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VI.

BAUTISMO FORZADO DE LOS MOROS.-ORIGEN DE LOS MORISCOS. FUERO DE MOROS EN VALENCIA.

Con la rendicion de Granada y la estensa y solemne capitulacion que Isabel y Fernando concedieron á los moros quedaron estos asociados en cierto modo á la nacionalidad española, empero conservando terminantemente su religion y sus leyes, sus trages, usos y costumbres. En el mismo dia 5 de enero, en que hicieron su entrada solemne en Granada los Reyes Católicos, empezó ya á violarse su capitulacion. Un caballero, don Pedro García de Avila, apartándose de la régia comitiva, y penetrando en lo interior de la ciudad, se abandonó á los mayores escesos contra los míseros vencidos. Quejáronse éstos, y el rey Fernando pronunció contra él la pena de muerte; pero su sentencia no se ejecutó, y el cul

MORISCOS.

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pable continuó al servicio de la reina, y disfrutando de su favor.

En el mismo 5 de enero se apoderaron los reyes de la mezquita de Attaybin, una de las principales, y la hicieron consagrar al culto cristiano, bajo la invocacion de San Salvador.

Mostraba Isabel el mayor ardor por la estension de la fé, y aunque el rey don Fernando no era menos piadoso, templaba su celɔ la prudencia. Ya años antes, cediendo á las exigencias del clero y al espíritu intolerante de sus pueblos, habian establecido en 1480 en Sevilla, en virtud de autorizacion del papa Sixto IV, para reprimir el incremento y audacia de los judíos, contra los que se alzaba un clamor general, el tribunal de la Inquisicion, existente ya en Francia y en Italia, y cuya fundacion pretenden algunos hacer subir al concilio de Verona en 1148, en el que se mandaba á los obispos que por sí, ó por medio de sus delegados, inquiriesen todas las personas sospechosas en la fé, para castigarlas primero espiritualmente, y luego con penas temporales si esto no bastaba.

Los Reyes Católicos establecieron en España la Inquisicion, tribunal que destruyó por largo tiempo la felicidad de los pueblos, que sofocó el genio y las luces bajo un odioso despotismo. El establecimiento de la Inquisicion encontró grandes obstáculos principalmente en Aragon. Asesinaron en Zaragoza en el mismo templo á un inquisidor para aterrar á los de

más. Todo fué en vano: el nuevo establecimiento, dirigido en un principio contra los judíos y los moros, era demasiado conforme à las ideas religiosas y de intolerancia de la mayor parte de los españoles, para no triunfar de estos ataques. El título de familiar de la Inquisicion, que llevaba consigo la esencion de los cargos municipales, fué de tal modo solicitado, que en ciertas ciudades sobrepujaba el número de los familiares al de los habitantes, y las Córtes tuvieron que poner órden en la concesion de esos títulos. Hasta los mismos grandes, tan altivos, y que mas de cien veces habian hecho temblar á los reyes, se honraban con los oficios mas viles de este tribunal sangriento de la Fé, y contaron entre los dictados de su grandeza, el de alguacil de este tribunal!.. Cuando una nacion se halla asi preparada no hay que maravillarse de cómo ha podido existir el tribunal de la Inquisicion, y verificarse esas espulsiones en masa de millares de sus mas industriosos habitantes, dejando en gran parte despoblado su suelo, yermos sus campos, y arruinada su industria.

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Esta intolerancia, encarnada en el carácter español, hizo que algunos prelados y altos personages, con indiscreto celo, tratasen de persuadir á los Reyes Católicos, que prescindiendo de la capitulacion solemne, del decoro debido á sus promesas, de la fé jurada, obligasen á los moros de Granada inmediatamente á aceptar el bautismo ó á vender sus bienes y emigrar al Africa.

Debatióse en el consejo de la reina este proyecto, cuya sola enunciacion era un insulto á la lealtad de aquella católica princesa, y el célebre dominico fray Tomás de Torquemada, primer inquisidor general, y que tambien habia sido confesor de Is3bel, se mostró en él el defensor inesperado de la libertad de cultos. Torquemada sabia por el ejercicio de sus terribles funciones que toda conversion impuesta por mundanales motivos, solo sirve para hacer apóstatas, y perpetuar con las generaciones la hipocresía sacrílega de los padres.

Los Reyes Católicos, que habian agotado en la larga guerra de diez años contra Granada los recursos todos de la España, se determinaron á no romper del todo y de pronto las capitulaciones, sabiendo que la primera violacion de los tratados engendra otras, y que asi la capitulacion de Granada se iria con el tiempo rasgando artículo por artículo, y que para ejecutar inmediatamente aquel proyecto á que se inclinaba mucho el ánimo fervoroso de la reina Isabel, se hubieran necesitado mas hombres y dinero que para la conquista de Granada. Organizados, armados todavía se hallaban los moros en las Alpujarras, con su rey Boabdil, que podia volver á ponerse á su cabeza, y que al verse atacados en el sagrado de la conciencia se hallarian mas firmes. que en los tiempos en que el amor å la patria y el temor á la servidumbre no les habian impedido des

trozarse entre sí.

Para acallar las exigencias de los prelados, para contentar en algo la impaciente intolerancia de algunos magnates, y halagar el fanatismo de las masas, tal vez para hacer un ensayo, se dió el 30 de marzo de aquel mismo año de 1492 en Granada un edicto que mandaba á los judíos que saliesen de Es-. paña en el término de tres meses, bajo pena de muerte y de confiscacion de bienes, con prohibicion espresa de que se llevasen el oro y la plata. Ciento setenta mil familias que componian la poblacion de ochocientas mil almas, vendieron apresuradamente sus bienes y huyeron á Portugal, á Italia, á Africa y hasta Levante. Entonces se vió dar una casa por un caballo, una viña y un olivar por un pedazo de tela ó de paño.

Esta espulsion fué el primer golpe terrible que llevó la poblacion y la industria de España.

Los reyes creyeron sin faltar á las capitulaciones de Granada erigir en aquella ciudad un arzobispado para los nuevos habitantes cristianos del territorio conquistado y para la conversion de los moros, dando la reina Isabel aquella silla á su confesor fray Hernando de Talavera, obispo de Avila. Granada habia tenido antes de la invasion de los moros una silla episcopal. Los Reyes Católicos encontraron en su restablecimiento un medio político de unir los moros al resto de la España por la religion cristiana. Rehusaron obligar á los moros por la violencia á hacerse cristianos, respetaron sus

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