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En tan apurado trance la Junta gubernativa de Santiago encomendó á José Miguel Carrera el mando de todas las tropas del país, con el grado de brigadier y el título de general en jefe del ejército de la frontera y nombró á don Juan José Carrera presidente de la Junta.

Acompañado del cónsul de los Estados Unidos, Poinsett, y con una escolta de húsares salía, el 1.o de Abril, José Miguel para Talca. Reuniósele aquí el coronel O'Higgins, soldados procedentes del Sur y milicias de las provincias centrales. Reunió Carrera, en pocos días, cerca de 12,000 hombres.

El 26 de Abril llegó Pareja con su gente á la vista del Maule y acampó en Hierbas Buenas. Ni corto ni perezoso, en la misma noche del 26, dispuso Carrera una sorpresa á la vanguardia española, y envió contra ella un destacamento de seiscientos hombres. Habíase retirado la vanguardia y dió el destacamento con el grueso de la fuerza enemiga, de donde resultó en definitiva aquel ataque un desastre para los chilenos, que hubieron de retroceder dejando sobre el campo una tercera parte de los suyos.

Retiróse Carrera á Talca. Estaban ya soliviantadas las fuerzas realistas de Chiloé y Valdivia, quejosas de que se las hubiese sacado de la provincia de Concepción y temerosas de combatir con un ejército como el de Carrera, tan superior en número al de Pareja, y en la retirada de aquél hallaron nuevo pretexto

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para manifestar su disgusto. Habíase retirado Carrera descorazonado por la mala suerte de la primera aventura emprendida, y los soldados de Chiloé y Valdivia se sublevaron, viendo en la retirada del chileno una artera emboscada. Pareja hubo de resignarse á retroceder hacia Linares. Desertaron, con esto, de su ejército los cuerpos de caballería de milicias de todos los partidos de la provincia de

Concepción. Otros pasáronse á los patriotas. Pareja vió en días reducido su ejército en más de la mitad.

Vino de esta manera á trocarse, para Carrera, en ventajosa la derrota experimentada el 26 de Abril. Decidido á aprovecharse de la ocasión que le brindaba la suerte, persiguió á Pareja. Alcanzólo el 16 de Mayo á la salida del pueblo de San Carlos. Dirigióse el ejército realista á Chillán. Pareja, enfermo, era transportado en una camilla. Substituyóle en el mando de las tropas el capitán don Juan Francisco Sánchez.

Tras ruda resistencia lograron los españoles atravesar el rio Ñuble y ence

rrarse en Chillán.

Carrera marchó al Sur y recuperó, sin resistencia, Concepción y Talcahuano. Entretanto, muerto el brigadier Pareja, Sánchez, que le substituyó, fortificó Chillán y cuando, dos meses después de la entrada de los españoles en este pueblo, se presentaron los chilenos, hallaron al ejército realista menos abatido é indefenso de lo que se habían figurado.

No anduvo acertado en este sitio Carrera. Una atrevida salida de los sitiados le privó de una división de cien infantes y trescientos jinetes que cayeron prisioneros de los españoles. Por efecto de otra salida verificada el 3 de Agosto y de un combate librado el 4 contó, entre muertos y heridos, más de cuatrocientas bajas. Cundió entre la gente de Carrera el desaliento y menudearon las deserciones. El 10 dió orden de levantar el sitio de Chillán. De perseguidores se convertieron los patriotas segunda vez en perseguidos. Volvió la plaza de Arauco á la obediencia. de Fernando VII. O'Higgins alcanzó, en 17 de Octubre, en el sitio denominado el Roble, una victoria; pero nó sin que le costase considerables pérdidas. Dias después, el guerrillero español Olate destruía en Trancoyán un destacamento chileno.

A fin de estudiar de cerca el grave problema por la guerra planteado, decidió la Junta de Santiago trasladarse á Talca. Ya en este punto, destituyó á Carrera y nombró jefe del ejército chileno á don Bernardo de O'Higgins. El 1.° de Febrero de 1814 resignó Carrera el mando. Camino de Santiago cayó á poco José Miguel, en compañía de su hermano Luis, prisionero de una guerrilla española que los condujo á Chillán. Había allí substituído el brigadier don Gabino Gainza á Sánchez en el mando de las tropas españolas. Gainza, convenientemente reforzado y auxiliado por el virrey del Perú, alcanzó ventajas sobre los patriotas en Gamero y se apoderó de Talca, de donde hubo de salir apresuradamente la Junta para volverse á Santiago.

Determinaron estos sucesos gran descontento contra la Junta. Destituyósela en un tumulto estallado en Santiago el 7 de Marzo de 1814. Concentróse desde aquel día el poder en una sola mano y nombróse director supremo al gobernador de Valparaíso don Francisco de la Lastra.

A todo esto, habiendo quedado incomunicada con el general en jefe chileno, que seguía en Concepción, la división del coronel Mackenna, emprendió Gainza la

marcha hacia Santiago. Con el fin de adelantársele y cubrir la capital, dirigióse á ella, al mismo tiempo que Gainza, O'Higgins.

Lastra, por su parte, envió contra Gainza algunas fuerzas, al mando del comandante don Manuel Blanco Encalada. Las tropas de Blanco fueron deshechas en la llanura de Caucharrayada por el comandante don Angel Calvo, que defendía á Talca, cuyo asedio había intentado, sin fortuna, el jefe chileno.

Sin O'Higgins, hubiera hallado Gainza franco el camino de la capital. Los dos ejércitos pasaron el Maule; pero O'Higgins tomó la delantera al español. La resistencia del chileno estaba á punto de hacer retroceder á Gainza á Talca, cuando el gobierno de Santiago, impresionado por las noticias de varios triunfos obtenidos por los españoles en diversos puntos sobre los patriotas y, especialmente, de los alcanzados por entonces sobre los argentinos, y por las que de España recibió relativos à la evacuación de la Península por los franceses, ordenó á O'Higgins que entablara negociaciones, sobre la base del restablecimiento del régimen colonial.

Al mismo tiempo que enviaba Lastra instrucciones para tratar con Gainza á O'Higgins y Mackenna, aceptaba la mediación del comodoro inglés Hillyar, para concertar un pacto con el virrey Abascal.

Consecuencia de tales negociaciones fué el tratado de Lircay, firmado á orillas del río de este nombre.

Convínose en este tratado que los chilenos reconocían la autoridad de Fernando VII y durante su cautiverio la de la Regencia; los españoles dejaban subsistente el gobierno establecido en Chile y sus leyes, hasta que recayese resolución de las Cortes á las que Chile enviaría diputados. Entretanto, los españoles evacuarían Talca y la provincia de Concepción.

Ocurrió en esto que, los hermanos Carrera, presos en Chillán, lograron fugarse. Presentáronse en Talca y de allí hubieron de salir ante la orden que de perseguirlos dictó Lastra.

Había el tratado de Lircay enajenado al Gobierno toda popularidad y la persecución decretada contra los Carrera, acabó de excitar al pueblo. Aprovechóse de tales circunstancias José Miguel, corrió á Santiago, sublevó buena parte de la guarnición, depuso al director supremo y creó una Junta de gobierno de que se hizo presidente. Desconoció O'Higgins la autoridad de la nueva Junta, y se encaminó á Santiago. En las orillas del Maipó halló á José Miguel Carrera. Vencido O'Higgins, repasó el río. Proponíase O'Higgins reorganizar sus tropas, al tiempo en que impusieron las circunstancias una suspensión de hostilidades. El virrey Abascal se negaba á rectificar el tratado de Lircay, relevaba del mando del ejército á Gainza y lo substituía por el coronel don Manuel Osorio, á cuyas órdenes ponía refuerzos de infantería y artillería recibidos de España.

Un oficial español intimó, en Santiago, al Gobierno, la sumisión á las autoridades de la metrópoli. Carrera encarceló al emisario.

Acalló O'Higgins sus rencores y se ofreció á luchar por la independencia pa

tria á las órdenes del propio Carrera. José Miguel aceptó el generoso ofrecimiento y encomendó el mando de la vanguardia de las tropas chilenas á O'Higgins. Ya estaba Osorio camino de Santiago. Su expedición resultó afortunada.

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en la ciudad y condujéronse en ella cruelmente. El triunfo de Rancagua abrió á los españoles las puertas de Santiago. El 4 de Octubre de 1814 hicieron su entrada en la capital, que había sido abandonada por sus habitantes. Escoltados por fuerzas, al mando de Carrera, atravesaron los santiagueños los nevados Andes, y tras adversidades sin cuento refugiáronse en la provincia argentina de Cuyo.

Todo Chile volvió á ser de España.

Siguió, como es de suponer, un período de represión y persecuciones. Hubo á granel deportaciones de revolucionarios, tribunales de purificación, ante los cuales debían los moradores de Chile probar su no interrumpida fidelidad á la causa del Monarca español, y derogación de toda la obra legislativa revolucionaria, sin respetar siquiera la creación del Instituto nacional, ni la abolición de la esclavitud. Nuevas onerosas contribuciones agravaron la situación de los chilenos.

En Octubre de 1815 vinieron á la Península don Luis Urréjola y don Manuel Elizalde, comisionados por el municipio de Santiago para felicitar á Fernando VII por su reposición y pedirle el indulto de todos los chilenos perseguidos y la confirmación, en el cargo de capitán general de Chile, de don Manuel Osorio, á quien, con el carácter de interino, había otorgado ya el virrey ese cargo, junto con el de gobernador.

Concedió Fernando el indulto; pero nó lo que se solicitaba para Osorio, al que sólo confirmó en su empleo de brigadier de ejército. Para la capitanía general de Chile designó al mariscal de campo don Francisco Casimiro Marcó del Pont. Tomó posesión Marcó de su alto cargo el 25 de Diciembre de 1815.

Era el nuevo capitán general más vanidoso que buen político, y así no tardó en hacerse odioso. Alarmado por el anuncio de intentonas revolucionarias, en vez de procurar desbaratarlas atrayéndose el respeto y el cariño de los chilenos, optó por el sistema de los malos gobernantes: el rigor ciego. Reanudó persecuciones odiosas, creó un tribunal de vigilancia, mandó recoger todas las armas que se hallaran en poder de particulares y construyó contra la ciudad fuertes en el cerro de Santa Lucía, en la construcción de los cuales obligó á trabajar á los detenidos por infractores de los bandos. Para que el encono de los chilenos cayese todo sobre su autoridad, se negó á dar cumplimiento á la amnistía concedida por Fernando á los procesados políticos, así como á la orden, que llevaba esa amnistia aneja, de devolverles los bienes confiscados.

No negaremos que Marcó tenía más de una razón para no vivir tranquilo; pero no por esto hemos de hallar disculpables esas medidas, inspiradas más por el miedo que por la previsión.

Cuando los fugitivos de Santiago se guarecieron, según hemos visto, en Mendoza, acababa casi de llegar á ella San Martín, el gobernador de la provincia de Cuyo, formada entonces por Mendoza, San Juan y San Luis. Había concebido San Martin un plan, que aún mantenía oculto, de invasión de Chile.

Era San Martín no sólo buen militar, sino experto politico. Apenas llegado á

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