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al delincuente; y por todo lo cual el fiscal pide contra el reo convicto y confeso de alta traición y lesa majestad don Rafael del Riego la de último suplicio, confiscación de bienes para la cámara del Rey, y demás que señalan las leyes citadas; ejecutándose en el de horca, con la cualidad de que del cadáver se desmembre su cabeza y cuartos, colocándose aquélla en las Cabezas de San Juan, y el uno de sus cuartos en la ciudad de Sevilla, otro en la Isla de León, otro en la ciudad de Málaga y el otro en esta Corte en los parajes acostumbrados y como principales puntos en que el criminal Riego ha excitado la rebelión y manifestado su traidora conducta, con condenación de costas, como todo lo pide el fiscal, y espera de la justificación de V. A. en satisfacción de la vindicta pública cuya defensa le está encargada, y como procurador del Rey y sus sagrados derechos. Madrid y Octubre, 10 de 1823. - DOMINGO SUÁREZ.

VII

CorrespondenCIA ENTRE FERNANDO VII Y SU HERMANO DON CARLOS.

CARLOS Á FERNANDO.

Ramalhao, 29 de Abril de 1833.

Mi muy querido de mi corazón, Fernando mío de mi vida: He visto con el mayor gusto por tu carta del 23, que me has escrito, aunque sin tiempo, lo que me es motivo de agradecértela más, que estabas bueno y Cristina y tus hijas. Nosotros lo estamos, gracias a Dios.

Esta mañana á las diez, poco más ó menos, vino mi secretario Plazaola á darme cuenta de un oficio que había recibido de tu ministro en esta Corte, Córdova, pidiéndome hora para comunicarme una Real orden que había recibido: le cité á las doce, y habiendo venido á la una menos minutos le hice entrar inmediatamente. Me entregó el oficio para que yo mismo me enterase de él, le leí, y le dije que yo directamente te respondería, porque así convenía á mi dignidad y carácter, y porque siendo tú mi Rey y Señor, eres al mismo tiempo mi hermano, y tan queridos toda la vida, habiendo tenido el gusto de haberte acompañado siempre en tus desgracias.

Lo que deseas saber es si tengo ó nó intención de jurar á tu hija por Princesa de Asturias. ¡Cuánto desearía el poder hacerlo! Debes creerme, pues me conoces, y hablo con el corazón, que el mayor gusto que hubiera podido tener sería el de jurar el primero, y no darte este disgusto y los que de él resulten; pero mi conciencia y mi honor no me lo permiten; tengo unos derechos tan legítimos á la Corona, siempre que te sobreviva y no dejes varón, que no puedo prescindir de ellos; derechos que Dios me ha dado cuando fué su voluntad que yo naciese, y sólo Dios me los puede quitar, concediéndote un hijo varón que tanto deseo yo, puede ser que aún más que tú. Además, en ello defiendo la justicia del derecho que tienen todos los llamados después que yo, y asi me veo en la precisión de enviarte la adjunta declaración, que hago con toda formalidad á ti, y á todos los soberanos á quienes espero se la harás comunicar. Adiós, mi muy querido hermano de mi corazón: siempre lo será tuyo, siempre te querrá, siempre te tendrá presente en sus oraciones éste tu amante hermano. - M. CARLOS.

FERNANDO Á CARLOS.

Mi muy querido hermano de mi vida, Carlos mío de mi corazón: He recibido tu muy apreciable carta de 29 del pasado, y me alegro mucho de ver que estabas bueno, como también tu mujer y tus hijos; nosotros no tenemos novedad, gracias á Dios.

Siempre he estado persuadido de lo mucho que me has querido. Creo que también lo estás del afecto que te profeso; pero soy padre y Rey, y debo mirar por mis derechos y por los de mis hijas, y también por los de mi Corona.

No quiero tampoco violentar tu conciencia, ni puedo aspirar á disuadirte de tus pretendidos derechos, que fundándose en una determinación de los hombres, crees que sólo Dios puede derogarlos. Pero el amor de hermano que te he tenido siempre, me impele á evitarte los disgustos que te ofrecería un pais donde tus supuestos derechos son desconocidos, y los deberes de Rey me obligan á alejar la presencia de un Infante cuyas pretensiones pudiesen ser pretexto de inquietud á los contentos.

No debiendo, pues, regresar tú á España, por razones de la más alta política, por las leyes del Reino, que así lo disponen expresamente, y por tu misma tranquilidad, que yo deseo tanto como el bien de mis pueblos, te doy licencia para que viajes desde luego con tu familia á los Estados Pontificios, dándome aviso del punto á que te dirijas, y del en que fijes tu residencia.

Al puerto de Lisboa llegará en breve uno de mis buques de guerra, dispuesto para conducirte.

España es independiente de toda acción é influencia extranjera, en lo que pertenece á su régimen interior; y yo obraria contra la libre y completa soberanía de mi Trono, quebrantando con mengua suya el principio de la no intervención, adoptado generalmente por los Gabinetes de Europa, si hiciese la comunicación que me pides en tu carta.

Adiós, querido Carlos mío; cree que te ha querido, te quiere y te querrá siempre tu afectisimo é invariable hermano. - FERNANDO.

CARLOS Á FERNANDO.

Mafra, 13 de Mayo de 1833.

Mi muy querido hermano mío de mi corazón, Fernando mio de mi vida: Ayer á las tres de la tarde recibí tu carta del 6, que me entregó Córdova, y me alegré mucho de ver que no tenías novedad; gracias a Dios nosotros gozamos del mismo beneficio, por su infinita bondad. Te agradezco mucho todas las expresiones de cariño que en ella me manifiestas, y cree que sé apreciar y dar su justo valor á todo lo que sale de tu corazón; quedo igualmente enterado de mi sentencia de no regresar á España; por lo que me das tu licencia para que viaje desde luego con mi familia á los Estados Pontificios, dándote aviso del punto á que me dirija, y del en que fije mi residencia.

A lo primero, te digo que me sujeto con gusto á la voluntad de Dios, que así lo dispone; en lo segundo, no puedo menos de hacerte presente que me parece bastante sacrificio el no volver á mi patria, para que se le añada el no poder vivir libremente en donde á uno más le convenga, para su tranquilidad, su salud y sus intereses. Aquí hemos sido recibidos con las mayores consideraciones y estamos muy buenos; aqui pudiéramos vivir perfectamente en paz y tranquilidad, pudiendo tú estar bien persuadido y sosegado de que así como he sabido cumplir con mis obligaciones en circunstancias muy criticas dentro del Reino, sabré del mismo modo cumplirlas en cualquier punto que me halle fuera de él, porque habiendo sido por efecto de una gracia muy especial de Dios, ésta nunca me puede faltar: sin embargo de todas estas reflexiones, estoy resuelto á hacer tu voluntad, y á disfrutar del favor que me haces de enviarme un buque de guerra dispuesto para conducirme; pero antes tengo que arreglarlo todo y tomar mis disposiciones para mis particulares intereses de Madrid, viéndome igualmente precisado á recurrir á tu bondad para que me concedas algunas cantidades de mis atrasos. Nada te pedí ni te hubiera pedido para un viaje que hacía por mi voluntad; pero éste varía enteramente de especie, y no podré ir adelante si no me concedes lo que te pido.

Resta el último punto, que es el de nuestro embarque en Lisboa. ¿Cómo quieres que nos metamos otra vez en un punto tan contagiado, y del que salimos por la epidemia? Dios, por su infinita misericordia, nos sacó libres; pero el volver, casi

sería tentar á Dios; estoy persuadido de que te convencerás, así como te sería del mayor dolor y sentimiento si por ir á aquel punto se contagiase cualquiera, é infestado el buque pereciésemos todos. Adiós, querido Fernando mio; cree que te ama de corazón, como siempre te ha amado y te amará éste tu más amante hermano. CARLOS.

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FERNANDO Á CARLOS.

Madrid, 20 de Mayo de 1833.

Mi muy querido hermano de mi vida, Carlos mío de mi corazón: He recibido tu carta del 13 y veo con mucho gusto que estás bueno, como igualmente tu mujer é hijos; nosotros continuamos buenos, gracias a Dios.

Vamos á hablar ahora del asunto que tenemos entre manos. Yo he respetado tu conciencia, y no he juzgado ni pronunciado sentencia alguna sobre tu conducta. La necesidad de que vivas fuera de España, es una medida de precaución tan conveniente para tu reposo como para la tranquilidad de mis pueblos, exigida por las más justas razones de política é inspirada por las leyes del Reino, que mandan alejar y extrañar los parientes del Rey que le estorbasen manifiestamente. No es un castigo que yo te impongo: es una consecuencia forzosa de la posición en que te has colocado.

Bien debes conocer que el objeto de esta disposición no se conseguiría, permaneciendo tú en la Peninsula. No es mi ánimo acusar tu conducta por lo pasado, ni recelar de ella en adelante; sobradas pruebas te he dado de mi confianza en tu fidelidad, á pesar de las inquietudes que de tiempo en tiempo se han suscitado, y en que tal vez se ha tomado tu nombre por divisa. A fines del año pasado se fijaron y esparcieron proclamas, excitando á un levantamiento para aclamarte por rey, aun viviendo yo; y aunque estoy cierto de que estos movimientos y provocaciones sediciosas se han hecho sin anuencia tuya, por más que no, hayas manifestado públicamente tu desaprobación, no puede dudarse de que tu presencia ó tu cercanía serían un incentivo para los díscolos, acostumbrados á abusar de tu nombre. Si se necesitasen pruebas de los inconvenientes de tu proximidad, bastaría ver que, al mismo tiempo de recibir yo tu primera carta, se han difundido en gran número, para alterar los ánimos, copias de ella y de la declaración que la acompaña, las cuales no se han sacado ciertamente del original que me enviaste. Si tú no has podido precaver la infidelidad de esta publicación, puedes conocer á lo menos la urgencia de alejar de mis pueblos cualquier origen de turbación, por más inocente que sea.

Señalando para tu residencia el bello país y el benigno clima de los Estados Pontificios, extraño que prefieras el Portugal como más conveniente á tu tranquilidad, cuando se halla combatido por una guerra encarnizada sobre su mismo suelo, y como favorable á tu salud, cuando padece una enfermedad cruel, cuyo contagio te hace recelar que perezca toda tu familia. En los dominios del Papa puedes atender como en Portugal á tus intereses. No te someto á leyes nuevas; los Infantes de España jamás han residido en parte alguna sin conocimiento y voluntad del Rey; tú sabes que ninguno de mis predecesores ha sido tan condescendiente como yo con sus hermanos.

Tampoco te obligo á volver á Lisboa, donde sólo parece que temes la enfermedad que se propaga por otros pueblos; puedes embarcarte en cualquier pueblo de la bahía, sin tocar en la población; puedes elegir algún otro de esas inmediaciones proporcionado para el embarque. El buque tiene las órdenes más estrechas de no comunicar con tierra, y debes estar más seguro de su tripulación que no había tenido contacto alguno con Lisboa, que de las personas que te rodean en Mafra. El comandante de la fragata tiene mis órdenes y fondos para hacer los preparativos convenientes á tu cómodo y decorado viaje; si no te satisfacen, se te proporcionarán por mano de Córdova los auxilios que hayas menester. Yo tomaré conocimiento y promoveré el pago de los atrasos que me dices, y en todo caso hallarás á tu arribo lo que necesitares. Me ofenderías si desconfiases de mí.

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Nada puede impedirte tu pronta partida, y yo confio que no retardarás más esta prueba de que es tan cierta como creo la resolución que manifiestas de hacer mi voluntad. Adiós, mi querido Carlos. Siempre conservas y conservarás el cariño de tu amantisimo hermano.-FERNANDO.

CARLOS Á FERNANDO.

Ramalhao, 27 de Mayo de 1833.

Mi muy querido hermano de mi vida, Fernando mio de mi corazón: Anteayer 25 recibí la tuya del 20, y tuve el consuelo de ver que no había novedad en tu salud, ni en la de Cristina y niñas. Nosotros estamos buenos, gracias á Dios por todo.

Voy á responderte á todos los puntos de que me hablas. Dices que has respetado mi conciencia; muchas gracias. Si yo no hiciese caso de ella y obrara contra ella, entonces sí que estaba mal y ten

dría que temer mucho y con fundamento. Que no has pronunciado sentencia contra mi conducta; sea lo que quieras; lo cierto es que se me carga con todo el peso de la ley, porque dices que es una consecuencia forzosa de la posición en que me he colocado; quien me ha colocado en esta posición es la divina Providencia, más bien que yo mismo.

No es tu ánimo acusar mi conducta por lo pasado, ni recelar de ella en adelante; tampoco á mi me acusa la conciencia por lo pasado y por lo de delante, aunque no sé lo que está por venir, sin embargo tengo entera confianza en ella, que me dirigirá bien como hasta aquí, y que yo seguiré sus sabios consejos. Mucho se me ha acusado, pero Dios por su infinita misericordia ha permitido que no tan solo no se haya probado nada, sino que todos los enredos que se han armado para meter cizaña entre nosotros y dividirnos, por sí mismo se han deshecho y han manifestado su falsedad. Sólo tengo un sentimiento que penetra mi corazón, y es que yo estaba tranquilo de que tú me conocías, y estabas tan seguro de mí y de mi constante amor, y ahora veo que no; mucho lo siento; en cuanto á las proclamas, no he desaprobado en público esos papeles porque no venía al caso, y creo haber hecho mucho favor á sus autores, tan enemigos tuyos como míos, y cuyo objeto era, como he dicho arriba, romper, ó cuando menos aflojar los vínculos de

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amor que nos han unido desde nuestros primeros años; y en cuanto á las copias de mi carta y declaración que se han difundido en gran número al momento, yo no puedo impedir la publicación de unos papeles que necesariamente han de pasar por tantas manos.

Te daré gusto y te obedeceré en todo; partiré lo más pronto que sea posible

para los Estados Pontificios, no por la belleza, delicias y atractivos del país, que para mi es cosa de muy poco, sino porque tú lo quieres, tú que eres mi Rey y Señor, á quien obedeceré en cuanto sea compatible con mi conciencia; pero ahora viene el Corpus, y pienso santificarlo lo mejor que pueda en Mafra; y no sé por qué te admiras de que yo prefiriese quedarme en Portugal, habiéndome probado tan bien su clima y á toda mi familia, y no siendo lo mismo viajar que estarse quieto. Yo no te dije que temiese el perecer yo y toda mi familia, sino que si nos ibamos á embarcar en Lisboa, podía cualquiera contagiarse al pasar por aquella atmósfera pestilencial, y después declararse en el buque donde podríamos perecer todos. Ahora, con tu permiso de podernos embarcar en cualquier otro punto, espero ver á Guruceta, que aún no se me ha presentado, para tratar con él. Té doy las gracias por las órdenes tan estrechas que has dado á la tripulación; es regular que asi las cumpla; pero mientras tanto el buque se está impregnando de los aires precisamente de Belem á donde está fondeado, y las personas que me han rodeado en Mafra, son las mismas que aquí y en todas partes, que son las de mi servidumbre.

Me parece que he respondido á todos los puntos en cuestión, y me viene à la memoria Mr. de Gorset. ¿No te parece que tiene bastante analogia? Esto te lo digo porque no siempre se ha de escribir serio, sino que entre col y col viene bien una lechuga. - Adiós, mi querido Fernando; da nuestras memorias á Cristina, recibelas de Maria Francisca, y cree que te ama de corazón tu más amante hermano.-M. CARLOS.

CARLOS Á FERNANDO.

Ramalhao, 28 de Mayo de 1833.

Mi muy querido hermano mio de mi corazón, Fernando mio de mi vida: Me alegraré que continúes sin la menor novedad en tu salud, y Cristina y niñas: nosotros estamos buenos gracias a Dios, y de viaje. El segundo motivo que tuvimos para pedirte permiso para este viaje, fué el de que Maria Francisca tuviese el gusto de volver á ver y abrazar á sus hermanos. El mismo deseo nos ha manifestado Miguel (el Rey de Portugal) siempre, diciéndonos que sentía tanto que las circunstancias no le permitiesen venir á vernos, pero que lo deseaba mucho. Nos hemos estado tranquilos, y más habiéndome manifestado Córdova que no era tu voluntad que fuésemos á Braga; pero habiendo recibido tu orden de ir á Roma me pareció muy justo despedirme de él, y hacerle ver mi sentimiento de no haber podido aprovecharme de esta ocasión de conocerle y abrazarle, y que ésta ya no volvería, y así que le deseaba todas las felicidades, y que le estaba muy agradecido de la buena acogida que habíamos encontrado en Portugal. A esto me ha contestado últimamente que, pues que nos íbamos, quería que antes de embarcarnos fuésemos á Coimbra, á donde tendríamos el gusto que tanto deseamos todos, y que para él seria el mayor sentimiento que habiéndonos estado nosotros tanto tiempo, nos fuésemos sin habernos visto. Ya ves que à una invitación como ésta, y siendo en Coimbra, hubiéramos sido muy groseros si no consentiamos gustosos, y estoy muy convencido de que, penetrado tú de estas razones, lejos de desaprobarlas, te hubiera disgustado que no lo hiciésemos, y así hoy vamos á Mafra, y mañana, Dios mediante, continuaremos.

Adiós, Fernando mio de mi corazón; memorias como siempre, y cree que te ama de corazón tu más amante hermano. M. CARLOS.

FERNANDO Á CARLOS.

Madrid, 1.° de Junio de 1833.

Hermano mio de mi corazón, Carlos mio de mis ojos: He recibido tu carta del 25, y me alegro infinito de ver que gozas completa salud, igualmente Maria Francisca y tus hijos; nosotros no tenemos novedad, gracias a Dios, con un calor

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