Imagens das páginas
PDF
ePub

Tejas, en que obstinado desembarcó el expedicionario, acreditau lo su juicio la frase que escribió al salir de Francia, desengañando á los que esperaban algún resultado de tal hombre 1.

Mientras La Salle en las excursiones de los Lagos, dirigió partidas de veinte ó treinta hombres, salió de apuros hallando siempre recursos entre los salvajes: ahora que se veía á la cabeza de doscientos soldados, con oficiales que podían secundarle, parecía completamente aturdido. Se hallaba en tierra llana habitada por indios dóciles, con innumerables rebaños de cíbolas que proveían al sustento; y falto de plán, haciendo marchas sin objeto, empleando la gente en trabajos duros é innecesarios, acabó con ella. Uno de los soldados que huyendo de los malos tratamientos se acogió á los indios, taraceándose la piel como ellos, declaró años después, que adoptó semejante resolución, porque el jefe había matado por su propia mano á varios de sus compañeros, entre ellos los que estaban enfermos, á pretexto que no querían trabajar; que á uno sacó los ojos, y que no citaba los que hizo fusilar, ahorcar y marcar con hierro 2.

El dicho de un desertor no es ciertamente de abono, pero unido á los antecedentes de carácter de Cavelier, indica que hay algo de verdad en la inculpación, aseverándola el diario de Henry Joutel, el más adicto, el más leal de los oficiales de la expedición. Refiere este oficial, que cuando se alejaba el jefe, sacaban partido de las circunstancias, mejoraban las viviendas, aumentaban las provisiones, sobrándoles tiempo para cantar, bailar y proporcionarse otros esparcimientos; mas que hallándose presente se desterraba la alegría, ya que su mal humor le llevaba á maltratar á la gente sin motivo, á fatigarla sin haber para qué, abandonando en el monte á los que se cansaban; que desconfiaba de cuantos le seguían, todo quería hacerlo por sí mismo, y no admitía la más ligera observación. Asesinado al fin por los pocos que quedaban, en Marzo de 1687; abandonando el cuerpo desnudo, en el campo, porque más fácilmente sirviera de pasto á las fieras, dijeron sus soldados como Mefistófeles, señalando el cadáver: ¡he ahí el Gran Bajá!

3

De la famosa expedición, perdidos tres bajeles y el material completo, regresaron á Francia por la vía del Canadá cuatro hombres; nueve más se salvaron en Nueva-España. No se concibe cómo Mr. Margry recogiendo y comentando con ilustrado criterio tan importantes documen

1 Ibid. Tomo II, pág. 433
2 Ibid. Tomo III, págs. 601-606

tos, deduce que la grandeza de La Salle sólo por la fortuna pudo ser vencida 1. No, no es esto; quien le venció fué la carencia de dotes que necesita un caudillo.

Cavelier de La Salle, sin haber descubierto el Misisipi ni menos sus bocas, prestó á la Geografía eminentísimo servicio, demostrando. que sin interrupción considerable, se extiende á través del Continente americano, una vía acuática desde el golfo de San Lorenzo al de Méjico, servicio que le coloca entre las celebridades por derecho indiscutible. En la dirección de empresas comerciales, para las que tenía especial aptitud, acaso hubiera brillado por otros conceptos.

A España convino la elección de su persona, porque siendo difícil que otra se manejara peor, es de suponer que Peñalosa hubiera dado algo más que hacer al Virey de Méjico. Y no quiere esto decir que fuera cosa tan llana como la pintaban á Seignelay, posesionarse do todo ó de parte de aquel imperio con doscientos franceses: bastará á rectificar el juicio, decir por epílogo, ya que esto no lo supo el compilador de las noticias de la vida de La Salle, lo que determinó aquella autoridad así que tuvo indicio del desembarco de la expedición.

El general de la Armada de barlovento, D. Andrés de Ochoa y Zárate, apresó el año 1685 una fragata corsaria francesa, por cuya gente supo la presencia en el Seno Mejicano de los buques que habían salido de la Rochela, y avisando luego la novedad al Marqués de la Laguna, Virey de Méjico, dispuso éste despachar un buque ligero que confirmara lo cierto. Salió en consecuencia de la Habana en Enero de 1686 el piloto Juan Enriquez Barroso, gran matemático y hombre de gran experiencia en aquellos mares, con orden de reconocer con la mayor escrupulosidad la costa del golfo desde el Cabo del Lodo hasta Apalache, que era á donde se suponía irían los bajeles enemigos. Cumplió la comisión registrando cala por cala todas las entradas de la costa, fondeando durante la noche, y continuando el examen por el día con grandes trabajos, sin lograr el encuentro de lo que se buscaba, y regresando á Veracruz, remitió al Virey diario puntual de su campaña marinera y plano del reconocimiento.

Vino por entonces á gobernar la Nueva España el Conde de la Monclova, que mandó repetir la diligencia, saliendo á ello desde Veracruz el 1.° de Enero de 1687 dos bergantines mandados por D. Martín de Rivas y D. Pedro de Iriarte, y llevando al citado piloto Barroso, con orden de

1 Ibid. Tomo I, pág. 32.

extender el reconocimiento más hacia el Oeste. Tardaron tanto en la operación, que se creyó y llegó á decirse que habían naufragado, en cuyo concepto dos fragatas que dirigían D. Andrés de Pés y D. Francisco Gamarra, dieron la vela, llevando como práctico al piloto Luis Gómez Raposo. Los bergantines entraron en el lago ó bahía de San Bernardo, hallaron los restos del naufragio de los buques franceses, en testimonio de lo cual arrancaron de la popa de uno de ellos tres flores de lis, sacaron cuatro piezas de artillería y algunos otros objetos. También descubrieron las fragatas á los bajeles perdidos, y dieron cuenta al regreso, suponiendo que con la desgracia habrían desistido los franceses. Corrió, sin embargo, la voz de que estaban establecidos en la costa, asegurándolo un prisionero inglés llamado Rafael Huitz, y D. Andrés de Pés, oficial distinguido, que llegó á ser Capitán general de la Armada, hizo tercera salida con su fragata y una barca: la primera dejó fondeada en Movila, y con la barca examinó las bocas del Misisipi, subiendo por el río y corriendo después noventa millas al Oeste, no hallando nada; pero se mantenía, á pesar de todo el rumor, procedente sin duda de comunicaciones de los indios, por lo que el Conde de Galve, que sucedió en el vireinato, queriendo salir de duda, decidió fuera por tierra el General Alonso de Leon, Gobernador de la provincia de Coahuila, con cuatrocientos arcabuceros de á caballo. Rompió la marcha en Enero de 1689 por el territorio de los Tejas hasta la bahía de San Bernardo, donde encontró destruida la casa fuerte de los franceses, diez y ocho piezas medianas de artillería Ꭹ otros efectos. Mandó enterrar piadosamente los cadáveres de los compañeros de La Salle, y sabiendo por los indios que algunos de los expedicionarios habían quedado entre las tribus, escribió cartas en francés instándoles á venir, en la seguridad de que los recibiría como cristiano y caballero. Acudieron dos que hicieron completa relación de ocurrencias, sin ocultar la muerte de La Salle 1. De vuelta en Nueva España, viendo los rescatados que no recibían el mal tratamiento que desde Francia les habían dicho sufrirían en caso de ir á parar á manos de los españoles, declararon que en diferentes naciones de salvajes quedaban todavía algunos de sus compatriotas, saliendo, en consecuencia, otras dos expediciones que llegaron hasta la nación de los Cenis y rescataron el total de los nueve franceses que sobrevivían al desastre 2.

1 Acad. de la Hist.-Colec. Muñoz, tomo 38. Barcia con más extensión refiere pormenores en el Ensayo cronológico.

2

El mencionado Barcia escribe que los franceses recelaban mucho entregarse, pues ha

Los dos primeros trajo á España el referido D. Andrés de Pés á disposición del Consejo de Indias, por si quería interrogarlos, resultando de las diligencias formadas la resolución de poblar á Panzacola y situar allí un fuerte presidio. El mismo Pés ejecutó las órdenes, enviando los planos del lugar elegido para el nuevo establecimiento 1.

Con esto se dió por concluido el asunto de Peñalosa, que tantas páginas ha proporcionado á la tarea ingrata de este escrito.

Cartas del abate Bernou al abate Renaudot tratando de los proyectos de Peñalosa 2.

Roma 29 de Febrero 1684.

«.....Apruebo completamente la entrevista que Mr. de Caillères ha procurado entre nuestro amigo y el Conde de Peñalosa. Condeno su porte fastuoso tanto como La Salle, pero doy más fé que éste á lo que dice, pues no sólo he tenido ocasión de examinarlo sin hallar la más pequeña falsedad en cuanto dice haber visto, á reserva de alguna hipérbole de circunstancias, sino que ha sido confirmado aquí en mi juicio por un jacobino (sic) diputado de la provincia de San Juan Bautista del Perú, á la que se ha vuelto. Éste me ha expresado haber oido hablar del Conde de Peñalosa, y que es lo que presume y sabíamos, y el testimonio est tanto más de admitir, cuanto censura que por instigación suya hubiera enviado el Rey de Inglaterra una expedición que fué al estrecho de Magallanes al mando de M. Narborough con objeto de apoderarse de Chile,

biéndose reunido en consejo, decían que los españoles habrían degollado á los del fuerte y los buscarian para hacer lo mismo con ellos: «ni ¿por qué, proseguían, debemos esperar mejor pasaje? ¿acaso venimos á esta tierra á hacerles algún bien? Cuando no nos traten como á usurpadores de los paises de que sin causa venimos à despojarles y alborotar los indios de paz y guerra contra ellos, procurando hacerlos horribles y abominables, fingiendo crueldades, inventando tiranías y pintando estragos que jamás han sucedido, á lo menos nos tratarán como ladrones y piratas. Santiago Grollet y Juan Larqueveque procuraron templar el miedo de sus compañeros, diciendo que si los españoles hubieran muerto á los franceses, los indios huidos de la tierra contaran el suceso y no confirmaran los que traían las cartas su contenido. »

1 Consta el resultado de la comisión en el libro de D. Carlos de Sigüenza y Góngora, cosmógrafo de S. M., titulado Descripción de la bahía de Santa Maria de Galve (antes Panzacola), de la Movila y rio de la Palizada ó Misisipi, en la costa septentrional del Seno Mejicano, á que fué llevado por el Excmo. Sr. D. Andrés de Pés, Gobernador del Real Consejo de Indias y Secretario del Despacho universal de la Marina, siendo Almirante de la armada de Barlovento. 2 Margry.-Tomo III, pág. 73 y siguientes.

empresa que fracasó. Además, el dicho padre ha escrito una obra de su provincia (jacobine) del Perú, en tres tomos en folio, impresa á su costa, que no se vende, y que un jacobino francés amigo mío me ha proporcionado, y entre mil cosas inútiles he encontrado en sus páginas nombres de lugares y noticias que no se encuentran más que en los escritos del Conde de Peñalosa, que yo he traducido, lo que afirma mi creencia de ser verídico.

>>Por todo ello pienso que M. de La Salle hará muy bien en negociar con dicho señor Conde, tanto por contentar á Mr. de Seignelay, como para instruirse de todo, á fin de que si el tal Ibero muriese, pueda ejecutar él nuestros designios. Yo le aconsejaría que le adulara é incensara ausente y presente; que procurara por cualquier medio su confianza, hasta decirle ó hacerle decir por conducto de Mr. de Caillères 1 que no acepta en la empresa más parte que la que él le designe; que si la corte no quiere ejecutarla, le hallará siempre dispuesto á secundarle y á emplear cuantos recursos saque de su colonia y su gente, con otras cosas que os ocurrirán mejor que á mí. La unión de los dos proyectos no puede dejar de ser útil á Mr. de La Salle, así por interesar más á los Ministros en favor del suyo, como por las luces y recursos con que conseguir hacerse jefe del otro y príncipe del sólio de Moctezuma; pues una de dos, ó el proyecto del Conde se ejecuta antes de la paz, ó se difiere: si lo primero, estará en aptitud de tomar parte, si quiere, directamente, ó de marchar de conserva hacia su terreno, separándose á pretexto de no ser necesario y de que vale más que se dirija á dar la última mano á su colonia, que servirá de retirada en caso necesario, y enlazará á Nueva Vizcaya con el Canadá, de donde se sacarían auxilios en poco tiempo si fueran precisos, etc. Me afirmo en esta opinión por lo que me escribe Mr. de Villermont con referencia á la noticia que le dió Mr. de La Salle de haber descubierto un río que viene del Oeste, y que á los treinta días de jornada afluye en el Misisipi á unas cuarenta ó sesenta leguas de la mar. Si es el río Bravo, ofrecería comunicación fácil y segura con el nuevo reino de Leon, Nueva Vizcaya y Nuevo Méjico.

>>Si el proyecto se aplaza, persuadirá tanto mejor á los Ministros de la conveniencia de ir él por delante á establecerse y procurar noticias que desvanezcan todo temor de engaño.

1

>>Respecto á lo que insinuáis de que La Salle debería ir solo en el

El diplomático de la paz de Ryswick, de que el Duque de San Simon hizo gran elogio, hermano del que fué Gobernador del Canadá.

« AnteriorContinuar »