Imagens das páginas
PDF
ePub

riores. Pero estos prudentes monarcas no se circunscribieron á publicar prágmaticas y leyes, sino que les dieron fuerza y vigor con el eficacísimo y saludable medio del ejemplo en sus propias personas. Isabel, sin faltar á la magnificencia que en ocasiones solemnes exigian, ó la dignidad real, ó el justo júbilo de los pueblos en los faustos acontecimientos, como las recepciones de los embajadores estrangeros (que en aquel tiempo, como cosa nueva, se hacian con gran ceremonia), los nacimientos y bodas de los príncipes, ó la celebridad de un hecho brillante y de gloria nacional, en su método ordinario de vida reducia sus gastos y los de su familia y palacio á lo que indispensablemente requeria la calidad de las personas, á lo puramente decente y honesto. Indiferente al regalo, enemiga del boato y de la ostentacion, los atavíos de su trage eran modestos y sencillos; y en las fiestas que se dieron á los embajadores franceses en Barcelona, ni ella ni sus damas estrenaron vestidos, y no se desdeñaba de confesar que se habian presentado con los mismos que les habian visto ya otros embajadores franceses. El gasto diario en la real casa era tan frugal que se sabe importaba la décima parte de la suma á que subió mas adelante el de su nieto Cárlos V. Quien estaba siempre dispuesta á empeñar.sus ricas alhajas para la guerra de los moros, y para la empresa de Colon; quien las distribuia despues entre sus hijas y las esposas de sus hijos cuando

tomaban estado, harto mostraba su generoso desprendimiento, y el poco atractivo que tenian para ella estos signos de opulencia, de vanidad ó de lujo. Las damas de su córte seguian su ejemplo, y no era perdido para las demas clases, porque nunca es perdido el ejemplo que viene de lo alto.

Poco dada á distracciones y espectáculos, hizo cesar principalmente aquellos que ademas de una vana y dispendiosa ostentacion se ejecutaban con cierta pe. ligrosa ferocidad, como los torneos con arneses de guerra y lanzas de puntas aceradas, y como las corridas de toros, de las cuales decia ella misma : « De los toros.... propuse con toda determinacion de nunca verlos en toda mi vida, ni ser en que se corran.» Lo que habia de gastar en costosos espectáculos de mero recreo, lo invertia en la construccion de hospitales ó iglesias, de colegios, caminos, puentes ó mercados.

A la severa parsimonia de los Reyes Católicos sucedió la dispendiosa etiqueta heredada de los duques de Borgoña, y la pomposa magnificencia de los príncipes de la casa de Austria; y las prudentes economias de Fernando é Isabel vinieron á ser un honroso, pero harto breve paréntesis, entre las locas prodigalidades de Enrique IV. y las ceremoniosas profusiones de Cárlos V. A los dos años de haber venido á España el austriaco, ya le suplicaban las Córtes de Castilla «que ordenase su casa en la forma y manera que la habian tenido los Reyes Católicos, sus abuelos.»

X.

Siendo el principio religioso el que unido al de independencia y libertad habia inflamado el corazon de los españoles, y armado sus brazos y mantenido su maravillosa perseverancia para luchar sin cansarse por espacio de ocho siglos, naturalmente tenia que ser tambien el alma de la política y el móvil de las acciones de unos monarcas que merecieron del gefe de la iglesia el sobrenombre de Católicos, que trasmitieron á sus sucesores como una preciosa vinculacion.

¿Correspondió siempre en Fernando al principio religioso la práctica de las virtudes cristianas? Al examinar, no ya sus acciones de hombre, que pudieran estar fuera de nuestra jurisdiccion, sino sus actos de rey, la severidad histórica nos ha obligado mas de una vez á ejercer una censura que no nos es grata, á vueltas de las muchas y bien merecidas alabanzas que con sincero placer hemos tributado al esposo de Isabel, como rey de Aragon y de Nápoles, y como regente de Castilla. Jamás en Isabel hemos dejado de hallar en perfecta armonía el principio religioso con el ejercicio práctico de las virtudes evangélicas en toda su estension y sin mezcla de hipocresía.

Permitasenos aqui, siquiera nos espongamos á traspasar las atribuciones del historiador, dejar con

signada una idea que mucho tiempo hace abrigamos. Al examinar la vida de Isabel desde su cuna de Madrigal hasta su sepulcro de Medina del Campo, y al ver que á la luz de la mas escrupulosa investigacion no se descubre un solo acto de su vida pública y privada que no sea de piedad y de virtud, sentimos de corazon que no nos sea dado añadir á tantos gloriosos títulos como podemos aplicarle, el mas honroso y venerando de todos los timbres, y confesamos no comprender cómo no se halla el nombre de la reina Isabel de Castilla en la nómina de los escogidos, al lado de los de San Hermenegildo y San Fernando.

Tambien el pueblo español conservaba puro el principio religioso. Mas con la creencia religiosa pueden por desgracia coexistir, por una parte la superslicion y el fanatismo, por otra la relajacion y licencia de las costumbres, y de todo habia en el pueblo español al advenimiento de aquellos reyes. A morigerarle con las leyes y con el ejemplo propio se dirigieron los esfuerzos de los dos monarcas, principalmente de la reina Isabel, y de haberlo en gran parte conseguido hemos visto repetidas pruebas en la historia.

El clero, natural depositario de la fé, se habia contaminado como las demas clases, y participaba de la general corrupcion. Isabel, educada en las máximas de la mas rígida moral, inclinacion y por sentimiento, sinceramente

piadosa por

devota, severa en

el cumplimiento de sus deberes religiosos de muger y de reina, profundamente respetuosa de la dignidad del sacerdocio, protectora de los eclesiásticos virtuosos é ilustrados, á quienes buscaba y encumbraba, pero inexorable con los que empañaban con los vicios su alto ministerio, á los cuales corregia con dureza ó castigaba con rigor; dulce por carácter, pero enérgica por conviccion y por deber, Isabel hizo de un clero disipado un clero ejemplar, y una muger jóven obró una revolucion saludable en la iglesia española, que no hubiera podido esperarse sino de un consumado pontífice. La reforma de las órdenes monásticas ejecutada por Isabel y por el virtuosísimo Cisneros, es una de las mas bellas páginas de este reinado.

[ocr errors]

Nunca sin embargo consintieron los dos monarcas ni que el clero de España ni que la córte misma de Roma se intrusáran en las atribuciones de la potestad civil. Igualmente celosos ambos del mantenimiento de las regalías de la corona, igualmente cuidadosos de que nadie traspasára la conveniente línea divisoria del sacerdocio y el imperio, y de que se diera á Dios lo que es de Dios y ai César lo que cs del César, en cuantas ocasiones observaban ó actos ó aspiraciones en la Santa Sede con tendencia á menoscabar el régio patronato de la iglesia española, ó á invadir el terreno de los poderes temporales, jamás dejaron de oponerse con igual firmeza y energía. Con la misma resolucion en este punto, la diferencia entre Fernan

« AnteriorContinuar »