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náronse al Ampurdam en seguimiento de los fugitivos. Hecho prisionero el cabecilla don Francisco Taulet murió arcabuceado: Luis Oriol fué batido y le salvó la ligereza de su caballo: el famoso Abres, apodado Pijola, cayó herido y trasladáronle al hospital de Olot. Al regresar los vencidos á sus hogares insultábanlos sus compatriotas, enfurecidos con los escesos que habian cometido; y en 5 de Octubre espidió el príncipe un decreto mandando castigar á los insultadores, pues todos debian olvidar sus resentimientos y ofensas á imitacion del monarca.

Cuando éste en el pasado Setiembre se puso en camino para Cataluña, la reina Amalia, que en su despedida habia manifestado su dolor, se quedó en el Sitio de San Lorenzo. Su esposo decretó el 12 de Octubre que estando muy adelantada la pacificacion del Principado partiese la reina á Valencia, desde donde la acompañaria Fernando y recorrerian juntos una parte del reino, reanimando el espíritu público. Amalia salió de San Lorenzo el 23 de Octubre, y el 28 el rey dejó á Tarragoná, llegando á Valencia el 30 á medio dia: el 31 se adelantó á Silla á encontrar á la virtuosa princesa, y entraron juntos en Valencia en una hermosa carretela. El general Longa habíales preparado á espensas suyas, y con lujo asiático, un bellísimo aunque reducido alojamiento, donde brillaban el buen gusto y la riqueza.

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Fernando en su proclama de 28 de Setiembre habia anunciado á los sediciosos que hablaba última vez el lenguaje de la clemencia, y que si á las veinte y cuatro horas de recibida la alocucion real no deponian las armas quedaria memoria del castigo ejemplar que les esperaba: palabras que prometian el perdon á los que se sometiesen. La rapidez con que se habian deshecho las

1827.

Fernando en Valencia.

Reúnese á la reina Amalia.

Ejecuciones de Tarragona.

gra.

Bandera ne

nubes de revoltosos que infestaban la provincia, y la palabra regia solemnemente empeñada, hacian creer que no se derramaria ni una gota de sangre; pero el 7 de Noviembre oyéronse en Tarragona dos cañonazos y enarbolóse en el castillo una bandera negra con pasmo universal, apareciendo ahorcados el comandante de batallon don Juan Rafi y Vidal y el capitan graduado de teniente coronel (Ap. lib. 13. don Alberto Olives (*). El 18 del mismo mes tres núm. 6.) cañonazos y el fúnebre pendon ondeado al viento anunciaron la muerte en horca del teniente coronel don Joaquin Laguardia, de don Miguel Bericart de Tortosa, y del médico don Magin Pallás de Manresa, vocal de la junta rebelde. Siguió á las ejecuciones anteriores la del teniente coronel don Rafael Bosch y Ballester, en cuyo dia el verdugo quemó cuatro banderas cogidas á los agraviados, un gran número de proclamas de la junta de Manresa, y rompió ciento y treinta espadas que habian empuñado los rebeldes. Cerraron tan lúgubre cuadro, suspendidos del patíbulo, el famoso don Narciso Abres el carnicer, conocido por Pijola, á quien dejamos herido en el hospital de Olot; Jaime Vives y José Rebusté. Llevamos dicho que el célebre Caragol se salvó con la fuga, é igual suerte cupo á Romagosa, gobernador de Mataró. Un fraile de San Francisco llamado el El padre puñal, padre Puñal, que habia figurado en las bandas de Jep dels Estanys, y llegado hasta los muros de Barcelona proclamando la inquisicion y ondeando el estandarte de sangre, armado desde los pies hasta la cabeza, y con un crucifijo pendiente entre dos pistolas, se ocultó en un convento de monjas, donde libertó la vida.

El castigo fulminado contra los agraviados hubiera parecido un acto de justicia sino se le hubiese revestido de aquel aparato propio del santo ofi

cio, nunca acostumbrado en España, y si los reos no se hubiesen acogido á la munificencia del rey presentándose voluntariamente. Mas unida la bárbara forma del suplicio á los secretos impulsos que estimularon la rebelion, y que á ninguno se ocultaban, miráronle todos con repugnancia y horror. Contrasta tambien la crudeza entonces usada con la blandura y espíritu de proteccion á los sediciosos que animaron al conde de España en los años posteriores, como en su lugar demostraremos.

Los reyes permanecieron en Valencia hasta el 19 de Noviembre, en cuyo dia partieron á Tarragona, donde llegaron el 24. Mientras descansaban en aquella ciudad, las tropas francesas que ocupaban á Barcelona desde 1823 la evacuaron, y posesionáronse de la plaza y ciudadela las españolas al mando del conde de España. Con la salida de las huestes estrangeras el terror salteó el corazon de los liberales, que hasta entonces habian gozado de seguridad bajo el escudo protector de la Francia. En un tiempo en que las proscripciones habian dominado la Península entera, los franceses habian respetado en Barcelona las capitulaciones despreciadas donde no alcanzaba el poder de sus armas. Un hecho bastará á descubrirnos las dificultades con que lucharon para sostenerlas. La audiencia de Cataluña sentenció á muerte por delitos políticos cometidos durante el período constitucional á un miliciano que habia capitulado en Tarragona con los franceses. Condenado al suplicio conocieron los jueces que no podia ejecutarse la sentencia dentro de la capital del Principado, y mandaron que los mozos de la escuadra sacasen al infeliz en una tartana cubierta, y que seguidos del verdugo le condugesen á Manresa, donde habia de sufrir la muerte. La esposa del reo se presentó al general francés, quien envió un piquete con orden

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Medidas adop tadas por el conde do España.

1827.

de apoderarse á toda costa del capitulado y volverlo á Barcelona. Los soldados enviados sacáronle de la capilla donde yacía, y apenas llegó á presencia del general le dió pasaporte para Francia, publicó el hecho en el diario denigrando á sus autores, y ordenó á la guardia francesa de las puertas que sin autorizacion suya no permitiese la salida de preso alguno.

Capitaneaba las tropas francesas que guarnecian á Barcelona y á Figueras el vizconde de Reiset, quien antes de regresar á su patria pasó á Tarragona á despedirse de los reyes, y recomendó á Fernando los habitantes de la capital del Principado, encomiando el celo y la prudencia que habian manifestado durante los últimos sucesos. Mas apenas se perdieron de vista las banderas aliadas, y el conde de España holló la ciudad, dispuso que se presentasen en las casas consistoriales los individuos de la estinguida milicia nacional. La reunion de seis mil proscritos en una plaza y en momentos de efervescencia política pudo haber alterado la paz pública, como deseaba el conde de España para ejercer su crueldad; pero afortunadamente no sucedió asi. El pretesto del llamamiento era la averiguacion de si conservaban armas, uniformes ó municiones; y como habian dado ya las once de la noche y el general no mandaba que se retirasen, el Acuerdo providenció que volviesen á sus hogares. Tras esto el conde de España espulsó de la provincia á cuantos oficiales procedian de las filas del ejército constitucional, y llenó de dolor y de luto á sus familias, sumidas en la miseria y en la horfandad. Preludios eran estos de mayores infortunios.

Brilló el dia 3 de Diciembre, y los reyes se Los reyes en trasladaron á Barcelona cuando ya se habia cantas do el Te-Deum en los templos por la terminacion

Barcelona.

de la guerra civil. La capital de Cataluña fue declarada puerto de depósito. En ella SS. MM. recibieron los mas sinceros obsequios; y el entusiasmo nacional no hubiera conocido freno si en la marcha del gobierno y del monarca se hubiese notado cierta tendencia al olvido de lo pasado y á la reforma de los abusos. El carro corria siempre por los mismos carriles, y Fernando no abandonaba su doblez y sus viejas mañas. El 5 de Diciembre tomó posesion de la canongía destinada á los reyes de España, recibiendo de mano de los prebendados la porcion del pan dominical. Asi finó entre ceremonias santas el tempestuoso año 1827.

Mientras tantas miserias atribulaban á la Península, el genio de la libertad brillaba en Navarino, en cuyo combate naval los tres pabellones aliados de la Gran Bretaña, Francia y Rusia destruyeron la escuadra turco-egipcia, triunfando la causa del cristianismo y de la independencia griega. De resultas de tan señalada victoria los franceses enviaron á Morea una espedicion, que tremoló la bandera de las lises en la ciudadela de

Atenas, y los rusos, sin que las aguas del Danu

bio ni las cimas del Cáucaso los detuviesen, emprendieron el camino de Constantinopla. Asi al mismo tiempo que el rey de Francia retiraba su última guarnicion de Cádiz enviaba sus huestes á Grecia; y los propios soldados que habian ahogado en el ocaso la libertad que nacia, peleaban ahora en oriente para sacarla del sepulcro y volverla á la vida: habíanla combatido donde existia, y querian darle nacimiento donde habia muerto.

Cuando la rebelion de Cataluña dió el último suspiro cayó en mortal desmayo el partido que la habia organizado, y sus gefes corrieron á protestar fidelidad á los pies del trono. El obispo de Vich, que habia andado enzarzado en aquellas 40

T. 111.

Combate de Navarino.

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