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dó que se cantase Salve y letanías, y después recibió su señoría un gran presente en cantidad de arminios, antes, camuzas, martas, nutrias, castores y cebellinas y mucho pan de maíz y en grano, frijol y calabazas, gallinetas, patos, perdices y conejos, y mucho pescado fresco que trajeron los indios, dando á entender que recibiese aquello en muestras de su voluntad hasta el día siguiente que entrase en su ciudad, la cual estaba á la otra banda del caudaloso río, y que en ella le servirían con mucho amor y el regalo posible.

>>Con esto se volvieron á sus casas con muy corteses recaudos para los Gobernadores y jefes de la ciudad (que los ambiciosos de pintar testas coronadas en sus escudos de armas llaman reyes). Detuvo el señor Adelantado dos de aquellos principales aquella tarde y noche con buenas palabras y mejores obras; fueron examinados y preguntados de su tierra y calidades de ella y de sus gentes: ellos dieron á su señoría tan grandes noticias Ꭹ relación de la tierra adentro, que nos causó admiración, y entre otras muchas cosas dijeron que aquella ciudad primera que veíamos, era tan grande y de tanta gente, que en dos días no le daríamos fin, y que de aquella serranía admirable por su longitud y eminencia, que se ostentaba á la vista, bajaban muchos ríos caudalosos y pequeños, en cuyas vegas hay poblaciones de innumerables gentes de su nación, que había gran número de lugares grandes, y algunos mayores que el que teníamos presente; que detrás de ella hacia el Oriente, corrían otros ríos que entraban en una grandísima laguna de agua salada, que corría hacia el Norte y no sabían donde terminaba (que sin duda era el mar del Norte); que detrás de estos ríos estaban más pobladas que su nación y con mayores y mejores burgos y casas que las suyas, y que tenían rey poderoso que los gobernaba, y que á causa de ser más en número y poder, los tenían y eran sus capitales enemigos.

>> Estos son los Ahijaos que poseen las riquísimas minas de oro, harto mejor sabidas de los ingleses de la Virginia, que están pobladas 150 leguas de la Florida, que de los españoles, por su remisa flojedad, y áun se dice que participa Francia de estas noticias por Canadá, y se dice que los unos y los otros rescatan metales riquísimos de los indios, y que se han visto vender algunos en Roán, de que dió aviso el Archiduque Alberto, Conde de Flandes, al Rey Felipe III, nuestro señor.

>>Por lo cual, queriendo deshacer aquella población de ingleses, mandó S. M. sondar todos los pueblos de la Virginia, encargando aquella conquista á Garibay; y de por allí cerca hacia el Norte fué de donde sacó la gran riqueza de oro aquel cosario inglés Sir Tomás, que con increible

pujanza y grandeza entró en Londres por el Támesis con las jarcias y velas de seda, y desembarcó y puso en la plaza de Londres tanto tesoro, que la misma reina Isabela con su corte la fué á ver, y esta cantidad de oro la rescató este cosario en uno de aquellos ríos que descienden de hacia el Norte contiguo á esta tierra que tiene toda su población Norte Sur, y esta codicia ha hecho que los ingleses hayan querido penetrar la tierra adentro, y por no saber hacer la guerra á los indios, han sacado siempre la peor parte, y los tiene tan atemorizados, que no osan entrar en batalla con ellos.

Aquí hemos tenido algunos indios naturales de aquellas partes y que han estado en este reino de los Ahijados (que es el Theguayo), que daban señas de ellos y sus riquezas, y de los holandeses que allí cerca de la Virginia estaban poblados, y que asímismo habían estado en las provincias de los Otocomanes y Aitacomanes, donde es tanta la abundancia de oro y plata, que todos los vasos de su servicio son de plata y algunos de oro, y lo mismo decía (según personas fidedignas) aquel indio, Miguel, natural de este reino de Theguayo, que anduvo con D. Juan de Oñate, Adelantado del Nuevo México, el cual llevó á España al Maese de Campo Vicente de Saldivar, y en Madrid dió al Rey nuestro señor estas mismas noticias. S. M. premió el servicio al Maese de Campo con el hábito de Santiago, y aunque estas ciertas y grandes riquezas se oyen como soñadas entre la poca solicitud española; entre los extranjeros están muy vivas y con evidencia y grandes intereses experimentadas.

>>Por lo cual, no dejan cosa por estas costas del mar del Sur y del Norte que no calen y vean, conociendo y estimando mejor que el español las muchas, ricas y grandes perlas de este nuestro vecino golfo de California, y en las ensenadas de nuestros ríos, y en especial en los de la Quivira, donde dieron los indios tantas (aunque no buenas) al señor Adelantado, y aquí nos las traen á rescatar de ordinario, y hemos visto muchas tan gruesas como garbanzos, y de mucho rico ámbar que ellos no estiman, y le traen en olorosas pelotas para sus entretenimientos. Los dos caciques prosiguieron diciendo que más adelante, hacia debajo del Norte, pasados los pueblos de su nación, habia otras gentes ricas y poderosas con grandes pueblos, que tardarán en pasarlos tres días; y todas estas provincias y las tierras que hemos visto son fértiles, abundantes, frescas Ꭹ de grandes frutales, especialmente nogales de tres diferentes suertes y muy llenas de Cíbolas, y con una gran laguna circundada de poblaciones grandes y villages de lucida, rica y belicosa gente.

>>Duraría la narración de estos caciques y preguntas del Sr. D. Diego

y

los padres capellanes hasta la media noche, hora en que los enviaron á dormir: pero ellos, viéndose solos y entre gente tan peregrina y extraña, y que sus enemigos los escanjaques estaban tan cerca, se huyeron y pasaron el río para su ciudad, la cual amaneció despoblada y sin gente, porque sus enemigos los escanjaques, sin ser sentidos de los nuestros, se deslizaron y dieron asalto en la ciudad, matando, quemando y destruyendo todo lo que podían, á cuyo rebato su señoría dió orden que el Real pasase el río, y se esguazó con dificultad por ser aún de noche, y se alojó en la entrada de la ciudad, que está situada en las deleitosas vegas de otro río que la entra por el medio, y las casas y calles son de la una y otra banda, y la fábrica de los edificios por la mayor parte es redonda, de á dos, de á tres y de á cuatro altos, cubiertos de paja con admirable curiosidad, y las maderas de coleo, corcura ú otaté, que todos tres nombres son de una caña maciza, fuerte y nudosa de que suelen hacer bastones, que no se cría en tierra caliente; y según se notó en lo que vimos, siembran dos veces al año, porque algunas sementeras estaban para cogerse y otras se iban sembrando. No se pudo hallar indio alguno para lengua, por haberse todos huido temiendo la gran furia de los enemigos escanjaques, que creyeron que iban favorecidos y aliados con los nuestros, y fué necesario para atajar el incendio de la ciudad, partir la armada en dos tropas, y que la una con el Maese de Campo se ocupase la mayor parte del día en retirar los escanjaques.

>>La mañana siguiente marchó el campo por medio de la población como dos leguas, y habiendo contado algunos millares de casas, hicieron alto en la orilla de otro río que también entraba en ella, y se notó que cada cuarto de legua, poco más ó menos, entraban en la ciudad caminos. reales de á diez y seis sendas, y algunos de más, muy trilladas y juntas, que bajaban de la serranía alta, que distaría de los edificios como seis leguas.

>>Desde aquel paraje envió el señor Adelantado una escuadra de 25 soldados con el sargento mayor Francisco de Madrid, para que fuesen á explorar todo lo poblado, sin poder dar fin á sus calles, y mientras más adelante reconocían, más población y más humazos en la serranía que iba por el costado derecho de la ciudad hacia el Norte.

>>Pasamos hasta llegar á esta población muchos y muy grandes ríos que abundan de diversos peces, como son bochinetes, bogas, matalotes, bagres, sardinas, mojarras, truchas, anguilas, caballos, peje blanco, casón, almejas y camarones, y otros, y los más de estos ríos altísimos para sacar acequias de riego, y las tierras negras, fuertes, fértiles y cubier

tas de yerba, y en conclusión, toda la campiña que había desde la ciudad de la Quivira hasta la Sierra, que serían seis ó siete leguas, parecía un paraíso; y viendo el Sr. D. Diego que era inútil seguir á quien huía, y que no se sabía si el carruaje hallaría paso, y lo principal por no tener orden de hacer nuevos descubrimientos, desde allí dió la vuelta para estas provincias á 11 de Junio, día de San Bernabé apóstol, y viniendo caminando le salieron al encuentro de mano armada los indios escanjaques, que ingratos del agasajo que se les había hecho, habiéndose juntado con otros de su nación que formaban un cuerpo de más de 7.000, se habían vuelto á entrar en la ciudad ó su frente, y aunque fueron requeridos con la paz, no la quisieron admitir, y fué forzoso pelear, y en un sangriento combate que con ellos tuvo, les mató el señor Adelantado en menos de tres horas más de 3.000, y los demás se pusieron en huida, habiendo experimentado las ventajas de las balas á las flechas, aunque ellos las disparan á diluvios, pues parecen tempestades de granizo.

>>Halláronse en esta jornada hombres de diversas naciones de Europa, Asia, Africa y América, y todos á una voz decían que no habían visto tierra tan fértil, amena y agradable como aquella, y están aguardando la vuelta de su señoría con los nuevos órdenes de S. M. y merced de título de Duque de ella, Marqués de Farara, y el de Conde de Santa Fé de Peñalosa que tan merecido tiene.

»De allí á cuatro meses vino á este reino un cacique principal de la Quivira con más de 700 indios y recuas de perros cargados de antes y camuzas y otras pieles, y fué á ver al señor Adelantado, y dió á su señoría las gracias por el castigo que había hecho en sus enemigos los escanjaques, y de nuevo notició de las grandes y ricas ciudades de la tierra adentro y cosas notables de ellas, y con el dedo de la mano pintó en el suelo un mapa, así de su tierra y poblaciones vecinas á ellas, como de las de sus enemigos y otras, con sus ríos, montes y llanos, ciudades y pueblos de diferentes edificios, y sus campiñas llenas de cíbolas y otras diversas especies de animales no conocidos en nuestra Europa, con otras cosas de extraña grandeza.

>>Todo lo cual, así como el cacique lo pintó en el suelo, lo mandó el Sr. D. Diego copiar en papel para remitir á S. M., y rogó el cacique á su señoría que volviese á su tierra, donde sería mejor recibido que la primera vez, y para guías dejó dos indios de su compañía que lo condujesen por menos y más breve camino. El partió agradecido y contento por el agasajo que su señoría le hizo, dándole un vestido con una banda. de oro y un sombrero con plumas, que le admiró, por no ser más finas

las que ellos usan, y un espadín dorado, de que hizo notable admiración el bárbaro capitán.

>> Por lo dicho, se ve claramente que todas las noticias que dieron al bendito padre Fr. Francisco de Escobar y al Adelantado del Nuevo México D. Juan de Oñate cuando conquistó este reino, y las que en esta jornada del Oriente y Quivira se han dado, hieren todas en una misma parte, que es debajo del Norte; y las que los indios Thaos y los de la nación Apaches, sus vecinos y más nordestales nos dan, son todas unas, y que esta tierra nordestal tan poblada y rica comienza en los espaciosos campos de Quivira, 150 leguas de aquí, y se sigue hasta donde empieza lo poblado casi otro tanto, y de allí es increible la grandeza del país y pueblos hacia debajo del Norte, todo cercado de mar por todas partes, y según relación de los moradores de la del Sur, da vuelta el mar por la punta de aquella sierra de la California, rodeando la tierra hacia el Norueste, Norte y Nordeste, y dicen que saben que llega hasta allí, y que presumen que pasa adelante, porque no le hallan el último término, y dan razón de la riquísima laguna de Copala y sus mexicanos, que en todo su gran contorno tienen muchas poblaciones, y desde aquella laguna hacia el Norueste ponen todas las naciones referidas en la jornada del mar del Sur, y los de la Quivira que habitan al Este, dicen que el mar dista diez leguas detrás de la gran sierra, que está ocho de la ciudad de Taracari, y que de allí corre hacia el Nordeste y Norte y Norueste, que es el mismo brazo de la California; de suerte que desde Quivira se sabe con evidente prueba, que el mar ciñe y abraza toda esta tierra por estos cuatro vientos, desde el Este al Nordeste, y Norte y Norueste.

>> Y esta eminentísima sierra le va siguiendo siempre, y los moradores de aquellas regiones no saben dónde termina, y si desde este puerto del Nuevo México se mira al Oriente ó al Norte ó al Poniente, por todas partes hallaremos el mar á menos de 250 leguas por el círculo uniforme que viene haciendo el de la California por los cuatro vientos dichos, y toda la fuerza de riqueza y grandes poblaciones de esta sierra vecina á la gran Quivira, y más oriental, son hacia el mar, cuyas vertientes á él están pobladas de muchas ciudades de curiosos edificios de á tres altos, y así va toda la tierra casi costa á costa riquísima y muy habitada hasta la gran laguna de Copala, de cuyas minas son las ricas piedras de oro que el señor Gobernador compró á rescate, y aunque toda esta longitud de población es como se refiere, no debe tener de latitud más de 50 leguas, al modo del reino de Portugal, que con ser tan extendido que llega desde la raya del reino de Galicia hasta el Algarbe, no tiene de ancho más de

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