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guerra: se adjudicaron con las propiedades de los que emigraban, las del fisco y una parte de los bienes de las iglesias. Algunas de estas fueron transformadas en mezquitas, las mas permanecieron consagradas al culto cristiano. Las ciudades tomadas á viva fuerza sufrieron el saqueo y pagaron dobladas las contribuciones. Nada se cambió en el ejercicio del culto que practicaban los cristianos sin vejacion alguna. Las iglesias pagaban su tributo. Estaba prohibido levantar nuevos templos, empero podian reparar y reconstruir los antiguos sin darles mayores dimensiones. Las ceremonias de la religion se verificaban en lo interior de las iglesias á puerta cerrada, sin ser vigiladas por los musulmanes. Estaban prohibidas las procesiones, y en general toda manifestacion esterior del culto cristiano. Solo los mozárabes de Córdoba tenian el privilegio de tañer sus campanas para el culto divino.

A cambio de esta tolerancia, los vencedores precavieron todas las tentativas de los cristianos contra la religion de su profeta. El musulman renegado era castigado con la pena de muerte. Bastaba para ser reputado musulman, que un cristiano, aun en el esceso de la embriaguez, pronunciase la tan sabida fórmula ¡La ilah illa Allah rra Mohamet rasonl Allah! ¡No hay mas Dios que Dios y Mahoma es su profeta! El cristiano que impedia á otro el apostatar, era castigado con la muerte. El que injuriaba al profeta, y el que mantenia comercio ilícito con una musulma

na, tenia que optar entre el islamismo, ó la muerte. Bajo el régimen de la conquista, los mozárabes conservaron pura la organizacion civil y política de los godos, en tanto que una nueva constitucion se iba elaborando en las montañas de Asturias y de Leon. Asi cuando se reconquista Toledo por Alfonso VI, los mozárabes que tanto habian contribuido á recuperar la antigua capital del imperio godo, reclamaron la conservacion de lo que llamaban sus privilegios; y obtuvieron el derecho de gobernarse separadamente por sus propios magistrados, en tanto que los castellanos eran regidos por los suyos. Prueba clara de que los árabes dejaron subsistente, valedero y en pie cuanto de una manera directa no atacaba á su dominacion.

Los diversos gobiernos que se sucedieron en la España musulmana hasta los Almoravides, protegieron á los mozárabes. El pueblo bajo musulman les fué siempre hostil, y los cristianos nada hicieron por disminuir esta hostilidad. Cifraban su orgullo en desafiarlos. Religion, instituciones, costumbres, hábitos, todo lo toleraron los árabes en sus súbditos cristianos sin adoptar nada de ellos. Cuando la victoria inclinó la balanza en favor de los cristianos, los mozárabes comenzaron á revolverse en favor de sus hermanos. Entonces los Almoravides, sin ódio, sin crueldad, los deportaron convencidos de que usaban de un derecho de legítima defensa.

IV.

RECONQUISTA PROGRESIVA DE LA ESPAÑA—CAUSA DE SU RETRASO DE SIETE SIGLOS.

Deslumbrados con el éxito de sus triunfos, sumidos en una engañosa seguridad, los monarcas árabes se entregan á las delicias de Córdoba y Granada en el seno de las ciencias, y rodeados de las obras maestras de esa rica arquitectura que embelecia sus palacios y mezquitas, desdeñan en un principio un enemigo pobre, pero atrevido. Los sucesores de Pelayo abandonan el sistema de defensa; bajan de los montes, invaden las ciudades, y en el curso de los siglos clavaron la cruz de Cristo en los muros de las principales capitales de España. Las tierras sucesivamente arrancadas á los moros pasan al dominio de los caballeros cristianos, que las fer. tilizan con su industria. Los conquistadores se con

vierten por derecho propio en señores del terreno conquistado, y la esperanza de estas adquisiciones inflama la ambicion de los nobles, y especialmente de los que moraban en las fronteras de los estados árabes. Creáronse las órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara, que fueron terror de la morisma, un grande elemento para la reconquista, y cuyos gefes, los grandes maestres, tan importante papel hicieron en las revueltas y discordias civiles de los siglos XIV y XV.

Alfonso VII tiene la imprudencia de dividir sus estados entre sus hijos, y las coronas de Leon Y de Castilla quedan separadas, hasta que en Fernando III se reunen para siempre estas dos ramas de la monarquía goda. La guerra contra los árabes recibe un nuevo impulso, y Fernando el Santo clava la cruz de Cristo sobre los minaretes de la mezquita de Córdoba y en los muros de Sevilla.

Jaime I de Aragon, el Conquistador, somete al mismo tiempo á Valencia, Murcia y las islas Baleares.

Difícil era pensar á mediados del siglo XIII y des pues de las brillantes conquistas de Fernando III y Jaime I de Aragon, que debian trascurrir aun doscientos cincuenta años antes de someter el reino de Granada y de libertar enteramente la patria del yugo musulman!....

No se podia suponer que la ambicion, el celo religioso, el ódio nacional debiesen pararse en una

carrera que no ofrecia mas que obstáculos, en la apariencia tan fáciles de vencer. Al contrario, los esfuerzos de los españoles comienzan á debilitarse y á ser mas raras sus conquistas. Una de las causas que contra toda esperanza prolongaron esta memorable lucha fué la inmensa ventaja que encontraron los moros en su retirada. Su poblacion, derramada antes sobre toda la superficie de la España, se halló entonces condensada en un solo punto, y ocupando el menor espacio posible. Habian estado confundidos en las provincias del Norte y del centro con los cristianos mozárabes, que vasallos y tributarios suyos, aunque tratados con benignidad, no dejaban por eso de ser sus naturales é irreconciliables enemigos. Cuando Toledo y Zaragoza cayeron en poder de un príncipe cristiano, estaban llenas estas ciudades de csos degenerados cristianos que á consecuencia de un largo trato con sus dominadores habian introducido, segun dice Mariana, el dialecto de la Arabia en la lengua castellana.

En el siglo XII, exasperados los moros con los reveses que sufren sus armas, comenzaron á perseguir á sus súbditos cristianos, cuyo secreto ódio sospechaban, y los forzaron á huir ó á abjurar de su religion.

Cuando Fernando III se precipitó sobre la Andalucía, y en dos victoriosas campañas ocupó á Baeza y sitió á Córdoba, tan célebre por la cultura de las ciencias de la Arabia, y por los nombres de Avicena

MORISCOS.

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