Imagens das páginas
PDF
ePub

de 1881 hasta 19 de Febrero de 1886 los generales Prendergast (1), Castillo y Fajardo (2).

Durante el mando de estos generales, continuaron en Cuba los mismos abusos de siempre, y los partidarios de la independencia de aquel país laboraron más que nunca. Contaron en los puertos americanos más próximos á Cuba con órganos en la prensa que propagaban sin cesar sus ideales. (El Yara, El Separatista, que cambió luego su título por el de La República, El Avisador cubano, etc., etc.) Máximo Gómez, Maceo, Crombet, el Doctor J. Luis y sobre éstos y otros el inteligente é infatigable José Martí, conspiraban sin cesar.

Creyó, como tantas otras veces, en ésta el Gobierno de Madrid, hallar remedio en la substitución del capitán general de Cuba y nombró á Calleja.

El mal, sin embargo, no podía con esto solo ni aliviarse.

Lo prometido por la paz del Zanjón seguía incumplido.

En otros órdenes no pasaba tampoco el Gobierno de buenas palabras.

Yo deseo lo mismo que usted, escribía una vez el ministro de Ultramar, don Victor Balaguer á Calleja, restablecer la moralidad en Aduanas y en todos los ramos. He escrito á usted, y vuelvo à escribirle que, sin consideración de ningu na clase, se suspenda, se forme expediente ó se mande á los tribunales al que falte, sea quien sea, y recomiendelo quien lo recomiende. No debe haber consideración de ninguna clase.

Es posible, téngalo usted en cuenta, que el Ministro, por obedecer á altos compromisos políticos, y por evitar conflictos en un momento dado, se vea precisado á nombrar á alguien cuyos antecedentes no conozca. Pero ahí está usted, que los conoce, para obrar como corresponda.

Yo tengo gran confianza en usted, y le secundaré. Usted debe tenerla en mí y secundarme.»

A poco descubrióse un fraude importante en las oficinas de la Junta de la Deuda. El general hizo nombrar una Comisión investigadora. Comprobó esta Comisión la falsedad de algunos expedientes, que representaban un fraude de más de un millón de pesos en obligaciones de anualidades y otros desfalcos. En vano se quiso castigar á los culpables. Impidiéronlo la influencia y recomendaciones de personajes de Madrid (3).

Nada de particular tiene que al bandolerismo de arriba siguiese el bandolerismo de abajo.

Grave la situación económica de Cuba, el bandolerismo que recorría sus campos, no era por un lado sino la consecuencia del mal ejemplo y del malestar general, y por otro y en muchos casos una forma de protesta y un toque de alarma que no todos los habitantes miraban con odio.

(1) Cesó en 28 de Julio de 1883.

(2) Nombrado en 20 de Octubre de 1884.

(3) Ortega Rubio.-Obra citada.

TOMO VII

El partido separatista tenía su cerebro en Martí.

José Martí había nacido en la Habana el 28 de Enero de 1853. En 1869 sufrió ya persecuciones por agitador. Deportado á España, estudió en Madrid y Zaragoza las carreras de Derecho y Filosofía y Letras.

De España pasó á Méjico y Guatemala. Desempeñó en este último punto una cátedra de Literatura. Volvió á su patria después de la paz del Zanjón, y tanto llamaron la atención sus propagandas, que volvió á ser desterrado á España en 1879. Logró huir y no tardó en crear el partido Revolucionario Cubano, proclamado en los clubs de New Yorck y la Florida con entusiasmo delirante. Propósitos de este partido eran:

<1.o Unir en un esfuerzo continuo y común la acción de todos los cubanos residentes en el extranjero.

2. Fomentar relaciones sinceras entre los factores históricos y políticos de dentro y fuera de la isla que puedan contribuir al triunfo rápido de la guerra, y á la mayor fuerza y eficacia de las instituciones que después de ella se funden y deban ir en germen en ella.

3.o Propagar en Cuba el conocimiento del ejército y los métodos de la revolución y congregar á los habitantes de la isla, en un ánimo favorable á su victoria, por medios que no pongan innecesariamente en peligro las vidas cubanas. 4.o Allegar fondos de acción para la realización de su programa, á la vez que abrir recursos continuos y numerosos para la guerra.

5. Establecer discretamente con los pueblos amigos relaciones que tiendan á acelerar, con la menor sangre y sacrificios posibles, el éxito de la guerra y la nueva República indispensable al equilibrio americano.

6. El partido republicano cubano se regirá conforme á los estatutos secretos que acuerden las organizaciones que lo formen.»

Viajó Martí constantemente y puede asegurarse de él que consagró todas las energías de su existencia á la causa de la libertad de su patria.

La Florida, Santo Domingo, Costa Rica fueron visitados por él con inusitada frecuencia, y siempre con el mismo fin de aunar voluntades, de reunir elementos para la guerra.

Característica de la política de Martí es su propósito firmísimo de que la República cubana no perdiese en momento alguno su condición de pueblo eminentemente latino. Por eso temió siempre la intervención de los Estados Unidos y procuró desviarla. Desconfiaba Martí de los Estados Unidos. Acaso no era este recelo mismo una nueva manifestación de lo acendrado de su patriotismo.

Meditaba tal vez, dice Ortega Rubio, que iniciado el movimiento revolucionario, las Repúblicas sudamericanas, invocando los intereses de raza, de lengua y de civilización, mediasen en el asunto y lograsen poner término á la guerra, con la independencia de Cuba, pero con ventajosas condiciones para España. »

La muerte de Martí, según más adelante verá el lector, no le consintió asistir al coronamiento de su obra.

Débele Cuba gratitud eterna, como el más abnegado de sus hijos.

No ha mucho hizo de Martí un notable periodista español, Julio Burell, tan tierna semblanza, que nos ha de agradecer quien nos lea su reproducción:

¡Cuántos años ha!... Era yo casi un niño, y ellos comenzaban á ser jóvenes; conocidos en distintas fechas y en sitios diferentes; al uno en la ahumada biblioteca del viejo Ateneo, al otro en un salón exótico de la calle del Saúco. El uno era un endeble muchacho, callado, obscuro, no discutía con nadie ni de nada; acababa de estudiar la carrera de Derecho en Sevilla y Zaragoza, é indemniza. base de la mala prosa académica, leyendo

horas y horas à Santa Teresa, á Rivade. neyra, á Cervantes, à Calderón, á Quevedo...

-¿Usted es cubano?-le pregunté una

[graphic]

noche.

-Cubano, sí, señor.

>Y hablamos de la guerra, en aquellos días terminada por la paz del Zanjón. Enredadas las palabras, fueron saliendo los pen. samientos. Su expresión era pausada; débil la voz; los ojos, de mirar tranquilo y profundo. Sin levantar la voz, pero muy bri. llantes los ojos, díjome con firmeza:

-Sí, soy separatista...

Y me habló de su alma española, de su nombre español, de sus gustos españoles, de su amor por aquellos libros que en la destartalada biblioteca infundían en su espíritu

José Marti.

el espíritu de España. Pero España está aquí y España no está en Cuba. Alli, yo, que entre ustedes soy un igual, un compañero y un amigo, no seré sino un extranjero: viviré en tutela, sometido, sospechado; con todas las puertas cerradas á mi derecho, si pido justicia; á mi ambición, si legítimamente quiero ser ambicioso...» Quien así me hablara llamábase José Martí, y pasó por el Ateneo sin dejar recuerdo ni huella.

>Muchos años después yo preguntaba por él á los jóvenes diputados autonomistas de Cuba: á Montoro, á Figueroa, á Giberga, á Zambrana. Sonreían con indulgencia. ¡Bah! Marchó de Cuba. No tenía fuerza... Quiso ser diputado... No le hicieron caso... Y allí en Nueva York publica una hoja separatista... Pero el separatismo es una extravagancia... El pobre Martí es hombre muerto...>

>Transcurrieron más años. El pobre Martí funda clubs insurrectos en todo el territorio de la Unión americana; escribe la Constitución para Cuba; organiza las Cajas de la Revolución; envía las primeras expediciones à la manigua, y cuando desembarca y muere en Dos Ríos, ¡qué de cosas van á ser enterradas con su cadáver!

[ocr errors]
[ocr errors]

• Aquel muchacho endeble y oscuro, que, hablando en voz baja y con la mirada intensa y brillante, exclama en los pasillos del Ateneo: ¡Soy separatista!,» representa para España un ejército de doscientos mil hombres destrozado, dos escuadras destruídas, dos mil millones arrojados á los cuatro vientos, la pérdida de un imperio colonial, el cruento calvario de París; todo lo que hoy nos llega al alma; todo lo que unos y otros ya lloramos como catástrofe, ya lloramos como vergüenza..

Se explica que la opinión cubana se dividiera entre los dos extremos: el partido de unión constitucional y el revolucionario, el español y el separatista, y que á la hora en que pudo con franqueza dibujarse el segundo, el autonomista, no representase sino un término medio, una solución ecléctica que á la altura á que habían llegado las cosas no satisfaciera ni á unos ni á otros.

El partido incondicional español tuvo en sus manos la clave del problema. El partido autonomista hubiera sido el disolvente de las dos contrarias tendencias, si España se hubiese puesto decididamente á su lado. Pero no se sabía ver aquí toda la gravedad del mal y se juzgó patriotismo lo que no era en el fondo sino egoísta defensa de bastardos intereses.

El partido de unión ó español incondicional no aceptó el cable que le tendía el autonomista, y los cubanos no tuvieron donde escoger. El revolucionario, el separatista, colmaba todas sus aspiraciones: con él había de estar el corazón de Cuba.

El partido autonomista vino tarde, porque no se le dejó nacer antes, porque fué preciso el término separatismo para que pareciese tolerable el título de autonomista.

Capitaneaban el autonomismo, entre otros, Montoro, Saladrigas, Figuerola y Leyva. En la Península representaba el ideal autonomista don Rafael María de Labra. Querían los autonomistas:

1.° Los derechos individuales. 2.° Admisión á todos los cargos públicos. 3.° Separación del mando civil del militar. 4.o Las mismas leyes para Cuba y Puerto Rico que para la Península, con las modificaciones que fuesen necesarias, atendiendo á los intereses locales; pero siempre en sentido descentralizador. 5.o Supresión de los derechos de Aduanas.

Por su parte, el de Unión constitucional se limitaba á escribir en su programa: 1.o La aplicación íntegra de la Constitución española á las provincias de Cuba. 2.o La posible y racional asimilación de las leyes orgánicas de la Península. 8.o Ingreso de los insulares en los cargos públicos. 4.° Ley de responsabilidad judicial. 5.o Supresión de los derechos de exportación. 6.o Celebración de tratados de comercio. 7.° Represión de la vagancia. 8.o La reforma arancelaria cuando lo permitiera el estado del Tesoro.

Era defensor de este partido en la Península, don Francisco Romero Robledo. Presentó, en Marzo, el general Calleja su dimisión, y fué en Julio de aquel año de 1887 substituído por el general Marín.

A medio año llegó apenas el gobierno de Marín. Durante él declaró el estado de guerra en las zonas de las provincias de la Habana, Pinar del Río, Matanzas y Santa Clara, lo que fué, en realidad, echar leña al fuego.

Es verdad que los revolucionarios, á despecho de importantes desprendimientos que en la época de Calleja experimentaron, como los de Julio Sanguily, Pedro Torres, Zambrana y Flor Crombet, trabajaban en el exterior más que en el interior, con entusiasmo y perseverancia, ya celebrando Juntas, como la presidida por Estrada Palma en Nueva York el 10 de Octubre, ya constituyendo clubs que atrajesen recursos á su causa; pero aún hubiera sido tiempo de conjurar la tormenta, si hubiese habido en Madrid y

[graphic]

en el elemento español de Cuba serenidad y buen juicio.

El 12 de Febrero de 1889 realizó Salamanca su deseo de ser nombrado capitán general de la isla de Cuba.

Esta movilidad de capitanes generales demuestra por sí sola que carecía la Metrópoli de todo pensamiento con. creto respecto á sus intereses en la Isla.

No pudo Salamanca desarrollar grandes iniciativas. Sobre que se hallaba muy quebrantada su salud, se le combatía en Madrid demasiado.

Murió el 6 de Febrero de 1890.

En Octubre anterior, el 10, como todos los años, celebraron los revolucionarios un meeting conmemorativo

Estrada Palma.

del aniversario del levantamiento de Yara. Realizóse el acto en el salón Hardman de Nueva York y anunciaron en sus discursos próximos trastornos, Martí, Estrada Palma y Quesada.

Tras Salamanca fué al mando superior de Cuba el general Chinchilla.

Chinchilla duró de Febrero á Agosto. Durante su breve gobierno es de registrar como suceso más culminante el disgusto que produjo à Maceo, con quien el general tuvo en Abril una entrevista, la negativa del nuevo jefe supremo de la Isla á cumplir ofertas que su antecesor Salamanca había hecho al jefe revolucionario.

En substitución de Chinchilla fué à Cuba Polavieja. En Cuba permaneció este general más de año y medio. Su primera providencia, al desembarcar en Santiago de Cuba, fué telegrafiar al gobernador para que ordenase à Maceo salir de la Isla, poniendo á su disposición un barco de guerra.

Despechado Maceo por la conducta de Chinchilla, se había propuesto dispo

« AnteriorContinuar »