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III

No pensaban Cristina y Fernando de la misma manera, pues tenían opuestos gustos é inclinaciones, debiendo decirse, en favor de aquélla, que era afable y tolerante, resultando más estas circunstancias por los instintos perversos y crueles de su marido. Mostraba Cristina deseos de favorecer á los liberales y repugnábanla las exageraciones de los apostólicos, que tenían de su parte al Rey. Quiso ella suavizar las costumbres, fomentando el cultivo del arte, y dispuso se construyese el Conservatorio de Música y Declamación, que llevó su nombre. Fernando, aficionado al derramamiento de sangre, tuvo el insensato acuerdo de fundar en Sevilla una escuela de Tauromaquia, dándose el caso de que pudiera llegar á dictarse una real orden tan incalificable como la siguiente, dirigida al intendente de dicha ciudad por el ministro de Hacienda:

« He dado cuenta al Rey nuestro señor del oficio de V. E. de 2 del corriente, en que da parte de haber nombrado á don Jerónimo José Cándido para la plaza de maestro de Tauromaquia, mandada establecer en esa ciudad por real orden de 28 de Mayo último, y á Antonio Ruíz para ayudante de la misma escuela; y S. M. se ha servido observar que habiendo llegado á establecerse una escuela de Tauromaquia en vida del célebre don Pedro Romero, cuyo nombre resuena en España por su notoria é indisputable habilidad y nombradía, hace cerca de medio siglo, y probablemente durará por largo tiempo, sería un contrasentido dejarle sin esta preeminente plaza de honor y de comodidad, especialmente solicitándola como la solicita, y hallándose pobre en su vejez, aunque robusto. Por tanto, y penetrado S. M. de que el no haber tenido V. E. presente à don Pedro Romero había procedido de olvido involuntario, é igualmente de que el mismo don Jerónimo José Cándido se hará á sí mismo un honor en reconocer esta debida preeminencia de Romero, ha tenido à bien nombrar para maestro con el sueldo de doce mil reales á dicho don Pedro Romero, y para ayudante con opción á la plaza de maestro, sin necesidad de nuevo nombramiento por el fallecimiento de éste, con el sueldo de 8,000 reales, á don Jerónimo José Cándido, á quién, con el fin de no causarle perjuicio, S. M. se ha dignado señalar, por vía de pensión y por cuenta de la real Hacienda, la cantidad que falta hasta cubrir el sueldo de 12,000 reales señalado á la plaza de maestro, mientras no la tenga en propiedad por fallecimiento del referido Romero, en lugar del sueldo que como cesante jubilado ó en actividad de servicio había de disfrutar. Al mismo tiempo, ha tenido bien S. M. mandar se diga á V. E. que por lo que toca á Antonio Ruíz no le faltará ocasión para ver premiada su habilidad.»

El día 10 de Octubre dió á luz Cristina una niña, causando su nacimiento gran disgusto á los apostólicos. Celebróse con regia pompa el bautizo de la Infanta, á la que se puso los nombres de María Isabel Luisa, y ordenó Fernando que se la tributasen honores de Princesa de Asturias, como heredera de la Corona.

La revolución francesa de Julio fué el origen de la de Bélgica, que se emancipó de Holanda, y aceptada por los belgas la forma monárquica colocaron en el Trono á Leopoldo Coburgo de Sajonia. También influyó en Polonia, donde sus habitantes promovieron una formidable insurrección contra el autócrata ruso.

A pesar del mal éxito obtenido en su última tentativa revolucionaria por los liberales emigrados, no desmayaban en su empresa. Vigilados estrechamente por el Gobierno de Luis Felipe, cuyo innoble, por lo interesado, cambio de actitud censuraban los demócratas franceses, y no pudiendo operar en la frontera pirenáica, resolvieron hacer nuevas tentativas por el Mediodía de España, llevando esta vez la dirección del movimiento el general don José María de Torrijos, que se hallaba refugiado en Gibraltar. Lanzó una proclama á principios del año 1831, envió algunos confidentes á Algeciras y él mismo desembarcó en la costa, seguido de doscientos hombres, siendo rechazado por las tropas realistas. Poco después, desembarcaba también el ex ministro don Salvador Manzanares, al frente de trescientos hombres, con dirección á la serranía de Ronda, en espera del alzamiento que se le había ofrecido iba á hacer la ciudad de Cádiz. Levantóse sólo el batallón de marina en San Fernando, que se vió forzado á huir, y el capitán general de Andalucía, don Vicente Quesada, con numerosas fuerzas emprendió la persecución de los revolucionarios dispersán

dolos fácilmente. Aprehendido Manzanares, dió en el acto muerte al guía desleal que le condujo con engaños á donde se hallaban los realistas, muriendo él de un tiro disparado por un hermano del delator.

Instaláronse de nuevo las comisiones militares y subieron al cadalso todos los que no lograron su salvación en la huída. Con tal motivo, arreció la persecución contra los liberales, hasta el punto de haberse ahorcado en Madrid el día 23 de Marzo á un sujeto, por el único hecho de dar un viva á la libertad. Un anónimo dirigido al ministro Calomarde, denunciándole que algunas personas de la Corte sostenían correspondencia con los emigrados, bastó para prenderlas. Eran el comerciante don Francisco Bringas, el oficial de artillería Torrecilla, el librero don Antonio Miyar, el abogado don Salustiano Olózaga, el arquitecto

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Torrijos.

Marcoartú y el propietario don Rodrigo Aranda. Marcoartú pudo librarse de las garras de la policía, arrojándose por un balcón. Substanciáronse las causas que se formaron rápidamente contra los presos y la primera sentencia de muerte dictóse contra Miyar, conduciéndosele á la horca el 11 de Abril. Olózaga pudo

fugarse de la cárcel del Saladero, vistiendo un uniforme militar con las insignias de teniente coronel que le proporcionaron sus amigos, y después de no pocos afanes y peligros consiguió llegar á Francia.

El mes de Mayo siguiente se cometió por el Gobierno de Fernando un crimen abominable en Granada, cuyo recuerdo estará siempre vivo en la memoria de

Mariana Pineda.

los españoles. Doña Mariana Pineda, viuda de don Manuel Peralta, había dado á bordar una bandera de seda morada con el lema de Ley, Libertad, Igualdad, y denunció este hecho un clérigo atribuyéndolo á que se trataba de cierta enseña para proyectos revolucionarios. Fué presa y condenada á muerte aquella infeliz mujer, mostrando en la capilla un ánimo varonil y esforzado. Recomendó á los cuidados de la amistad la suerte de los dos hijos de pocos años que dejaba y subió al patibulo con toda entereza, legando con su muerte un baldón eterno para los feroces jueces y gobernantes de tan aborrecible época.

Faltaba todavía añadir la traición á la crueldad en los procedimientos inquisitoriales de los consejeros de Fernando. Inquietábales la estancia de Torrijos en Gibraltar, á donde regresó después de frustrada la tentativa que antes hemos referido, y para precipitarle y apoderarse de su persona cóncibieron la infame idea de tenderle un lazo. Sirvióles para este plan la vileza del general don Vicente González Moreno, gobernador militar de Málaga, quien hizo se escribiese á Torrijos haciéndole saber que todo se hallaba dispuesto para recibirle y hacerle triunfar en su empresa. Mandóle confidentes y emisarios animándole, y creyendo Torrijos que eran ciertas tales noticias, sin abrigar la menor desconfianza, salió de Gibraltar en dos barquichuelos, con cincuenta y uno de sus partidarios, entre los que se hallaban don Manuel Flores Calderón, presidente de las Cortes en 1823; don Francisco Fernández Golfin, ministro que fué de la Guerra en el mismo año; don Juan López Pinto, teniente coronel de artillería; don Francisco de Borja Pardio, comisario de guerra; y don Francisco Arcas, capitán de buque mercante. Persiguióles durante la travesía un falucho guardacostas que les impidió ir al punto donde pensaban desembarcar, y arribaron á la playa de Fuengirola. A esto atribuyeron el no encontrar en ella fuerzas auxiliares que suponían estaban esperando su arribo, y continuaron la marcha hasta legua y media de Málaga, deteniéndose en una alquería. Cercáronles las tropas realistas mandadas por González Moreno, que les intimó la rendición en el térmi

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