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rancaban á viva fuerza las patillas, el cabello, ó los paseaban caballeros en un asno con un cencerro pendiente del cuello, zambulléndoles la cabeza en fuentes. Y no, solamente los lugares pequeños ofrecian tan inhumanas escenas; en las ciudades apenas anochecia, y á veces á la luz del sol, apaleaban los voluntarios realistas á los infelices ciudadanos que no profesaban sus ideas, per diendo algunos la vida de resultas de tanta barbarie. Las autoridades, hijas de la reaccion, miraban con desprecio el ultraje hecho á las leyes, y parecíales un acto de justicia, un desahogo inocente en retorno de los escesos cometidos por los pasados anarquistas; y si el ultrajado se quereIlaba á los tribunales, todos huían de declarar el hecho que habian presenciado, y reputado por falso delator de los amantes del rey, veíase todavía encarcelado y multado.

Un cuadro tan horrible de teocrática anarquía indignaba á Luis XVIII y á sus ministros, que temian mil peligros de la desesperacion pública, y que por otra parte nada lograban con las enérgicas reclamaciones de su representante. Despues de haber celebrado repetidos consejos de gabinete en París para adoptar un medio de salir del embarazo, recurrieron al embajador estraordinario de Rusia, conde Pozzo di Borgo, y por comun acuerdo de las potencias de la AlianMision de Poz- za voló el conde á Madrid con el encargo de zo di Borgo. hablar á Fernando con energía y dignidad. Llegó á aquella corte el 28 de Octubre, y habiendo aguardado la venida del rey, felicitó á S. M. el 15 de Noviembre en audiencia pública, concluido el besamanos celebrado con motivo de la vuelta de la real familia. Despues de haberse gloriado de la victoria obtenida contra las pasadas revueltas, Pozzo di Borgo concluía su para

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bien con estas palabras: "Y V. M. tendrá asi la gloria de terminar la última de las revoluciones por la firmeza que impide su renacimiento, y por la clemencia que las hace olvidar. Tales son los sentimientos del emperador mi augusto amo." El monarca español respondió al conde: "El interes que el emperador vuestro amo manifiesta por la felicidad de mis pueblos no puede dejar de serme muy apreciable. Me estoy ocupando en redimirlos de los males que los han oprimido, y confio en la divina Providencia que conseguiré este grande objeto, fin único de todos mis desvelos." Tras esta audiencia el enviado ruso tuvo largas conferencias con el ministro de Estado don Victor Saez y con el monarca hispano; y el 16 condecoró el rey al conde con las insignias del Toison de oro. Órgano de los deseos de la Santa Alianza, solicitaba Pozzo que Fernando otorgase una amnistía á los liberales; mas el ministro Saez y el partido apostólico oponian invencible resistencia, y era preciso derrocarlos de sus sillas para que sentándose en ellas personas mas ilustradas, imprimiesen á la marcha de los negocios un giro mas moderado.

Estiéndese la Sociedad del

La junta apostólica, que, como dijimos en otra parte, tenia su cabeza en Roma, habia estendido por España sus misteriosas sociedades secretas con el título del Angel esterminador y otras denominaciones: cuyas sociedades, concretándose en los pasados Angel esterniaños á los gefes del realismo, derramábanse ahora nador. por toda la monarquía inscribiendo en su libro negro á los voluntarios realistas de mas subido temple. Dirigidas por el ex-regente obispo de Osma, que presidia entonces el centro madrideño, y en algunas provincias por prelados diocesanos, dignidades eclesiásticas ó generales de la fé; sostenidas por la fuerza de los proletarios, por los numerosos conventos de frailes convertidos en otros tantos puntos

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de reunion, y contando con el apayo del ejército faccioso no disuelto todavía, eran un poder formidable que amenazaba al mismo monarca si rehuía sus designios. Sus creadores habíanse propuesto sustituir á la influencia popular de los gobiernos representativos un influjo tambien democrático, pero subordinado á la voluntad del clero que tenia sus riendas, y con esta soberanía de hecho consumar una revolucion sangrienta que acabase con todos los españoles que no participasen de sus ideas. Sus medios eran el púlpito y el confesonario, predicando el fanatismo, el terror y la inclemencia: y sus discípulos llenaron tan cumplidamente el encargo, que el gobernador eclesiástico de la diócesis de Barcelona decia al clero en su circular de 25 de Noviembre, no obstante los peligros de la atribulada época en que escribia: "Se ha profanado la cátedra del Espíritu Santo con espresiones bajas escitando al odio y á la venganza."

Todas las ruedas de la máquina política contribuían á dar impulso y á secundar el sistema apostólico; habíase creado por orden reservada una Junta secre- junta secreta de Estado, compuesta de individuos ta de Estado. iniciados en los misterios del realismo, presidida por un ex-inquisidor, y cuya secretaría desempeñaba un furibundo canónigo de Granada llamado don José Salomé. Entre los descubrimientos dignos de Marat que se debieron á aquella junta sobresale la formacion que ordenó á la policía de un Índice gene- índice ó padron general por el orden de apellidos en que arbitrariamente se notaba á cada individuo el destino que habia desempeñado durante el período constitucional, la opinion que gozaba, si habia sido exaltado ó moderado, comprador de bienes nacionales, ó vinculados, fracmason ó comunero. Los únicos documentos en que se apoyó la junta fueron las revelaciones de Regato, los infor

ral,

mes reservadísimos pedidos á curas ó frailes, las declaraciones de los que andando el tiempo se espontanearon, ó de los que supusieron haber pertenecido á las logias de la revolucion, para delatar á mansalva en recompensa de un vil salario. Formado el gran libro circuláronse las listas de cada provincia á la policía respectiva para que vigilase á los sospechosos, y muchas veces preso un ciudadano, si salia inocente del crisol de los tribunales, insertábase en la causa la nota que tenia en el libro secreto, y formábanle cargos por ella.

En los amargos dias que describimos la hacienda y aun la vida de los españoles servian de ludibrio á los delatores y á los hombres mas perversos, que recibido un informe y juntamente el soborno del enemigo, afirmaban las mayores calumnias. En cada ciudad habia acusadores pagados que firmaban sin leer las respuestas que de antemano les remitia el interrogador, y una vez sumido en el calabozo el acusado, transcurrian meses y años sin abrir la causa ni pedirle declaracion.

Los individuos de la junta apostólica, estendida su dominacion y cimentada sobre bases tan sólidas, aspiraron á encadenar al monarca á su reglamento y llevar de este modo á felice cima sus intentos. Un prelado eclesiástico osó proponer al rey que se colocase á la cabeza de las sociedades secretas realistas, y contribuyese el primero al esterminio completo de los impíos: Fernando, que queria ser siempre absoluto, segun el dicho de su madre, no accedió á los ruegos del obispo. Era demasiado poderosa la palanca aplicada por las naciones de la Santa Alianza para no conmover el edificio aéreo que en siglo tan ilustrado comenzaba á levantar la teocracia.

Fernando no solamente habia mudado gran parte de su servidumbre y despojado de las llaves

Gracias.

de gentiles hombres á muchos grandes, sino que los desterró de la corte por tiempo indeterminado. En retorno concedió numerosas gracias y mercedes á los gefes de la faccion: el arzobispo de Valencia obtuvo la gran cruz de la orden de Isabél la Católica, y el de Tarragona, y los obispos de Orihuela, Pamplona, Urgél, Céuta, Málaga, Solsona y Zaragoza la de Carlos III. Fue creado imarques de la Constancia don Antonio Vargas Laguna por haberse negado á jurar la Constitucion en 1820; y de la Fidelidad don Pedro Agustin de Echevarri por las tramas en que anduvo envuelto; conde del Real Aprecio el viejo don Francisco Eguía, sostenedor incansable del despotismo; el baron de Eroles, don Carlos O'donell, el conde de España y don Ignacio Alvarez Campana ornaron su pecho con la gran cruz de Carlos III, y consiguieron el grado de tenientes generales don Pedro Grimarest, don Gregorio Laguna y don Vicente Quesada. Tampoco quedó sin premio el general don Juan Downie, destinado allá en Sevilla el 11 de Junio á estorbar la salida del rey, pues consiguió la gran cruz de San Fernando.

Triunfaron por fin, á despecho de los consejeros de la corona, y quizás del mismo Fernando, los principios sostenidos por el conde Pozzo di Borgo en nombre de las potencias aliadas; y el monarca tuvo que plegarse á sus votos, porque temió las resultas de una negativa. Causa admiracion el ver que fuese necesaria la venida de un enviado del autócrata ruso para que el rey de la culta España oyese de sus labios lecciones de moderacion y templase su vengativa saña. No pasına menos la imaginacion el que el monarca francés, que habia libertado con sus huestes á Fernando de los peligros que corria, conservase tan escasa influencia en su ingrato corazon que le fuese preciso mendigar los

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