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á su valor, que apoyaba en la proteccion de Elías
de Enoch por
cuya inspiracion, decia el ENCUBIERTO, habia venido al reino de
Valencia. Levantado el sitio por el virey, y curado de una herida
que habia recibido, se trasladó á Alcira donde le obsequiaron es-
pléndidamente y desde allí escribió á los comuneros de Valencia,
asegurándoles venia á vengar la muerte de Vicente Peris, debiendo
facilitarle la entrada por la puerta de Cuarte para dar el golpe
mas seguro. Contaba para esto con algunos labradores que debian
acompañarle en su empresa; pero descubierto el plan por Juan
Martin, capitan que habia sido de los comuneros de Campanar,
llegó por fin á noticia del marqués de Zenete, y haciendo vigilar
las puertas, inutilizó la tentativa del ENCUBIERTO. Viendo éste des-
vanecidos sus planes, se dirigió con los labradores que le seguian
al palacio del Real, con el objeto de fortificarse en él durante la
noche; pero habiéndole abandonado sus parciales, se retiró á Be-
nimaclet y de allí á Burjasot, donde José Aparici y Pedro Llueza
le sorprendieron en una casa, y habiéndole muerto, le trajeron á
Valencia, donde fue quemado el cadáver de órden del santo oficio;
poniendo su cabeza y la del llavero que debia facilitarle la entrada
en la capital, encima de la puerta de Cuarte.

Entretanto continuaban las hostilidades entre las tropas del virey y los comuneros de Játiva y Alcira, verificándose algunos encuentros de poca consideracion, en uno de los cuales fue muerto D. Martin Ponce, abogado fiscal y patrimonial de S. M., y saliendo heridos el duque de Gandía y el conde de Oliva. Este suceso animó á los de Alcira á hacer una escursion hasta la huerta de Valencia, matando de paso en Sueca al comendador D. Luis March, y saqueando á Carlet, llegaron hasta las mismas murallas de Valencia, regresando rápidamente á su pueblo cargados de despojos. Otra espedicion verificaron los de Játiva sobre Luchente, de cuyo castillo no pudieron apoderarse por la obstinada resistencia de sus defensores, mandados por dos jóvenes hermanos del gobernador, que se hallaba ausente en aquellas circunstancias. Desde Luchente se dirigieron los comuneros á Albaida, donde no pudieron entrar por la briosa resistencia de D. Joaquin Pertusa y del capitan Diego de Cáceres, y pronunciando su retirada hácia Játiva, tuvieron un encuentro con el señor de Albatera, que á pesar de haber ganado la accion con pérdida de sesenta comuneros entre muertos y prisioneros, no pudo impedir sin embargo su entrada en aquella

ciudad. Acercábase entretanto el virey con su egército hácia Játiva, y habiéndole salido al encuentro en Bellús los comuneros en número de tres mil hombres, tuvieron una accion en que perdieron estos mas de mil infantes, algunos caballos y siete banderas. El virey tuvo doscientos cincuenta muertos, contando en este número á Pedro Lopez de Ayala, gobernador de Villena, y al maestre de campo general Melchor Perellós. Despues de esta victoria puso otra vez el virey sitio á Játiva, reforzado con los socorros que recibió de Murcia y con la artillería, que por orden del emperador, que se hallaba ya de regreso en España, se le envió desde Villena, mandada por D. Pedro de la Cueva y Jorge Ruiz de Alarcon. A seis de Setiembre empezó el sitio de la plaza con seis mil infantes y doscientos caballos, observándose en los primeros ataques que los sitiados oponian poca resistencia, porque la mayor parte de los combatientes se hallaban en los pueblos inmediatos con el objeto de recoger víveres, dejando sin embargo la defensa de la poblacion á las mugeres, que arrojando piedras y calderas de aceite hirviendo, se defendieron con una bravura admirable. Hacian cabezas de estas mugeres Lucía Martin y Juana Segura; mientras los comuneros de Játiva, unidos á los de Alcira, derrotados en Carcagente por el señor de Albatera, con alguna pérdida de una y otra parte, entraron en Játiva, sin que pudiera impedirlo el virey. Entonces se estrechó mucho mas el sitio, y despues de algunos dias se rindieron los sitiados, quedando por gobernador D. Jorge Ruiz de Alarcon, y desde allí pasó á Alcira, que se le entregó sin ninguna resistencia; licenció el egército, y entre otras gracias que concedió á los pueblos que habian permanecido fieles á su causa, regaló á Morella tres cañones grandes de bronce que babia ganado á los plebeyos de Valencia en la batalla de Murviedro, donde los gremios de la capital perdieron otros cañones, pues cada oficio ó gremio tenia uno de su propiedad.

Hallándose el virey en Alcira recibió una órden de S. M. en que le mandaba poner en libertad á D. Fernando de Aragon, duque de Calabria, que hacia diez años estaba preso en el castillo de Játiva, con encargo de acompañar al mismo tiempo al duque hasta la corte.

Pacificado el reino, se dió principio á la persecucion contra los agermanados, comenzando los castigos por Guillem Sorolla, entregado traidoramente á la justicia por un moro criado suyo, TOM. I.

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hallándose en el castillo de Benaguacil, desde donde lo llevaron á Játiva para concluir su proceso. No habiendo entonces en aquella ciudad abogado fiscal por muerte de Martin Ponce, confirieron este cargo á Onofre Oller, preso por comunero en el castillo de Montesa; y creido este letrado que haciendo este servicio se le perdonaria, redactó un largo interrogatorio, cuyos estremos no pudo negar Sorolla, y en su consecuencia fue condenado á muerte. Pero valiéndose de su propio interrogatorio, hicieron los mismos cargos á Oller, y habiéndolos confesado de plano, sufrió la misma pena que Sorolla. La cabeza de este caudillo fue traida á Valencia, y colocada sobre un arpon se puso en una de las esquinas de la casa de la ciudad; y arrasaron su casa, situada en la calle que de su nombre se llama de Sorolla. Igual fin tuvieron Juan Caro y los demás gefes de la Germania, haciendo sufrir á sus parciales en todo el reino una activa persecucion, desterrando á unos, decapitando á otros, é imponiendo á los gremios de Valencia una contribucion que penosamente pudieron satisfacer. Estas medidas fueron dictadas por el marqués de Brandembourg que vino á Valencia á once de Diciembre de mil quinientos veintitres, acompañado de su esposa la reina Doña Germana, muger que habia sido del rey D. Fernando el Católico.

Tal fue el principio, progresos y término de la Germania, que costó á los valencianos la pérdida de inmensos tesoros, y la muerte de mas de catorce mil personas.

Tranquilo ya el reino, olvidó la capital las calamidades pasadas, celebrando con entusiasmo el triunfo de nuestras armas en Pavía y recibiendo dentro de sus muros al ilustre prisionero, al rey Francisco I de Francia, «que todo lo habia perdido menos el honor."

Vencido este célebre rey caballero el dia veinticuatro de Febrero (1), fue trasladado con las mayores distinciones á España de órden del emperador, desembarcando en Valencia, donde el virey entonces y capitan general D. Luis de Cabanilles, señor de Alginet, lo alojó en su propia casa (2), quedando desde aquella

(1) Años de J. C. 1525.

(2) Es la misma de los actuales condes de Casal, descendientes de aquel caballero. Zacarés, Recuerdos de Valencia.

época la memoria del tránsito por esta ciudad del esforzado rival de Carlos I en una pequeña lápida colocada hasta el año mil ochocientos cuarenta y tres en la esquina de la casa antiguamente de los marqueses de la Olmeda, ahora fonda de Europa.

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