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garon al puente de Toledo de Madrid el 2 de Octubre, víspera del dia en que se recibió la noticia de la libre salida del rey; y sin tocar en la villa y corte, donde hubieran sido despedazados por el fanático vulgo, los condugeron por las afueras al Seminario de Nobles. Trasladáron los despues á la carcel pública, y en 27 del mismo mes se vió en la sala de alcaldes la causa formada contra aquel que meses antes habia sido apellidado héroe quizás por los mismos que ahora ansiaban beber su sangre.

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Limitábase la acusacion fiscal, son sus palabras, "al horroroso atentado cometido en calidad de diputado de las llamadas Cortes votando la traslacion del rey y su real familia á la plaza de Cádiz, violentando la real persona, y llegando la traicion al estremo de despojarle de la precaria autoridad que la rebelion le permitia:" por cuyas razones, y en virtud del real decreto de 23 de de Junio, pedia la pena de horca y desmembramiento del cadáver, colocando la cabeza en el pueblo donde en 1820 dió el grito de libertad, y los pedazos del cuerpo en Sevilla, isla de Leon, Málaga y Madrid. Los magistrados pronunciaron la sentencia siguiente: "Se condena á don Rafael del Riego en la pena ordinaria de horca, á la que será conducido arrastrado por todas las calles del tránsito; en la confiscacion de todos sus bienes para la Cámara de S. M., y asimismo en las costas del proceso."

El 5 de Noviembre á las diez de la mañana notificaron á Riego la cruel sentencia, y en el acto le colocaron en la capilla de los reos condenados á muerte. Si en el transcurso de su carrera política no habia desplegado el general los talentos y la cordura que exigia él elevado carácter que deseaba representar en las revueltas de su

Sentencia.

1823.

patria, habia ostentado al menos un valor á toda prueba. Mas el arrojo del campo de batalla no es aquella constancia filosófica que se requiere para padecer y despreciar el dolor, para esperimentar sin horrorizarse las prolongadas agonías de una muerte que se siente venir á pasos contados. Debilitado por los padecimientos fisicos y morales, aterrada la imaginacion con aquel cuadro de peDesaliento. ligros y de humillaciones que le saltearon durante su amarguísimo viaje, Riego habia perdido la fuerza de ánimo necesaria para mirar de cerca el fin de la existencia entre los lúgubres pronósticos y amenazas de los frenéticos frailes. Entregóse pues en la capilla no á los dulces consuelos de la religion, sino al desaliento, y púsose en manos de sus enemigos, que le armaron mil redes para degradarle y envilecerle. Un generoso estrangero le facilitó á costa de riesgos el medio de morir dignamente y lo rehusó: copió de su puño y letra la noche del 6 una especie de declaracion dictada por su confesor, en la cual se declaraba culpable y pedia perdon por sus delitos cometidos en la época pasada; el lector la ha(Ap. lib. 12. llará en el apéndice de este libro (*). Arrastranúm. 5.) do en una mísera estera, besando de contínuo la estampa que llevaba en la mano, abatido y moribundo, llegó al patíbulo el general don Rafael del Riego, imprimió sus labios en los escalones de la horca, y espiró entre los víctores al rey absoluto en que al tiempo de la ejecucion prorumpió para escarnecer su muerte la desapiadada muchedumbre.

Ejecucion.

Condenado por una ley posterior al delito de que le acusaban, pues votó la traslacion de la familia real el 11 de Junio y aquella se espidió el 23, escudado con la inviolabilidad de diputado, murió inocente, y lejos de parecer al pueblo su

muerte un acto de justicia, reputóla un asesinato jurídico, resultado de la vil venganza. Los jueces atropellaron los trámites del proceso para sacrificarle antes de la llegada del rey, temerosos de que escitara la real clemencia; y el monarca por su parte, embriagado entre el ambar y los aromas de la adulacion popular, entretuvo su marcha para dar tiempo al sacrificio; cuando hirió los oidos del príncipe la muerte del desgraciado, general esclamó con zumba: viva Riego.

Lentamente caminaba en efecto con rumbo á Madrid la familia real en carros de triunfo conducida en brazos de los voluntarios realistas ó de los engalanados mancebos del vulgo como en Carmo na, Andújar y otros cien pueblos; festejada con corridas de toros como en Córdoba; admitiendo á besar su real mano á los frailes mas oscuros como en Écija; adorando en la Carolina el Santo Rostro que se venera en la iglesia de Jaen, y que su obispo trasladó á aquel punto con ostentoso apara→ to; pasando á cada instante por debajo de arcos triunfales, ú hollando un camino sembrado de flo res; asi llegó por fin á Aranjuez, donde aguardaban á SS. MM. los ex-regentes, los grandes de España, y una diputacion de Madrid presidida por su corregidor. Al paso que se acercaba el rey á la capital de la monarquía salian desterrados centenares de individuos que habian servido al gobier no de los tres años, y que por lo mismo se hallaban incluidos en la proscripcion de Jerez. En Santa Cruz de Mudela habíase presentado á Fernando una diputacion de canónigos de Toledo destinada á acompañar á los reyes á su palacio, y ofrecerles las sumas que llenaban las arcas del cabildo. De suerte que entre los canónigos de Toledo y los

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de Sevilla, Granada, Jaen y Cuenca entregaron á Regalos de los S. M. en metálico, y por via de regalo, once mi- cabildos

llones, nuevecientos y setenta mil reales. ¡Tan espléndidamente pagaba el clero al trono su alianza para oprimir á los españoles y encadenar el pensamiento! Pero estaba reservado al ayuntamiento de Sevilla el ofrecer á la culta Europa un rasgo de adulacion propio de las regiones orientales y de los viles esclavos que alli se sacrifican sin pudor á los deleites de su amo: nombró una comision de su seno para que siguiese al monarca hasta su corte, y satisfaciese sus necesidades, gustos y deseos, con cuyo objeto se dignaba admitirla Fernando en su (*Ap. lib. 12. real presencia todos los dias (*). núm. 6.)

Vileza del a

yuntamiento de Sevilla.

1823.

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Los trabajos gubernativos del ministro Saez en la travesía habíanse concretado á la aprobacion del ruinoso empréstito de Guebhard, contratado por la primera regencia realista, y cuyos fondos se habian disipado vergonzosamente; al decreto de Córdoba, en que se ordenaba proponer para los empleos personas leales y amantes del rey, es decir, individuos de las sociedades secretas del realismo; y al de Aldea del Rio, en que se mandaban suspender las purificaciones por el temor que inspiraban las contínuas quejas del gabinete francés, de que no tardaremos en ocuparnos.

El 13 de Noviembre salieron los reyes de Aran. juez, y á una legua de distancia de la corte apeóse Fernando al ver el camino tendido de gente que se regocijaba con su presencia: ansioso del aura popular que tanto habia disfrutado en el principio de su reinado, mandó á los guardias que separaban á los lugareños á respetuosa distancia que los dejasen acercar. Dióles á besar la mano con muestras de benevolencia, y se detuvo algunos minutos oyendo de los labios de los fanatizados labradores mil improperios al bando liberal, y conversando familiarmente con todos. Tras esto siguieron los augustos viajeros el rumbo á Ma

Entrada del

drid, donde entraron por la puerta de Atocha, apeándose en la iglesia de nuestra Señora, y asis- rey en Madrid. tiendo al solemnísimo Te-Deum, que entonaron los religiosos á la vista de SS. MM. Concluida la sacra ceremonia sentáronse los reyes en un carro triunfal que les presentó el ayuntamiento tirado por veinte y cuatro mancebos vistosamente adornados, y cuyas primeras cintas llevaban los voluntarios realistas. Veíanse levantados en la carrera arcos de ovacion, las fachadas elegantemente colgadas, las músicas marciales atronando los aires, y á las manolas con sus airosos trages de gala sonando sus panderos, que al decir de la gaceta oficial "no habian contaminado en el reinado de la Constitucion." Esta era la tercera entrada de triunfo que verificaba Fernando en la capital de la monarquía española; pero el entusiasmo que en las dos primeras habia escitado en todas las clases limitábase ahora á la plebe y al clero, impulsado no por el amor al monarca, sino por el poderoso instinto del egoismo. Al dia siguien te las tropas francesas y españolas desfilaron por delante del real palacio, en cuyos balcones se presentaron SS. MM., brillando el rostro de Fernando con la alegría de verse restituido á su corte y ceñida la cabeza con la corona de hierro.

Continuaban entre tanto en las provincias del dividido reino las bacanales que se celebraban en obsequio de la caida del gobierno representativo, y en que tanto se distinguían los frailes mas fu riosos, imprimiendo calumnias y escandalosos libelos contra el bando proscripto. Enardecidos en las reuniones que se celebraban en los conventos los hombres del vulgo que vestian el uniforme realista, acometian en las calles á los que habian pertenecido al ejército ó milicia nacional, y en algunos puntos los afeitaban por zumba, les ar

Demasías del vulgo.

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