Imagens das páginas
PDF
ePub

embarcarse, fueron asaltados en el camino por los cristianos, que los mataban, no siendo poderosos los bandos y amenazas para escusarlos y librarles de aquella desventura. Llegó á tanto la miseria, que desesperados los padres vendian á sus hijos, por no verlos morir de hambre y desesperados de poderlos embarcar, no llegando á diez los que arribaron sanos y salvos á los puertos donde habian de encontrar sus

naves.

Dice el historiador don Antonio de Rojas y Corral, en su relacion de la rebelion y espulsion de los moriscos del reino de Valencia:

«Vinieron desnudos desvalijados, enfermos, miserables, sin dinero ni matalotage. De esta suerte se embarcaron en Denia y en Javea trece mil doscientos de los rebeldes. En los pocos dias que estuvieron en los puertos aguardando tiempo, murieron muchos miserablemente, y es de creer que muy pocos vivie ron despues, considerada su necesidad y desven

tura.»

La insurreccion de la Muela de Cortes, no tuvo los resultados que prometia en su principio. Abandonado por los suyos, que se rindieron sin haber combatido el 21 de noviembre, y que fueron embarcados en número de. tres mil el 26, pasó el Júcar el reyezuelo Turigí, y con un puñado de hombres valientes, no admitiendo el salvoconducto que le ofrecia el virey, continúa haciendo la guerra sorprendiendo las partidas de tropa, haciendo perecer á

muchos soldados, y con rapidez increible apareciendo tan pronto en un punto como en otro. Pregonada y puesta á talla su cabeza, como lo habia sido en Granada la de Ben-Aboo, fué en el dia 6 de diciembre sorprendido por un morisco, Gaspar Bodes, resentido por haberle robado una hija. Deseoso de vengarse, guió los pasos de los que le buscaban, les enseñó la cueva en que se refugiaba, y preso y conducido á Valencia, fué el 16, despues de paseado sobre un asno, sentenciado á cortarle la mano derecha, y á ser ahorcado y descuartizado. Turigí murió protestando ser cristiano, y su cabeza fué colocada en la puerta de San Vicente. Dispersóse su cuadrilla, compuesta aun de mas de cuatrocientos hombres. Don Felipe Boiri los atrajo por la persuasion, y á fines de 1609 solo quedaba una veintena, contra los que fué inútil todas las persuasiones y las batidas que les dieron las tropas. Dos hermanos, Simon y Pedro Zapata, se dedicaron á sacarlos de las montañas. Simon pasó sesenta y tres dias exhortándoles á rendirse, y Pedro fué á ponerse él mismo en rehenes á Argel. Asi los decidieron á embarcarse.

Aun despues de la muerte de Turigí, se hizo una requisicion para recoger á los que andaban dispersos y ocultos. En esta segunda espulsion, cediendo el rey á los deseos del marqués de Caracena y otros varios señores, decretó que solo se obligase á salir á los mayores de doce años.

El arzobispo de Valencia Rivera, cuya parte

principal hemos visto en el fatal golpe de la espulsion, instó fuertemente para que fueran comprendidos hasta los de siete, haciéndoles bautizar sub conditione, por sospechas que suponia tenia de no haber sido bautizados bien la primera vez.

Desde el 26 de setiembre de 1609 hasta marzo de 1610 salieron del reino de Valencia mas de ciento cincuenta mil moriscos, y mas de la mitad no llegaron á los puertos á que fueron destinados, pereciendo víctimas del furor de los soldados en los caminos, ó de la brutalidad de los marineros en los mares. El rey Felipe III se apropió las haciendas de los moriscos cogidos con las armas en la mano, ó que se rindieron, y á los que no se dió muerte se les envió á galeras.

Las consecuencias de la espulsion de los moriscos se hicieron sentir inmediatamente en Valencia; empero no detuvieron en su fatal carrera al codicioso duque de Lerma, que obtuvo para sí y sus hijos de la parte que se apropió del producto en la venta de las casas de los moriscos, la cantidad de quinientos mil ducados, ó sean cinco millones de reales. El codi. cioso ministro estaba acostumbrado á esplotar en provecho propio las grandes medidas políticas. La traslacion de la capital á Madrid en 1606, le habia. valido tres años antes un millon de reales, y una magnífica casa, pagando además la villa de Madrid los alquileres de las casas en que vivian todos sus bijos.

Para perpetuar la memoria de la espulsion de los moriscos de Valencia, suceso que llenaba de orgullo á aquel imbécil y corrompido ministro, se puso, y aun se conserva, en la sala capitular de Valencia una gran lápida de mármol el 21 de setiembre de 1609.

¡En esa lápida, mentiroso monumento para enganar á la posteridad, si con sangre no lo desmintiese la historia, se dice, despues de satisfacer la vanidad de los que intervinieron en la espulsion, grabando en ella sus nombres, que este grande acontecimiento se verificó casi sin ruido, sine ullo pene tumultu. Los torrentes de sangre que corrieron en Valencia, el horror de la Europa culta, el grito de reprobacion, que no ha bastado á acallar el trascurso de dos siglos y medio se alzan para desmentir tan servil adulacion.

El historiador Gaspar Escolano, este hombre tan autorizado que habia presenciado la mayor parte de los sucesos, para terminar la relacion de ellos, dice estas memorables palabras: y por tanto queda dado fin á las antigüedades del reino de Valencia, con el nuevo estado en que se halla, hecho de reino el mas florido de España en un páramo seco y deslucido por la espulsion de los

moriscos.>>

Tambien el arzobispo Rivera quiso consagrar con un acto religioso este gran suceso, estableciendo una procesion todos los años, y señalando para esto una parte de sus rentas.

XI.

ESPULSION DE LOS MORISCOS

EN LOS DEMAS REINOS DE

ESPAÑA.

Espulsados los moriscos de Valencia, se dió un decreto para espulsar los de Andalucía y Murcia el 9 de diciembre de 1609, y otro el dia 18 de enero de 1610. Se encargó su ejecucion al marqués de San German, el cual de autoridad propia abrevió el plazo de treinta dias que el rey habia concedido, á veinte. Los moriscos andaluces se habian prevenido con tiempo y habian pasado mas de veinte mil secretainente al reino de Fez. Permitíanseles llevar los hijos de cualquiera edad, si marchaban á paises católicos; empero si preferian emigrar á Africa, tenian que dejar en España á los menores de siete años. Con estas condiciones salieron de las Andalucías ochenta mil moriscos.

En vano los diputados de Murcia se dirigen al

« AnteriorContinuar »