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muerte de su principal gefe D. Dalmau Galcerán de Cruilles, de la órden de Montesa, un golpe que en aquellas circunstancias era muy terrible, pues sus conocimientos militares y su influencia social habian hecho triunfar casi siempre á los conservadores. Muerto este personage, cuya pérdida lamentó toda la ciudad, eligieron por gefe y sucesor á un caballero distinguido llamado Don Juan Sala. En esta situacion no quedaba á los valencianos otro recurso que el que les podia prestar el infante D. Fernando con las tropas que le facilitase el rey de Castilla; pero previendo este paso el monarca aragonés, despachó á D. Berenguer de Abella, y á D. Vidal de Blanes, canónigo de Valencia, á la corte castellana, é impidió que el infante pudiera sacar de aquel pais los recursos que solicitaba la union. Entretanto habian principiado las hostilidades contra Valencia, pues D. Juan Escrivá con doscientos caballos recorria su término, verificando sus escursiones desde Liria, donde estaba acampado, mientras practicaba lo mismo D. Lope de Urries con otros cien caballos, y D. Ramon Boil con seis mil infantes se encargaba de impedir cualquiera comunicacion entre el infante y los conservadores.

No descuidaron estos tampoco su defensa, y tomando la iniciativa enviaron una division al mande de Sala, que logró apoderarse del Puig despues de un sangriento combate, en que brilló el valor no solo de los valencianos, sino tambien del conde de Terranova y de D. Pedro Boil. Dueños del Puig, marcharon sobre Benaguacil, cuyo territorio talaron y destruyeron, y de allí pasaron á Ribarroja, apoderándose de la poblacion que se defendió denodadamente. Señores del pueblo, mataron á sus jurados y ahorcaron al baile, cuya resistencia habia sido tenáz; y prosiguiendo su marcha se acercaron á Murviedro, sorprendieron la Judería, donde degollaron varios judíos, y desde allí, mandando algunos caballos por el camino de Segorbe para observar los movimientos del rey, volvieron á Valencia dejando bien guarnecidos los pueblos del Puig y de Puzol. Por otra parte los unionistas de Castellon de la Plana en número de seis mil al mando de Don Berart de Canellas en combinacion con los valencianos verificaron otra espedicion al mismo tiempo, corriendo los términos de Burriana y Villareal, y apoderándose de Onda degollaron á su gobernador D. Arnaldo de Ruisech y á otros vecinos; pero aproximándose D. Guillen de Bellera, gobernador de Burriana, se vió

precisado D. Berart de Canellas á retirarse á Castellon despues de haber dejado en todas partes las huellas sangrientas de su espedicion.

Reunido por fin en Segorbe un egército respetable, se dirigió el rey á Murviedro, y de allí avanzando el dia cuatro de Diciembre sobre Valencia, se apoderó sucesivamente de Puzol, ahorcando de una almena á un capitan llamado Guillem Pablo, y entrando en el castillo del Puig abandonado por los que habian quedado de guarnicion. De este punto pasó el rey á Moncada, y fue á acampar por último en las cercanías de Mislata; dando sin embargo tiempo á los valencianos para cortar los caminos y levantar empalizadas en los azudes y acequias, ofreciendo á cada paso unas barricadas fuertes y capaces de una larga defensa, donde se hallaba enarbolado su pendon: de modo que cruzada la huerta por las abundantes acequias que la atraviesan en diferentes direcciones, presentaba una série de puntos fortificados inaccesibles no solo á la caballería, sino tambien á la infantería. A pesar de estos obstáculos, hallándose un dia avanzado D. Miguel Perez Zapata con cincuenta caballos fuera del campamento real, empeñó un ataque contra las primeras fortificaciones de los valencianos, los cuales combatidos hasta una de las barricadas, la abandonaron por fin cargados por Zapata. Acudieron de una y otra parte á la defensa, y entonces se empezó una accion general, que se prolongó por toda la línea. Tocóse á rebato en Valencia: cubriéronse de gentes las barricadas; y el rey en persona entró con sus caballeros en el combate, cuyo encarnizamiento crecia á cada instante haciendo dificultosa la victoria. En este estado D. Ramon de Vilanova, D. Juan Ramirez de Arellano y D. Fernando Ruiz de Caravantes bajaron al rio, y apeándose de los caballos y cubiertos con sus paveses penetraron, seguidos de sus gentes, por un portillo muy estrecho situado en lo alto de la calle de Mislata, casi en el mismo punto que hoy ocupa la cruz, y tomando una barricada, dieron lugar á que algunas tropas se acercasen á aquella posicion que ofrecia una entrada menos difícil para aproximarse á la muralla. Este arrojo sorprendió á los valencianos, los cuales se fueron retirando con órden, disputando sin embargo palmo á palmo las demás trincheras, hasta que replegándose dentro de la plaza, se declaró la victoria por el rey. En esta batalla perdieron los valencianos mil y quinientos hombres, muertos casi todos sobre las mismas trincheras,

FACULTAD

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ULINCAS,

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abandonadas despues de la mas desesperada resistencia. Decidida la victoria, mandó el rey á D. Pedro de Jérica con alguna caballería para que se apoderase del palacio del Real, lo cual egecutó con rapidez, mientras D. Lope de Luna y el maestre de Montesa se derramaron por la huerta quemando su caserío y talando sus campos hasta el Grao, donde pegaron fuego á la torre de su iglesia defendida por algunos unionistas, que perecieron en el incendio por no rendirse á los vencedores. Al dia siguiente se le presentó una comision de la ciudad, compuesta de D. Lope de Piera y Ꭹ Don Guillem de Mayuncosa, intercediendo por los valencianos, cuya situacion era aflictiva despues de la pérdida de los mas valientes de sus hijos. Antes de dar el rey una contestacion, mandó entrar en la ciudad al castellano de Amposta y á D. Bernardo de Olcinellas, con el encargo sin duda de observar el estado de la poblacion y asegurarse de la opinion pública. La primera determinacion del monarca fue mandar quemar y arrasar la capital; pero disuadido por sus consejeros, que eran la mayor parte valencianos, y recordando los eminentes servicios que en todos tiempos le habia prestado Valencia, concedió por fin el perdon con algunas restricciones. Convenidas las bases, entró el rey en la ciudad el dia diez de Diciembre (1), encaminándose primero á la catedral, donde le recibió su obispo D. Hugo de Fenollet al frente del cabildo, y de allí á la casa de la ciudad, desde cuyo balcon arengó á la multitud.

Diez dias despues se principiaron las egecuciones de justicia, siendo los primeros á quienes se castigó D. Juan Ruiz de Corella, D. Ramon Escorcia, D. Jaime de Romaní y D. Ponce Soler, decapitados en la plaza de la Seo, y cuyas cabezas se pusieron en la casa de la diputacion; pero fueron quitadas de allí poco á instancias de los nobles parientes de aquellos desgraciados. Al dia siguiente arrastraron y ahorcaron doce artesanos, entre los cuales habia tres del arte de la seda, dos pelaires, un cardador, y los demás de diferentes oficios. En el mismo dia mataron á seis individuos de un modo que repugna á la humanidad; porque derretida la célebre campana de la union, mandó el rey dar á cada uno de ellos una cucharada del metal hirviendo, haciéndoles morir con todos los tormentos que es fácil concebir (2). Estos seis indi

(1) El mismo año 1348.

(2) Esta atroz egecucion, segun noticias, se verificó colocados los reos en

viduos eran de los que durante la union salian misteriosamente de noche, y entrando en las casas de los que se negaban á firmar la coalicion, los arrebataban del seno de sus familias, y los conducian á la sala de la casa de la ciudad, en la que habia colgados cierto número de sacos, y metiéndolos dentro los llevaban secretamente al rio, donde les ahogaban, calculándose al dia siguiente por la falta de sacos el número de los que habian perecido en la noche anterior. De este modo sacrificaron entre las tinieblas de la noche mas de trescientas personas, llenando de terror la capital, y dando lugar á que se egecutase en aquellos misteriosos asesinos un castigo tan horrible, como los crímenes que habian perpetrado. Las fiestas de Navidad suspendieron estas sangrientas egecuciones; pero pasados aquellos dias, se verificó la muerte del letrado Juan Sala, que fue arrastrado y ahorcado en compañía de los caballeros Bernardo Redon y Blasco de Suhera, y de los doctores en leyes Antonio Zapata y Juan Vesach; á los que se siguieron Gonzalo de Roda, Guillen Destorren, Vicente Solanes y Bernardo Tafino, como gefes de los conservadores. Bañada ya en sangre la capital, concedió el rey una general amnistía, de la que solamente esceptuó á los caballeros Berenguer de Vilaragut, Bartolomé Matoses, Guerau Fabra, Garcí Lopez de Peralta, Pedro Esplugues, Francisco Esquerre y Pedro Zapata, señor de Tous, los cuales hubieron de emigrar apresuradamente, refugiándose en Requena, donde se hallaba el infante D. Fernando; pero cogido Juan de Cervato, otro de los proscritos, fue conducido á Játiva y allí mismo decapitado por orden del rey.

Despues de vertida tanta sangre, nombró el monarca una comision compuesta de D. Juan Gomez, D. Juan Lopez de Sessé, D. García de Lloriz, D. Tomás de Marza, D. Blasco Fernandez de Heredia, D. Gil Ruiz de Liori, D. Berenguer de Abella, Don Arnaldo Pertusa, D. Guillem Colom, D. Ausias Bosch, Arnaldo Juan y Muñoz Lopez de Tahuste, para que informándose detenidamente de los perjuicios que habian recibido los pueblos y sus vecinos en particular, de los conservadores, se les diese una justa satisfaccion, destinando para su indemnizacion los bienes confiscados

un banco de mampostería que ocupaba todo el frente de la antigua casa del marqués de la Olmeda, ahora fonda de la Paz, que se deshizo al renovar dicha casa en el año de 1844.

á los ajusticiados y proscritos. Tambien pasó á Alcira, de órden del rey, D. Pedro Gimenez de Pomar, para castigar con mano fuerte á los que en aquella villa encontrase culpables; y en consecuencia de sus investigaciones hizo ahorcar á tres labradores y un carpintero, á quienes se atribuia la muerte de D. Guillem Belvis en la batalla de Játiva. Además de estas egecuciones hizo descuartizar á un trompeta, que en los primeros momentos de la sedicion de Alcira habia asesinado á Antonio Venrell porque se negó á firmar la union.

Para completar la entera pacificacion del reino, solo faltaba sujetar á Castellon de la Plana, cuyo pueblo todavía estaba pronunciado hostilmente por la union, á pesar de la rendicion de Valencia. Para conseguirlo mandó el rey á D. Pedro Boil con diez mil infantes y seiscientos caballos, y acercándose este caballero á la poblacion, defendida por seis mil hombres, la tomó por asalto á pesar de la desesperada resistencia de la guarnicion. Triunfante Boil, cometió las mayores atrocidades, haciendo degollar, entre otros, á D. Arnaldo del Miracle, que no pudo escapar, con D. Umberto de Cruilles y Berart de Canellas, y ahorcar confusamente trece individuos, y con ellos una muger, cuyo valor en la defensa del pueblo habia causado la mas profunda admiracion, y que de una pedrada acertó á matar á Guillem Boil, sobrino del vencedor.

Terminada de este modo la guerra de la union y tranquilo el pais, nombró el rey por gobernador general á D. Pedro de Jérica, y por su teniente á D. Juan Escrivá; y celebrada eleccion de nuevos jurados, salió de la ciudad dejando á D. Ponce de Santapau con alguna fuerza para que se opusiese á las correrías de Berenguer de Vilaragut y Pedro Zapata, que secundados por el infante Don Fernando y la reina Doña Leonor, tenian desde Requena en continua alarma á los pueblos mas inmediatos á la capital. Al mismo tiempo envió á D. Att de Foces á la corte de Castilla para que representára en su nombre contra la reina Doña Leonor, con quien transigió por último por medio de Mateo Mercer y de Guillen de Luna, cuyas negociaciones hicieron desistir de sus correrías á Vilaragut y Zapata, quedando de este modo en paz el reino de Valencia. Harto lo necesitaba despues de tamaños desastres y desventuras.

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