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las naves que pudiese pasase á hacer la guerra al famoso corsario Barbarroja, terror de los mares y de las poblaciones de la costa africana. Esta espedicion, despues de algunos desastres y derrotas, causados los unos por las borrascas, en una de las cuales se anegaron lastimosamente hasta cuatro mil españoles, las otras por las armas del terrible pirata, que se apoderó de Argél dió al fin por resultado la toma de los Gelbes, con lo cual se vengó la pérdida sufrida diez años antes y la muerte del primogénito del duque de Alba en aquella isla de fatales recuerdos.

Faltábale á Cárlos solamente ser reconocido en Cataluña, y con este objeto partió y llegó á Barcelona entrado ya el año 1519 (15 de febrero). Esperábale alli mas fuerte y mas violenta oposicion que la que habia esperimentado en Aragon y en Castilla, y mas insistencia en no quererle jurar en vida de su madre, tanto que se burlaban los catalanes de la blandura con que se habian allanado á hacerlo los aragoneses y castellanos. Sin embargo, el soborno y la intriga fueron templando poco á poco la dureza de aquella gente, y al fin acabaron por prestarle, aunque de mala gana, el mismo juramento que en los demas reinos, si bien en lo de dar dinero fueron mas parcos los catalanes, y se lo escatimaron mas, no tanto por negárselo al rey, cuanto por mortificar á los avaros flamencos.

Tal era la disposicion de los ánimos, y tales fueron

las dificultades que el nieto de los Reyes Católicos halló para su proclamacion en los tres principales estados de la monarquía española: dificultades nacidas de su cualidad de estrangero, de la impaciencia con que se habia anticipado á tomar el título de rey viviendo su madre y sin esperar la declaracion de las Córtes, de la circunstancia de no conocer el idioma español, de venir circundado de estrangeros, sedientos del oro y de los empleos de España, y de haber ofendido el orgullo nacional con sus primeras provisiones y con el favoritismo de los flamencos.

CAPITULO II.

CARLOS ELECTO EMPERADOR.

ALTERACIONES EN CASTILLA.

1519—1520.

Muerte de Maximiliano, emperador de Alemania.-Aspirantes á la corona imperial: Carlos I. de España y Francisco I. de Francia.Otros pretendientes.-Dieta de Francfort.-Eleccion del duque de Sajonia.-Renuncia.-Dáse el trono imperial á Cárlos de Austria, rey de España.-Comienza á usar el título de Magestad.-Disgusto de los españoles y sus causas.-Convoca Córles en Santiago de Galicia.Crece el descontento.-Tumulto en Valladolid y apuro del rey.Resuelve Cárlos pasar á Alemania y va á Galicia.-Córtes famosas de Santiago y la Coruña.-Servicio cuantioso que pidió el rey en ellas.-Conducta de los procuradores.-Firmeza de unos y venalidad de otros.-Vota el subsidio la mayoria.-Nombramiento de regente, y salida del rey á Alemania.-Indignacion en los pueblos.— Sublevaciones.-Tumulto en Toledo: Juan de Padilla y Hernando Dávalos.-Alboroto en Segovia: suplicio horrible del procurador Tordesillas.-Alteraciones en otras ciudades.-Zamora, Toro, Madrid, Guadalajara, Soria, Avila, Cuenca, Burgos.-Escesos del pueblo.-Causas y carácter de estos alzamientos.

Recibió Cárlos, á poco de haber llegado á Barcelona, la noticia de un suceso importantísimo, no ya para su persona solamente, sino tambien para

España y para la Europa entera, á saber, la muerte de su abuelo Maximiliano, rey de Romanos y emperador de Alemania (). La vacante de la corona imperial de Alemania tenia en esta ocasion una importancia especial, asi por la natural preeminencia del gefe del imperio sobre todos los príncipes cristianos, como por las circunstancias del estado de Europa, señaladamente de Italia, y principalmente por las que concurrian en los pretendientes á la sucesion del imperio. Maximiliano habia tenido intencion de hacer nombrar sucesor suyo á su nieto el infante don Fernando de España, con preferencia á su hermano don Cárlos, en atencion á los ricos dominios y vastos reinos que éste ya poscia. Pero aconsejado por los príncipes enemigos de los franceses, y con deseo de engrandecer la causa de Austria, se decidió por fin en favor de don Carlos, aunque no pudo realizarse por entonces un nombramiento que tenia que ser electivo.

Muerto el emperador, Cárlos, que se consideraba ya con cierto derecho á la herencia de su abuelo, y que contaba con alguna predisposicion de los electores en favor suyo, empleó toda clase de medios, de gestiones y de artificios para alcanzar la corona imperial. Pero presentósele un competidor poderoso y un rival temible, Francisco I. de Francia, que con menos títulos, pero con sobra de energía y zon á no haber sido coronado por el papa, ceremonia que se tenia entonces por esencial.

(1) Maximiliano no habia sido considerado sino como rey de Romanos y emperador electo, en ra

ΤΟΜΟ ΧΙ.

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de ardor, pretendia para sí el trono, y por medio de sagaces emisarios procuraba persuadir á los príncipes de Alemania que ya era tiempo de probar que la corona del imperio era electiva y no hereditaria, y que entregarla á un soberano tan poderoso, y por otra parte tan inesperto como era el español, seria crear. un poder desmedido y peligroso; cuanto mas que la constitucion del imperio excluia á todo príncipe que poseyera el reino de Nápoles. Esforzaba el francés estas y otras razones con remesas de oro que públicamente enviaba á Alemania; aparato de corrupcion, que le hacia tan poca honra á él como á los príncipes que se proponia sobornar por tales medios.

Los cantones suizos favorecian, por odio á los franceses, las pretensiones del rey de España. Venecia por el contrario, por celos contra la casa de Austria, se declaró en favor del francés. Enrique VIII. de Inglaterra, sintiéndose como desairado de no figurar en aquella contienda, echó tambien su especie de memorial al imperio, pero desengañado por su embajador de las pocas probabilidades que podia prometerse, se retiró y se mantuvo neutral entre los dos competidores. El pontífice Leon X., que con su claro talento veia casi iguales riesgos para la Iglesia y para la paz de Europa en ambos candidatos, que asi temia ver sentado en el trono imperial á un soberano que dominaba en España, en Nápoles y en el Nuevo Mundo, como á un rey de Francia, que era al pro

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