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bal el día 19 de Febrero. Mandaba la caballeria francesa Latour-Maubourg, la infantería Girard; dirigió el movimiento, como general en jefe, el mariscal Mortier. La impericia é incuria de Mendizábal nos costó muy cara: perdimos más de ochocientos hombres en la refriega y dejamos en poder del enemigo 4,000 prisioneros, incluso al general Viures, 20 cajas de municiones, 17 cañones y 5 banderas. Don Carlos de España se salvó en Campomayor; don Fernando Butrón y don Pablo Murillo, en Yelves. Tan desastrosa jornada, que apenas duró una hora, no acobardó á Menacho. Envalentonados los franceses, intimaron de nuevo la rendición de la plaza, y Menacho se negó hasta á recibir al parlamentario, y por si no fuesen bastante á resistir el empuje del enemigo los baluartes y los muros, mandó abrir zanjas en las calles, troneras en las casas, y asi se proponia resistir dentro del casco de la ciudad. Muy cara habría costado á los franceses la toma de Badajoz si una bala de cañón no hubiese privado de la vida á Menacho el 4 de Marzo. Las Cortes, que acababan de censurar la conducta de Mendizábal, dedicaron á Menacho cumplido elogio. Se encargó del gobierno de Badajoz don José de Imaz que, contra el consejo de los técnicos y seguro de recibir considerables refuerzos de Portugal, por no ser ya preciso emplearlos contra Massena, rindió la plaza el 10 de Marzo, contando con una guarnición de cerca de 8,000 hombres, 170 piezas de artillería y abundantes municiones de boca y guerra. Cinco días después que Soult se posesionaba de Badajoz, perdíamos además, Alburquerque y Valencia de Alcántara, que cayeron en poder de Latour-Maubourg y Campomayor en el de Mortier.

Así que Soult hubo tomado posesión de Badajoz se vió obligado á volver á Andalucía donde se habían desarrollado graves sucesos. A fines de Enero se habia tratado de obligar á los franceses á abandonar el cerco de Cádiz y la Isla y aun á evacuar la plaza: se había dispuesto una expedición anglo-española, cuya vanguardia se confió al mando de don José de Lardizabal, el centro al Principe de Anglona y la retaguardia al general Graham. La expedición constaba de más de 11,000 hombres y 24 piezas; la dirigia don Manuel de la Peña. Emprendió la marcha esta expedición el 28 de Febrero tomando el camino de Medinasi donia por Casas Viejas; mas pronto varió de pensamiento el general en jefe, y frente á Casas Viejas tomó el camino de Chiclana y Santi-Petri por Vejer, con lo que quedó del todo desconcertado su primitivo plan y nulas sus instrucciones comunicadas á Zayas, que había quedado mandando la Isla y había recibido la orden de ejecutar movimientos en toda la linea, combinándolos con las fuerzas de mar, y la de construir un puente de barcas á la embocadura de Santi-Petri. El puente sirvió sólo para que los franceses sorprendiesen á los que lo guardaban y nos cogieran doscientos cincuenta prisioneros, pues, desconociéndose el rumbo de la expedición y habiendo faltado las señales convenidas, los esfuerzos de Zayas fueron completamente inútiles; los franceses, al mando del mariscal Victor, se apercibieron del camino emprendido por la expedición y se fortificaron para destruirla. Contra las tres divisiones mandadas por Ruffin, Leval y Villatte se ava

lanzó la vanguardia mandada por Lardizabal, con tal empuje, que las obligó á retroceder más allá del caño y estableció la comunicación con la Isla. Quiso Peña que se continuase la persecución del enemigo y encomendó á Graham la empresa haciéndole abandonar el cerro del Puer-.

co, á cuyo cuidadó dejó á don Antonio Begines con sus fuerzas. Pero, apenas había desalojado Graham el cerro, cuando lo tomaban los franceses y Graham volvía sobre sus pasos para recuperarlo. Se entabló rudo combate, que se decidió en favor de Graham, con grandes pérdidas para los franceses. Peña no se dió por entendido de la situación de Graham y no hizo nada por favorecerle en tan empeñada empresa. El general inglés dió muestras de gran resentimiento encerrándose en la Isla y haciendo formal promesa de no volver á hacer otra cosa que apoyar en sus movimientos á los españoles. La conducta de Peña no fué sólo objeto de la censura de los ingleses, sino también de la de

los españoles. La Peña no se atrevió á emprender solo operación alguna y entró en SantiPetri el día 7 de Marzo con todo su ejército. Hostilizado el mariscal Victor también por mar, y desalojado del Puerto de Santa Maria y la Rota por don Cayetano Valdés, se situó en Puerto Real con las fuerzas de Cassagne. Organizó entonces la Peña una expedición al condado de Niebla, compuesta de 5,000 hombres y doscientos cincuenta jinetes, al mando de Zayas, al que habían de ayudar Ballesteros y Copons con sus fuerzas; pero, apenas llegó á Huelva, el dia 28, la expedición, hubo de reembarcarse, con pérdida de casi todos los caballos.

18

Como se ha visto, Soult no fué en auxilio de Massena, y éste se vió abligado á abandonar primero sus posiciones de Santaren y por último el suelo portugués é internarse en España. Continuamente acosado por Wellington, con una enorme impedimenta, con un ejército completamente desmoralizado y hambriento, invirtió un mes en su famosa retirada, del 5 de Marzo al 5 de Abril. Se hacen grandes elogios de su pericia para dirigir esta maniobra, así como se describe con los más sombrios colores las atrocidades que en su camino cometieron sus insubordinadas tropas. No sólo sus soldados, los generales que tenía á sus órdenes, Reiner, Junot y Ney, le servían de mala gana, y Ney acabó por romper con él abiertamente, siendo substituido en el mando del 6.o cuerpo por Loisson. Una vez traspasada la frontera de Portugal con 45,000 hombres, los distribuyó entre Almeida, Ciudad Rodrigo, Zamora y Salamanca. En Salamanca convino con el mariscal Bessieres, recién nombrado por Napoleón general en jefe del Norte de España, futuras campañas.

No eran los planes de Massena entrar en España por Castilla la Vieja, sino por Extremadura. Se lo impidió Wellington, que no dejó de perseguirle desde el momento que observó sus preparativos de retirada en Santaren. Se dice, sin embargo, de Wellington, por las gentes entendidas en el arte militar, que no persiguió á Massena ni le hizo el daño que de sus facultades y de las fuerzas de que disponía se esperaba, atribuyendo algunos su circunspección al disgusto que recibió con la negativa de la Regencia á concederle el mando de las provincias limítrofes de Portugal; pero lo cierto es que una vez que Wellington abandonó su tan comentada prudencia, el 3 de Abril, para arrojar á Massena de la ciudad de Guarda, si lo consiguió, no fué sino tras empeñada lucha y sufriendo considerables pérdidas, á pesar de lo maltrecho del ejército francés, en retirada. Las pretensiones de Wellington no fueron desechadas sin meditación; fué de ellas intérprete, cerca de la Regencia, su hermano el embajador de Inglaterra, el Marqués de Wellesley; Blake las rechazó alegando la imposibilidad en que se encontraba de confiar á extranjeros la dirección de un movimiento popular. Insistió el embajador británico en sus pretensiones, amenazando con retirar á España la protección de su país; el asunto fué llevado á las Cortes y ante ellas sostuvo Blake, y sus compañeros Agar y Ciscar, los fundamentos de su negativa: la Nación se habia movido por impulso propio y sin contar con el auxilio de nadie; porque le faltase el de los ingleses no había de desistir de su propósito.

Pero no sólo había perseguido Wellington á Massena arrojándole de Portugal, sino que había encomendado á Beresford, sucesor de Hill, socorrernos en Extremadura, ignorando los descalabros que ya habíamos sufrido en Badajoz, Olivenza y Campomayor. Beresford arrojó de Campomayor á los franceses el 25 de Marzo y el 15 de Abril de Olivenza, y fracasó una vez en su intento de atravesar el Guadiana por haberle destruído una tormenta el puente de barcas que al efecto había construido. Atravesó el Guadiana del 5 al 8 de Abril, transportando á su gente en balsas, y se puso en contacto con el entonces jefe militar de Extrema

dura, don Francisco Javier Castaños, sucesor del Conde de la Romera, quien tenía á sus órdenes á los generales don Pablo Morillo, don Carlos de España y el Conde de Penne Villemur. Castaños había recuperado á Alburquerque y Valencia de Alcántara; los generales aliados se propusieron y consiguieron cortar las comunicaciones entre Badajoz y el entonces jefe del 5.° cuerpo del ejército francés que operaba en Extremadura, general Latour-Maubourg, sucesor del mariscal Mortier, arrojándole de Llerena y haciéndole retroceder á Guadalcanal. Wellington vino además el 22 de Abril á hacer un reconocimiento de Badajoz y aconsejó á Beresford el plan para su ataque. Unos días después, el 5 de Mayo, dirigía la batalla de Fuentes de Oñoro. Massena, junto con Bessieres, había conseguido reunir 40,000 hombres dispuestos para la pelea, y se propuso auxiliar la plaza de Almeida estrechamente bloqueada por Spencer. Wellington se propuso impedirlo y extendió sus 35,000 hombres entre el rio Doscasas y el Turones, el fuerte de la Concepción, Alameda y Fuentes de Oñoro; le había de auxiliar en esta empresa don Julián Sánchez con su cuerpo franco. Los franceses atacaron con impetu la parte baja del pueblo de Fuentes de Oñoro y se apoderaron de ella; pero pronto fueron rechazados, tras reñida pelea, y franceses y aliados permanecieron donde se encontraban al comienzo de la batalla. Almeida quedó sin socorrer, que era lo que los aliados se proponían. Massena ordenó el abandono de Almeida y la voladura de sus fortalezas, lo que efectuó el 10 de Mayo el general Bruier que la guarnecía, y, abriéndose paso con sus 1,200 hombres entre los enemigos, fué à reunirse con el general Reynier en San Felices. Los generales Massena, Junot y Loisson fueron reemplazados. Massena entregó el mando al mariscal Marmont, Duque de Ragusa, el 10 de Mayo, y marchó inmediatamente á Francia.

Habían transcurrido veinte días desde el en que Wellington hizo el reconocimiento de Badajoz y confió á Beresford su ataque; había recomendado que se lo atacase en un plazo que no excediese de quince días, tiempo que calculó qne podría tardar Soult en venir desde Cádiz en auxilio de la plaza. En efecto, Soult, luego de dictar disposiciones que amparasen á Cádiz y la Isla, de continuo amenazadas por el Marqués de Coupingny, sucesor de la Peña, fortificar las avenidas de Triana y la Cartuja, partió en dirección á Extremadura y el 13 de Mayo se unía al general Latour

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El mariscal Marmont.

En Extremadura habíamos acumulado buen contingente de fuerzas, al mando de don Francisco Ballesteros, don José de Yayal, don José de Lardizábal y don Casimiro Lor. Al frente de este ejército se puso el presidente de la Regencia, don Joaquín Blake, para lo que obtuvo un especial permiso de las Cortes, pues la ley prohibía á los regentes todo mando militar. Estaba además en Extremadura Beresford con sus tropas y las de los generales Castaños y Conde de España; en auxilio de todos corrió Wellington, quien no pudo pasar de Yelves por impedirselo una gran avenida del Guadiana. Beresford había sitiado á Badajoz con la ayuda del Conde de España y del general Castaños; costó el sitio de Badajoz innumerables víctimas, y á la llegada de Soult hubo de levantarlo, achacándose los infructuosos resultados de tan costosa empresa á la impericia de los ingenieros ingleses. En tan apurado trance envió Wellington unas instrucciones en virtud de las cuales se reunieron los aliados en número de 31,000 en los alrededores de Albuera. El 15 de Mayo se verificó el primer encuentro de las tropas enemigas y se entabló encarnizado combate que duró hasta la noche del 19; en él emplearon ambos contendientes todos los recursos de la guerra, y con tal arrojo se portaron los aliados que merecieron plácemes, no sólo de nuestras Cortes, sino también del Parlamento británico. La batalla se decidió en nuestro favor: los franceses hubieron de retirarse á Llerena, perseguidos hasta el último momento por las fuerzas de los aliados. Costó á los franceses este combate 8,000 bajas; á los aliados, cerca de 5,000. A la memoria de los héroes de aquella jornada se erigió más tarde un monumento en Albuera, que en aquellos días acordaron las Cortes. Recientemente ha sido restaurado.

Beresford pasó á Lisboa para organizar nuevas tropas. Hill, restablecido, se encargó del mando de las fuerzas británicas de Extremadura; don Pedro Agustin Girón, de las que mandaba don Carlos de España, herido en la batalla de Albuera. Hill y don Pedro Agustín Girón sitiaron de nuevo la plaza de Badajoz: dos veces intentaron asaltarla y las dos fueron rechazados. Además de las fuerzas de Soult, que estaban en Llerena, entraron en Extremadura las que mandaba el mariscal Marmont, sucesor de Massena; Wellington consideró inútil insistir por entonces en el sitio de Badajoz y ordenó que se lo levantase, retirándose, el 18 de Junio, á Yelves. Blake, no bien avenido con la superioridad de Wellington, caminó por el interior de Portugal, haciendo pasar á sus tropas y á los naturales del país no pocos sufrimientos. Tras un intento frustrado de apoderarse de la villa del condado de Niebla, regresó á Cádiz el 11 de Julio, á poco de entrar Soult en Sevilla de regreso de Badajoz. Se censura á Blake que no hubiese aprovechado la ausencia de Soult de Sevilla para acometer esta plaza en vez de hacer una infructuosa excursión por Portugal. Por si la guerra había hecho pocos destrozos en el vecino reino, se les ocurrió á unos soldados encender una hoguera en el campo; se propagó el fuego á unos matorrales, á las mieses y á muchos frutos casi secos, hasta muy cerca de Mérida; duró el incendio quince días, devorando casas, encinares, dehesas, todo cuanto encontró en su camino, y haciendo tantos estragos como los que hizo la guerra.

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