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A la probanza va enderazado el opúsculo de D. Antonio Rodríguez Villa que se me encarga examinar, indicándolo desde luego el título puesto en la portada, y sabiendo la Academia que cada uno de los trabajos de este ilustrado correspondiente suyo, resuelve un problema, ilumina un lugar oscuro ó exhuma peregrinas noticias, conceptuará sin aventura que el presente realiza el propósito en que se inspiró. Es así: Con testimonios del general en jefe, de capitanes presentes, de memoriales ó relaciones de la época y de cédulas reales de reconocimiento y estimación, patentiza que, iniciador el duque de Alburquerque del combate, rompiendo la vanguardia enemiga y tomando la artillería; envuelto por excesivo ardor; herido, dos veces prisionero; librándose con la espada, una y otra y otra vez, llevó á la carga el resto de la fuerza que mandaba, hasta hacerlo sólo con los oficiales, mientras llegaba el momento doloroso de la retirada, que verificó con el caudillo principal «en aquella rota en todo caso grande, pero no nunca vista ni representada.>>

Las otras vicisitudes de la batalla no distraen al autor del objeto intentado; bástale poner á la vista la brevedad con que la Historia de los príncipes de Condé las narra, y extrañar que el escritor, juez respetable en asuntos de honor militar, estampe, sin consideración ni fundamento serio, asertos capaces de manchar una reputación respetable también. Pero se extiende, en cambio, bosquejando la vida del personaje lastimado, á fin de que el juicio del lector, con la serie de acciones señaladas, discierna y contraste su espíritu «siendo, por decirlo así, el retrato de cuerpo entero.>>

El duque de Alburquerque, joven, independiente, gozando por alcurnia y situación de vida placentera, de propia voluntad contra la de los suyos, tomó al hombro la pica de soldado, hallándole en primera fila los franceses que asediaron á Fuenterrabía, por donde, con justicia, puede figurar en la historia de los príncipes de Condé. Dos campañas hizo después con la misma pica en Flandes, ascendiendo por sus pasos á Maestre de campo de un tercio de infantería española que vistió á su costa y á la cabeza del cual subió á pecho descubierto por las trincheras de Chatelet, ganando siete piezas de artillería al romper los regimientos de Bresse y del Piamonte, bien conocido el último de los españoles que, al decir del duque de Aumale, le apellidaban el Bizarro . El crédito merecido

1 <Piamonte, el más popular, el mejor ejercitado. Los españoles le apellidaban el Bizarro, el valiente entre los valientes; y por cierto que lo conocían bien, pues fué el que los detuvo en Corbié el año 1636, y lo encontraron en otras partes. Si hubiera sido sostenido cuando atacaron el bosque de la Marfée, en 1644, ó al defender después la abadía de Hon

en varias acciones con estimación de la milicia y mención especial del Rey, le dió ascensos al cargo de general de la caballería ligera, que tenía en Rocroy. Después de esta batalla continuó la campaña; dirigió en ocasión todo el ejército, sacando al de Anguien (Enghien), del país de Luxemburgo, y pasando al servicio de mar, á vuelta de comisiones y viaes batió y apresó con seis galeras á cuatro navíos franceses de alto bordo, con tropas y municiones, destinadas al socorro de Tortosa, victoria inaudita muy celebrada dió por entonces, como que por resultado la ocu

pación de la plaza.

Puntualiza el Sr. Rodríguez Villa estas acciones, comprobándolas con la inserción de despachos, Reales cédulas, instrucciones y otros documentos inéditos que, en conjunto, no sólo importan á la biografía, mas también á la historia general de España y á la particular de la marina; y con más brevedad indica, por no cuadrar al principal asunto, los actos del duque de Alburquerque en embajadas ó cargos palaciegos, limitación sensible, por la simpatía que hacia el personaje despierta. Sin el empeño restringido de la refutación, hubiera tenido elementos suficientes para ensanchar el bosquejo de Alburquerque, trazando un cuadro biógráfico acabado, siquiera la brillantez del conjunto apartara un tanto la atención del objeto á que la lleva, lo cual es discutible; pues habiendo en la vida del Duque acciones de valor heróico, no es ocioso contarlas cuando se pone en duda su bizarría.

Un escritor que posteriormente ha presentado á la curiosidad pública más datos de la batalla de Rocroy, al hacer estudio tan erudito como interesante de la vida y muerte gloriosa del maestre de campo general del ejército español, Pablo Bernardo de Fontaine, conde de Fontaine ó de Fontana, según algunos le nombraban por entonces, encuentra que hay en la vindicación escrita por el Sr. Rodríguez Villa cierto calor, cierto apresuramiento que el asunto no requiere. Justo es apreciar sus razones, y deber doblado, por mi parte, corresponder á la cortés indicación del es

crito. Dice:

<«<Al llegar á este punto, me permitirá V., mi general, expresarle el sentimiento que me ha causado el folleto impugnación del Sr. D. Antonio Rodríguez Villa. No me cuesta trabajo creer que el duque de Alburquerque se portó valerosamente en Rocroy, y admitir que en este detalle de su narración siguió y adoptó el duque de Aumale errónea versión.

necourt, acaso hubiera sido distinta la suerte de las jornadas.» La première campagne de Condé. Lo de Chatelet ocurrió en 1642.

Comprendo, pues, y me parece natural, haya rectificado la equivocación el Sr. Rodríguez Villa; pero que al rectificar acuse (no ya á un príncipe de tan buena sangre, por lo menos, como el duque D. Francisco Fernández de la Cueva, sino á su compañero) de «que no parece sino que deliberadamente se ha propuesto oscurecer la verdad,» esto es cosa de afligirse'.

>>En cuanto á la equivocación padecida por el duque de Aumale, alguna explicación puede ser que tenga. Los tercios y cuerpos llevaban vulgarmente el nombre de su jefe: así podría ser que al decir Fabert que «<Alburquerque no paró sino en Philippeville,» no hablara de la persona del duque sino del cuerpo puesto á sus órdenes. Por lo demás, la caballería era (si no incurro en un error) el elemento más endeble del ejército español. En Avein «había vuelto las espaldas, aunque el conde de Bucoy y el conde de Bilerval hicieron todo lo posible para detenerlos 2. En Honnecourt «no hubo D. Gabriel de Toledo apartádose 200 pasos..... quando vido toda la caballería puesta en desorden;» y el propio Melo, en la relación de su victoria, al Rey, indica que «es bien de notar que siendo general de tanta caballería (el marqués de Velada) no se halló con 10 caballos, cuando había menester una buena tropa 3. Esta caballería ligera, que no se debe confundir con los caballos corazas, tan resistentes como los propios tercios, esta era la que en Rocroy componía en su mayor parte el cuerpo á las órdenes del duque de Alburquerque. En general la formaba gente bisoña, y, por lo tanto, accesible al pánico. Lo propio sucedía en el ejército francés, y el duque de Aumale, tachado de parcialidad, hace constar que «la caballería francesa la componían veintiun regimientos, en su mayor parte acusados de haber vuelto las espaldas sin batirse en Thionville y la Marfeé 4....... .>>

Más adelante escribe:

<«<El duque de Alburquerque, á fines del año 1640, había llegado á Flandes en compañía de los condes de Garcíes y de Villalba, recibiendo á los pocos meses el mando del tercio de Saavedra, como luego recibieron

4 Un soldado de España. Carta al Exmo. Sr. Teniente general marqués de San Román, por D. Alfredo Weil. Publicada en la Revista de España, cuadernos correspondientes á 10 y 25 de Enero, 40 y 25 de Febrero de 1884, ó sea tomo XCVI, páginas 240, 392 y 510, y el correspondiente á 10 de Marzo, tomo XCVII, pág. 49.

2 Refiérese á las Relaciones de Vincart, publicadas en la Colecc. de docum. ined. para la Hist. de España, tomos LIX, y LXXV.

3 Mem. hist. esp., tomo XIX, pág. 266.

4 Revue de Deux Mondes, 1.o Abril, 1883, pág 499.

sus compañeros el mando de los primeros tercios vacantes. Tan rápido ascenso debió, como era natural, promover en contra de ellos cierto mal humor de parte de oficiales encanecidos que de golpe veíanse privados del premio de sus largos servicios en favor de jóvenes, valientes sí, pero casi bisoños, cuyo único merecimiento era de pertenecer á la juventud dorada de la corte y á la íntima tertulia del Rey. Muerto Villalba, prisionero Garcíes, compréndese que todos los rumores se reuniesen en contra del duque de Alburquerque, quien además había tenido la mala suerte de mandar las tropas que más directamente fueron responsables de la derrota de Rocroy.

>>Y con este motivo supongo que el Sr. Fernández Duro, en el importantísimo trabajo que se publicará en breve, habrá tenido en cuenta estas palabras confidenciales del secretario D. Francisco Galarreta, carta de 2 de Febrero de 1644 4.

>>También me aseguró el señor Obispo, y hoy me lo ha confirmado el »provincial, que temen una gran moción si, como se publica, fuese cierta >>la vuelta del duque de Alburquerque, por el aborrecimiento notable que >>le han cobrado estos pueblos y el temor en que están de que continuará »>las desórdenes pasadas, y desean que S. M. les dé satisfacción con un »cabo muy acreditado en puesto tan preeminente.>>

>>El duque de Alburquerque había emprendido ya la marcha hacia España cuando se escribían estas graves palabras: no se puede pensar, pues, que las inspirase interés personal alguno.

>>Quede, pues, establecido que en Rocroy se portó el Duque como el más valiente, y que el duque de Aumale se equivocó en referir el dicho de Fabert y darle crédito; pero no exageremos nada y tengamos en cuenta la declaración confidencial de Galarreta, declaración que para mí prueque esta fama de caballero sans peur et sans reproche que se trata de crear hoy al duque de Alburquerque, tiene, por lo menos..... un pelo.»>

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Sentimiento grande tengo en defraudar las lisonjeras esperanzas del Sr. Weil; el trabajo que someto á la consideración de la Academia, por mío, carece en absoluto de importancia, confesión que en algo atenúa el que abrigo también por no estar del todo conforme con tan concienzudo investigador. Encuentro que hay, efectivamente, en alguna de las apreciaciones del Sr. Rodríguez Villa, vivacidad nacida de impulso natural en la defensa de inculpación infundada, de mortificación de la injusticia,

1 Colecc. de decum. inéd., tomo LIX, pag. 329.

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do extrañeza al ver citado por autoridad un chiste, tolerable sólo en circunstancias en que Fabert, como los soldados compatriotas, se aturdió con el triunfo que le sorprendía en aquel estado de tristeza y resignación que produce el hábito de la derrota ; mas en la exposición sentida de la controversia no descubro, ni pienso ha de buscarse otra cosa, que el deseo contrariado de considerar al duque de Aumale, por tantos títulos estimable, exento de la flaqueza general formulada ante la Academia en estas hermosas frases:

«Como la pasión es el alma de la tragedia y de la oratoria, el historiador clásico, que es ante todo orador y poeta trágico, es apasionadísimo, á despecho de los preceptos de los retóricos, que le imponen la más severa neutralidad, y lejos de olvidarse de que es griego ó romano, español ó florentino, aristocrata ó demócrata, republicano ó amigo del imperio, no aparta nunca de los ojos su patria, su raza y su partido, y esculpe á sus héroes predilectos en actitudes épicas y sublimes, y á sus enemigos y émulos los rebaja y los ennegrece, ó á lo sumo les da la grandeza del mal 2.»

Los tercios, en España y Flandes, se designaban oficialmente por el nombre de los respectivos maestres de Campo: vulgarmente eran conocidos por sobrenombres que los mismos soldados aplicaban, como el de los Colmeneros, por ejemplo. Subsistía en el momento de la batalla de Rocroy el tercio de infantería de Alburquerque, nombre con que el señor Weil lo menciona, y no es, por lo tanto, verosímil que simultáneamente se aplicara á la caballería ligera recientemente regida por el Duque; sin esta dificultad quitaría mucho de la intención concedida al dicho de Fabert, la ingeniosa interpretación que encuentra.

¿Por qué se ha de pensar que existe empeño en hacer de Alburquerque un personaje extraordinario, modelo de perfección cumplida? El propósito del Sr. Rodríguez Villa, en lo que yo alcanzo, se limita á probar con las acciones de la vida militar del caudillo que fué valeroso; el que por deber me incumbe no va más allá del examen leal de antecedentes, un tanto añadidos; y descubriendo en la letra como en el sentido de ellos. el concepto que el Duque se granjeó entre sus contemporáneos, juzgo que la carta dirigida por Francisco de Galarreta al secretario Andrés de

4 L'armée manquait d'ardeur et de confiance; elle avait cette allure triste et resignée quedonne l'habitude de la defaite.—La premiere campagne de Condé.

2 Discurso leido ante la Real Academia de la Historia por el Dr. D. Marcelino Menéndez y Pelayo el 13 de Mayo de 1883.

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