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do é Isabel solia estar solo en la forma de la manifestacion segun la condicion de sus genios. Isabel resistia las pretensiones del pontífice con entereza, pero con respetuosa dignidad: el vigor de Fernando degeneraba en casos dados en dureza. Isabel, defendien do su prerogativa en el negocio del obispado de Cuenca, y siendo sus reclamaciones desestimadas por la Santa Sede, prescribia á sus súbditos que saliesen de Roma, y ordenaba al legado pontificio que evacuase la España: Fernando, ofendido del pontífice en el negocio de la cava, mandaba al virey de Nápoles que hiciera enforcar al cursor del papa (4).

Con estas ideas parece estrañarse mas que los Reyes Católicos fuesen los fundadores de la Inquisicion, y los espulsadores de los judíos y los moriscos, esto último contra lo pactado en solemnes capitulaciones. Ciertamente seria mas consolador no tener que mencionar tales actos que haber de buscar razones para escusarlos en lo posible. «Mas con el principio religioso, deciamos poco há, pueden por desgracia coexistir la supersticion y el fanatismo.>>

«Apresurémonos, dijimos en nuestro Discurso pre›liminar, á hacer la Inquisicion obra del siglo, pro»ducto de las ideas que habia dejado una lucha religiosa de ochocientos años, hechura de las inspira>ciones y consejos de los directores espirituales de la

(4) Véanse sobre estos puntos los capítulos II. y X. del libro precedente, y el Apéndice VIII. al tom. X.

>>> conciencia de Isabel, á quienes ella miraba como >>varones los mas prudentes y santos, de la piedad >> misma y del celo religioso de la reina. El siglo do>>minó en esto aquel genio, que en lo demas habia lo>>grado dominar al siglo. Quiso sin duda hacer una >>institucion benéfica, y levantó, contra su intencion, >>un tribunal de esterminio. » No olvidemos, añadimos ahora, que diez años antes de subir al trono Isabel de Castilla, el pensamiento de la creacion de un tribunal inquisitorial era ya una idea popular en el reino, y se hizo una tentativa para establecerle. El haberse visto envuelta y arrastrada por el torrente de una opinion, podrá ser una lamentable desgracia, mas nunca será un crímen.

De la proscricion de la raza judáica hemos dicho lo bastante en el número IX. de estas consideraciones. ¿Entró en la intencion de los Reyes Católicos faltar á lo capitulado en la Vega de Granada, bautizando por fuerza á los moros rendidos y arrojándolos del suelo español? No hay sino recordar aquellas palabras que les dirigian desde Sevilla. «Sepades que nos >>es fecha relacion que algunos vos han dicho que »nuestra voluntad era de vos mandar tornar é hacer>>os por fuerza cristianos: é porque nuestra voluntad >>nunca fué, ha sido, ni es que ningun moro tornen >>> cristiano por fuerza, por la presente vos aseguramos >>é prometemos por nuestra fé é palabra real, que no »habemos de consentir ni dar logar á que ningun mo

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>>ro por fuerza torne cristiano: é Nos queremos que >>>los moros nuestros vasallos sean asegurados é man>>tenidos en toda justicia como vasallos é servidores >>nuestros.>>-«Sed ciertos, les repetia Isabel en otra »carta que el Rey mi Señor é Yo vos mandaremos »tener en justicia é paz é sosiego, é si necesario es, »de nuevo por esta mi carta os aseguro por mi fe é >>palabra real que el Rey mi Señor é Yo no consenti»remos ni daremos logar que ninguno de vosotros ni >>vuestras mugeres é fijos é nietos sean tornados cris>tianos por fuerza contra sus voluntades, antes que»remos é es nuestra merced que seais y sean guar>>dados é mantenidos en toda justicia como buenos >> vasallos nuestros, segun que en la dicha carta del >>Rey mi Señor é mia es contenido.>>

¿ Cómo se concilia con tanta piedad, con tan solemnes palabras, y con tan humanos y generosos sentimientos, el quebrantamiento de la capitulacion, los bautismos forzosos y la ruda espulsion de los moriscos? Si tal vez estos mismos no fueron los primeros á romper las condiciones del pacto rebelándose contra sus nuevos señores, asi les fué persuadido á Fernando é Isabel. La exaltacion de los ánimos, consecuencia de una guerra porfiada, hizo lo demas.

Si el fanatismo tuvo parte en aquellas crueles medidas, ¿será cosa que deba asombrarnos ? Todavía á fines del siglo XVI. un obispo español (el de Orihuela), comentando los libros de los Macabeos, escribia y

enseñaba que cualquiera podia quitar impunemente la vida á los hereges, infieles y renegados; que los reyes de España debian esterminar á los moros, ó á lo menos echarlos de sus dominios; ponia en cuestion si los hijos podian asesinar á sus padres hereges ó idólatras, y tenia por lícito y corriente hacerlo con los hermanos, y aun con los hijos. Si un prelado tenia estas ideas y enseñaba estas máximas á fines del siglo XVI., ¿cuántos las tendrian y enseñarian á principios del mismo siglo?

Sepamos hacer apreciacion de las ideas y del es píritu de cada época.

XI.

Hácese á los españoles y á sus reyes, á la nacion en general, dos gravísimos cargos, uno moral, otro económico, sobre una materia, en que si bien los mayores abusos y errores se refieren á los reinados siguientes, indudablemente tuvieron principio en el de los Reyes Católicos; á saber, las crueldades cometidas por los españoles con los habitantes del Nuevo Mundo, y su funesto sistema de administracion colo

nial.

Hay por desgracia en el primer cargo una buena parte de verdad, pero hay tambien por fortuna una buena parte de exageracion. ¿Cómo hemos de negar que los españoles no trataron á los indios con la con

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sideracion que la humanidad, la religion, y hasta su interés propio les prescribian? ¿y que en vez de conducirse con ellos como civilizadores benéficos se condujeron como rudos conquistadores? Desgraciada mente se aunaron para esto las dos pasiones que endurecen mas el corazon humano, el fanatismo y la codicia; el fanatismo engendrado por la lucha religiosa de tantos siglos, y la codicia escitada por las riquezas mismas de aquel suelo. La idea fatal, entonces muy comun, de que era lícito disponer de las vidas de los infieles, y la sed de oro que aquejaba á los aventureros que iban á la conquista del Nuevo Mundo, los concitaba á hacer de los desgraçiados indígenas meros instrumentos de esplotacion para su enriquecimiento. Esto es verdad, aunque verdad que está muy lejos de poder ser aplicada á los españoles solos. Pero tambien lo es que el tiempo ha venido á patentizar hasta qué punto se han abultado los escesos y demasías de los españoles en las regiones del Nuevo Mundo. No hay ya hombre de sano criterio que no considere como evidentemente exageradas las terroríficas relaciones de crímenes, el espantoso catálogo de horrores y las declamaciones hiperbólicas del célebre Fr. Bartolomé de las Casas y de los misioneros dominicos; de aquellos dominicos que despues de haber encendido en España las hogueras de la Inquisicion, se constituyeron en América en apóstoles de la humanidad, desplegando allá una especie de fanatis

ΤΟΜΟ ΧΙ.

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