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Benigno y generoso como siempre se mostraba el almirante don Fadrique Enriquez, y el que antes con tan buena intencion habia exhortado á la paz, no negó su indulgencia á los mensageros de Toro, de Zamora, de Salamanca y de Leon, que acudieron á solicitarla. Fuéronse rindiendo las poblaciones situadas entre Valladolid y Burgos. Dueñas recibia de nuevo á su conde. Valencia abria las puertas al condestable. No tardaron en enviar mensages de sumision Medina del Campo, Avila, Soria, Cuenca y Murcia. Volvia Alcalá á la obediencia del duque del Infantado. El primer conde de Puñonrostro don Juan Arias Dávila sometia á Madrid bajo las mismas condiciones que otorgaban los regentes á las demas ciudades. Y por último los realistas que aun seguian sosteniendo el alcázar de Segovia, estando la ciudad por los comuneros, salieron libres (27 de mayo) á dominar la poblacion, que tambien se puso bajo la obediencia de los gobernadores y del soberano. Asi se fué apagando el voraz incendio tan rápidamente como se habia levantado v cundido.

Para mayor fortuna de los imperiales el conde de Salvatierra que tan alborotadas tenia las Merindades y servia, como de auxiliar á los comuneros de Castilla, habia sufrido tambien una completa derrota en el puente de Durana, teniendo que fugarse él solo con un page, dejando en poder del enemigo seiscientos prisioneros, y siendo entre ellos decapitado el capitan

Barahona; con lo que habia quedado todo sosegado y sujeto por la parte de las Merindades.

Sucedió en este tiempo una invasion de franceses en Navarra, motivada por las eternas discordias que ya habian comenzado entre Carlos V. y Francisco I,, y como las tropas reales se hallasen ocupadas en destruir las comunidades de Castilla, los franceses se habian apoderado fácilmente de Pamplona, y avanzando por un pais desguarnecido sitiaban á Logroño. Citamos sucintamente este suceso, cuya esplanacion corres. ponde á otro lugar, solo por hacer notar un rasgo de españolismo de los que habian seguido las banderas de las comunidades y acababan de ser derrotados y vencidos. Estos hombres, cuyos gefes habian perecido en un patíbulo, donde todavía humeaba su sangre, á la noticia de una invasion estraña en territorio español, olvidan si han sido comuneros, y acordándose solo de que son españoles, acuden en defensa de su patria, y juntos marchan á Navarra próceres y populares. El desleal don Pedro Giron, Sanchez Zimbron, el mensagero de la Santa Junta á Flandes y compañero de Fr. Pedro Villegas, los procuradores fugitivos de la junta de Valladolid, y hasta los dispersos del dia aciago de Villalar, todos acuden á las fronteras de Navarra en union con los gobernadores que tanto los habían humillado y maltratado; y olvidando recientes agravios los ayudan á lanzar del territorio español á los estrangeros. Asi obraron los coΤΟΜΟ ΧΙ. 15

muneros de Castilla, cuya causa han venido pintando con tan feos colores nuestros historiadores por espacio de tres siglos (1).

(4) Sandoval, Hist. de Cárlos V. lib. X.

CAPITULO VI.

TOLEDO.

LA VIUDA DE PADILLA.

1521.-1522.

Mantiene la viuda de Padilla en Toledo el pendon de las comunidades.-Nobleza, carácter y cualidades de doña María Pacheco.-A1gunos hechos de su vida.-Amor y respeto que le tenian los toledanos.-Heróica defensa de Toledo.-Fuga y prision del obispo Acuña.-Honrosa capitulacion con los imperiales.-Entrada del prior de San Juan.-Odiosidad entre imperiales y comuneros: insultos peligrosa disposicion de los ánimos.-Rompimiento terrible en medio de una solemnidad pública, y su causa.-Prision y suplicio de un infeliz artesano.-Infructuosos esfuerzos de doña Maria por libertarle.-Inténtanlo á la fuerza los comuneros y no pueden.-Refriega sangrienta en las calles.-Los populares sueltan las armas y evacuan la ciudad.-La viuda de Padilla se esconde cu un convento.—Huye de la ciudad disfrazada de aldeana.-Refúgiase en Portugal.-Demolicion de la casa de Padilla.-Se siembra de sal su terreno, y se coloca en él un padron de infamia.-Término de la guerra de las comunidades.

El lector habrá observado que entre las ciudades que se fueron sometiendo á los gobernadores reales victoriosos en Villalar, no hemos nombrado la mas. fuerte de todas, y la primera que se habia alzado á la

voz de comunidad. Toledo era la única en que se mantenia enarbolado el pendon de las libertades castellanas, y le mantenia la mano enérgica y vigorosa de una muger heróica y varonil. Esta muger era doña María Pacheco, viuda del desdichado Juan de Padilla.

Doña María Pacheco, hija del conde de Tendilla y de una hermana del marqués de Villena, señora de honestas costumbres, de entendimiento claro, ejercitada en la lectura, delicada de salud, pero fuerte de espíritu, dulce y amable en su trato, protectora de los menesterosos, fecunda en recursos, hábil en ganar los corazones, tan entusiasta por la causa de las comunidades como su propio marido, ejercia tal ascendiente sobre los toledanos, que todos la amaban, reverenciaban y obedecían, como si con un mágico talisman los tuviese encantados. En una ocasion, cuando las ciudades se hallaban en mayor penuria por la escasez de metálico para pagar la gente de guerra, ella con una resolucion estraña en las personas de su sexo entró en la catedral de Toledo, enlutada, cubierto con un velo el rostro, y puesta de rodillas ante el altar mayor, teniendo delante de sí dos hachas encendidas, hiriéndose el pecho y cayéndole las lágrimas de los ojos, como pidiendo á Dios perdon, tomó la plata que en la iglesia habia, y de ella se pagó á las tropas: accion que reprobaron y calificaron de horrible sacrilegio los enemigos de las comunidades,

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