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nos. Aunque capital de un reino independiente, aunque mansion real, Valencia no recibió ni una mezquita como Córdoba, ni una Alhambra como Granada, ni una Giralda como Sevilla; empero en sus innumerables canales de riego, esparciendo por todas partes las fecundas aguas del Guadalaviar y del Júcar, apropiaron los moros estériles terrenos: y la importacion de estrañas plantas, naturalizó alli las riquezas vegetales de otros climas, dando sábias leyes para proteger la esplotacion de estos nuevos manantiales de prosperidad, y para que fuesen el patrimonio igual de todos.

Si el naranjo, el limonero, la higuera chumba, llamada todavía hoy en algunos paises higuera de moros, la granada, cuyo nombre recuerda hoy la espléndida córte de Boabdil, el níspero, el algodon, el membrillo, el azufaifo, la palma y otras plantas medicinales y aromáticas, derraman la riqueza y la opulencia en las deliciosas llanuras de Valencia, en los deliciosos cármenes de Granada y jardines de Sevilla, si una buena legislacion especial vela en su conservacion, si estos productos de su suelo reciben un aumento de valor al elaborarse en numerosas fábricas, si las sedas labradas producen hoy muchos millones, el pensamiento reconocido de los españoles debe remontarse á los moros. A ellos son deudores de estos beneficios, porque ellos fueron los primeros autores, porque lo que ellos mismos no crearon, se ha hecho despues à su imitacion y

bajo la inspiracion de los recuerdos que dejaron.

Vencidos los moros en Granada por Isabel I, quedaron como súbditos fieles suyos, bajo ciertos pactos solemnes. Mas tarde, una falsa política los impulsó á la rebelion. Fueron vencidos, y la intolerancia de un clero poco ilustrado, la debilidad de Felipe III, y el interés de un ministro venal, causaron una honda herida en la poblacion, en la industria y agricultura de España.

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IMPOSIBILIDAD DE FUNDIRSE LA NACIONALIDAD ESPAÑOLA EN OTRA.NO BASTAN A LOGRARLO LAS CONQUISTAS DE LOS CARTAGINESES, NI LAS DE LOS ROMANOS, NI LA DE LOS GODOS.-INVASION DE LOS ARABES.

Una circunstancia digna del profundo estudio del observador presenta la historia de España, y es la de que las naciones de índole y de clima diversos, que han venido á dirimir sos querellas en el suelo español, jamás ha desaparecido por la fuzion de los siglos: ó las ha esterminado la guerra, ó han tenido. que ir á otras comarcas á buscar una suerte mas propicia.

Ocupada en un principio por los fenicios la España, el Mediterráneo vió con orgullo surcar sus flotas, trasportando en ellas las riquezas de este privilegiado pais, y un pueblo de marineros, pilotos y mercaderes, estendieron su comercio por el mundo. Los

fenicios fueron espulsados por los rudos iberos, á quienes puso las armas en la mano la perfidia de los cartagineses. Sucumbieron estos mas tarde al valor de las legiones romanas. Nada quedó de ellos en España, mas que la reminiscencia de las gloriosas hazañas de Annibal y de los Asdrúbales.

Apareció Roma, ciudad en un principio de pastores y de bandidos, sus belicosos hijos se prepararon á la conquista del universo, y avanzan paso á paso. La Italia primero, despues la Sicilia, la Cerdeña, la Córcega se le someten. La Macedonia, la Grecia y el Epiro sufren su yugo. La España y la Galia sucumben; y la Gran Bretaña, que semejante á un bagel dormido sobre sus áncoras, podia contar con el mar para detener á los vencedores, ve las águilas romanas penetrar en su recinto.

Como un vasto coloso estiende Roma sus iniensos brazos, del Danubio al Atlas, y desde el Océano al Eufrates.

Europa, Asia, Africa, todo obedece la ley de Roma, cuando de las llanuras centrales del Asia se adelanta lentamente un pueblo bárbaro y feroz. Los Hunos, empujados por otros pueblos desconocidos, se precipitan á su vez sobre los Alanos, los Alanos sobre los Godos, los Godos sobre los Germanos, y este terrible huracan de pueblos bárbaros, arrojados los unos sobre los otros, viene á caer sobre Roma y so: bre las provincias sujetas á su poder.

Roma, como se ve en sus leyes, reconoció los

fueros de las primitivas razas españolas, y cuando á fuerza de tiempo y perseverancia llevaba mas adelantada la obra de una cumplida. reconciliacion, la entrada de los bárbaros vino á sepultar los vestigios de la civilizacion latina.

España, una de las mas hermosas provincias romanas, vió erigirse en señores y tiranos de su suelo á las tribus errantes que la invadieron. Vió á los alanos perecer por el hierro entre el Tajo y el Guadiana: á los vándalos terminar sus incursiones devasta. doras en las playas de Africa: presenció la lucha con que los Silingos, que llegaron á dominar á Galicia, se esterminan entre sí con insaciable encono, y espian la barbárie con que habian afligido á los indígenas. Los godos fueron los únicos que lograron dominar con estabilidad la España, consolidando su poder, no tanto por la fuerza de las armas, como por el carácter de valedores y de amigos de los pueblos, abandonados á merced de aquellos bárbaros turbulentos y crueles.

Cerca de tres siglos vivió feliz y tranquila la Es paña bajo el cetro de los reyes visigodos, empero la fusion de estos pueblos no pudo realizarse sin vencer grandísimos obstáculos. Fermentaba contra los dominadores una antipatía peligrosa. A juzgar por algunas leyes del código visigodo, fué necesario autorizar y declarar honrosos los enlaces de las familias góticas con las de estirpe española. Comenzaban con esta nueva ley á estrecharse los vínculos de union, y

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