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cipe, mientras consultaba al rey Fernando y recibia respuesta de éste sobre lo que deberia hacer de él. Afírmase que Gonzalo usó de no muy honestos artificios para retener al hijo del desgraciado don Fadrique y arrancarle el consentimiento de venir á España, aun contra la voluntad de su padre. En este tiempo recibió instrucciones de Fernando, mandándole que por ningun título soltase al jóven duque, sino que le retuviese y destinase á su servicio. En su virtud el duque de Calabria fué embarcado en un navío de guerra y enviado á España á sufrir el trato y suerte de un prisionero de estado. Asi violó el Gran Capitan la fé del tratado de Tarento, pudiendo considerarse como un lunar con que empañó algun tanto el brillo de su claro nombre, que sorprendió mas, viniendo, como dice un moderno historiador, «de un hombre como Gonzalo, de carácter magnánimo y noble, de una vida privada ejemplar, y exento enteramente de los grandes vicios de su tiempo (1)

(4) Quintana califica esta accion de Gonzalo en términos tal vez demasiado fuertes. «Este es un torpe borron, dice, en la vida de Gonzalo, que ni se lava ni se disculpa por la parte que de él pueda caber al rey de España, y seria mucho mejor no tener que escribir esta página en su historia.» Vida del Gran Capitan, pág. 251.

Zurita parece quiere disculparle, no por la justicia, sino por la

conveniencia; y Mariana se contenta con decir: «No parece se le guardó (al duque de Calabria) lo que tenian asentado. En la guerra ¿quién hay que de todo punto lo guarde?» Hist. lib. XXVII. c.

12.

La aplicacion que mas favorece á Gonzalo, es la que hace Palou Jovio, escritor italiano У contemporáneo. Este dice que «Gonzalo, dudando el partido que deberia tomar, consultó á varios juristas,

y que estos decidieron que no estaba obligado á su juramento, porque era contrario á su obligacion para con el rey su señor, la cual era superior á todas las demas, y que al rey tampoco le ligaba aquel juramento por haberse hecho sin noticia ni intervencion

suya.» Vitæ Illustr. Vir. Lib. I. Si asi fué, no seria muy de aplaudir la moralidad de los letrados, pero en Gonzalo rebajaría mucho el cargo y la responsabilidad de violador de su propio juramento.

CAPITULO XVII.

GUERRAS DE ITALIA.

GONZALO DE CÓRDOBA EN NÁPOLES.

De 1502 a 1503.

Defectos del tratado de particion.-Pretensiones de los franceses.Rompimiento entre franceses y españoles.-Generales franceses: el duque de Nemours; Aubigny; Luis de Ars; Ivo de Alegre; Chabannes: el caballero Bayard.-El Gran Capitan se retira á Barletta.—Célebres combates caballerescos.-Triunfos de los caballeros españoles.-Prudente conducta de Gonzalo en Barletta.-Grande ejemplo de la constancia, sufrimiento y perseverancia española.-Conquista de Ruvo, y prision de Chabannes, señor de la Paliza.-Tratado de paz entre Francia y España celebrado entre Luis XII. y el archiduque Felipe de Austria -No le reconocen ni el Rey Católico ni el Gran Capitan, y prosigue la guerra.-Famosa batalla y glorioso triunfo de Gonzalo en Ceriñola.-Muere el duque de Nemours. Derrota de Aubigny en Seminara.-Entrada triunfal de Gonzalo de Córdoba en Nápoles.-Sométese aquel reino al dominio de España.-Indignacion de Luis XII. y del pueblo francés.-Levántanse en Francia tres grandes ejércitos y dos grandes armadas. -Vienen dos de ellos á España.-Actividad de Fernando é Isabel. -Sitio de Salsas.-Ignominiosa retirada de los franceses.-Persiguelos el rey don Fernando personalmente hasta Narbona.-Pide tregua el francés.-Ajústase la tregua entre Francia y España.

Menester era no conocer absolutamente el corazon humano para esperar que el famoso tratado de parti

cion del reino de Nápoles entre Francia y España fuese una prenda de paz y amistad entre los dos monarcas y las dos naciones, y no un gérmen funesto y un manantial fecundo de envidias y rivalidades, de tentaciones y abusos, de quejas y reclamaciones, de rompimientos, en fin, y de guerras entre los dos pueblos, de que habian de participar los estados de la desdichada Italia, centro y teatro en que habian de debatirse las discordias.

Faltábanle al famoso convenio todos los elementos que pudieran darle prendas de seguridad. Los principios de justicia no habian sido ni el móvil ni la base de la distribucion, y el derecho entre tres contendientes le fallaron dos de las partes interesadas, sacrificando á la tercera sin oirla. La buena fé que presidiera á la reparticion por parte de ambos monarcas podia suponerse, dado que los sucesos no la hubieran puesto en evidencia tan pronto. Provincias hermanas eran separadas violentamente y agregadas á pueblos que se regian por distintas leyes y tenian diferentes costumbres. Tropas hasta entonces enemigas se veian en contacto y á la presencia de los tentadores despojos que sus soberanos se habian repartido, y cuyos límites no se cuidaban ellas de deslindar. Y como si no bastasen estos elementos de discordias, habían quedado, ó por descuido ó de propósito, vaga y confusamente designadas en el tratado nada menos que tres provincias, el Principado, la Capitanata y la Basilicata, que era

natural intentase cada cual aplicar despues á su dominio, como asi aconteció.

Desde luego comenzaron las pretensiones de Luis XII. á la Capitanata, que de cierto no estaba comprendida en su partija, so pretesto de que sus provincias valian menos que las del Rey Católico; los soldados franceses por su parte se intrusaban en las plazas de la Pulla, y las ocupaban como si perteneciesen á su soberano. A reprimir estas invasiones volvió Gonzalo de Córdoba su atencion tan pronto como sometió á Tarento y á Manfredonia, que se rindió en seguida á sus oficiales. No convinie ndo á Gonzalo romper inmediatamente la guerra con los franceses, por el número mucho mayor de fuerzas con que estos contaban en Italia, acordó verse y conferenciar con el duque de Nemours su general en gefe: mas de las pláticas que los dos caudillos celebraron en la ermita de San Antonio entre Atella y Molfi, lejos de resultar avenencia, no se obtuvo otra solucion que la de remitir á la fuerza ó á la fortuna de las armas la parte que cada uno pudiera ocupar del territorio disputado, con lo cual la desgraciada Italia se vió condenada á ver reproducidas en su suelo las antiguas guerras de las casas de Aragon y de Anjou.

Franceses y españoles se culpaban mútuamente de haber llevado las cosas á aquel término. Pero evidentemente habian sido aquellos los primeros á invadir y á apoderarse de las posesiones adjudicadas á

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