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Gran Capitan era al propio tiempo el negociador político. El intrépido batallador era tambien el astuto diplomático. El castigador severo de la indisciplina era el hombre afable y contemporizador que sabía atraerse el cariño del soldado. El caballero que se distinguia por el magnífico porte y el brillante arreo de su persona, el remunerador espléndido y generoso, era tambien el modelo de sobriedad, y el tipo y ejemplo de la paciencia y del sufrimiento en las escaseces, en las privaciones, en los trabajos y en las penalidades. Asi no sabemos en qué situacion admirar mas á Gonzalo, si venciendo en Atella y en Ceriñola, si combabatiendo á Tarento y á Ruvo, si rescatando á Ostia y á Cefalonia, si batallando y triunfando en el Garillano, si sufriendo con inagotable y calculada paciencia en la plaza de Barletta y en los pantanos de Pontecorbo. No habia genio que pudiera medirse con el de un general que ganó todas las batallas que dió en su vida, y que en su larga carrera militar solo perdió una, la única que se dió contra su voluntad y contra su dictámen, anunciando anticipadamente el resultado que no podría menos de tener. Asi Gonzalo, vencido con las armas materiales en Seminara, ganó mas gloria y mas fama que si hubiera sido vencedor, por que triunfaron la capacidad, la prevision, la inteligencia y el talento del que nunca mas habia de ser ya vencido.

Dejemos ahora al Gran Capitan en Nápoles ase

gurando su conquista y administrando el reino adquirido con su espada para sus soberanos, y no anticipemos las amarguras que habian de acibarar el resto de su gloriosa vida. Vengamos ya otra vez á la península española. El órden de la historia nos obliga ya á referir el mas triste acontecimiento que pudiera sobrevenir á esta nacion, donde todo habia sido glorias y prosperidades desde el feliz ensalzamiento de los Reyes Católicos.

CAPITULO XIX.

MUERTE DE LA REINA ISABEL.

1504.

Padecimientos de la reina y sus causas.-Pérdida de sus hijos.-Disgustos que le dió su yerno el archiduque don Felipe. Primeros síntomas de demencia de doña Juana.-Estravagancias de esta princesa. Afliccion de su madre.-Celos y escándalos de don Felipe y doña Juana en Flandes.-Enferman Fernando é Isabel.-Restablécese el rey, y se agrava la enfermedad de la reina.-Rogativas públicas por su salud.-Sentimiento é inquietud del pueblo.-Célebre testamento de la reina Isabel.-Nombra sucesora y héredera á su hija doña Juana, y regente del reino á su esposo don Fernando.— Codicilo. Sus últimas y mas notables disposiciones.-Admirable fortaleza, piedad, prudencia y prevision de la reina moribunda.Su muerte ejemplar y cristiana.-Sentimiento público.-Traslacion de sus restos mortales en procesion solemne á Granada.

En tanto que allá en el otro hemisferio seguian descubriéndose nuevas regiones y agregándose á la corona de Castilla, y que en el centro de Europa se incorporaba á la corona de Aragon un reino importante, debidas aquellas al talento y á la ciencia de Cristóbal Colon, debido éste á la inteligencia y á la espada de Gonzalo de Córdoba, para venir aquellas y este á ser regidos por un mismo cetro; en tanto que la España, marchando por la via de la prosperidad y de la gloria, 46

ΤΟΜΟ Χ.

se colocaba la primera en estension y en poder entre las naciones del mundo, amenazábale á esta misma nacion una terrible desventura, una pérdida irreparable, la pérdida de quien asi la conducia por el camino de la gloria, de la felicidad y del engrandecimiento, y que valia mas que todas las materiales adquisiciones.

La reina Isabel sufria física y moralmente. Los trabajos, las fatigas, las inquietudes, la contínua movilidad, el asíduo afan del gobierno, el ejercicio incesante de cuerpo y de espíritu habian debilitado su naturaleza y quebrantado su salud. Los padecimientos morales, las amarguras y sinsabores producidos por las desgracias é infortunios de familia, tenian lacerado su tierno corazon, y las penas del alma agravaban visiblemente las dolencias del cuerpo. Porque en medio de aquella série de venturosos acontecimientos con que el cielo remuneraba largamente la constancia y la fé del pueblo español y las virtudes de los Reyes Católicos, la Providencia parecia haberse propuesto tambien poner á prueba la fortaleza y la resignacion cristiana de Fernando é Isabel, derramando sobre ellos la copa de los mas amargos pesares, arrebatándoles las prendas mas queridas de su corazon, los hijos de sus entrañas (4). Isabel, mas delicada por su sexo, y tambien mas afectuosa y mas sensible por temperamento que Fernandò, veía decaer sus fuerzas al peso de tanto dolor. (4) Cap. XVII. de este libro.

De entre las pérdidas de familia de que hemos dado cuenta, la que la afectó mas profundamente y abatió mas su espíritu fué la del príncipe don Juan, espejo del amor de sus padres y esperanza de todos los españoles. Aun no estaban enjutos los ojos de aquella madre cariñosa, cuando la muerte de su mayor y mas querida hija Isabel vino á acabar de traspasar como un agudo dardo su afligido pecho. Y por si el vaso del dolor no estaba bastante lleno, plúgole á Dios colmarle privando del aliento antes de nacer al fruto de amor que la viuda del príncipe don Juan llevaba en su seno, y llevando desde la cuna al cielo al tierno príncipe don Miguel que habia de haber heredado tres tronos, único vástago de la princesa Isabel que hubiera podido servir de consuelo y templar algun tanto el dolor de su atribulada abuela.

Asi iba la tierna y virtuosa reina de Castilla viendo desaparecer prematuramente aquellos hijos que tanto amaba y á cuya educacion habia consagrado tantos desvelos. Las demas hijas, enlazadas con estrangeros príncipes, en Flandes, en Portugal y en Inglaterra, separadas de su lado, no podian ni aliviarla ni asistirla en sus males. Solo la princesa doña Juana, casada con el archiduque Felipe de Austria, fué la que, llamada á hereder la doble corona de Castilla y Aragon, vino de Flandes á España en compañía del duque de Borgoña su esposo (enero, 1502). Venida fué esta que la reina Isabel esperaba habria de servirle

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