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pongan en reclusion en los monasterios de la mas rígida observancia á aquellos eclesiásticos que habiendo sido agentes de la faccion impía, puedan con su ejemplo ó doctrina sorprender y corromper á los incautos ó débiles á favor de las funciones de su estado. Tendráse entendido en el Consejo, y dispondrá lo necesario á su cumplimiento. Está rubricado de la real mano."

Asi procuraba el indigno ministro del rey convertir en teocrática la reaccion realista, y tocaba al arma contra el bando liberal imputándole crímenes sacrilegos, y levantándole la nefanda calumnia de haber pisado las Hostias del tabernáculo. Los pueblos, enfurecidos contra los supuestos hereges, redoblaron las persecuciones y los cerrojos que oprimian á la inocencia; y ni piedad inspiraban las víctimas, porque iban car-gadas con el anateina de los ministros del altar en una nacion fanatizada. Y para mayor admiracion, ni el príncipe en cuyo nombre se espedian, ni el canónigo que redactaba tan escandalosos decretos, se distinguian por sus opiniones religiosas, sino por el tráfico infame que hacian de los objetos mas sagrados.

Siguieron Fernando y su familia el 7 á Utrera, donde fueron recibidos por las comunidades religiosas, que gritaban viva el rey absolutamente absoluto, y por los entusiasmados vecinos, que desenganchando las mulas arrastraron el coche. Cada paso que daban los augustos viajeros producia el destierro de centenares de individuos en cumplimiento de la orden dada en Jerez. Al otro dia se dirigieron á Sevilla, cuyas torres del Oro, de la Giralda y de Triana se empavesaron al divisarlos, como igualmente el puente y los barcos del rio: esperaban á SS. MM. en la venta de Heritaña doscientos voluntarios realistas, que presen

El rey en Sevilla.

Felicitale el

mático.

Exequias por los realistas muertos en la

tándoles un carro de triunfo los condujeron á brazo al palacio. Alli felicitaron al rey el conde de Bruneti, embajador de Austria, el baron Royer, de Prusia, y el conde Bulgari, de Rusia, quienes cuerpo diplosabida en Madrid la salida de Cádiz, habian volado al encuentro del monarca. Entre las fiestas de los templos, donde adoraron el cuerpo y espada de San Fernando, los gritos de la plebe, que enronquecia pidiendo cadenas, las vistosas corridas de toros, á que concurrió tambien el duque de Angulema, los bailes dados por la maestranza y los juegos de cintas y parejas, deslizáronse alli alegremente los dias de la real familia. En aquella ciudad ordenó Fernando el 9 de Octubre que en todas las iglesias de la monarquía se celebrasen solemnes exequias por los que habian perecido desde el 7 de Marzo de 1820 defendiendo la causa de Dios y la suya; y el 14 con motivo de su cumpleaños concedió numerosas cruces á los generales guerra. y oficiales del ejército francés, promovidos por su gobierno á grados superiores en premio de la victoria obtenida contra la libertad. Ya en la corte de este dia se presentó el embajador británico sir Gillermo A'Court, que desde Gibraltar habia vuelto á Sevilla, visto el rumbo que habian tomado los negocios. El 18 estinguió S. M. el ministerio del interior creado por la regencia; y el 22, apremiado por los embajadores de las altas potencias, que insistian en que se adoptase una política conciliadora, y conforine á las miras manifestadas por el gefe de la casa de los Borbones, dirigió el monarca un decreto al Consejo ofreciendo que á su llegada á Madrid publicaria su voluntad, "haciendo compatible su real clemencia con la pública vindicta, con la tranquilidad de los pueblos, con la seguridad del trono, y con la relacion qne tan estrechamente le unia con sus poderosos aliados."

Consejos de Angulema.

Tras esto salieron los reyes de Sevilla en la mañana del 23, admitiendo en Alcalá de Guadaira un magnífico almuerzo que les ofreció el marques de Gandul, y siguieron á Carmona, donde mandó Fernando erigir en Madrid un monumento para perpetuar la memoria del duque de Angulema.

Habia procurado el príncipe francés permanecer á cierta distancia de la corte para mostrar su desagrado por las sanguinarias medidas que habia aprobado el rey de España; mas pensando ya en restituirse á su patria, se constituyó el 10 de Octubre en Sevilla, comió con Fernando, asistiendo por la tarde á los toros, como dijimos arriba. En esta comida espresó el duque los sentimientos de templanza que convenian á la escabrosa situacion en que se hallaba el reino; pues aunque las cosas corrian con próspero viento, podia este mudarse y convertir la bonanza en airada tormenta. No agradaron á un rey incensado por el vulgo los consejos del de Angulema, y eludió la respuesta cubriendo con las flores de la finura y de la cortesía, las esespinas de sus intenciones, siempre crueles, pero simuladas. El 11 ausentóse Angulema, acompañado hasta Carmona por los infantes don Carlos y don Francisco, y mandóse á los capitanes generales de las provincias que hiciesen al duque y al príncipe de Carignan los honores de infantes de Castilla á su paso para Francia. Asi los elogios públicos ocultan muchas veces el odio secreto de los reyes. Eludieron los príncipes franceses la manifestacion prescrita llegando de incógnito á Madrid, donde al siguiente dia desfiló ya por delante de su alojamiento el batallon de voluntarios realistas, cuya bandera se bendijo en nuestra Señora de Atocha con sumo aparato y pompa. Nombró Angulema á Bourmont general en gefe de las tropas francesas que ocupaban la Península, y atravesando rápidamente

Burgos y Vitoria, y desdeñando los carros de triunfo que le ofrecian los pueblos, repasó el Vidasoa. El 2 de Diciembre celebró su entrada pú blica en París, montado en un hermoso caballo y aclamado por las tropas que se hallaban tendidas en la carrera.

Regresa An-` gulema á Frančia.

Rendido Cádiz habíanse posesionado de sus fuertes y de la plaza los soldados franceses, acantonándose los españoles en pueblos inmediatos. El gobernador nombrado por el rey de España mandó por orden reservada de Fernando prender, apenas llegó, á muchas personas que se habian señalado por sus opiniones liberales; pero el general francés las puso en libertad, y avisó al funcionario español que se abstuviese de encarcelar á nadie, pues de lo contrario le obligaria á salir del Puerto. Rendíanse á medida que llegaba el decreto del rey los puntos fortificados, como Tarifa, Melilla, Peñíscola, Lérida, Urgél y Badajoz. Ya entonces habian capitulado San Sebastian, Figueras y Ciudad-Rodrigo; y posteriormente enarbolaron el estandarte real Barcelona, que se rindió á Moncey, Tarragona, Hostalrich, Cartagena, Alicante y Mallorca. Y el brigadier Plasencia habia entregado las armas de los restos de su division en 25 de Octubre en Almendralejo en virtud de un acomodamiento con los estrangeros. En los puntos donde dominaban las armas francesas reinaban la tolerancia y la paz, porque la paz, porque los generales no per- las autoridades mitian prender a los ciudadanos por hechos ante- francesas. riores á la capitulacion; mas apenas se apartaban aquellos de las murallas de la plaza, ó la desguarnecian los estrangeros, veíanse aprisionados por las autoridades españolas. Entonces ¡cosa increible! bendecian los naturales la dominacion estrangera, y era su yugo mucho mas suave que el de los hijos de la misma España convertidos en tiranos.

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Tolerancia de

Distribuyó el monarca los principales destinos entre los que mas habian descollado en la faccion, concediendo la capitanía general de Castilla al baron de Eroles, la de Valencia á don Felipe Saint March, y la de Castilla la Vieja á don Distribucion Carlos O'donell. Confirióse la embajada de Francia ♦ de los destinos, al duque de San Carlos, y la de Rusia al conde de la Alcudia, famoso por su destemplanza y espíritu reaccionario: el conde de Miranda obtuvo la mayordomía mayor, el duque de Montemart la presidencia del Consejo supremo de Indias, y el del Infantado la comandancia de la guardia real y la presidencia del Consejo de Castilla, que por su renuncia pasó á manos de don Ignacio Martinez de Villela.

Dejamos al sin ventura Riego encerrado en Andújar, donde le habian conducido los franceses para libertarle del furor popular de la Carolina. No tardó la regencia realista en reclamar al reo bajo pretesto de que habia caido en manos de los españoles; y el general francés vizconde FoissacLatour entregó la víctima á los verdugos sin oponer la menor resistencia. Guardado por fuerte escolta don Rafael del Riego, y echado en un miserable carro al lado de sus compañeros de infortunio, tuvo que atravesar el largo camino de Andújar á Madrid entre las amarguras y tribulaciones de una muerte mil veces creida y deseada. El frenético vulgo, atumultuado en todos los pueblos del tránsito, presentó la imagen de un motin conTrabajos de tinuado, que tomando principio en Andújar no se Riego.

apagó ni en la corte misma donde residia el gobierno. Llenaban de dicterios á los infelices presos, apedreábanlos con la mayor inhumanidad, los escupian y golpeaban, y en Valdepeñas tuvo la escolta que luchar á brazo partido con los amotinados para librar á Riego la vida. De este modo lle

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