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de mandar fusilar noventa y seis sargentos prisioneros de la vencida división. España, Europa entera se horrorizó de tan monstruosa atrocidad. Valencia, Alicante, Murcia y otras poblaciones à quienes más de cerca amenazaba aquel azote de la humanidad, se sublevaron al grito horrible de represalias. Las autoridades del Gobierno tuvieron que aceptarlas, y por algún tiempo la guerra en aquellas provincias fué más bien una lucha de fieras que un combate de hombres. >>

En Galicia, Castilla y Andalucía continuó la campaña hasta el final del año 38 sin ocurrir nada notable, fuera de los excesos cometidos por las bandas de guerrilleros rebeldes, que se entregaban descaradamente al merodeo.

El padre Claret, nombrado por el Gobierno de Madrid obispo de la Habana, intentó, secundándole el cabildo catedral, hacer en Cuba un movimieto insurreccional á favor de Don Carlos. No consiguió su propósito. Realizáronlo en Melilla los carlistas alli confinados, y, después de apoderarse de la plaza y de su corta. guarnición, tuvieron que capitular ante las fuerzas liberales enviadas para reducirlos.

CAPÍTULO XXXIV

CONCLUSIÓN DE LA GUERRA

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I. Maroto y los consejeros de Don Carlos. - Segundas nupcias de éste con su cuñada la Princesa de Beira. Fusila Maroto á varios generales carlistas. Se le declara traidor á la causa. — Vuelve à la gracia de Don Carlos. — Nuevos triunfos de Espartero. — Nómbrasele Duque de la Victoria. Zurbano. - Narváez en la Mancha. - II. Consejo celebrado por varios generales carlistas en Zornoza. - Combates de Villarreal y Areta. - Sublevación de dos batallones navarros contra Maroto, alentada por Don Carlos. - Proclamas de Espartero y Maroto. -Su primera entrevista.- El Pretendiente, belicoso. - El ejército carlista quiere la paz. - Preliminares de ella en Оñate. - Convenio de Vergara. Abrázanse Maroto y Espartero. — Retirase à Francia Don Carlos. - Asesinatos de González Moreno y del Conde de España. - III. Aragón y el Maestrazgo. — O'Donnell en Lucena.- Espartero en Aragón. — Acciones de Segura y otras ganadas por los liberales. - Capitulación de Morella. — Cabrera se retira à Francia. — Fin de la guerra civil.

I

Dejamos en el capitulo anterior à Maroto otra vez en el real de Don Carlos como general en jefe de sus tropas. Enérgico y activo, dispuso desde luego medidas que restableciesen el equilibrio de la guerra en condiciones ventajosas para los carlistas, y entre ellas la de fortificar diferentes pueblos y montañas para prevenir cualquier ataque del ejército liberal. Juzgó conveniente la concesión de mandos á los antiguos jefes Conde de Negri, Villarreal y La Torre y pidió que se los destinase á sus órdenes, así como que se reconcentraran las columnas dispersas en las provincias Vascongadas, á fin de fortalecer su acción.

Todas estas providencias y peticiones eran acogidas con marcado disgusto por la camarilla de Don Carlos, á la que molestaba el predominio de los militares, como si ellos no fuesen los que hubieran de dictar la ley, tratándose de una causa fiada exclusivamente al imperio de las armas. Aquellos fanáticos cortesanos pasaban el tiempo en destruir la reputación de sus propios generales, considerando sólo aptos á los que mejor cumplían los deberes religiosos.

Vino á dar fuerza al partido de los intransigentes el casamiento de Don Carlos, en segundas nupcias, con su cuñada Doña Teresa, Princesa de Beira. Era una mujer tan beata como altiva, y en su deseo de participar de los honores

reales, trasladóse desde Salzburgo (Austria) al campamento de los carlistas. Apreciaron éstos con criterio distinto tal matrimonio, que no reportó ninguna conveniencia á la causa, y, por el contrario, hizo multiplicar los cuidados y gastos que exigía el mantenimiento de la fantástica Corte rebelde.

Menudeaban las intrigas de los apostólicos contra Maroto, consiguiendo hacer entrar en ellas á varios generales que se le manifestaron hostiles. Avisó á éstos, Maroto, que cesasen en sus maquinaciones, pues

de otra suerte les castigaría como sediciosos é insubordinados; mas la conjuración continuó, alentada por la camarilla. Maroto, entonces, para sostener el prestigio del partido militar y hasta para defender su vida amenazada, prendió á los generales Sanz, Guergué y García, al brigadier Carmona y al intendente Uriz, haciéndoles pasar por las armas en Estella el dia 7 de Febrero de 1839. Puso en conocimiento del Pretendiente lo sucedido, explicándole en una larga exposición, que hizo imprimir, las causas que á ello le movieran, y hablándole de los gérmenes de discordia que se abrigaban y sostenían por personajes de la Corte real. Contestósele con este ma"nifiesto:

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Maroto.

« Voluntarios, fieles vascongados y navarros: El general don Rafael Maroto, abusando del modo más pérfido é indigno de la confianza y la bondad con que le había distinguido, á pesar de su anterior conducta, acaba de convertir las armas que le había encargado para batir á los enemigos del Trono y del Altar, contra vosotros mismos. Fascinando y engañando á los pueblos con groseras calumnias, alarmando, excitando hasta con impresos sediciosos y llenos de falsedades, á la insubordinación y á la anarquía, ha fusilado sin preceder formación de causa á generales cubiertos de gloria en esta lucha, y de servicios y fidelidad acendrada, sumiendo mi paternal corazón en la amargura. Para lograrlo, ha supuesto que obraba con mi real aprobación: sólo así podría haber encontrado entre vosotros quien le obedeciese. Ni la ha solicitado, ni jamás la concederé para arbitrariedades y crímenes. Conocéis mis principios, sabéis mis incesantes desvelos por vuestro bienestar y por acelerar el término de los males que nos afligen.

> Maroto ha hollado el respeto debido á mi soberanía y los más sagrados deberes, para sacrificar alevosamente á los que ponen un dique insuperable á la revolución usurpadora, para exponernos á ser víctimas del enemigo y de sus tramas. Separado ya del mando del ejército, le declaro traidor, como á otro.cualquiera que después de esta declaración, á que quiero se dé la mayor publicidad,

le auxilie ú obedezca; los jefes y autoridades de todas clases, cualquiera de vosotros, está autorizado para tratarle como tal, si no se presenta inmediatamente á responder ante la ley.

»He dictado las medidas que las circunstancias exigen para frustrar este nuevo esfuerzo de la revolución, que abatida, impotente, próxima á sucumbir, sólo en él podría cifrar su esperanza: para ejecutarlas cuento con mi heroico ejército y con la lealtad de mis amados pueblos, bien seguro de que ni uno solo de vosotros al oir mi voz, al saber mi voluntad, se mostrará indigno de este suelo, de la justa y sagrada causa que defendemos, de las filas en que me glorío de marchar el primero, para salvar el Trono, con el auxilio de Dios, de todos sus enemigos, ó perecer, si preciso fuese, entre vosotros.

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» Real de Vergara, 21 de Febrero de 1839. CARLOS. »

En vez de acobardarse Maroto ante estas amenazas, reunió á las tropas é hizo que se las leyese el manifiesto. Terminada la lectura, exclamó:

» ¡Soldados! Aqui me tenéis; yo soy ese hombre que se os manda asesinar; haced todos y cada uno de vosotros lo que mejor os parezca. A nadie quiero comprometer en causa que me es personal; franco tenéis el camino.» Con vivas á Maroto fueron acogidas sus últimas palabras, gritos que iniciaron los generales Conde de Negri y Silvestre, arrastrando con su entusiasmo á las tropas.

Seguido de ellas dirigióse el general en jefe al cuartel real, pero Don Carlos transigió antes de verle, consintiendo que abandonasen su corte hasta treinte y siete personas de las indicadas por Maroto como causantes de la situación á que se había llegado. Unas, como el obispo de León, don Basilio García, don José Uranga, fray Ignacio Larraga y don José Arias Tejeiro, fueron conducidas á Francia con una escolta por el general Urbiztondo; otras, entre ellas el auditor Pereda, el cura Echevarría y don Nicanor Lavandero, desaparecieron antes de ser reducidas á prisión.

El resultado de este triunfo de Maroto, fué que el diario oficial de Don Carlos publicase, tres días después de la anterior alocución, el documento que sigue:

« Excmo. Señor.-El Rey nuestro Señor se ha servido dirigirme con esta fecha el Real decreto siguiente:

» Animado constantemente de los principios de justicia y rectitud que he consignado en el ejercicio de todos los actos de mi soberanía, no he podido dejar de ser altamente sorprendido cuando con nuevos antecedentes y leales informes he visto y conocido que el teniente general, jefe de Estado Mayor, don Rafael Maroto, ha obrado con la plenitud de sus atribuciones y guiado por los sentimientos de amor y fidelidad que tiene tan acreditados en favor de mi justa causa; estoy ciertamente penetrado de que siniestras miras, fundadas en equivocados conceptos, cuando no hayan nacido de una criminal malicia, si pudieran ofrecer á mi regia confianza hechos exagerados y traducidos con nociva intención, no debo permitir corran por más tiempo sin la reparación debida á su honor mancillado; y aprobando las providencias que ha adoptado dicho general, quiero continúe

como antes á la cabeza de mi valiente ejército, esperando de su acendrada lealtad y patriotismo, que si bien ha podido resentirle una declaración ofensiva, ésta debe terminar sus efectos con la seguridad de haber recobrado aquél mi real gracia, y la reivindicación de su reputación injuriada; asimismo quiero se recojan y quemen todos los ejemplares del manifiesto publicado, y que en su lugar se imprima y circule ésta mi expresa soberana voluntad, dándose por orden en la general del ejército, y leyéndose por tres días consecutivos al frente de los batallones. Tendréislo entendido y lo comunicaréis á quien corresponda. - Está rubricado de la real mano.

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> De real orden lo traslado á V. E. para su inteligencia, satisfacción y demás efectos consiguientes. - Dios guarde à V. E. muchos años. - Real de Villafranca á 24 de Febrero de 1839. LUIS GARCIA PUENTE. Señor jefe del E. M. G. del ejército.»

Al propio tiempo se ponía en libertad á los generales Gómez, Elio y Zariátegui y al brigadier Cabañas, confiriéndoles nuevamente sus antiguos mandos. Aprovechando Espartero el efecto causado por los fusilamientos de Estella en las tropas carlistas, y para impedir que éstas saliesen del centro de sus operaciones, comenzó otras que terminaron ganándoles las posiciones de Ramales y el fuerte de Guardamino, quedando prisionera su guarnición. También fué señalado el triunfo obtenido entonces por el general León, apoderándose nuevamente de los formidables reductos de Belascoain, para lo que vadeó el Arga al frente de sus soldados con el agua al pecho, arrostrando el mortifero fuego de los rebeldes. Tan brillantes acciones hubieron de llamar la atención del País, y la Reina otorgó en premio á ellas la grandeza de España con el título de Duque de la Victoria á Espartero, y el de Conde de Belascoain á León.

Eficaz fué la intervención del valiente guerrillero Martin Zurbano en estas operaciones. Recibió el encargo de vigilar las li

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Elio.

neas carlistas en los límites de Rioja y Álava, y, llevado de su habitual ardimiento, no sólo impidió la reunión de las fuerzas del enemigo, sino que derrotó á una partida numerosa en Gamarra. El Gobierno le recompensó con la cruz de comendador de Isabel la Católica.

Gran notoriedad alcanzó antes de los sucesos que acabamos de referir, el general Narváez, organizando el ejército de reserva de Andalucía, y pacificando

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