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fraguado una conspiracion para restablecer el código político de 1812, y desde aquel instante desaparecieron la seguridad y la calina de las familias. En mitad del dia y á veces entre las tinieblas de la noche eran maniatados y arrastrados á la ciudadela hombres inocentes á quienes una palabra ó una sospecha habian perdido. Los esbirros de la policía secreta, esparcidos por los cafés, se quejaban del gobierno tiránico de Fernando, y con este anzuelo cautivaban la confianza del concurso; y si alguna víctima de ella aprobaba sus quejas, apuntaban las palabras y servíanle de cargo. Sumidos en míseros calabozos, cargados de hierro, tendidos sobre la inmundicia, insultados y golpeados por los fiscales, y sin mas defensa que la burla que de ellos hacia don José Segarra despreciando los datos que le facilitaban, esperaban la muerte con impaciencia, siendo su vida una agonía prolongada. El coronel don José Ortega, en cuya alma rebosaba la desesperacion, intentó suicidarse en el castillo de Monjuich, donde yacía, y á falta de instrumentos se hirió con un hueso de gallina. Mas observando sus verdugos que tenia la camisa bañada en sangre, registráronle y le cerraron la herida para dilatar sus padecimientos.

Amaneció por fin el lúgubre dia 19 de Noviembre, y el estampido del cañon anunció á Barcelona la tarea del verdugo. Habian levantado horcas en la esplanada frente por frente de la ciudadela, y despues de arcabuceados y mutilados colgaron de ellas los troncos del desgraciado don José Ortega, de don Juan Antonio Čaballero, teniente coronel, de don Joaquin Jaques, capitan, de don Juan Dominguez Romero, teniente, de Ramon Mestre, sargento primero, de Francisco Vituri, sargento segundo, de los cabos primeros Vicente Llorca, Antonio Rodriguez y José Ramo

Barbarie.

1828.

Suplicios.

net ó Ronsaǹet, de don Manuel Coto, empleado, de Magin Porta, pintor, de Domingo Ortega y de don Francisco Fidalgo, maestro de lenguas. El verdugo se apoderó de los cadáveres en medio de los destrozos que manchaban el sitio de la ejecucion: los perros acudian á devorar sus sesos, y la sangre que destilaban los troncos salpicaba las gradas de la horca mientras el verdugo los amarraba con el dogal. El tigre llamado conde de España corrió al olor de las víctimas á paladearse con su vista: acompañado de los fiscales detúvose Crueldad á contemplar aquella escena de horror, sonrió, su negro corazon gozó un instante de infernal delicia cual allá en Valencia el inhumano Elío, y se ausentó. ¡Insensato! El juez debe herir siempre, cuando la ley pone en sus manos la espada de la justicia, desviando los llorosos ojos: la crueldad nunca queda impune, siempre tiene vengadores.

africana,

1829.

Al comenzar el año 1829 la reina Amalia, cuya delicada constitucion agotaba su existencia, padeció un ataque de calentura catarral que descubria el último término de la enfermedad. Alivióse notablemente en los postreros dias de Enero á beneficio de los remedios, pero la fiebre lenta que la consumia no detuvo su progreso, y desarrollóse con síntomas mortales al espirar Abril. El 7 de Mayo suministraron á la reina el Viático, y el 17 á las Muerte de la dos de la mañana dejó de latir aquel corazon puro que no habia nacido para los envenenados goces de palacio, sino para admirar bajo el dorado arteson de los templos al Criador supremo de los cielos. Con la muerte de doña María Amalia de Sajonia reanimáronse los partidos: los amigos de las reformas y de la civilizacion fijaron los ojos en el próximo enlace de Fernando, pues si tenia herederos quedaban burladas las esperanzas de los partidarios de don Carlos, mientras estos, asustados

reina Amalia.

con semejante perspectiva, dirigian sus intrigas al fin opuesto.

La Europa presentaba un espectáculo grandio- Estado de Euso: todo en ella era vida y movimiento: los fran- ropa. ceses bloqueaban á Argél; los rusos los Dardanelos, invadida la Turquía; y en las cámaras inglesas discutíase la emancipacion de los católicos. La sorda tormenta que se preparaba en Francia condensábase de dia en dia; las nubes se apiñaban y ennegrecian, y el conde de Ofalia, que desempeñaba la embajada española en París, no cesaba de anunciar los peligros que correria la Península en los momentos de la borrasca. Fernando quiso oirlos de su boca, y habiendo el conde corrido á Madrid por motivos privados descubrió á Fernando la verdadera situacion de las cosas, y le amonestó á ponerse á cubierto de los vaivenes futuros otorgando á su pueblo algunas mejoras. Mas apenas Calomarde y los apostólicos traslucieron los consejos de Ofalia asediaron al rey y le arrancaron una orden en que prescribia al embajador regresase á París en el acto.

En Febrero habia muerto el Papa Leon XII, y en 31 de Marzo ocupó el solio pontificio el cardenal Castiglioni, que tomó el nombre de Pio VIII. El cristianismo en medio de las tribulaciones en que iban á envolverlo las revueltas políticas necesitaba un sabio de entereza y de prevision que trabajase para tornarlo á su pristina pureza.

1829.

Cádiz declarado puerto

Las concesiones que el gabinete español hacia á la opinion pública concretábanse á declarar á Cádiz puerto franco en 21 de Febrero, y á crear en 26 de Abril una junta para la formacion del franco. código criminal. Tambien mas adelante se mandó que desde 1.o de Enero del siguiente año rigiera el código de Comercio, en que se habian establecido varias mejoras y copiado los principales artícu

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1829.

Simó.

los del de Francia. Pero al propio tiempo en 18 de Agosto declarábanse libres del derecho de puertas los efectos destinados á los voluntarios realistas, aumentando asi sus privilegios y dando nuevo pie al contrabando.

A los presupuestos y á la economía en la inversion de las rentas habíanse seguido el pago ordinario de las obligaciones y el consiguiente contento de las clases que viven del erario. Habíase restablecido el orden público en los pueblos de la inonarquía, y de hecho reinaban la paz y el gozo, no obstante el furor de los voluntarios realistas, que miraban con repugnancia aquel lento progreso de las ideas y aquel retorno á la union. Con los arbitrios establecidos para su equipo dilapidaban cuantiosas sumas, captándose asi la execracion universal: el odio de la nacion los abrumaba, y vengábanse de este desprecio con su tiranía.

De semejante estado de tranquilidad debemos esceptuar el Principado de Cataluña, donde el conde de España seguía atropellando las leyes y perfeccionando su infernal sistema de proscripciones. Espionage de Un tal Simó, que en tiempo del gobierno representativo habia descollado en Valencia por su exaltacion y amor á la anarquía, habíase vendido ahora á Calomarde, y fingiéndose amigo de los que en Londres y en París soñaban planes de trastorno habia formado listas de las personas de Barcelona y de otros puntos en quienes confiaban los espatriados, ó por recuerdo de sus ideas, ó quizás por solo haber oido que eran liberales. Llegado Simó á la capital de Cataluña, el conde de España, ó por ignorancia del papel que habia desempeñado el primero fuera de su patria, ó para mejor prender en el anzuelo á los incautos, le sepultó en un calabozo; sus conferencias con el fiscal CantiIlon y las visitas del conde de España, juntamente

con la libertad que logró, no tardaron en descorrer el velo de la iniquidad. Simó entregó al conde las listas que habia formado, y en tan débiles cimientos fundóse la obra de sangre y de muerte que levantó el monstruo que mandaba las armas en Cataluña.

Desde el lecho pasaban los pacíficos ciudadanos á los calabozos, donde un pedazo de estera les servia de cama: alli para irrision y escarnio de la clase militar, á que muchos pertenecian, los obligaban á limpiar sus miserias; alli comian unas sopas compradas á peso de oro en una cantina, y alli los devoraban los animales inmundos. Yacían para mayor dolor al lado de feroces asesinos, á quienes se perdonaba la vida en retorno del espionage que ejercian sobre el mísero preso: sus insultos eran mas insoportables que los grillos y la cadena con que el carcelero abrumaba á las víctimas. Presentábales el fiscal la funesta lista: si contestaban que conocian á los alli inscritos, se les reputaba convictos y confesos de la conspiracion, y espiaban en el patíbulo su inocencia; si por el contrario negaban haber tenido con ellos el menor trato, yacían meses y meses en los calabozos, hasta que rapada á navaja la cabeza, sin despedirse de sus familias y sin auxilios, eran embarcados con destino á los presidios de Africa. En mitad del mas crudo de los inviernos sufrian á la intemperie contínuos registros, desnudos, golpeados y en incesante martirio.

Locura del

El conde de España tenia lucidos intervalos; y sino hubiera sido general hubiéranle encerrado en una jaula cuando le dominaba la demencia; á no conde de España. ser que aquella fuese la fiebre del leon, que cuando le ataca despedaza á los que se presentan á su vista. Si su hijo no se despertaba á la hora prescrita mandaba subir en silencio á su dormitorio

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