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aquella misma casa protectores generosos: la religion vino en auxilio del genio, y Colon, vencidas algunas dificultades, fué presentado á la reina Isabel.... ¡Momento solemne aquel en que por primera vez se pusieron en contacto los dos gerios!

No era de esperar que Isabel comprendiera las razones científicas en que Colon apoyaba su teoría, y con que desenvolvia su sistema: pero el talento y la penetracion que se revelaba en la fisonomía del hombre, el fuego y la elocuencia con que se espresaba, la fé ardiente que se descubria en su corazon, la conviccion de que se mostraba poseido, y algo de simpático que hay siempre entre las grandes almas, todo cooperó á que la reina viera en el humilde estrangero al hombre inspirado, y tal vez al instrumento de la Divinidad para la ejecucion de una grande obra. Si entonces no adoptó todavía de lleno su proyecto, le acogió al menos con benevolencia. Isabel nunca tuvo á Colon por un estravagante ó un iluso, y el marino genovés habia encontrado quien por lo menos no le menospreciara. ¿Estrañaremos que tuviera que ejercitar todavía su paciencia por espacio de ocho años, alternando entre dificultades, obstáculos, consultas, dilaciones, zozobras, negativas y esperanzas? Nunca una gran verdad ha triunfado en el mundo de repente; y ademas la ocasion en que Colon habia venido á Castilla no era la mas oportuna para la realizacion de sus planes. ¿Pero fueron perdidos

estos ocho años? En este intérvalo Colon recibió consideraciones y favores de los reyes de España, entró á su servicio, contrajo relaciones y amistades útiles, halló á quien consagrar su corazon y sus mas íntimas afecciones, su segundo hijo nació en Castilla, y al cabo de ocho años Colon habia dejado de ser estrangero en España, y el genovés se habia hecho castellano.

Este fué el momento en que Isabel prohijó de lleno la empresa de Colon; entonces fué cuando pronunció aquellas memorables palabras: «Yo tomaré esta empresa á cargo de mi corona de Castilla, y cuando esto no alcanzare, empeñaré mis alhajas para ocurrir á sus gastos.» Palabras sublimes que no hubiera podido pronunciar cuando tenia sus joyas empeñadas para los gastos de la guerra de los moros. Entonces fué cuando le dijo: «Anda y descubre esas regiones desconocidas, y lleva el cristianismo civilizador del otro lado de los mares, y difunde la fé divina entre los desgraciados habitantes de esa parte ignorada del universo.» Palabras grandiosas que Isabel no habia podido proferir hasta asegurar el triunfo del cristianismo en España, y hasta arrojar á los infieles de sus naturales y hereditarios dominios.

Adoptada y protegida la empresa por Isabel, pronto iba á saberse si el proyectista era en efecto un visionario digno de lástima, ó si era el mas sabio y el mas calculista de los hombres. Seguido de un puñado de atrevidos aventureros, el naútico genovés se lan

za en tres frágiles leños por los desconocidos mares de Occidente. «¡Pobre temerario!» quedaban diciendo España y Europa. Y Colon, lleno de fé en su Dios y en su ciencia, en sus mapas y en su brújula, no decia mas que: «¡adelante!» España y Europa suponian, pero ignoraban sus peligros y trabajos, sus conflictos y penalidades. ¿Qué habrá sido del pobre aventurero? Trascurridos algunos meses, volvió el aventurero á España á dar la respuesta. Nada necesitó decir. La respuesta la daban por él los habitantes y los objetos que consigo traía de las regiones transatlánticas en que nadie habia creido. El testimonio no admitia dudas. El Nuevo Mundo habia sido descubierto! El miserable visionario, el desdeñado de los doctos, el rechazado por los monarcas, el peregrino de la tierra, el mendigo del convento de la Rábida, era el mas insigne cosmógrafo, el gran almirante de los mares de Occidente, el virey de Indias, el mas envidiable y el mas esclarecido de los mortales. España y Europa se quedaron absortas, y para que en este estraordinario acontecimiento todo fuese singular, asombró á los sabios aun mas que á los ignorantes.

La unidad del globo ha comenzado á realizarse; la humanidad entera ha empezado á entrar en comunicacion. Ya se comprendió por qué habian sido inventadas la brújula y la imprenta ; por que era menester hallar caminos seguros por entre las inmensidades del Océano para poner en relacion á los moradores

estos ocho años? En este intérvalo Colon recibió consideraciones y favores de los reyes de España, entró á su servicio, contrajo relaciones y amistades útiles, halló á quien consagrar su corazon y sus mas íntimas afecciones, su segundo hijo nació en Castilla, y al cabo de ocho años Colon habia dejado de ser estrangero en España, y el genovés se habia hecho castellano.

Este fué el momento en que Isabel prohijó de lleno la empresa de Colon; entonces fué cuando pronunció aquellas memorables palabras: « Yo tomaré esta empresa á cargo de mi corona de Castilla, y cuando esto no alcanzare, empeñaré mis alhajas para ocurrir á sus gastos.» Palabras sublimes que no hubiera podido pronunciar cuando tenia sus joyas empeñadas para los gastos de la guerra de los moros. Entonces fué cuando le dijo: «Anda y descubre esas regiones desconocidas, y lleva el cristianismo civilizador del otro lado de los mares, y difunde la fé divina entre los desgraciados habitantes de esa parte ignorada del universo.» Palabras grandiosas que Isabel no habia podido proferir hasta asegurar el triunfo del cristianismo en España, y hasta arrojar á los infieles de sus naturales y hereditarios dominios.

Adoptada y protegida la empresa por Isabel, pronto iba á saberse si el proyectista era en efecto un visionario digno de lástima, ó si era el mas sabio y el mas calculista de los hombres. Seguido de un puñado de atrevidos aventureros, el naútico genovés se lan

za en tres frágiles leños por los desconocidos mares de Occidente. «¡Pobre temerario!» quedaban diciendo España y Europa. Y Colon, lleno de fé en su Dios y en su ciencia, en sus mapas y en su brújula, no decia mas que: «¡adelante!» España y Europa suponian, pero ignoraban sus peligros y trabajos, sus conflictos y penalidades. ¿Qué habrá sido del pobre aventurero?

Trascurridos algunos meses, volvió el aventurero á España á dar la respuesta. Nada necesitó decir. La respuesta la daban por él los habitantes él los habitantes y los objetos que consigo traía de las regiones transatlánticas en que nadie habia creido. El testimonio no admitia dudas. El Nuevo Mundo habia sido descubierto! El miserable visionario, el desdeñado de los doctos, el rechazado por los monarcas, el peregrino de la tierra, el mendigo del convento de la Rábida, era el mas insigne cosmógrafo, el gran almirante de los mares de Occidente, el virey de Indias, el mas envidiable y el mas esclarecido de los mortales. España y Europa se quedaron absortas, y para que en este estraordinario acontecimiento todo fuese singular, asombró á los sabios aun mas que á los ignorantes.

La unidad del globo ha comenzado á realizarse; la humanidad entera ha empezado á entrar en comunicacion. Ya se comprendió por qué habian sido inventadas la brújula y la imprenta ; por que era menester hallar caminos seguros por entre las inmensidades del Océano para poner en relacion á los moradores

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