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DE

LOS MORISCOS DE ESPAÑA:

CAUSAS DE SU EXPULSION,

Y CONSECUENCIAS QUE ESTA PRODUJO EN EL ÓRDEN
ECONÓMICO Y POLÍTICO.

Clementid Imperia firmantur, crudelitate labuntur.

INTRODUCCION.

SIDAD CHI

BIBLIOTECA

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CUANDO los sectarios del Islam derribaron en Guadalete el imperio de los visogodos, concediendo á los vencidos el uso de su religion, sus costumbres y sus leyes, no sospecharon siquiera que ardiese el fuego santo de la independencia en las inaccesibles montañas del Norte de la península, adonde se habian recogido un puñado de hombres, resueltos á morir ántes de perder la veneranda libertad de sus mayores. Y, en efecto, no todos los españoles recibieron el yugo mahometano: poseidos de viva fe, que arraigaba más ardientemente en sus pechos á vista del

1 Islam: resignacion, conformidad con la voluntad de Dios. Llámase así á la religion de Mahoma.

2 Increible es la rapidez con que los árabes se apoderaron de nuestra patria despues de la malhadada batalla de Guadalete. Las dilatadas provincias Tarraconense, Bética y Lusitania quedaron sumisas al yugo del vencedor soberbio, que habia blandido la cimitarra donde quiera que se intentara resistencia. Oporto, Braga y Salamanca, Gerona, llerda y Barcino vieron tremolar sobre sus robustos y antiguos muros el estandarte de la media luna en todo el territorio meridional de la península resonaban tambien las ligeras armaduras de los sarracenos, y se oia el habla de Sechelmesa y de Numidia.

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comun peligro; ligados por una misma ley; adoradores de un mismo Dios; consagrados, en fin, á una misma empresa, aquellos ínclitos varones no tardaron en bajar á la llanura, desafiando el inmenso poderio de Jos sectarios de Mahoma.

Reconstituíase, pues, sobre aquellos cimientos una nueva nacionalidad, agrupándose al trono de Pelayo cuantos abrigaban el desco y la esperanza de sacudir el yugo extranjero; mas antes de entrever nuestros progenitores un porvenir seguro y halagüeño; ántes de coronar sus nobles esfuerzos con el laurel de la victoria, ¡cuánta sangre derramada, cuántas lágrimas vertidas en el arduo y gigantesco trabajo de la reconquista! Larga cadena de combates, no interrumpida serie de correrías nos presenta únicamente la historia en los primeros tiempos de aquella tremenda lid iniciada por Pelayo; lid en que los reyes que le suceden, descendiendo por intervalos de las montañas, sembraban por todas partes el esterminio, incendiando los pueblos, degollando á sus moradores y engrosando al par sus ejércitos con los cristianos sometidos al yugo árabe 3.

Y á pesar de todo, por más que tan sangrienta lucha exacerbara el odio de las dos razas enemigas, ofrecíanse en medio de ella gérmenes de civilizacion y de cultura que ayudaron no poco á borrar la primitiva fiereza de la represalia y de la guerra. El odio con que ambos pueblos se habian mirado al comenzar la reconquista menguaba notablemente á me‐ dida que adelantaba el tiempo, y hé aquí por qué el valeroso Alfonso I, monarca apellidado el Católico, no reparaba en compartir el lecho nupcial con una bella cautiva musulmana, de cuyos amores nació Mauregato, que más adelante le sucede en el trono. Los mismos árabes prisioneros, repartidos entre los principales caudillos asturianos y aplicados en servidumbre al cultivo de las tierras, no solo mejoraban la condicion agrícola de aquella sociedad meramente guerrera, sino que templaban algun

3 Hablando de las correrías de Alfonso I, hé aquí lo que dice Sebast. Salm., Chr., n. 13 Omnes quoque Arabes occupatores supradictorum civitatum interficiens, Christianos secum ad patriam duxit.

Sobre la suerte de las mujeres y niños sarracenos con las correrías de Alfonso I leemos en un documento arábigo:

« Las mujeres y niños que habia en las ciudades fueron llevados cautivos al territorio »de sus enemigos.»>

4 De serva natus. (Sebast. Salm., Chr., n. 19.) No debemos extrañar este hecho, pues más fué lo que hizo el conquistador Abdelaxiz en el año siguiente al de la irrupcion agarena, tomando por esposa á Egilona, reina viuda del último monarca godo, Rodrigo, desaparecido en la célebre batalla de Guadalete. (Rasis, Bib. Arab.-Hisp., t. II, p 324.)-(Don Rodrigo, Hist. Arab., t. IX.)

5 Como hacian tambien los sarracenos con los cristianos subyugados.

tanto sus rencores con vínculos hasta allí desconocidos y con no estériles relaciones de señores, esclavos y libertos.

En efecto, si al inaugurarse la reconquista à principios del siglo vi entraban ambos pueblos en el palenque impelidos por tan contrarias como diversas necesidades; si eran llamados los sarracenos á conservar con la fuerza la mies recogida en las llanuras de Jerez; si, en una palabra, apoderados nuestros abuelos, no solo de los ásperos montes de Asturias, sino tambien de los de Cataluña, Aragon y Navarra, opusieron sus generosos pechos al acero africano para recuperar el territorio perdido; aquel heróico período de nuestra historia, inaugurado en los riscos de Covadonga y terminado en la siempre florida vega de Granada, ofrece abundante materia de estudio en sus multiplicadas fases, y muy elocuentes lecciones, lo mismo al hombre pensador que al práctico repúblico; rasgos heróicos de templanza y buena fé para ejemplo de guerreros airados ó de conquistadores soberbios.

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El genio de la guerra, sin tregua ni piedad, llevaba á todas partes muerte y exterminio, así en los memorables reinados de los Pelayos y Bermudos de Asturias como en los gloriosos tiempos de los primitivos condes de Barcelona. Quedaban los árabes vencidos hechos prisioneros sobre el campo de batalla, y en calidad de esclavos eran aplicados, como hemos insinuado, al cultivo de las tierras ó al servicio particular de algun magnate. Nada ofrece la historia de los primeros años de la reconquista en Navarra, en Aragon ni en Cataluña respecto de los sarracenos sub

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6 Ocupábanse los árabes con particular empeño en extender sus conquistas al otro lado de los Pirineos, cuando, sabedores de la formacion de una sociedad y de un gobierno en los elevados riscos del Norte de España, enviaron aguerrida hueste que desalojara de allí á los intrépidos cristianos. Atrincherados estos en las angosturas de Covadonga, recibenla con ardor, la rechazan y exterminan, sin perdonar ni un soldado, y levantando el primer grito de independencia, fortifican' en Asturias los cimientos de la monarquía española.

7 El lector curioso que quiera conocer con detencion la historia de aquella época puede, ademas de consultar los libros más conocidos sobre este asunto, ver los siguientes:

Crónica de los Principes de Asturias y Cantabria, por Fr. Francisco Sota.-Madrid: 1681. Historia de las grandezas de la ciudad é iglesia de Leon, por Fr. Atanasio Lobera. Valladolid: 1596.

Anales del reino de Galicia, por D. Francisco Huerta y Vega.-Santiago: 1736. Historia de la ciudad y corte de Leon y de sus Reyes, por el P. Risco. - Madrid: 1792. Historia crítica de España, por Masdeu.

Historia de la fundacion y antigüedad de San Juan de la Peña, y de los reyes de Sobrarbe, Aragon y Navarra, por D. Juan Briz Martinez. Zaragoza: 1620.

Etc., etc.

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yugados á nuestros progenitores en buena ley de guerra; mas en Asturias se vió turbada la paz del naciente reino por rebelion de esclavos y libertos moros que, lejos de agradecer la tolerancia y liberalidad de los cristianos, intentaban cortar la existencia de quien compartia con ellos el pan amargo del proscripto.

Halláronse, pues, los primeros árabes vencidos, sujetos al dominio de los cristianos en estado de esclavitud, condicion miserable en un principio, hasta que, mejorada la suerte de sus dueños, señores ya de algunos pueblos y ciudades, pudieron consignarse en los fueros que iban reglando los territorios reconquistados garantías de mejor consideracion y más provechosas para el árabe rendido ó prisionero. Carece todavía de claridad la Historia para que podamos consignar, sin ninguna clase de dudas y con toda aquella verdad que en semejante género de estudios se hace apetecible, los derechos que adquirian vencidos y vencedores. Sábese solo de cierto que en los primeros tiempos de la reconquista, moros y cristianos disponian de sus esclavos como mejor les parecia: eran no pocos los que donaban á las iglesias ó monasterios de las poblaciones restauradas para su servidumbre y labores del campo : otros se veian repartidos entre los magnates, ó conservados para rescate de los cristianos que caian en manos de los agarenos. La conversion del esclavo á nuestra fe, la piedad ó la hidalguía de los señores, mejoraba en gran manera su condicion, pasando á la clase de libertos. Hasta los hijos y los nietos de los árabes subyugados y manumitidos, cristianos por el bautismo de sus padres y el suyo propio, podian aspirar al clericato 9. Y al ver una templanza tan laudable en medio de las costumbres groseras y belicosas de las cortes, primero de Oviedo y despues de Leon; al contemplar actos de tolerancia dignos de épocas mas recientes, ¿podríamos dudar de que las virtudes del Cristianismo, cuya enseña salvadora servia de guion y amparo á nuestros bisabuelos, eran la causa de tan humanas y fraternales medidas?

Adelantemos los tiempos y contemplaremos, á no dudarlo, épocas más dichosas todavía para el pueblo muzlita, que iba entrando poco a poco bajo á el imperio de la reconquista española. Señores de dominios ya algun tanto dilatados, así los reyes de Asturias y de Leon como los de Aragon y de Navarra, no tanto necesitan extenderlos como conservarlos. Deja desde entonces la guerra de ser una necesidad social tan imperiosa como al

8 Costumbre que hallamos consignada todavía en un documento del año 1293. 9 Véase Risco, Esp. Sagr., t. XXXVII, apénd. VII, p. 313, de cuyo contexto así se deduce.

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