija María de la Gloria, menor de edad, disponiendo que el Infante Don Miguel, hermano suyo é hijo segundo del difunto Monarca, se encargase de la Regencia del Reino cuando cumpliese veinticinco años, y otorgó al reino por-, tugués una Carta constitucional, parecida á la francesa. Alborotáronse los miguelistas, proclamando á su Principe, trataron de moverse los realistas españoles para ayudarles y aun consiguieron que se organizase un ejército de observación en la frontera de Portugal; pero la actitud de Inglaterra deshizo todos estos planes reaccionarios. La Corte de Londres reconoció los derechos de Doña María de la Gloria que se sentó en el Trono con el apoyo de algunas fuerzas británicas que desembarcaron en Lisboa.

Para demostrar Fernando que no influirían tales sucesos en España, y que no se hallaba dispuesto á consentir reformas en sentido progresivo, como ya esperaban lo hiciese muchos liberales, expidió el siguiente decreto:

«La promulgación de un sistema representativo de gobierno en Portugal, pudiera haber alterado la tranquilidad pública en otro país vecino que, apenas libre de una revolución, no estuviese animado generalmente de la lealtad más acendrada. Mas en España pocos habrán osado fomentar en la obscuridad esperanzas de ver cambiada la antigua forma de gobierno, pues la opinión general se ha pronunciado de tal modo, que no habrá quien se atreva á desconocerla. Esta nueva prueba de la fidelidad de mis vasallos me obliga á manifestarles mis sentimientos, dirigidos á conservarles su religión y sus leyes; con ellas fué siempre glorioso el nombre de España, y sin ellas sólo pueden tener lugar la desmoralización y la anarquía, como nos lo ha enseñado la experiencia.

» Sean las que quieran las circunstancias de otros países, nosotros nos gobernaremos por las nuestras; y yo, como padre de mis pueblos, oiré mejor la voz humilde de una inmensa mayoría de vasallos fieles y útiles à la Patria, que los gritos osados de la pequeña turba insubordinada, deseosa acaso de renovar escenas que yo no quiero recordar.

» Publicado ya en 19 de Abril de 1825 mi real decreto, en que, convencido de que nuestra antigua legislación es la más proporcionada á mantener la pureza de nuestra religión santa, y los derechos mútuos de una soberanía paternal y de un filial vasallaje, los más proporcionados á nuestras costumbres y á nuestra educación, tuve à bien asegurar á mis súbditos que no haría jamás variación alguna en la forma legal de mi gobierno, ni permitiría que se establecieran cámaras ni otras instituciones, cualquiera que fuese su dominación; sólo me resta asegurar á todos los vasallos de mis dominios, que corresponderé á su lealtad haciendo ejecutar las leyes que castigan al infractor, protegiendo al que las observa; y que, deseoso de ver unidos á los españoles en opiniones y en voluntad, dispensaré protección á todos los que obedezcan las leyes, y seré inflexible con el que osare dictarlas á su Patria.

» Por tanto, he resuelto se circule de nuevo el referido decreto à todas las autoridades y justicias del Reino. »

El absolutismo estaba, pues, entronizado en España y no había forma legal alguna de hacerlo desaparecer. Sus secuaces no se hallaban, sin embargo, satisfechos, y tenían más confianza en el Infante Don Carlos que en el Rey. Don Carlos afectaba mayor devoción y fanatismo, é impulsado por su esposa, la Infanta Doña Francisca, venía siendo el alma y el inspirador de la facción ultra-realista. Conspiraban los dos dentro de Palacio; tenían su camarilla, en la que ejercían predominio los eclesiásticos, y poco a poco ibanse acostumbrando al papel de reyes de un partido, con la aspiración de llegar á serlo de España.

Un hecho, que mereció la reprobación del mundo civilizado, ocurrió á últimos de Julio en la capital de Valencia. El maestro de primeras letras de Ruzafa, don Cayetano Ripoll, fué denunciado por una mujer al Tribunal de la Fe, acusándole de que no oía misa en los días festivos; de enseñar sólo á los niños los mandamientos de la ley de Dios, y nó el resto del catecismo; y de que cuando pasaba

el Viático no salía á la puerta de la escuela á tributarle veneración, aunque exigía que los niños lo hicieran. Por estos hechos y por habérsele probado que era ignorante en materias religiosas, sé le acusó de hereje y contumaz, y como Ripoll no se aviniese á lo que de él pretendía la curia eclesiástica, la Sala del Crimen de Valencia falló: «que debía de condenarle en la pena de horca y en la confis» cación de todos sus bienes; que la quema podía figurarse pintando varias llamas » en un cubo, que podrá colocarse por mano del ejecutor bajo del patíbulo, y co» locado después de sofocado en el mismo, conduciéndose de este modo y ente

» rrándose en lugar profano; y por cuanto se halla fuera de la comunión de la Iglesia católica, no es necesario se le den los tres días de preparación acostum

D

» brados, sino bastará se ejecute dentro de las veinticuatro horas, y menos los » auxilios religiosos y demás diligencias que se acostumbran entre los cristianos. >> Este procedimiento inquisitorial excluía la defensa, y el desgraciado Ripoll fué conducido al suplicio sin haber sido escuchado siquiera en el inicuo proceso que se le formó. Las últimas palabras pronunciadas por aquel mártir: «Muero reconciliado con Dios y con los hombres», debieron sonar constantemente en los oídos de las fieras que cometieron tan infame asesinato, á quienes todavia su víctima tuvo la sublime grandeza de perdonar desde lo alto del patibulo.

!

CAPÍTULO XXVIII

1. Los agraviados de Cataluña. - Primera rebelión absolutista en aquel principado. — Fusilamientos. - Insurrección promovida por los eclesiásticos catalanes. Caragol. Alocuciones - Programa de los agraviados. — Alzamiento de Vich - Va el Rey à Cataluña. - Alocución que dirige á los catalanes. - El Conde de España, general en jefe. — Término de la insurección. — Juicio de ella. — II. Don Miguel se apodera del Trono de Portugal. — Crisis ministerial en Francia. - Tirȧnico mando del Conde de España en Barcelona.-Los liberales perseguidos. -Muere la Reina Maria Amalia. - Portugal y Francia. - Casamiento de Fernando con Maria Cristina de Borbón. — Pragmática-sanción sobre el derecho de las hembras à la sucesión del Trono. Enojo del bando carlista. - Caída de Carlos X, en Francia.-Luis Felipe de Orleans. - Los emigrados españoles en campaña. - Crueldades de Calomarde.-III. Cristina y Fernando. - La escuela de tauromaquia y el conservatorio de música. - Nacimiento de la Princesa Isabel. Sucesos exteriores. Nuevas tentativas revolucionarias de los emigrados. - Suplicios que las siguen. -Muere en la horca el librero Miyar. - Fuga de Olózaga. -Doña Mariana Pineda. Torrijos y sus compañeros. Vileza del general González Moreno.-Padecimientos de Fernando. - Despotismo de Don Miguel en Portugal.

[ocr errors]

I

Habíase mandado hacía ya tiempo que se disolviese el ejército de la Fe, compuesto de los apostólicos más rabiosos, y sus jefes y oficiales quedaron sin colocación. Dolíales que volviesen á las filas los constitucionales purificados, y con tal motivo extremaron sus planes absolutistas, comenzando por propagar nuevamente el absurdo rumor de que Fernando se hallaba influído por los masones y resuelto à proclamar el Código de Cádiz, no obstante las públicas manifestaciones de aquél en contrario. Diéronse á sí propios el nombre de agraviados, y como residiese un gran núcleo de ellos en Cataluña, allí concertaron la conspiración, á la que dió no pocos vuelos un folleto titulado: Manifiesto que dirige al pueblo español una Federación de realistas puros sobre el estado de la Nación, y sobre la necesidad de elevar al Trono al serenisimo señor Infante Don Carlos. Concluía diciendo así: He aquí lo que os deseamos en Jesucristo, Nos, los miembros de esta católica Federación, con el favor del cielo y la bendición eterna, amén. — Madrid, á 1.o de Noviembre de 1826. — De acuerdo de esta Federación se mandó imprimir, publicar y circular. Fr. M. del S.° S., Secretario.

Fué conocido este folleto, obra de la sociedad secreta apostólica El ángel exterminador, à principios del año 1827, y á pesar de constarle su origen al minis

« AnteriorContinuar »