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descontento é incompleto pelea de mal grado en una guerra contra la libertad, y cuyo tesoro no puede ya obligar, como hace veinticinco años, á la isla insuficien te ya para sus cargas ordinarias, ni acudir al español acaudalado que ya niega hoy á la guerra la fortuna que puso en salvo en la Metrópoli, ni echarse, como en 1868, sobre los bienes de los cubanos, ricos entonces y hoy empobrecidos. En Cuba hay población española y población cubana. De la población española es ya muerto por el despego de sus compatriotas liberales y acriollados, al sistema de odio y castigo, el elemento que, preso por su riqueza en la súbita revolución de Yara, aprovechó para las masas hoy menores de voluntarios, el encono de los españoles ínfimos contra el criollo que los miraba de señor.

Y en aquellas mismas masas, ese enojo social, base secreta de la ferocidad política, se ha amenguado, si no desaparecido, con el sufrimiento común bajo la tiranía de cubanos y españoles. De esa clase misma, mucha ha engranado ya en el corazón de Cuba, con la mujer y los hijos, y algún bienestar; y esos cuba. nos de adopción, si por temor injusto vuelven aún los ojos al Norte, como buscando amparo á las represalias, que no ocurrirán jamás, de la República de Cuba, ya no los vuelven, arrepentidos y avergonzados, al arma que habrían de poner contra el pecho de sus hijos. Los cubanos, en presencia de la guerra, se inclinan conforme la ley general de la naturaleza humana, que conduce á los hombres generosos, cultos é incultos, del lado del sacrificio, que es el más puro goce de la humanidad, y retiene á los egoístas, que son las rémoras del mundo, del lado de los sacrificadores. Los nombres políticos son nuevas vestiduras de esta condición en que se apartan los hombres; y el triunfo de las religiones y de las repúblicas, que llevan en su piedad humana mucho del fuego religioso, enseña que el impetu tenaz de los desconsolados, y el juicio previsor que aprovecha esta fuerza que de otro modo acaso se desviaría pueden siempre más que el asco de pudibundo á las llagas del pobre, y el apego de los hombres sedentarios á las sandalias del hogar y á las prebendas de la vida. Ni el cubano negro, que en su propia cultura y la amistad del blanco justo halla alivio al apartamiento social que no divide más á blancos y á negros, que en los pueblos viejos de la tierra dividió á nobles y villanos, sólo se alzará contra quien le suponga capaz de atentar, por la cólera que revelaría inferioridad verdadera, contra la paz de su patria.

La sublime emancipación de los esclavos por sus amos cubanos, borró, sobre la tierra fecundada por la muerte hermana de criados y dueños, el odio todo de la esclavitud. Es honor singular del pueblo de Cuba, del que ha de pedirse respetuo so reconocimiento, el que, sin lisonja demagógica ni precipitada mezcla de los diversos grados de cultura, presenta hoy al observador un liberto más culto, y exento de rencor, que el de ningún otro pueblo de la tierra. El campesino negro, más cercano á la libertad, vuela á su rifle, con el que jamás en diez años de gue rra hirió á la ley, y sólo se le advierte el jubiloso amor con que saluda, y la ternura con que mira al hombre de tez de amo que marcha á su lado, ó detrás de él, defendiendo la libertad. De la justicia no tienen nada que temer los pueblos, sino de los que se resisten á ejercerla. El crimen de la esclavitud debe purgarse, por lo menos, con la penitencia harto suave de alguna mortificación social. Desde los libres campos cubanos, al borde de la fosa donde enterramos juntos al héroe blanco y al negro, proclamamos que es difícil respirar en la humanidad aire más sano de culpa y vigoroso que el que con espíritu de reverencia rodea á negros y blancos en el camino que del mérito común lleva al cariño y á la paz.

Con el poder de estas justicias; con la fuerza de indignación del hijo de Cuba bajo las vejaciones y gravámenes con que la diezmó España en la guerra de independencia, y le negó la más insignificante mejora en diecisiete años de política inútil de espera, y con la responsabilidad del deber de Cuba en el trabajo de liga y acción á que en la junta de los océanos se preparan los pueblos del orbe, han vuelto los cubanos, de un cabo á otro de su tierra, á demandar á la última razón de las armas, sin odio contra su opresor, y por los métodos estrictos de la guerra culta, el puesto de república que permitirá al hijo de Cuba el empleo de su carác ter y aptitud y el derecho de abrir su tierra cegada, al trato pleno con las naciones á que la acercó la naturaleza y la atrae la capacidad común, y en el cubano á nadie superior, para la altivez y el orden de la libertad.

Plenamente conocedor de sus obligaciones con América y con el mundo, el

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pueblo de Cuba sangra hoy á la bala española, por la empresa de abrir á los tres continentes en una tierra de hombres, la república independiente que ha de ofrecer casa amiga y comercio libre al género humano.

A los pueblos de la América española no pedimos aquí ayuda, porque firmará su deshonra aquel que nos la niegue. Al pueblo de los Estados Unidos mostramos en silencio, para que haga lo que deba, estas legiones de hombres que pelean por lo que pelearon ellos ayer, y marchan sin ayuda á la conquista de la libertad que ha de abrir á los Estados Unidos la Isla que hoy les cierra el interés español. Y al mundo preguntamos, seguros de la respuesta, si el sacrificio de un pueblo generoso, que se inmola por abrirse á él, hallará indiferente ó impía á la humanidad por quien se hace.

En demostración de los altos fines y de los métodos cultos de la guerra de independencia de Cuba y en testimonio de singular gratitud á The New York He rald, suscriben aquí, como representantes electos, y hasta hoy vigentes de la revolución, el Delegado del Partido Revolucionario Cubano y el General en Jefe del Ejército Libertador, en Guantánamo, á 2 de Mayo de 1895.- El Delegado, JOSÉ MARTÍ.- El General en Jefe, MÁXIMO GÓMEZ.

IV

En una carta que con fecha 8 de Julio de 1895 dirigió Martínez Campos á don Tomás Castellano, ministro de Ultramar, se hallan los siguientes párrafos:

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Mi carácter, que siempre ha pecado de sincero (defecto que conozco y no puedo remediar) me ha llevado, me lleva y me llevará á decirles á ustedes en mis cartas mis impresiones y en un asunto tan largo, tan complicado, tan vario, en que sobre mí pesan tantas responsabilidades, en que no puedo despojarme de las alternativas de esperanza y descontento, nunca de desesperación ¿qué extraño es que trasmita á usted estas impresiones? Lean ustedes todas mis cartas, todos mis oficios; en ello notarán ustedes que mi voluntad no decae, que mi ánimo es el mismo, que la característica de mis escritos es siempre la de que la insurrección era grave, la de que podía agravarse si se yerificaban tales ó cuales hechos. Desde que presumí que Máximo Gómez podía ir á Oriente, ¿no empecé á manifestar mis temores? ¿No decía que sería como duplicar la fuerza de la guerra ó al menos dividir mis medios? Tenía esperanzas de evitarlo, pero añadía si quiere pasar, pasará, › y al hacer esta afirmación me fundaba en la experiencia que tenía de la otra guerra y en el conocimiento de los medios de Gómez: las esperanzas de evitarlo estaban en el telégrafo; pero éste fué cortado por todas partes, y mis órdenes y mis avisos no llegaron, y aquellos escuadrones que yo ansiaba ver llegar y cuyas singladuras contaba como hacen los niños cuando se acercan las vacaciones, llegaron seis después. ¿Por culpa de alguien? Sí, por la mía, que he visto el peligro antes de estallar, antes de venir yo, lo he confirmado en mi primer telegrama diciendo: Insurrección aumenta, lo he confirmado en mi segundo telegrama de resumen: «Insurrección sigue aumentando. >

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Sin el pase de Gómez al Principe, que confesé y confieso fué un fracaso para mí, esos cinco batallones que he enviado al Príncipe; los cuatro á las Villas y los diez escuadrones metidos en Bayamo y Cuba y operándose como se opera, y dirigiéndolos yo sin tener que atender al Príncipe y á las Villas, hubieran reducido á bandolerismo tal vez las partidas de Oriente. No me importa la insurrección potente bien armada en zonas sin gran riqueza, no porque admitiría entonces combate y sería vencida aun con inferioridad numérica nuestra: lo que me asus ta, lo que me aniquila, es la extensión que ocupa, es la riqueza que hay que guardar y que por su especialidad, por su diseminación, no se guarda nunca bien y es uno débil en todas partes.

¿No indicaba yo que la entrada de Gómez en el Príncipe llamaría á Sánchez, Roloff, y otros á las Villas y Pinar del Rio?

¿No decía yo que los Estados Unidos y otras repúblicas los dejarían venir á pesar de las protestas diplomáticas?

¿No decía yo que desembarcarían cuando quisieran?

Pues bien; mis esperanzas eran, y así lo he expresado, condicionales si no se desarrollaban estos sucesos; mis optimismos tenían esté fundamento; mis pesi. mismos no son de presente, son de porvenir; no son de ahora, arrancan del 69: lo que siento ahora no es pesimismo; España es fuerte, y sobre todo, tiene al frente de su gobierno al hombre que reune en más grado que otro alguno, la elevación de miras, el convencimiento de su posición, la fortaleza que da al talento y amor á su patria; con estos elementos se triunfa siempre si sucesos internacionales no entran en el problema. No siento pesimismo; siento honda tristeza por la sangre que se derrama, por los tesoros que se gastan, que por las dos causas España saldrá airosa, pero exangüe y empobrecida.

Siento remordimiento por no haberme atrevido à decir al mes, vengan 50,000 hombres más y vengan en seguida.

El mal es grande, la guerra es más grave que el 76, el país nos es más hostil, el sentimiento español, aunque va reviviendo, se ha gastado en las luchas políticas; dos años de período constituyente,

de falta del principio de autoridad, de propaganda en la prensa, de conjuración pública y secreta, de entrada de armas, de discusión de tributos y de licencia por todos lados han agigantado el mal; pero no es irremediable: costará hombres, dinero y tiempo, pero se vencerá ¿Por mi dirección? No; por los esfuerzos del gobierno, por la bondad del soldado, por la política de atracción sin debilidad. Sobre este último punto, como estoy en día de confesión, tengo dudas. ¿Es mejor la política de represión, la ley de sospe chosos, los fusilamientos en consejo de guerra con media prueba, como sucedía antes de los delitos de rebelión? No lo sé; no soy voto; sólo aseguro que esa política no la hago yo, tengo conciencia y sólo el convencimiento de salvar á mi patria, me haría tal vez saltar por encima de mis principios cristianos.

No tengo rozamiento absoluto con nadie, los reformistas muerden algo, pero tan poco, que les estoy agradecido.

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Cabecilla Serafín Sánchez.

Los autonomistas me parecen retraí. dos. ¿Es que están avergonzados de su fracaso? No lo sé, sabe usted que lo preveía cuando le escribí á usted que me agradaban, pero que no sabía cuándo se quedarían sin fuerzas, probablemente no confesarán su decepción, sino que habrán inventado algún motivo de queja contra usted ó contra mí. Ya volverán cuando sea tiempo.

V

Carta del 19 de Julio de 1895.

Como piensa usted lo mismo que yo sobre aplicación del crédito ordinario y extraordinario de guerra, aclarada ya la cuestión, no hay nada que contestar; es cuestión de contabilidad civil, no es de los cuerpos, y me parece justa y arreglada á los buenos principios.

Me han interrumpido, entre otros, el señor obispo, que ha estado cariñosísimo

Томо VII

18

conmigo, y la junta del partido reformista, que me ha venido á felicitar por el hecho ¡¡GLORIOSO!! de Peralejo con discursos que, ¡hasta allá! y á pedirme lo que usted en nombre del Gobierno me ordena, me parece que excediéndose de sus facultades, aunque sea por cariño á mí; me han venido á pedir que no me expon. ga, y la verdad es que yo estaba equivocado; creía que no me debía exponer, y ahora me he convencido de lo contrario; he ganado más en un día que en cuatro meses de trabajo ímprobo, y corriendo otros peligros obscuros; pero tranquilicese usted y el Gobierno: con las lluvias que ya han empezado en grande escala no es posible moverse, ahora en Octubre; cuando tenga las fuerzas situadas, iré á todas partes con tropa, es decir, iré á los puntos de peligro á dar ejemplo, á animar al soldado, á ver lo que puedo exigir al jefe; fío en mi estrella, y si caigo, ya no me malogro.

Todo lo que crea que debo hacer para adelantar la conclusión de la guerra lo haré; doblemente cuando dejo en la Habana á un general de la lealtad, del mérito y de la serenidad de Arderius, al cual procuraré ascender á su debido tiem. po, porque si ascendí á Jovellar ¿qué no debo hacer por él que me da la tranqui lidad de poderme ausentar y que no hace lo que él quiere, sino lo que yo haría? Conque, amigo, no tuerzan ustedes el gesto porque me es igual, y este asunto es de la única y exclusiva competencia del general en jefe.

Pierda usted cuidado, seré más benévolo con los autonomistas que con los demás; ahora necesitan favor; cuando se pacifique la Isla, volverán á recobrar las masas escarmentadas, y como ellos lo están también, nos ayudarán hasta que venga la otra.

Es exacto el juicio que usted ha formado de la nota que me entregaron y le envié à usted; hay algunas cosas que hay que hacer desde luego; otras con el tiempo y despacio, y otras que con el actual orden de cosas no se puede conceder; creo que hice alguna que otra anotación; pero ya tengo confusión sobre las pretensiones.

Más adelante, cuando otras cosas no me preocupen, volveré sobre reformistas y constitucionales; hoy no es tiempo. Pulido, contra lo que auguraban los médicos, ha salido avante.

Ya sé que sólo los norteamericanos tienen el privilegio del protocolo del 77, pero sé también que los otros cónsules me han hablado del asunto, yo les he contestado lo que debía; pero no hay cuestión; ni franceses, ni ingleses, ni alemanes, creo que den que hacer, sólo los norteamericanos, ó, por mejor decir, los muchos cubanos que han tomado esa nacionalidad.

No se ha encontrado nada en el ingenio San Ramón de Manzanillo.

Respecto al asunto Mora lo conozco, he reñido batallas con el cónsul americano en 78, he reñido batallas que he ganado dos veces en Consejo de ministros. Es una expoliación que se hace al Estado. Mora era capitán de voluntarios y ciuda. dano español cuando fué encausado; obtuvo una cédula falsa de ciudadano americano, y en aquel país podrido, la cosa es fácil y cuesta poco. Cuando el asunto del Virginius, Castelar tuvo que transigir, le dieron una nota de once, que el embajador decía ser ciudadanos americanos; nueve lo eran, la reclamación era justa; el décimo era asunto de poca cuantía, pero la reclamación de Mora era infundada y era de 40.000,000; he ayudado à que no se le pague, pero ahora no hay más remedio; lo de menos es la actitud de los Estados Unidos; lo demás se hacer honor à la palabra del Gobierno del 86, que representaba á España. El asunto no hay por donde cojerlo. Mora escasamente recibirá cuatro millones; lo demás es para los compadres.

La verdad es que la orden de los secuestros y embargos anticonstitucionalmente decretada por los Consejos de Guerra es brutal, y está fuera de los usos de estos tiempos; no ha dado un real al Tesoro, arruinó mucha propiedad y es el mayor escándalo de nuestra administración en Cuba; yo recibí una peluca porque puse un informe contra ella y el modo de desarrollarla: primera vez que tuve razón contra todos.

¡Cuántos asesinatos no se han cometido para tener el derecho de embargo y que éste se quedara en el bolsillo del embargante!

Ya he contestado sobre la fecha en que deben venir los refuerzos; la marea sigue subiendo, no puedo perder tiempo, y además, con las precauciones sanita

rias que he tomado, confío en que habrán pocas bajas, como sucede en general donde se han cumplido mis órdenes; tengo un médico á quien se debe la vida de muchos hombres; en la guerra pasada la mortandad en Junio alcanzó la cifra de 1,400; hay la mitad de fuerza, pero á parte de los de bala ó accidentes fortuitos, ha sido de 98 de vómito y poco de otras enfermedades.

Me canso y termino deseándole à usted mucha suerte en aranceles y reglamentos de la ley de reformas.

Es de usted afectísimo amigo q. b. s. m.-ARSENIO MARTÍNEZ DE CAMPOS. Recibido telegrama de publicación de la ley; será cumplimentado.

Manzanillo, 24 Julio 1895.

Excmo. Sr. D. Marcelo Azcárraga.

Mi queridísimo Marcelo: Como te pongo dos oficios muy extensos, poco tengo que añadirte; mi presencia en la columna azaraba á todos, y el temor de que yo cayera les quitaba la tranquilidad necesaria para el mando; yo no sabia ni la fuerza que iba ni conocía á los jefes que la mandaban; ignoraba que no llevaban repuesto de municiones, ni conocía el sitio (porque antes era bosque y hoy son en gran parte potreros con árboles y cercas de alambre que imposibilitan el paso, y mucho más no llevando tijeras á propósito.)

Me parecía que no se llevaba bien la acción, pero no quería azarar más á Santocildes, hombre de sumo mérito y al que preocupaba que yo estuviera al descubierto.

Arreció el peligro y me dirigía yo al general para tomar yo el mando: no dis. taba más que tres pasos de él cuando cayó con tres balazos y al mismo tiempo era herido Vaquero, que mandaba la vanguardia; yo no llevaba prácticos, pero quise salir de la situación con un empuje, y fué éste tan afortunado que me dió cerca de media hora para enterarme, reconocer el terreno, formar mi plan y distribuir los mandos; sorprendí con mis movimientos al enemigo y reduje el fuego á un solo frente y eso porque creyeron que huía; pero la vanguardia, entonces retaguardia, porque habíamos pasado el camino de Bayamo, los recibió con tal brío, municionada con los cartuchos de nuestros muertos y heridos, más con los de los muertos del enemigo y de tres prisioneros y con algunos de los que no habían hecho mucho fuego, y acemileros, que no sostuvieron el segundo ataque fuerte más de tres cuartos de hora, pues el de persecución de la columna fué de grupos de caballería, que no se atrevió en un sao magnífico de dos leguas á cargar, sino á tirotear detrás de los matojos.

Como jefe de columna estoy satisfecho de mí mismo; como general en jefe no quiero hablar, porque ya me pegarán los demás y pedirán con justicia mi desti. tución.

Mucho de lo ocurrido es efecto de las circunstancias; otra parte pertenece al general Lachambre, que, como sabes, bebía con gran exceso antes, y se ha corregido radicalmente desde que se ha casado, produciendo este brusco cambio una perturbación en su organismo que afecta á la médula y al corazón: es un pundonoroso y digno general; pero ha variado de carácter, y no sólo nadie se acerca á él, sino que le huyen, y sus subordinados están disgustados con él: voy a permu tarlo con González Muñoz, y si no admite, dimitirlo.

El batallón de Andalucía, que al pasar yo por Santa Cruz, previne que no se quedara ni dos horas en aquel foco de infección, se detuvo cuatro días y ha teni do muchas bajas de vómito y perniciosas: el teniente coronel ha pagado su des. obediencia con la vida.

Ahí va un croquis del sitio del combate.

Y como he escrito mucho, me despido hasta otra, y me someto resignado á vuestro juicio.-Tuyo, ARSENIO.

El Gobernador General y Capitán General de la Isla de Cuba. - Particular. Excmo. Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo.

Manzanillo, 25 Julio 95.

Mi muy querido amigo y distinguido presidente: Tengo un trabajo ímprobo y

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