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jefes imperiales la esquivaron con mucha prudencia, y con no menos habilidad lograron replegarse á la capital de aquel reino. Detúvose Lautrec á conquistar algunas plazas menos importantes, y esta detención salvó á Nápoles. Cuando se presentó delante de esta ciudad, reforzado con las bandas negras de Florencia (abril, 1528), ya el príncipe de Orange y el marqués del Vasto habían tenido tiempo para fortificarse, y Lautrec en lugar de un asalto tuvo por prudente limitarse á un bloqueo.

Ocurrió, no obstante, al mes de bloqueada la ciudad, un contratiempo que puso á Nápoles á dos dedos de perderse. El virrey Moncada, sucesor de Lannoy, y el marqués del Vasto atacaron con sus naves la armada genovesa que guardaba la entrada del puerto, mandada por un sobrino

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del almirante Doria. La tentativa fué tan desgraciada que las galeras imperiales fueron batidas y destrozadas, muerto el virrey Moncada, y prisionero el marqués del Vasto con muchos oficiales distinguidos (28 de mayo), los cuales fueron enviados por Felipino Doria á su tío el almirante como trofeos de su triunfo. La armada veneciana que arribó luego hubiera podido poner en el mayor conflicto á Nápoles, si los venecianos, celosos del poder de la Francia, no hubieran pensado más en recobrar para sí el dominio marítimo del Adriático, que en conquistar á Nápoles para los fran.ceses. Por otra parte Enrique de Inglaterra, en vez de ayudar á los aliades guerreando en los Países Bajos, según había prometido, ajustaba una tregua de ocho meses con la gobernadora de Flandes; y el mismo Francisco I, más dado á malgastar en sus personales placeres que cuidadoso de enviar subsidios al ejército de Italia, tenía á Lautrec sin recursos ni mantenimientos, en ocasión en que las enfermedades de la estación calurosa diezmaban sus soldados en aquel país tan fatal á los franceses.

Vino á tal tiempo á acabar de hacer comprometida y crítica la situación de Lautrec, y á causar una profunda herida al poder de la Francia, la defección del famoso almirante genovés Andrés Doria, el más excelente y aventajado marino que en aquel tiempo se conocía, dejando el servicio de Francisco y pasando al del emperador. Esta defección, no menos funesta á la Francia y á su rey que la del condestable Borbón, fué motivada por las causas siguientes. Génova, aunque puesta bajo el protectorado de la Francia, quería conservar sus antiguas franquicias y libertades; y Doria, hombre de carácter independiente y altivo como buen republicano, abogaba por la libertad de su patria, y hacíalo con la independencia y la franqueza de quien tenía más de marino que de cortesano; cosa que disgustaba

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SILLÓN DE CAMPAÑA DE CARLOS V (COPIA DIRECTA DE UNA FOTOGRAFÍA)

THE NEW YORK PUBLIC LIBRARY

ASTOR, LENOX AND TDN FOLKS.

á los palaciegos y aduladores de la corte del rey Francisco, y les dió ocasión y pretexto para malquistar al monarca con el almirante genovés, y para que éste recibiese desatenciones, desaires y aun injusticias. Francisco, como si quisiera humillar á Génova, hizo traspasar muchos de sus ramos y establecimientos mercantiles á Savona, ciudad que entonces fortificaban los franceses. Génova invocó el patriotismo de Doria apelando á él como á un protector, el almirante abogó por su patria con energía, y aun con

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dureza, y Francisco, ofendido de aquel atrevimiento é instigado por sus cortesanos, confirió el mando de las naves genovesas á Barbezieux, y le dió orden para que prendiese á Doria, orden no tan secreta que el almirante no la supiese antes de poderse poner en ejecución.

Tiempo hacía que el marqués del Vasto su prisionero, conociendo el resentimiento de Doria, le andaba mañosamente catequizando y ofreciéndole ventajosos partidos para que entrase al servicio del emperador. Y Carlos, que sabía el valor de Doria, y estaba siempre listo para aprovecharse de los errores y de las imprudencias de su rival Francisco, había entrado en negociaciones con el genovés, prometiéndole entre otras cosas la libertad de su patria y la dependencia de Savona. En tal estado tuvo

TOMO VIII

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noticia Doria de la orden de su prisión; ya no vaciló más; se retiró á lugar seguro, devolvió lealmente á Francia las galeras francesas, pasóse al servicio de Carlos V con doce genovesas mediante la suma de sesenta mil ducados por año, y dió la vela á Nápoles, no ya para ayudar al bloqueo de los franceses, sino para libertarla de ellos. La situación de Lautrec era deplorable: de los treinta mil hombres que había llevado, apenas le había dejado la peste cuatro mil útiles. El príncipe de Orange le hostilizaba desde la ciudad, y Doria se puso en comunicación con la plaza. Era imposible á los franceses sostener el sitio: sin embargo, resistió Lautrec cuanto

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pudo, hasta que atacado él mismo segunda vez de la epidemia, sucumbió lamentando la negligencia de su rey y el abandono de los aliados (16 de agosto).

Muerto Lautrec, tomó el mando del abatido y apestado ejército el marqués de Saluzzo. A cualquier otro general más hábil que él le hubiera sido casi imposible prolongar una situación tan angustiosa; el marqués hizo una desastrosa retirada á Aversa, abandonando la artillería, los enfermos y los bagajes: lanzóse el príncipe de Orange en su persecución, hizo prisionero al famoso tránsfuga español Pedro Navarro que mandaba la retaguardia (1), y atacó á Saluzzo en Aversa. Herido éste mortalmente en

(1) El conde Pedro Navarro, el valeroso conquistador de Orán y de Bugía, fuẻ conducido al castillo del Ovo de Nápoles, que él en otro tiempo había conquistado

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