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rio, las noticias que se tenian de la conducta de los procuradores y el viage del rey, se habian añadido otras especies exageradas, entre ellas la de un impuesto perpétuo sobre cada persona, sobre cada cabeza de ganado y sobre cada teja que saliese á la calle; especies que el crédulo vulgo acogia fácilmente, pareciéndole todo verosimil en vista del comportamiento de los flamencos, y los sacerdotes con sus predicaciones acaloraban y enardecian en vez de templar y sosegar los ánimos.

Toledo, la primera en esponer sus quejas al soberano, la mas ofendida y con mas adustez tratada en las personas de sus mensageros en Valladolid, en Benavente y en Santiago, fué tambien la primera en alzarse y la que dió el primer impulso al movimiento, comenzando por una solemne procesion religiosa que celebró el pueblo so pretesto de rogar á Dios que iluminara el entendimiento del rey. Noticioso el monarca de que los regidores Juan de Padilla y Hernando Dávalos eran los que daban calor á la agitacion popular, mandóles por real cédula que compareciesen en Santiago sin demora ellos hicieron demostracion de obedecer, y salieron de Toledo: pero fuese por resolucion espontánea, fuese de acuerdo y connivencia con los dos caminantes, salió una multitud del vecindario á atajarles la marcha, volviéndolos á la ciudad, é hicieron ademán de custodiarlos en la iglesia mayor, guardándolos hasta siete mil hombres, los

mas de ellos ya armados, con lo cual los dos caudillos enviaron cartas al rey mostrando la pena que les causaba no poder acudir á su llamamiento, presos como se hallaban por el pueblo. Los bandos y pregones del corregidor eran ya abiertamente desobedecidos, y creciendo el tumulto popular, despues de algunas refriegas con las autoridades y alcaides de las fortalezas, se apoderaron los amotinados de la ciudad, de los puentes y del alcázar. Cuando don Pedro Laso de la Vega, desterrado en Padron por el rey, supo este movimiento, salió secretamente de aquella villa, y haciendo rodeos logró entrar en Toledo, donde fué recibido en triunfo, aclamándole nobles, clérigos y populares, como defensor de la patria. De esta alteracion tuvo noticia don Cárlos antes de partir de la Coruña: su primera tentacion fué de venir en persona sobre Toledo á escarmentar ejemplarmente á los revoltosos, pero disuadiéronle sus cortesanes, ansiosos de dejar á España, pintándole la asonada como una llamarada pasagera y fugaz (4)

Pronto se trasmitió el fuego de la insurreccion á Segovia, donde estalló de una manera mas sangrienta. Indignada esta ciudad con la venal conducta de sus procuradores á córtes, y en eferves

(4) Mártir de Angleria, epist. 677.-MS. anónimo contemporáneo de la Biblioteca del Escorial. -Maldonado, Comunidades de

Castilla, lib. II.-Alcocer, Mejia y Sandoval, en sus respectivas historias.

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cencia los ánimos, descargó primeramente el furor popular contra dos infelices corchetes que se atrevieron á defender al delegado de la autoridad real. Aquellos desventurados fueron uno tras otro arrastrados por el pueblo con una soga al cuello, y colgados en seguida por los pies en una horca de improviso levantada extramuros de la poblacion. Noticiosos de este horrible caso los dos procuradores, Juan Vazquez y Rodrigo de Tordesillas, que acababan de regresar de la Coruña, el primero anduvo muy prudente en no presentarse en la ciudad; pero el segundo, ó mas altivo, ó mas confiado, sordo á los avisos que con loable caridad le dieron, cometió la imprudencia de acudir vestido de gala á la iglesia de San Miguel donde aquel dia se hallaba reunido el ayuntamiento, á dar cuenta del desempeño de su cometido segun costumbre. Tordesillas tenia contra sí, no solo haber votado el donativo contra las instrucciones que llevaba, sino tambien venir agraciado con un buen corregimiento y con un oficio en la casa de la moneda.

Sabedor el populacho de la ida de Tordesillas al ayuntamiento, congregáronse multitud de cardadores, pelaires y otros artesanos, forzaron furiosos las puertas del templo, hicieron pedazos los capítulos de las Córtes que Tordesillas les entregó, y sin querer oirle se apoderaron violentamente de su persona y le llevaron á la cárcel, donde le echaron una soga á la

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garganta, y le sacaron arrastrando por las calles dando desaforados gritos de muera el traidor! En vano el dean y el cabildo entero, revestidos todos y llevando el Santísimo Sacramento, se presentaron ante desaforada muchedumbre. Lo que mas enternecia y quebrantaba el corazon era ver á un hermano del mismo Tordesillas, fraile franciscano muy grave, vestido como para celebrar el santo sacrificio y con la hostia sagrada en la mano, arrodillado, con todos los religiosos de su convento, ante la desenfrenada turba, pidiendo con lágrimas y por Jesucristo que no matáran á su hermano. Nada bastó á ablandar aquella empedernida gente. Rogábanles los sacerdotes que al menos le permitieran confesarse, y contestaban que no habia mas confesor para los traidores que el verdugo. Lleváronle en fin al lugar del suplicio, donde llegó exánime, y colgáronle por los pies de la horca entre los dos ahorcados del dia precedente. Escusado es decir que el pueblo se apoderó tras esto del gobierno de la ciudad, deponiendo á las autoridades reales (4).

Zamora se alzó tambien al propio tiempo y por las mismas causas, con la diferencia que los procuradores, votantes tambien del subsidio, no pudiendo ser habidos, porque tuvieron la feliz precaucion de

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evadirse, fueron quemados en efigie en la plaza pública, y puestos sus retratos en las casas de ayuntamiento con rótulos infamantes. Restableció alli al pronto la calma el conde de Alba de Liste, con no poco peligro de su persona, principalmente por ser el sostenedor de la revolucion el obispo Acuña.

Este bullicioso prelado, que tanta celebridad alcanzó en las guerras de las comunidades, habia obtenido la mitra de Zamora en Roma por concesion del papa Julio II. sin propuesta y suplicacion de la corona ni intervencion del consejo; en cuya virtud se hizo una enérgica reclamacion al pontífice, y se espidió órden al cabildo para que no le reconocicse. Pero Acuña, que tenia mas de guerrero que de sacerdote, y de tumultuario que de apostólico, se propuso posesionarse por fuerza del obispado, allegó la gente de armas que pudo y con ella se hizo fuerte en la iglesia de Fuentesauco, perteneciente á la diócesis. El consejo envió contra él al frente de algunas tropas al alcalde Ronquillo, magistrado que tenia merecida fama de adusto, de vehemente, de inexorable, y de inaccesible á la compasion, y era por lo tanto tenido por el terror de los delincuentes ó acusados. Mancjóse no obstante el obispo con tal valor y destreza y con tan buena fortuna, que despues de haber mermado é inutilizado su gente al alcalde, le sorprendió una noche en su casa, la prendió fuego, se apoderó de su persona, le encerró en el castillo

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