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IENTRAS la monarquía goda, enervada por los vicios que son inherentes á largos tiempos de paz, se derrumbaba entre las manos de los opulentos magnates, que á porfía se disputaban el supremo poder, haciendo deslizar entre la multitud los desórdenes que prepa

raban la ruina de todos; mientras la raza indígena de los iberos habituada hacia largo tiempo al yugo de señores estraños y casi reducida á un número insignificante, no tomaba parte directa en la defensa de un pais, de que se hallaba desposeida, y dejaba disputar la posesion de esta comarca que sucesivamente habia pasado de los cartagineses á los romanos, y de estos á los godos; los antiguos árabes, llamados Escenitas por los griegos, á causa de sus costumbres nómadas, se preparaban desde los campos del Yemen y de las colinas del Hedjaz, á arrebatar á los godos la desgraciada España; «superior á la Siria por la belle«<za del cielo y de la tierra; al Yemen por la benignidad del cli«ma; á las Indias por sus flores y sus perfumes; al Egipto por sus <«< frutos, y á la China por sus preciosos metales."

La primera invasion de los árabes, provocada por el conde D. Julian ó D. Illan, si es cierto el resentimiento que produjo la

venganza espantosa del que fue padre de la hermosa Cava; se verificó en Tarifa, á las órdenes de Tharyf-ben-Malek, uno de los mas valientes oficiales del egército de Muza, general de Walid, califa de Damasco (1).

Animado Muza por el éxito favorable de esta espedicion, resolvió definitivamente llevar á cabo la alta empresa que habia meditado, y á la primavera siguiente, otro gefe, llamado Thariq ben Zyad, atravesó de nuevo el estrecho al frente de un cuerpo considerable de tropas, y desembarcó al pie del monte Calpe, á quien dió el nombre de Alghezyrah Alhadra, nombre que conserva aun Algeciras. Desde allí fue á acampar en la cumbre de Gibraltar (monte de Thariq).

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á

Victoriosos los árabes en un encuentro con el conde Teodomiro que gobernaba aquella provincia, se derramaron con su acostumbrada rapidez por toda la costa, apoderándose de algunas plazas, hasta llegar á las orillas del Guadiana. Mas dispuesto al fesque la pelea, segun la espresion de Quintana, el rey D. Rodrigo saliendo del voluptuoso letargo en que yacia, trató de oponerse á esta invasion, y á la cabeza de treinta mil combatientes fue al encuentro de los árabes. Los dos egércitos se avistaron en las riberas del Guadalete: la batalla duró tres dias; pero triunfantes en fin los guerreros del Oriente, pasaron á cuchillo á los godos pereciendo el mismo rey D. Rodrigo (2).

Thariq dividió, despues de esta victoria decisiva, el egército en tres cuerpos, y simultáneamente se apoderó de Málaga, Ecija, Córdoba y Toledo, capital de la monarquía goda.

Deseoso Muza de ceñir los laureles que Thariq le habia arrebatado, y ansiando continuar en persona la importante conquista que se ofrecia á su genio belicoso, desembarcó en la costa de Andalucía á la cabeza de diez y ocho mil caballos, y siguiendo nuevo camino, se apoderó de Sevilla y de Carmona, pasó el Guadiana, sometió toda la Lusitania meridional; y últimamente, revolviendo sobre Estremadura, se apoderó de Mérida, á pesar de su obstinada y gloriosa resistencia, ausiliado por los refuerzos de su hijo Abdelaziz recien venido de Africa.

Antes de volver Muza á Toledo, Abdelaziz se separó de su padre para ir á ocupar la Andalucia oriental, y avanzó hasta la

(1) Años de J. C. 711. (2) Años de J. C. 711 ó 712.

provincia de Murcia, donde se habia refugiado el conde Teodomiro al frente de una division aguerrida y valiente. Segun Viardot y Conde, Abdelaziz encontró al gefe godo fortificado en Lorca, y segun Masdeu en Orcillis, ú Orihuela, en cuyas llanuras combatieron uno y otro egército. Pero derrotado Teodomiro, se encerró en la plaza con los restos de sus tropas, resuelto á defenderse á todo trance. Para ofrecer mas fuerza á los enemigos, dicen que mandó á las mugeres cubrir la muralla, esparcida la cabellera, segun costumbre de los antiguos guerreros. En esta disposicion salió Teodomiro solo de la plaza, para presentarse en la tienda de Abdelaziz á fuer de embajador. El árabe concluyó en seguida un convenio, y encantado de la noble confianza, del valor y la grandeza de alma del conde godo, no solo le concedió las capitulaciones que pedia, sino que le dejó además el mando de las provincias de Valencia y Murcia, que los árabes llamaron despues Tierra de T'admir, bajo la única condicion de un tributo anual en dineros y mercaderías.

Muza hizo de allí á poco otra espedicion (1), y entonces fue cuando ó muerto Teodomiro, ó faltando el árabe al convenio celebrado por su hijo, penetró de paso para Cataluña, en la provincia de Valencia, hasta llegar á Catarroja, donde segun Almela, canónigo de Murcia, trataron los godos de la capital de oponer alguna resistencia. Pero arrollados por aquellos guerreros victoriosos y valientes además, se refugiaron en Valencia, donde los árabes entraron sobre la marcha, y destruyeron completamente las memorias que los godos dejáran acaso en nuestra bella capital.

Los historiadores valencianos se lamentan de la falta de noticias pertenecientes al gobierno de los walies ó gobernadores de esta provincia, y todos convienen en que su historia es la mas oscura de cuantas han reseñado los hechos de estos nuevos dominadores. Nosotros, pues, que encontramos las mismas dificultades, á pesar de haber recorrido las memorias de Casiri, de Conde y las historias que últimamente han publicado Mr. Viardot y Guayancos, nos contentaremos con ofrecer á nuestros lectores las noticias que hemos hallado esparcidas en estas diferentes obras, sin separarnos de la relacion general de los principales caudillos árabes que gobernaron de cerca esta provincia.

(1) Años de J. C. 714.

TOM. I.

11

Soliman, sucesor de Walid en el califato de Damasco, deseoso de terminar las diferencias que la rivalidad habia introducido entre Thariq y Muza, los llamó á su córte, mandando encarcelar inmediatamente al segundo, cuya celebridad era para el califa mas sospechosa.

Durante la ausencia de su padre, Abdelaziz, que habia quedado en Toledo bajo el título de emir, ó comandante, celebró con gran pompa su matrimonio, mas por política que por amor, con Egilona su prisionera, viuda del último rey godo. Sus oficiales acabaron de conquistar lo que quedaba de España, y Abdelaziz se apresuró á enviar á Soliman los mas preciosos despojos de tan repetidas victorias; pero el califa en recompensa de los servicios prestados por el wali, y de las prendas que como guerrero y político le honraban, le mandó asesinar bárbaramente (1); haciendo lamentar á todos tan atróz egecucion.

Ayub (Job), su primo, se encargó interinamente del mando, hasta la llegada del nuevo emir, enviado de la Siria.

Alaor, emir propietario, prosiguió sus conquistas hasta la Galia goda, recogiendo inmensos despojos; pero detestado por sus crimines y atropellamientos fue depuesto por el califa, y reemplazado por el wali Alsamahh, el cual pereció en un combate que le presentó Eudo, duque de Aquitania (2).

Ambisa, su sucesor (3), adquirió bastante celebridad por su escelente administracion, regularizando los impuestos sin gravar á los antiguos habitantes, y haciendo menos amarga la esclavitud que pesaba sobre la desgraciada España. Yahhyay, Hhodzayfah y O'tsman, sucesores de Ambisa, apenas se dieron á conocer en su corto mando; y Alaitam que les siguió, fue castigado afrentosamente por el califa, indignado por sus demasías. Succedió á estos cuatro caudillos un célebre guerrero, llamado Abderramen (4); cuyas armas victoriosas, al penetrar por las Galias, amenazaban invadir todo el Occidente, cuando fueron humilladas por Carlos Martel en la ribera del Loire, y cerca de Tours (5). Sabida en Africa la derrota de Abderramen, fue nombrado interinamente emir de España Abdelmelic, que pudo por algun tiempo sostener las conquistas de las Galias, derrotado por los francos, fue

, pero

(1) Años de J. C. 715. (2) Años de J. C. 718. (3) Años de J. C. 721. (4) Años de J. C. 727. (5) Años de J. C. 733.

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mandado Ocba para reemplazarle. Justiciero el nuevo emir se
hizo notable por sus actos de imparcialidad y de rectitud;
abrió
en todas las capitales escuelas públicas, é instituyó un cuerpo de
Kaschefs, especie de santa hermandad, con el objeto de perseguir
do quiera á los malhechores. Una sublevacion ocurrida en el ter-
ritorio de Tánger, donde se habian revelado los berberiscos por
abrazar el cisma de los morabitas, obligó á Ocba á
pasar á Africa
para sofocar aquellas turbulencias. Su larga ausencia, que duró
mas de cuatro años, alentó á los gobernadores de las provincias á
cometer toda clase de escesos, disputándose mútuamente la pose-
sion del pais que les estaba confiado.

Abulcacer-el-Haudali, wali de Valencia exigió del de Murcia el cumplimiento de algunos tratos, y apoyándose en la fuerza de las armas, se dirigió hácia aquella provincia, donde le salió al encuentro Abraben-el-Ezcandari, su wali. Desgraciadamente fue batido aquel caudillo, y cortándole la cabeza, la trajeron los vencedores á Valencia, donde la colocaron sobre una de las puertas de la ciudad, despues de haber saqueado la poblacion.

Aben-Beckr, sucesor de Abulcacer, guerrero acreditado que habia servido á las órdenes del wali de Murcia, se reveló contra

él,

, y puesto á la cabeza de siete mil combatientes, encontró cerca de Orihuela á su antiguo gefe, que le esperaba al frente de nueve mil y quinientos hombres, y algunos refuerzos enviados por el wali de Baeza. La victoria estuvo por algunas horas indecisa, hasta que la superioridad ó el valor decidió el triunfo en favor del de Murcia, huyendo los valencianos en completa dispersion. Derrotado su wali murió á los pocos dias, dejando por sucesor á un hijo de menor edad, que fue envenenado por su pariente Abubacerben-Bucar. Este horroroso asesinato concitó contra él á todos los wazirs, ó gefes de los distritos del reino, y en particular al de Murviedro, que fue el primero en pronunciarse contra el wali. Secundada la sedicion, á pesar de los esfuerzos practicados por el wali, el wazir de Murviedro se puso á la cabeza de un cuerpo considerable de soldados, batió en varios encuentros al wali, y le obligó á encerrarse en la capital. Hudmen de Murviedro, impulsado menos por la venganza que por la ambicion de reemplazar al wali en el gobierno de la provincia, despachó en este estado sus secretos mensageros á los emires de Africa, suplicándoles le prestasen su cooperacion contra el usurpador, y ofreciéndoles igual

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