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tro de Hacienda logró á fuerza de milagros y de constancia ocurrir á las necesidades mas imperiosas, y pagar á todas las clases que viven del tesoro no obstante la desproporcion y miseria de los recursos. Ni antes ni despues del ministerio de Ballesteros hemos visto á algun secretario del despaElogio del mi- cho conseguir otro tanto, siendo pues el único que en el reinado de Fernando tocó tan apetecido objeto: permítasenos tributarle el incienso de nuestra admiracion.

nistro de Hacienda.

Los realistas exaltados, dueños segunda vez del gobierno por medio de Infantado y de Calomarde, y retoñando nuevas tramas en el cuarto de don Carlos el tronco robusto de la teocracia, al que un momento conmovió el vencimiento de Bessieres, entregáronse con nuevo afan á sus tareas. Proponíanse esta vez por blanco de sus deseos el restablecimiento del santo oficio, para á la luz de sus hogueras estender las proscripciones y tornar á gozarse en las lágrimas y esterminio de sus enemigos. El Consejo seguia con lentitud el espediente abierto sobre un asunto de tanto interes, y su mesura no era hija de los sentimientos de sus individuos, sino de la invencible repugnancia que notaban en Fernando á abrir las cerradas puertas del terrible tribunal. Al hervor de las pasiones de los obispos, principales motores de la intriga, uníase la influencia estrangera en sentidos opuestos: el nuncio del Papa, siguiendo las instrucciones de su maquiabélica corte, protestaba en presencia de los embajadores que se opondria con sus consejos al renacimiento de las hogueras, y en secreto atizaba á los consejeros para que acordasen la apertura de los edificios de la inquisicion. El embajador de Francia por el contrario, no solo hablaba con calor y elocuencia contra tan impolítica medida, sino que declaraba al príncipe en sus conferencias

privadas que el estado de la nacion francesa, cuya atmósfera política se enturbiaba á cada paso, obligaria al gabinete de las Tullerías á adoptar un rumbo decisivò en el negocio. Contra tan indestructibles obstáculos y contra la prevision del rey se estrellaron mas adelante los trabajos de las juntas apostólicas; y desesperadas de triunfar con las armas de la intriga y del apoyo cortesano, fijaron los ojos en la insurreccion del Principado de Cataluña.

Entre tanto sin levantar mano de la obra de destrucción á que aplicaban la palanca de su poder obtuvieron un decreto, en el que se autorizaba á los que se habian ausentado por enredados en las tramas de Bessieres para que implorasen la real munificencia. Tras esto para dar en tierra con la junta consultiva concedióse en 28 de Diciembre al Consejo de Estado el cuidado y discusion de los negocios mismos que poco tiempo antes se confiaron á la junta. Pero si en ella descollaban varones de templanza y sabiduría, aqui se leían los aciagos nombres del arzobispo de Toledo, del obispo de Leon, de los duques del Infantado y de San Carlos, de don Tadeo Calomarde y de don Juan Bautista Erro. De esta caja de Pandora solo males podian salir, y no remedios que curasen las irritadas llagas de la infortunada España. En vez de consagrarse á las reformas administrativas, al fomento de la industria, á la animación del comercio y al arraigo de la paz, como encargaba el trono, únicamente trabajaron aquellos furiosos partidarios del absolutismo en perpetuar las proscripciones y en soltar la rienda á la venganza y al sangriento instinto que los devoraba. Instalóse el Consejo el 16 de Enero de 1826 con toda la pompa que convenia á las siniestras miras del bando apostólico, que disparaba los rayos oculto tras el pedestal del monarca, y que haciendo á Fernando

1825.

instrumento de su ambicion queria aparentar que lo respetaba: ocupó el rey la silla del solio rodeado de los infantes, y escuchó el discurso de su ministro de Estado, que como dijimos al principio de esta obra, solo era consecuente en su sistema de persecuciones, el cual afirmó que los consejeros conservarian ilesos los legítimos derechos que S. M. heredó con la corona de las Españas, evitando que por persona ni so pretesto alguno fuesen desconocidos ó menoscabados." En las provincias donde predominaba el furor que distinguia al Consejo, llovieron plácemes y felicitaciones sobre el monarca por la instalacion de aquel nuevo tribunal, porque no querian en el poder sino á sus hombres, y se veían libres de los recelos que inspiró la junta consultiva, y aventajados ahora en sus esperanzas de que dominase el terrorismo.

Lejos de levantar mano á las proscripciones que desolaban el reino, los secretarios del despacho anularon el mismo dia de la referida ceremonia las redenciones de censos pertenecientes á personas privadas, con tal que se hubiesen verificado en los tres años del gobierno representativo; y mandaron que á ningun individuo purificado se le satisfaciese el sueldo sin que antes probase haber pasado por aquel crisol de las opiniones. Un solo rasgo pone el sello á la época que describimos. Al comenzar el año 1826 cubriéronse de grandes de España de primera clase en presencia del rey, y con las ceremonias de estilo, el general de los DoFrailes cubier- minicos fray Joaquin Briz, y el de Carmelitas caltos de grandes zados fray Manuel Regidor, maridando asi con la oscuridad de la votada pobreza el esplendor de las dignidades humanas.

de España.

Mientras el realismo exaltado, subido al apogeo del poder, se engreía y pensaba escalar las nubes,

el tiempo, que se burla de los pensamientos del hombre, diezmaba sus corifeos. Al paso que la muerte habia arrebatado al mesurado baron de Eroles, sumia en el sepulcro al furibundo ex-regente don Jaime Creux, ornado con la mitra de Tarragona, que habia ganado en el campo de la traicion, pues traidor es el que faltando á los juramentos prestados allá en las Cortes de Cádiz vende á sus compañeros.

Tambien habia descendido á la tumba el einperador Alejandro de Rusia, y empuñado su cetro Nicolás, arrebatándolo de la diestra de su hermano mayor el duque Constantino, á quien de derecho pertenecia. Mas la ambicion, que en nada repara, y que salta por encima de las leyes de la naturaleza, vistióse el manto imperial, y sostenida por la fuerza alegó una renuncia de Constantino. Al tiempo de jurar en San Petersburgo los regimientos de la guardia, salió ondeando sus banderas el de Moscow, y proclamó emperador al duque Constantino, secundado por una parte del pueblo. Fue muerto el gobernador de la plaza, y empleáronse la política y la religion para apagar el alzamiento, cuyos partidarios quedaron por fin vencidos y entregados á una comision militar presidida por el inhumano Tattischeff, el mismo que en su embajada de España tanto influyó en los infortunios de nuestra patria. Habia promovido el levantamiento de San Petersburgo y las llamaradas que se observaron en Kioff y otros puntos una sociedad secreta que ya entonces minaba el edificio de la tiranía en aquellas heladas regiones, y que acabará por destruirlo con la ayuda del tiempo.

La revolucion, que parecia dormida en Europa, recorria el oriente con toda la rapidez con que despeña su carro cuando tiran de él las pasiones populares. Grecia se levantaba de sus ruinas; y a

Revuelta d Rusia.

quella matrona muerta que aun conservaba la frescura de su belleza, como dice lord Byron, salia Revolucion de su letargo y abria sus bellísimos ojos, que diegriega. ron un tiempo luz al universo entero. Grecia triunfaba de la opresora Puerta, la libertad de la servidumbre, y el evangelio derramador de los principios de civilizacion del intolerante alcoran. Ni aun en Francia era tan profundo el sueño en que se creía sumergida á la misma revolucion: sus Čámaras producian hombres nuevos, retoños vigorosos del siglo que pronosticaban sazonados frutos á la tierra que los nutria. Y el cuadro que presentaba la moribunda España, encadenada y privada de tantos hijos que derramados por el orbe divulgaban las crueldades del despotismo, acrecentaba el odio á los tiranos y á sus verdugos..

Los liberales españoles por otra parte ciegos en su delirio, y sin conocer que la indolencia de los unos y la ignorancia de los otros unidas al recuerdo de los pasados desaciertos tenian al pueblo ó fanatizado ó envilecido, proyectaban en los paises estrangeros donde se abrigaban desesperadas tentativas, que aunque hijas de su amor á la libertad y del despecho de su suerte, habian de coronarse con éxito funesto en un suelo trabajado por tantas guerras y desengaños. Puestos á la cabeza de una de aquellas tramas los hermanos don AnDesembarco tonio y don Juan Fernandez Bazan, desembarcaron en la costa de Alicante en la noche del 18 al 19 de Febrero junto á Guardamar, cuyo pueblo cercaron al romper el dia. Eran tan solo sesenta hombres, pero contaban con el entusiasmo que les habian asegurado despertaria su llegada; porque los que mas acertados andaban en sus juicios confundian el odio á los escesos del realismo con el ardor por las reformas, que de ningun modo se acomodaba con la indiferencia en materias políti

de Bazan.

1826.

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