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ASESINATO DE D. ANTONIO CANOVAS DEL CASTILLO (8 DE AGOSTO DE 1897).

y fuerza, y eso es lo que constituye la política en España. Levantad los corazones, y una vez que hayáis querido, lo demás se hará. Tenéis ya nuestro asentimiento, la voluntad es la guía. »

Procuró el señor Moret atenuar la fuerza de tan alarmantes palabras, encareciendo de antemano su fe en la Monarquía, su confianza en las condiciones de la persona que entonces la representaba y el descanso que le producían la honra. dez y las virtudes de María Cristina, y brindando posteriormente por la Reina y el Rey en un banquete; mas no por esto habrían dejado de ser graves y anunciar próximas tempestades, si no se hubiese oportunamente recordado que ya en 1881 emplearon los liberales la amenaza con el fin de ser Gobierno. Conspiraron entonces y aun buscaron el apoyo de los republicanos, comprometiéndose à proclamar con ellos la República, y desistieron apenas los llamó al Poder el Rey Alfonso. En carta dirigida á El Correo el día 21, explicó sus palabras el señor Moret, y con ello cesaron los comentarios.

También Silvela amenazó desde las columnas de El Tiempo. En una salutación dirigida á la Reina Regente en el día de su santo, después de hacer un elogio de la Reina, decía:

.... Por eso hoy, todas las miradas del País que sufre y se arruina, que da sus hijos para morir en el campo de batalla ó en las tristezas de los hospitales, que ve esquilmada su riqueza y malbaratados sus tesoros, convergen en la residencia de una madre amantísima, que vela à la par por el Trono de un niño inocente y por los destinos futuros de un gran pueblo, víctima del desgobierno, de la imprevisión y de la torpeza de los que falsean á un tiempo mismo el régimen vigente y comprometen, con los intereses de la nación española, los de la legalidad actual, en todas sus manifestaciones.

El 22 emprendió Cánovas un viaje à San Sebastián, desde donde pasó luego al balneario de Santa Agueda.

En Santa Agueda fué, el día 8, asesinado.

Poco antes de la una de la tarde y hallándose el señor Cánovas sentado en un banco de la galería del establecimento, leyendo periódicos, acercósele un desconocido, y sin proferir palabra alguna disparó sobre él tres tiros de un revólver que á prevención llevaba. El señor Cánovas cayó mortalmente herido. Le había penetrado una bala en la frente, por el parietal izquierdo, saliendo por el oído derecho; otra le perforó la yugular, y otra le atravesó el pulmón de izquierda & derecha.

Llamábase el matador de Cánovas Miguel Angiolillo.

La versión oficial del suceso fué como sigue:

El Sr. Cánovas, después de oir misa, se retiró con su señora á sus habitaciones. Allí cambió de ropa y puso un telegrama al ministro de la Gobernación, contestando á una consulta que éste le había hecho sobre la candidatura del Sr. Ruiz Tagle, para la senaduría vacante por elección en la provincia de Cádiz.

Poco después de las doce y media, el Sr. Cánovas salió con su señora de sus

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Entonces el asesino, que sin duda le estaba espiando, se acercó, y apoyándose en la puerta, le disparó casi á quemarropa un tiro. La bala atravesó la cabeza del Sr. Cánovas, entrando por la sien derecha y saliendo por la izquierda.

Al primer disparo siguieron otros dos. Por efecto del primero, el Sr. Cánovas se incorporó, yendo á caer á unos tres metros de distancia del banco donde estaba sentado.

Al incorporarse le disparó el segundo tiro el asesino. La bala entró por el pecho y salió por la espalda, cerca de la columna vertebral. El tercer disparo fué hecho estando el Sr. Cánovas ya en el suelo. Esta bala entró por la espalda.

La señora de Cánovas bajó apresuradamente la escalera al oir los disparos, y

habitaciones, que se encuentran en el piso principal, y se dirigía al comedor, que está situado en la planta baja.

En la escalera se encontraron á una señora conocida. Detúvose á hablar con ella la señora de Cánovas y éste se adelantó.

Inmediata á la escalera hay una gran galería que da al jardín y por la que se tiene que pasar para ir al comedor. En esa galería existen una porción de bancos. El Sr. Cánovas se sentó en el primer banco, que se halla muy próximo á la puerta que da acceso á la escalera; sacó un periódico y se puso á leer.

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se encontró á su esposo tendido boca abajo, en medio de un gran charco de sangre, y al asesino junto à él, con el revólver en la mano.

Llena de espanto y de indignación ante cuadro tan aterrador, se dirigió al asesino, increpándole.

El asesino, sin alterarse, se dirigió á ella, diciéndole:

-A Vd. la respeto porque es una señora honrada; pero yo he cumplido con un deber, y estoy tranquilo: he vengado à mis hermanos de Montjuich.

La policía, que también acudió al ruido de los disparos, detuvo al asesino, sin que éste opusiera resistencia alguna.

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No resulta cierto que el señor Cánovas gritara: Asesino. ¡Viva España!, como ha telegrafiado un corresponsal; al primer disparo cayó al suelo y no pronunció ninguna palabra. En la caída se produjo una contusión en la frente.

Trasladado el señor Cánovas à su cama, el médico del establecimiento examinó las heridas. Las tres eran mortales de necesidad, y viendo que los auxilios de la ciencia resultaban inútiles, aconsejó que viniera el sacerdote con la Santa Unción.

Una hora después del atentado, sobre poco más o menos, el presidente dejaba de existir.

Desde el primer momento perdió el conocimiento y no articuló palabra alguna.>> Embalsamado el cadáver del señor Cánovas, fué trasladado à Madrid, donde se le hizo el día 13 un suntuoso entierro.

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